DERRIBANDO MITOS: ADIÓS A LA MEDIA NARANJA
"Hay quien ha venido al
mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que
tropiece con ella".
José
Ortega y Gasset
El origen del mito de la media naranja se remonta a Platón y su obra "El Banquete", donde el filósofo expone las enseñanzas de Aristófanes, quien postulaba que en sus inicios la raza humana era prácticamente perfecta: "Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción". Estos seres podían ser de tres clases: hombre y hombre, mujer y mujer, y hombre y mujer (llamado andrógino). Según Aristófanes, "los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses". Ante semejante osadía, Júpiter, que no quería la destrucción total de los humanos pero sí buscaba ponerlos en su lugar, encontró la solución: separarlos en dos, con el fin de disminuir sus fuerzas. El problema surgió después: "Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra". Historieta bastante trágica, como verán, aunque a mí no me vendría nada mal encontrar a mi idílica media naranja y entregarme a la inanición un par de semanas.
No hacía falta publicarlo en el diario pero, por las dudas, Clarín (experto en publicitar pelotudeces y hacerse el burro con cosas importantes) puso negro sobre blanco y, en estos días sofocantes, echó a volar una nota intitulada “Amor y verano: los psicólogos confirman que la media naranja no existe”, corroborando algo que ya sabíamos todos y todas: la pareja que nos colma y nos complementa, con la que no tenemos ni un sí ni un no y vivirá feliz a nuestro lado por los siglos de los siglos, amén, es una mentira pergeñada por los Estudios Walt Disney y los libretistas de las novelas de Verónica Castro. Triste, sí. Pero real.
No hacía falta publicarlo en el diario pero, por las dudas, Clarín (experto en publicitar pelotudeces y hacerse el burro con cosas importantes) puso negro sobre blanco y, en estos días sofocantes, echó a volar una nota intitulada “Amor y verano: los psicólogos confirman que la media naranja no existe”, corroborando algo que ya sabíamos todos y todas: la pareja que nos colma y nos complementa, con la que no tenemos ni un sí ni un no y vivirá feliz a nuestro lado por los siglos de los siglos, amén, es una mentira pergeñada por los Estudios Walt Disney y los libretistas de las novelas de Verónica Castro. Triste, sí. Pero real.
Clarín recoge la tesis del psicólogo suizo Alain de Botton, “No
hay nada de malo en casarse con la persona equivocada”, que se atreve a
analizar la espinosa cuestión del matrimonio desde una mirada políticamente
incorrecta, pero con lucidez y mucha soltura. “Nadie es perfecto. El
problema es que, antes del matrimonio, rara vez nos adentramos en nuestra
complejidad (…) El matrimonio acaba por ser una especie de apuesta esperanzada
que hacen dos personas que todavía no saben quiénes son ni en quiénes se
convertirán, que se unen en un futuro que son incapaces de concebir y han
tenido la precaución de evitar investigar”, plantea De Botton. Por su
parte, el psiquiatra José Eduardo Abadi afirma que “toda relación
implica un riesgo, que tiene que ver con lo imponderable y lo impredecible”. Abadi,
autor de “De qué hablamos cuando hablamos de buen amor” (donde
deja claro que no hablamos ni de las películas de Disney ni de las telenovelas
de Verónica Castro), agrega: “Nunca hay un ideal, vivimos aceptando las
recíprocas imperfecciones para acercarnos a la felicidad posible”.
A la luz de estas declaraciones, es más que evidente
que la idea de la media naranja, es un estereotipo del pasado.
Alain de Botton aclara que, a lo largo del tiempo, la idea de matrimonio estuvo
ligada a cuestiones más racionales que sentimentales.
Pero el matrimonio de la razón resultó intolerante (e
intolerable) y surgió el matrimonio de los sentimientos, que
implica una idealización romántica de las partes involucradas. Idealización
que, como tal, en un momento puntual choca contra la bruta realidad. “La
buena noticia es que no importa si nos damos cuenta de que nos casamos con la
persona equivocada. No debemos abandonar a esa persona, pero sí la idea
romántica en la que se ha basado la comprensión occidental del matrimonio
durante los últimos 250 años: existe un ser perfecto que puede satisfacer todas
nuestras necesidades y cada uno de nuestros anhelos”, cacarea con
optimismo nuestro psicólogo amigo. “Siglos atrás una pareja formaba una familia y
el amor no era el objetivo fundamental de ese vínculo. Actualmente las familias
sí se asientan sobre el amor -o al menos lo intentan-. El amor es problemático
porque no está garantizado. El error es creer en la existencia de la persona
correcta", explica la psicoanalista Any Krieger, aportando su granito de arena para derribar el mito de la media naranja. Señala, además, que otro error fundamental es esperar que el
otro colme nuestra falta: "Todo lo contrario, el otro nos señala esa falta, muestra nuestra
incompletitud".
