AMAS
DE CASA (ELOGIO DE LAS QUE TRABAJAMOS ADENTRO)
“Todas
mis mujeres fueron grandes amas de casa. Cada vez que me separé ellas se
quedaron con la casa.”
Willie
Pep
"La frase madre que trabaja es redundante."
Jane
Sellman
Hace algunos años, frente a
los saludos y congratulaciones que ornamentaban los muros de muchas damas y
damiselas adictas a Facebook con motivo de la celebración (o,
mejor dicho, conmemoración) del Día Internacional de la
Mujer, mi benemérita hermana, jodida como pocas, me espetó brutalmente:
-No sé por qué se saludan
tanto si hoy se conmemora del Día
de la Mujer Trabajadora y no
el Día de la Mujer en general.
Ante esta afirmación
pendenciera yo, que para el retruque soy mandada hacer y me aferro con uñas y
dientes a mi derecho de ser celebrada y congratulada en
cualquier ocasión, le escupí furiosamente:
-Nena, todas las mujeres somos
trabajadoras. ¿O acaso ya
se inventó la ropa que se plancha sola?
Mi hermana frunció la nariz y
masculló que trabajar es
trabajar afuera y que las
amas de casa, además de ser patéticas y anacrónicas, somos unas vagas
irrecuperables. Inmunda idea que comparten señores desinformados y
señoras que no han lavado un plato ni han cambiado un pañal en su puta vida,
porque cuentan con los dinerillos necesarios para pagar mucamas y niñeras. La
incomprensión y el desconocimiento de estos turros y turras son los que me
empujan hoy a redactar este esclarecedor opúsculo en el que quedará demostrado,
de una vez por todas, que se trabaja más adentro que afuera.
Y encima no nos pagan.
Ama de casa es, según la Real Academia Española, aquella mujer que se ocupa de
las tareas de su hogar. Dicho así parece soplar
y hacer botellas. Pero nada
que ver. Ser ama de casa implica un trabajo arduo y la
capacidad, además, de realizar múltiples funciones sin padecer ningún tipo de
cortocircuito ni sufrir un brote psicótico. Realizar ad honorem tareas por las cuales otras gentes
son remuneradas. Y sin chistar. Si no me creen, pasen y vean.
UN AMA DE CASA ES…
-CONTADORA: Estados patrimoniales, presupuestos, movimientos
monetarios… Cualquiera sabe, aunque no
esté casada con uno como vuestra segura servidora, que estos peliagudos asuntos
son los que ocupan a contadores y contables. Pero también nos ocupan a
nosotras, quienes manejamos con menor o mayor fortuna la contabilidad de
nuestro sacrosanto hogar, elaboramos presupuestos, nos endeudamos y pagamos
esas deudas generando otras, rebuscamos monedas, etc., etc., etc. Tareas de lo
más estresantes, porque la plata es linda para gastarla, nomás. Las cuentas y
los cálculos deserotizan a cualquiera.
-CHEF: No me vengan con que las amas de casa modernas
jamás cocinamos. Tener a mano el número del delivery o abusar de las salchichas Vienissima y el bendito puré Chef no significa que una no trabaje:
los números telefónicos no se discan solos y los paquetes de alimentos no se
abren por su cuenta. Y, además, hay amas de casa que sí cocinan. Hasta yo hago milanesas
de vez en cuando (ocasión que mi familia celebra como si se tratara del equinoccio de primavera).
-PUERICULTORA: La crianza de un niño no sólo es un trabajo de
24 hs: es un arte. Que
implica hacerse cargo del cuidado de los aspectos físicos, psíquicos y sociales
del párvulo, además de calentar mamaderas, cambiar pañales, pasar horas y horas
en las puerta del Jardín del crío durante el "período
de adaptación" y noches
enteras en vela porque hay un
monstruo en el ropero y el
engendro en cuestión no puede dormir (aunque repitamos miles de veces,
como una letanía o como un mantra, que los monstruos no existen).
Quien no haya visto “Toy
Story” trescientas sesenta y
cinco veces y opine que un
ama de casa no trabaja es,
redondamente, un hijo de puta.
-MAESTRA: Todas las mujeres que trabajamos adentro hemos pasado tardes enteras intentando
(muchas veces en vano) que una pequeña bestia comprendiera, aunque sea
someramente, los misterios de la suma y la resta. Hemos soportado estoicamente
repetirle a nuestros críos “La
p con la u, pu; la m con la a, ma”, para
que esos sátrapas impresentables, ante el crucial interrogante “¿Todo junto?”, miraran el
dibujito del libro de lectura y respondieran felizmente “Gato”. Hemos explicado setecientas veces
los antecedentes de la Revolución
de Mayo. Además de hacer
láminas y maquetas e, incluso, algún trabajito sobre “El diario de Ana
Frank” o “Como agua para
chocolate” para que un
adolescente haragán no tuviera que leer
el libro o ver la película.
-ENFERMERA: Las amas de casa somos enfermeras eficaces. Y
pacientes. No sólo curamos rodillas raspadas: también atendemos solícitamente a
señores resfriados que imaginan estar a un paso de la tumba. Ya saben lo
insoportables que se ponen los hombres cuando están enfermos. ¿Alguno de los
malintencionados que aseguran que un
ama de casa no trabaja ha
intentado alguna vez conseguir que un mocoso con varicela no se rasque o que un
grandote con dos líneas de fiebre deje de gemir como un soldado amputado en la Segunda Guerra Mundial? ¿No?
Entonces, mutis por el foro.
-MUCAMA: Lavar, planchar, limpiar vidrios y pisos, tender
las camas, lustrar muebles, baldear el patio… ¿en qué remoto planeta eso no es trabajar? ¿Una señora con el
culo apoyado cómodamente en una silla de oficina durante ocho horas trabaja más
que la pobre cristiana que anda de acá para allá con un escobillón, un plumero,
una plancha y un balde? ¡Déjense de joder!
-PSICÓLOGA: Mucha gente supone que las amas de casa no
tenemos problemas y que si nos deprimimos es de aburridas que estamos. Así que
son muy pocos los que se detienen a escuchar nuestras angustias, dudas y
ansiedades. Pero nosotras debemos estar siempre atentas a las angustias, dudas
y ansiedades de nuestros hombres y nuestros vástagos, escucharlos y
contenerlos. Yo, por ejemplo, estoy tan entrenada en estas lides que me basta
mirar a mi hijo dos segundos a los ojos para saber qué le pasa, cómo le pasa y por qué
le pasa.
Sí, un ama de casa es todo lo
enumerado anteriormente. Pero, además, es chofer,
peluquera, despiojadora, fotógrafa, bañadora de perros, costurera, relacionista pública, secretaria,
asesora de compras, jardinera, contadora de cuentos… Es la que pone la caripela cuando los pibes le rompen el
vidrio al vecino de un pelotazo o se mandan alguna en el colegio. La que sólo
da parte de enferma cuando está a punto de
morir. La que no tiene vacaciones nunca.
Termino este artículo
reivindicador con una frase extraída de la película de 1941 “¡Qué verde era mi valle!” (“How
Green Was My Valley”), dirigida
por John Ford y basada en la novela homónima de Richard Llewellyn: “Si mi
padre era la cabeza de la familia, mi madre era el corazón.” De más
está decir que la madre de Huw Morgan, el protagonista del film, era nada más y
nada menos que un ama de casa.
Buenas tardes y feliz
conmemoración para todas y todas.
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