domingo, 19 de noviembre de 2017

THE MAJOR AND THE MINOR


THE MAJOR AND THE MINOR

“Reconozco que los jóvenes son más abiertos, alegres y apetitosos. Sin duda. Pero también son más egoístas y egocéntricos. Por eso nunca tuvieron una oportunidad conmigo.”
 Catherine Z. Jones

Hace un par de días hablábamos en este espacio de lo provechoso que puede ser para algunas señoras desinhibidas formar pareja con señores notablemente más jóvenes que ellas. Hoy, mis queridas, volveremos a ocuparnos de parejas desparejas. La variante será que esta vez el mayor será el varón. Que quede claro, ante todo, que cuando hablamos de un hombre mayor no nos referimos a aquel que nos lleva dos o tres años sino al masculino que nos lleva por lo menos diez.
Salir con un hombre mayor puede resultar poco tentador para muchas señoras y señoritas que le dan excesivo valor al aspecto físico. Suponen que un varón que las excede en años es un ente achacoso y poco atractivo. Craso error, queridas mías: hay señores añosos que ameritan más de un revolcón.  Si al hablar del hombre menor hicimos referencia al infartante Ashton Kutchner, al  hablar del hombre mayor no podemos dejar de mencionar a Richard Gere, un galán que aún hoy, con más de sesenta años, nos sigue arrancando suspiros. Porque los hombres mayores pueden ser muy seductores. Y salir con ellos también ofrece una serie de ventajas a las que haremos referencia en este opúsculo esclarecedor.

ALGUNAS RAZONES PARA SALIR CON UN HOMBRE MAYOR

Salir con un hombre mayor puede ser una experiencia tan fascinante como salir con un pendex. He aquí algunas de las razones para embarcarse en una relación con un señor que nos supera en años:

-UN FUTURO SEGURO: Un hombre mayor ha recorrido mucho camino y, si no es un completo inútil o un vago sin remedio, se ha asegurado un futuro más o menos decente.  Tiene objetivos claros en su vida y no anda dudando entre ser abogado, dedicarse a la cría de la chinchilla lanigera o hacerse las lolas e irse a Buzios. Junto a él tendremos un futuro seguro. Si bien esa seguridad puede resultar repelente para algunas damas inquietas y ansiosas por vivir aventuras,  es  muy estimulante para algunas señoras y señoritas a las que no les gusta ir por la vida corriendo riesgos innecesarios.

-ESTABILIDAD ECONÓMICA: Se supone que un señor entrado en años  ha alcanzado gran parte de sus metas profesionales, por lo que llegará a la relación bien posicionado laboralmente y con un sueldo más o menos decente. No tendremos que sacarle jamás las castañas del fuego ni pasar por la bochornosa experiencia de pagar la cuenta cuando salimos a cenar, recibiremos muchos más regalos y sabremos a ciencia cierta que este hombre está con nosotras por nuestros encantos y no por nuestra billetera.

-CERO HISTERIQUEO: Los mozalbetes son inmaduros, suelen confundirse con respecto a lo que quieren y pueden histeriquear como quinceañeras insoportables. Estar emparejada con un hombre más joven implica, muchas veces,  una cantidad importante de estrés emocional. Eso de martes sí, miércoles no, jueves quién sabe puede sacar de las casillas aún a las mujeres más serenas y controladas. Un hombre mayor esta más allá de ese boludeo: sabe lo que quiere, cómo lo quiere y cuándo lo quiere. Podemos estar seguras de que, si se acercan a nosotras, tienen un interés genuino y no van a cambiar dentro de dos días la opinión que tienen sobre nuestra persona.

-COMPORTAMIENTO COHERENTE: Al emparejarnos con un hombre que aún no ha alcanzado su madurez emocional, corremos el riesgo de que el susodicho se convierta, con el correr del tiempo, en una persona que no nos gusta. Un hombre mayor  posee rasgos de personalidad relativamente consistentes que no sufren grandes cambios ni con el paso del tiempo ni cuando se ven forzados a enfrentarse con situaciones estresantes.

-BÚSQUEDA DE COMPROMISO: Un hombre mayor es, generalmente, un mejor candidato para lograr una relación seria. Ya ha tenido varios años de joda y está listo para sentar cabeza. Con él son menos probables las escapadas con amigos y las revoleadas de chancleta con señoritas más jóvenes que nosotras. 

