SEXO ORAL
“Si
dos mujeres cuchichean y paran bruscamente cuando te acercas... es sin duda que
hablan se sexo. ¡Y si una de ellas es tu mujer, seguro que hablan de ti!”
Arthur
Miller
Parece
que, a la hora de hablar de sexo con nuestros amigos del mismo género, hombres
y mujeres enfrentamos la situación de maneras disímiles. Si bien para
ambos es mucho más fácil abordar asuntos íntimos entre pares, las formas de
comunicación sobre la sexualidad son absolutamente distintas entre Adanes y
Evas. Ya se sabe: los hombres son de Marte, las mujeres somos de Venus. La
historia de nuestras vidas.
Los
hombres no tienen muchas pretensiones en lo que espacio físico se
refiere para poner la lengua en acción: pueden hablar de sexo en
ámbitos tan diversos como la oficina, el entretiempo de un partido de fútbol,
un bar, una partidita de truco o el proceso de elaboración del asadito
dominguero. Mientras se llenan la boca de maníes o tratan de pinchar un chorizo
esquivo, los señores suelen alabar delanteras descomunales o traseros
importantes sin ningún empacho. Pero que quede clarito: los hombres nunca
hablan específicamente de sus mujeres, concubinas, amantes, novias o
amigas con derecho a roce. Hablan de la mujer
en general. No, de la mujer, no. Hablan de la mina,
con todo lo que este epíteto implica. De lo buena que está una mina,
de sus generosas curvas y de lo que haría si la señorita en cuestión le hiciera
una caída de ojos. Pero nada más. Jamás comparten con los amigos sus
inquietudes o temores con respecto a la sexualidad ni hacen referencia a
su modo de vivirla. Si son muy fanfarrones, pueden referir alguna peripecia que
los deje bien parados, pero en general se trata de experiencias reales
más bien anodinas ornamentadas con fabulosos pormenores imaginarios, tal
como si de arbolitos de Navidad eróticos se trataran. O de odiseas
imaginarias en su totalidad. Hablar de sexualidad no implica para ellos ningún
tipo de intimidad: se habla del culo de una señorita como de un gol de Palermo.
Las
mujeres, en cambio, cuando hablamos sobre sexo, intimamos. Somos
mucho menos pudorosas que los varones a la hora de contar experiencias,
plantear temores o tratar de esclarecer dudas. Solemos aconsejarnos entre
nosotras y contarnos los tips que leemos en la “Cosmo”. Nada
escapa a nuestro parloteo infinito: posiciones, tamaños, orgasmos, lencería y
juguetes eróticos. No es que seamos degeneradas: es que nosotras
vivimos la amistad de un modo completamente diferente a los varones y estos
pelos y señales que damos en lo que al sexo respecta, los damos también en
otras áreas de nuestras vidas. Y, como para nosotras la amistad es un vínculo
sacrosanto donde la vergüenza no tiene cabida y, además, nos gusta hablar,
charlamos sobre nuestras gracias y desgracias carnales como si habláramos de un
crío con varicela o de cuánto cuesta un kilo de tomates.
Las
damas, además, no hablamos del hombre en general. Ni hablamos
del chongo, ese efebo anónimo que ya dejó de pertenecer
al mundo homosexual y se instaló en el universo femenino con su sunga y
sus abdominales marcados. Hablamos de nuestros hombres,
concubinos, amantes, novios o amigos con derecho a roce. Pasados,
presentes y futuros. Somos tan generosas con nuestras amigas (o
tan indiscretas) que ponemos sobre la mesa dimensiones, pericias, potencias e
impotencias. Contamos con qué frecuencia tenemos sexo, si alcanzamos o no
alcanzamos el puto orgasmo, si nuestros amantes son cariñosos o ariscos y cómo
son las instalaciones del hotel alojamiento donde nos refocilamos con nuestra
última conquista. Nuestra verborragia erótica se centuplica si tenemos un
amante, que pasa a ser, por obra y gracia del afecto y de la solidaridad de
género, en el amante de todas.
Según
la Licenciada Adriana Arias, psicóloga y sexóloga, co-autora de los
libros “Locas y Fuertes” y “Bichos y Bichas del Cortejo”, junto
a Cristina Lobaiza (Del Nuevo Extremo), y asidua colaboradora del sitio web Entre Mujeres, que
es como una “Cosmo” digital, “el permitirnos
participar junto con los amigos y amigas de un espacio tan importante como la
sexualidad en nuestras vidas, siempre es nutricio y enriquecedor”.
Así
que, queridas mías, a no sentirse culpables. Esas lenguas siempre prontas
a ventilar las intimidades más íntimas de los masculinos que supimos conseguir
son, simplemente, herramientas para nuestro crecimiento como mujeres y como
personas.
¡Y a
nosotras, ¡nos encanta crecer!