TRICK
OR TREAT
“Cualquiera podía saber que
el viento de esa noche era un viento especial, y que en las sombras había algo
especial, pues era la Víspera del Día de Todos los Santos, la Noche de las
Brujas. Todo parecía ser de suave terciopelo negro, o terciopelo anaranjado o
dorado. El humo salía jadeando desde miles de chimeneas como penachos de
cortejos fúnebres. De las ventanas de las cocinas llegaban flotando dos aromas
de calabazas: el de las calabazas huecas y el de los pasteles en el
horno.”
Ray Bradbury, “El árbol de
las brujas
“¿En cuanto a mi lápida? Me
gustaría tomar prestado el gran poste de barbero que cuelga de la fachada de la
peluquería, y conectarlo a media noche por si por casualidad pasaras junto a mi
tumba para saludar. Y allí estaría el viejo poste de barbero, encendido, sus
brillantes ondas enroscándose llenas de misterio, girando y enroscándose en
misterios mayores aún, eternamente. Y si vinieras de visita, trae una manzana
para los fantasmas.”
Ray Bradbury, “La feria de
las tinieblas”
Es un clásico: llega octubre
y llegan también los pataleos y las amonestaciones de una serie de ciudadanos
bienintencionados que no quieren que nosotros, sus sufridos
coterráneos, festejemos Halloween y nos atiborran con dibujitos de
gauchos tomando mate y estampitas del Sagrado Corazón. Estos señores y señoras aguafiestas se
dividen en tres grupos muy diferenciados: por un lado están los argentinos nacionales y
populares que repudian un
festejo asquerosamente imperialista; por otro, el de los ingenuos que suponen que
la argentinidad pasa por un kilo de yerba y un plato
con tortas fritas. El último grupo lo componen los fanáticos religiosos que nos
recuerdan que el origen de Halloween se remonta a una festividad
celta llamada Samhain, que se celebraba la noche en la
que se abría el velo que separaba el mundo humano del sobrenatural, y los
espíritus, buenos y malos, vagaban por la Tierra. Y nos amenazan, además, con
que nuestros hijos se van a convertir en sucedáneos de Reagan MacNeil si permitimos que se disfracen.
Como mis asiduos lectores
sabrán, a mí me encanta Halloween. Y encuentro que los argumentos con los
que intentan convencerme para que me una a los que repudian esta festividad son
bastante flojitos. Veamos:
-Argumentos “nacionales y
populares”: A aquellos que hacen gala de
un espíritu nacional y popular que se ofende frente a los gatos
negros y a las señoritas calenturientas que aprovechan la boleada para
disfrazarse de diablesas hot y enseñar el traste sin culpas, les
diré que hay muchas cosas que no son nacionales y
populares y son aceptadas con
alegría por sus líderes y esbirros: los relojes Rolex,
las carteras Louis Vuitton, los zapatos Christian Louboutin, los perfumes Escada, las mechas Great Lengths… ¿Por
qué una simple calabaza ($ 6 el kilo, más o menos) representa más cabalmente
las inmundicias del Imperialismo que un anillito Hermès (cuyo precio ignoro pero imagino
pornográfico)? ¿Chi Lo Sa?
-Argumentos “la
argentinidad al palo”: No dudo de las buenas
intenciones de las gentes que se encrespan frente al festejo local de Halloween porque son argentinas (sospecho, sí, que son los mismos entes antediluvianos que fundan grupos donde defenestran al
sushi con la intención de reivindicar al asado de tira). Sólo creo que su pataleo no tiene
razón de ser. ¿O no son los mismos hincha pelotas que hace un par de añoss casi
nos empujan al suicido recitándonos 500 veces por día “Tu coche es japonés. Tu pizza es
italiana. Tu cerveza es alemana. Tu vino es español. Tu democracia es griega.
Tu café es brasileño. Tu té es chino. Tu reloj es suizo. Tu moda es francesa.
Tu camiseta es India. Tus zapatos son made in Malasia. Tu radio es coreana. Tu
vodka es ruso…”? Si reciben
con tanta alegría coches, pizzas,
cafés y relojes extranjeros, ¿qué les cuesta aceptar
también un Halloween? Además, mis queridos, muchas cosas
que nos son absolutamente familiares y admitimos sin chistar, no han tenido su
origen precisamente en la Puna. El fútbol, por ejemplo, de irrefutable origen inglés. Cosa
que no les prohíbe a muchos enfermos de argentinidad
al palo gritar los goles de Boca o llorar como Magdalenas porque River se fue a la B.
-Argumentos cristianos: Para refutar los argumentos cristianos basta una
frase concisa e irrebatible: no todo el mundo es
cristiano. Por mucho que les
pese al cura del barrio, a las huestes evangélicas y a los insistentes Testigos de Jehová, hay gente que no elige al cristianismo. Y eso no la convierte
ni en monstruosa, ni en peligrosa ni en abominable. También hay cristianos
(como vuestra segura servidora) bastante díscolos a los que Efesios 5:6-12 nos tiene muy sin cuidado. Algunos librepensantes suponemos que vivir en la luz tiene
más que ver con no joder al vecino que con no festejar Halloween. Y no creemos que un disfraz de bruja
(ni siquiera uno de bruja acalorada) o una máscara de Ghostface sean pasajes seguros al Averno. A no olvidar, mis queridos, que el camino al Infierno
está tapizado de buenas intenciones. Que
pueden ser, cómo no, la de estos fanáticos religiosos que buscan atormentar a
la gente como una sólo porque es fan de Tim Burton.
Como verán, caros lectores,
consideraciones para refutar a los argumentos contrarios a Halloween no me faltan. Cada año los esgrimo pero, para
ser sincera, hasta el día de hoy no han logrado que nadie cambie la opinión que
tiene sobre esta controvertida festividad. Los nacionales y
populares siguen tildándola
de imperialista, los enfermos de argentinidad al palo siguen repudiándola mate en mano y los cristianos fanáticos siguen
prometiendo las llamas eternas. No
importa: yo disfruto Halloween. Mucho. Mucho más a partir de hoy, día
en el que he recibido una grata nueva:mirar películas de
terror adelgaza.
¡Por fin un tiro para el lado
de la justicia!