-CERO ESCENAS DE CELOS: Los celos son, mis queridas lectoras, una muestra de inseguridad. De lo más molesta, además. Un hombre grande es más seguro que un pendex y tiene menos ganas de estar haciendo quilombo por boludeces. No nos hará escenas, ni públicas ni privadas, y tampoco nos dará motivos para que las hagamos nosotras. 

-EXPERIENCIA: Un señor grandecito podrá tener una cabellera rala o una pancita más que incipiente, pero, como contrapartida, tiene experiencia. Ya ha tropezado con muchas piedras muchas veces y ha aprendido de estos tropezones, situación que lo capacita para evitar los típicos traspiés juveniles.

-CULTURA GENERAL: La diferencia generacional puede ser una oportunidad magnífica para incrementar nuestra cultura general. Un hombre mayor puede acercarnos a nuevos géneros musicales, películas clásicas y libros interesantes.

-CONOCIMIENTO DEL CUERPO FEMENINO: Si bien el ímpetu, los bríos y la calentura de un jovenzuelo son impagables, un hombre mayor tiene para ofrecernos algo que, generalmente, no se encuentra en los pibitos que siempre tienen ganas de El hombre grande ha amado a muchas mujeres antes que a nosotras. Conoce perfectamente el cuerpo femenino, sabe dónde y cómo tocarnos y, a la hora de los bifes, tiene bastante menos apuro que los efebos que se llevan la vida por delante. 

-AMIGOS MAYORES: Los amigos de los varones siempre son entes indeseables que amenazan cualquier relación de pareja. Los chicos jóvenes tienen amigos jóvenes, generalmente sin compromisos sentimentales y con muchas ganas de jarana.  Los hombres grandes, en cambio, tienen amigos grandes que están comprometidos, casados o lo suficientemente hechos mierda como para no tener ganas de andar por ahí revoleando calzoncillos y papel picado.

Si bien todas estas razones son lo suficientemente interesantes como para considerar la idea de salir con un hombre mayor, hay un motivo maravilloso para hacerlo que pesa mucho más que cualquier  razón antedicha: al lado de un hombre grande siempre, siempre, siempre, vamos a ser unas pendejas.  Tendremos eternamente la oportunidad de comportarnos como adolescentes y ponernos a llorar cuando llega la cuenta de la tarjeta de crédito después de que la reventamos bien reventada. Cuando queramos algo podremos poner trompa hasta obtenerlo. Hacernos las tontas o las inocentes nos resultará provechoso en cualquier situación límite. Siempre seremos las lindas de la relación. Y, si somos artistas, contaremos con un mecenas dispuesto a mantenernos mientras nosotras nos pasamos la vida tratando de vender un miserable cuadrito.

Pensarán ustedes, con razón, que salir con un hombre mayor debe tener, también,  algunas desventajas. Por supuesto que las tiene. Al elegir a un señor grandecito para involucrarnos románticamente podremos estar buscando, más que una pareja, una figura paterna para que nos proteja del mundo. Correremos el riesgo, además, de que el señor en cuestión haga uso y abuso de su experiencia, buscando dominarnos o manipularnos.  Y, como dije en otra oportunidad, no podremos compartir con él vivencias comunes de infancia y adolescencia, porque las transitamos en tiempos distintos: no vimos los mismos programas de televisión, ni jugamos los mismos juegos, ni juntamos las mismas figuritas.  Mientras ellos se vestían como Travolta y bailaban música disco nosotras hacíamos los deberes. Mientras nosotras nos meábamos con Patrick Swayze y queríamos emular a Jennifer Grey en “Dirty Dancing” ellos estaban trabajando. Etc. Etc. Pero todas estas desventajas pierden importancia cuando llega la boleta de la luz y no tenemos que pedirle prestado dinero a nuestros vecinos para pagarla.

Después de decir lo que tenía que decir, me despido de ustedes esperando haber despejado algunas de sus dudas con respecto a las relaciones en las que los señores son bastante más añosos que las damas.  Les dejo, para reflexionar, un proverbio africano: “La boca de un hombre mayor está sin dientes, pero nunca sin palabras de sabiduría.”

Au revoir. 

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