El Dr. Abadi sigue opinando, empeñado en dar por los suelos con el romántico mito:“No hay
cosa más importante que aceptar y admitir la complejidad de quienes somos.
Tenemos aspectos negativos y positivos, tenemos luces y tenemos sombras.
Tenemos rasgos de nuestro carácter resueltos de un modo sano y tenemos
conflictos que nos atrapan. Muchas veces, lo que produce la pelea de la pareja
es cuando acusamos al otro de aquello que no nos gusta de nosotros. El
aprendizaje de aceptar lo imperfecto e incluso convertir esa falla en algo
querible y atractivo es una de las claves del buen amor”. Otro modo de desmitificar el amor ideal es el que
propone Arthur Aron, un prestigioso psicólogo americano que asegura que con una
charla profunda, íntima y sincera, basada en un test estandarizado de 36
preguntas, dos personas pueden terminar juntas. Durante las pruebas que hizo
para verificar la eficacia de su test, Aron logró que una pareja contrajera matrimonio. La primera de las 36 preguntas es sencilla: “¿Si pudiera invitar a
cualquier persona a comer, a quién invitaría?” y la número 36 ya apunta a un
nivel de conocimiento e intimidad mucho más profundo: “Comparte un problema
personal y pídele a tu interlocutor que te cuente cómo habría actuado él o ella
para solucionarlo. Pregúntale también cómo cree que te sientes respecto al
problema que has contado”. Emocionante como una carrera de caracoles.
Se preguntarán ustedes, mis queridos, que tiene qué ver toda esta cháchara psicológica con el verano. Yo también me lo pregunté. Si no existe la mentada media naranja, estamos tan desamparados en julio como en enero. Lo único que encontré en la nota referente a la época estival fue un link hacia otra intitulada "Confesiones de parejas en la arena: qué hacen para sostener el amor, contra viento y marea". Y hacia allí me redireccioné, por supuesto. Para encontrarme con los testimonios de cuatro duplas amorosas que, aparentemente, han aprendido a vivir (y a vacacionar) juntas sin arrancarse los ojos. Juran que aceptan al otro con sus defectos y virtudes, y que, si volvieran a nacer, se elegirían una vez más. Teniendo en claro, siempre, que cada ser es único, irrepetible y completo, y no necesita a nadie para conformar un todo feliz.
Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para decir acerca del tema. Me despido de ustedes con un bello texto adjudicado a John Lennon, pero cuya autoría no he podido confirmar (nací con un vinilo de "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" bajo el brazo y antes del advenimiento de Internet no lo conocía, así que me permito dudar):
Se preguntarán ustedes, mis queridos, que tiene qué ver toda esta cháchara psicológica con el verano. Yo también me lo pregunté. Si no existe la mentada media naranja, estamos tan desamparados en julio como en enero. Lo único que encontré en la nota referente a la época estival fue un link hacia otra intitulada "Confesiones de parejas en la arena: qué hacen para sostener el amor, contra viento y marea". Y hacia allí me redireccioné, por supuesto. Para encontrarme con los testimonios de cuatro duplas amorosas que, aparentemente, han aprendido a vivir (y a vacacionar) juntas sin arrancarse los ojos. Juran que aceptan al otro con sus defectos y virtudes, y que, si volvieran a nacer, se elegirían una vez más. Teniendo en claro, siempre, que cada ser es único, irrepetible y completo, y no necesita a nadie para conformar un todo feliz.
Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para decir acerca del tema. Me despido de ustedes con un bello texto adjudicado a John Lennon, pero cuya autoría no he podido confirmar (nací con un vinilo de "Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band" bajo el brazo y antes del advenimiento de Internet no lo conocía, así que me permito dudar):
“Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es la mitad de una naranja, y que la vida solo
tiene sentido cuando encontramos la otra mitad.
No nos contaron que ya nacemos enteros, que nadie en la vida merece cargar en las
espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta.
Nos hicieron creer en una fórmula llamada “dos en uno”: dos personas pensando igual, actuando igual, y
que era eso lo que funcionaba.
No nos contaron que eso tiene nombre: anulación. Y que solo siendo individuos con personalidad
propia podremos tener una relación saludable.
Nos hicieron creer que
el matrimonio es obligatorio y que los deseos fuera de ese término deben ser
reprimidos.
Nos hicieron creer que solo hay una fórmula para ser feliz, la misma para todos, y los que escapan de ella
están condenados a la marginalidad.
No nos contaron que estas fórmulas son equivocadas, frustran a las
personas, son alienantes, y que podemos
intentar otras alternativas.
Tampoco nos dijeron
que nadie nos iba a decir todo esto… cada uno lo va a tener que
descubrir solo.
Y entonces, cuando estés muy enamorado de ti mismo,
podrás ser muy feliz y amar de verdad a alguien.
Vivimos en un mundo donde nos escondemos para hacer el amor… aunque la
violencia se practica a plena luz del día.”
Buenas tardes.