CÓMO EVITAR DISCUTIR CON TU PAREJA EN NAVIDAD
“El amor no es un arte, es una pelea cuerpo a cuerpo por sobrevivir.”
Jorge Díaz
Es un clásico, mis queridos. Llega la Navidad y llegan todo tipo de
quilombos. Sobre todo, quilombos con nuestra pareja. Es una época crítica, en
la que estamos más sensibilizados que de costumbre, nos acordamos de quienes ya
no están, nos vemos obligados a compartir mesa con los que sí están pero no
soportamos, etc., etc. Las emociones están a flor de piel en esta supuestamente alegre temporada y nos
predisponen malamente a la riña, con las temibles consecuencias que esto
acarrea. Porque cuando necesitamos reñir lo hacemos usualmente con la persona
que más cerca tenemos. Y esa persona es, por supuesto, nuestra media naranja.
Para evitar las peleas navideñas con nuestra pareja, la experta en consejos de amor Paloma
Corredor, del sitio web About en español, nos acerca una serie de tips orientados a calmar las aguas y evitar
incómodos desbordes. Haciendo gala de mi proverbial espíritu de servicio, se
los acerco hoy para que les saquen el máximo
provecho posible. De nada.
Para evitar quilombos y quilombetes es esencial identificar claramente las situaciones que pueden provocarlos. Cuando las situaciones están debidamente identificadas, hay que trabajar para que la cosa no se desmadre. Haciendo concesiones pero también reclamando respeto por nuestros sentimientos.
-¿Con
quién celebrar las fechas en cuestión? Tradicionalmente,
los matrimonios/concubinatos suelen dividirse entre las dos familias.
Nochebuena con los míos, Navidad con los tuyos. Nochevieja con los tuyos, Año Nuevo con los míos. Parece sencillo, sí. Pero no
lo es tanto. Por eso hay que sentarse a hablar y llegar a una forma de repartirse que satisfaga a ambos.
Paloma nos dice, además, que es muy importante reservar una fecha para festejar
solos, sin suegras, cuñadas y otros entes malignos. Porque la pareja en soledad
se conecta mejor. Y también las Navidades merecen tener su touch romántico. Para poder sostener este festejo en pareja hay que
neutralizar a los parientes invasivos y a las madres adictas a los chantajes
emocionales.
-Vida
social: Vayan juntos a los festejos que los
entusiasmen a ambos y solos a los que no. No arrastren a sus parejas a
ridículas cenas con los compañeros de oficina, las condiscípulas del secundario
o los pibes con los que van a pelotear cada miércoles. Estar a contragusto en una
cena/festejo es sumamente estresante y predispone a la mitad de la naranja
arrastrada a la celebración ajena a belicosidades varias. Ni hablar si el/la
susodicho/a se pasa toda la noche con una cara de traste apoteósica. Ambos
miembros de la pareja se sentirán incómodos. Y de la incomodidad al quilombo
hay un pasito cortito, cortito.
-Regalos.
Establezcan un presupuesto, sobre todo
si los pesitos escasean y el derroche está absolutamente vedado. No gasten en
boludeces dinero que luego les va a
faltar para pagar los servicios. Pacten si el regalo a recibir será una
sorpresa o si prefieren contarle al otro antes del desembolso lo que quieren o
necesitan. Eviten los regalos prácticos.
A nadie le gusta que le regalen una caja de pañuelos o un set de toallas. Ni
siquiera un paraguas. Ni hablar de repasadores. Regalar un repasador a una
mujer es una irrefutable declaración de guerra.
Si se trata de regalar al resto de la familia, pónganse de acuerdo en qué y
a quién. No obsequien a su sobrino carnal una pista para autos y a su sobrino
político un llavero. Sean equilibrados.
-Compromisos
navideños: Además de decidir qué regalar y a quién, hay otros temas en los que
es mejor ponerse de acuerdo para evitar posteriores grescas. Por ejemplo,
¿tienen ganas de que la parentela festeje en nuestra casa? ¿Prefieren repartir
obsequios para Navidad o para Reyes? Hablen de todo eso antes de que empiecen
las Fiestas, no esperen a último momento, cuando ya están un poquito empinados.
El alcohol favorece las posturas belicosas.
-Las
relaciones familiares: Si no tienen buena
relación con algún miembro de su familia que tienen que ver durante una cena o
celebración, pídanle a Dios que los obsequie con el don de la misericordia.
Tengan paciencia y apelen al sentido del humor. No manden a la suegra a la puta
que la parió. No se vayan a las manos con las cuñadas. No estrangulen al primo
borrachín o a la prima alzada. No
atraganten con un pedazo de turrón de maní a la tía venenosa. Rían y beban. Pero, sobre todo, rían.
-Gustos
diferentes: Puede que a uno de ustedes le encanten
las fiestas ruidosas y el otro prefiera
vegetar en casa. Que uno sea religioso y le guste ir a Misa de Gallo y el
otro considere la Navidad una fiesta de tipo social. Estas diferencias no son,
necesariamente, una fuente de quilombos. Hay que dejar que cada miembro de la
pareja haga lo que desee y, al mismo tiempo, buscar puntos en común para tener,
en algún momento, una celebración conjunta.
Hasta aquí, los consejos de nuestra amiga Paloma. Son bastante acertados
aunque, según mi humilde opinión, no
creo que sirvan para evitar los clásicos quilombetes navideños. Es que si una Navidad sin regalos no es una Navidad,
tal como rezaba Jo March en “Mujercitas”, una Navidad sin alguna puteada
tampoco lo es. Yo he vivido, a lo
largo de mis improductivos más de cuarenta años, verdaderas trifulcas
navideñas, y, con el paso del tiempo, las recuerdo como lo mejor de las Fiestas. Porque está bueno pelearse de vez en
cuando. Y reconciliarse está mucho mejor.
Me despido de ustedes con un cuentito de Eduardo Galeano que oficiará como obsequio navideño para todos mis amables lectores. No tiene mucho que ver con
la Navidad, pero sí con esto de juntarnos y rompernos los cuernos porque sí,
porque nos queremos:
“Pongamos por caso, Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura
militar. Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su
huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas,
hasta que la dictadura cayó.
Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el
pueblo minero de Llallagua. En una asamblea de obreros de las minas, todos
hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos.
–Quiero decirles estito –había dicho–. Nuestro enemigo principal no es el
imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. Nuestro enemigo principal es el
miedo, y lo llevamos adentro.
Y años después, reencontré a Domitila en Estocolmo. La habían echado de
Bolivia, y ella había marchado al exilio, con sus siete hijos. Domitila estaba
muy agradecida de la solidaridad de los suecos, y les admiraba la libertad,
pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo
solos, hablando solos. Y les daba consejos:
–No sean bobos –les decía–. Júntense. Nosotros, allá en Bolivia, nos
juntamos. Aunque sea para pelearnos, nos juntamos.”
Buenas Fiestas.