HABLE
CON ELLA
“Hable
con ella, cuénteselo (…) El cerebro de la mujer es un misterio (…) A la mujeres
hay que tenerlas en cuenta, hablar con ellas… tener un detalle, de vez en
cuando… acariciarlas de pronto. Recordar que existen, que están vivas y que nos
importan…” - Javier Cámara en
"Hable con ella"
No sé si es mi película
favorita. Tampoco sé si es mi preferida entre todas las que filmó Almodóvar.
Pero es la que provoca en mí la reacción física y espiritual más visceral y
absoluta. Porque una cosa es lagrimear con “Los puentes de
Madison”, “El gran pez” e,
incluso, con “Nueve semanas y
media” (ya sé: soy la única
demente que llora con ésta). Pero lo que me pasa con “Hable con ella” es otra cosa. Quizás porque es una
película sobre la palabra. Sobre el poder de la palabra como herramienta para
sobreponerse al dolor, a la ausencia, a las llagas perdurables del amor, a la
enfermedad, a las imposibilidades. Sobre el poder de la palabra como
vehículo para zanjar las distancias emocionales entre las personas.
Es, también, una película sobre la amistad. Sobre su complejidad. Sobre
la bendición de poder aceptar al otro con sus vergüenzas, sus
malaventuranzas, sus ternuras. Y sobre la comunicación / incomunicación en las
relaciones humanas.
Si otro director de cine
intentara plasmar en una sola película esta abundancia de temas
cardinales pecaría, seguramente, de pretencioso. Almodóvar, no. Almodóvar
puede. Porque la poesía está de su lado. La poesía convulsa y conmovedora
que emana de la desnudez de sus criaturas.
Casi siempre, los personajes
fuertes de las películas de Pedro Almodóvar son mujeres. “Hable con ella”
escapa a esa regla. Pero a pesar de que los caracteres sobresalientes del
filme son masculinos, es una película sobre las mujeres. He visto “Hable con ella” más veces de las que puedo
recordar y jamás dejó de sorprenderme la fina sensibilidad de Pedro
Almodóvar. Sensibilidad femenina. “Hable con ella” es una película que sólo podría haber
sido filmada por una mujer. Pero la filmó Pedro.
Quizás sea una de las tantas
ironías de Almodóvar que los hombres hablen con las mujeres cuando ellas no
pueden escucharlos. Un subterfugio que pone en evidencia una realidad
inversa: estamos ávidas por escuchar y las más de las veces la palabra no
llega. Benedicto, con su ternura feroz, su ambigüedad sexual, su
amor perturbado y su costado sórdido, lo sabe. Sabe sobre la potestad de
la palabra. Sobre su necesidad.
No soy crítica de cine, ni
mucho menos. Es más, los críticos en general me son antipáticos. Me he
conmovido hasta el tuétano con personajes psicológicamente
unidireccionales y he bostezado descortésmente con supuestas obras
maestras. “Hable con ella” no es una novedad: la película
data del año 2002. Fue celebrada justamente en su momento y galardonada con
varios premios. No fue la obra definitiva de Pedro Almodóvar. El director
manchego sigue filmando (hecho que, por supuesto, no me canso de celebrar).
Pero es una película sobre mí.
Porque lo único que quiero es
que hablen conmigo.
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