sábado, 19 de febrero de 2011

LOVE IS ALL YOU NEED


 LOVE IS ALL YOU NEED

“All you need is love” 
Lennon / McCartney

19 de febrero y todavía sigo atrapada en la inmunda telaraña de azúcar que tejió San Valentín, cual mosca con los minutos contados. Después de haberme atosigado con salutaciones empalagosas y mensajes pródigos en miel, melaza y melada, me encontré con un artículo un poco más circunspecto, donde una serie de “profesionales” impartían sabios consejos para aquel que quiere enamorarse y evitar, además, que su amor naufrague.
Harta de enamorarme y naufragar y buscando soslayar el naufragio de mi actual relación, me decidí a abordar el artículo. Hete aquí que después de leerlo concienzudamente comprendí por qué se hundían mis parejas: los “especialistas” y yo tenemos ideas diametralmente opuestas acerca de qué es el amor y de cómo se debe amar.

¿HAY QUE TENER PAREJA PARA SER FELIZ?

“No hay que buscar pareja para ser feliz, sino buscarla porque se es feliz”, dicen los “especialistas”. Afirmación con la cual, como ustedes imaginarán, no estoy de acuerdo.
Primero porque si una espera ser feliz para buscar pareja se queda para vestir santos. Y segundo porque no se puede ser completamente feliz sin alguien a quien cagarle la vida.
La felicidad no me la dio su amor, con perdón de Palito. La felicidad me la dio el tener un tipo a quien romperle las bolas, culpar de mis errores y llorarle en la oreja hasta enloquecerlo.
¿Cómo ser redondamente feliz sin tener a quien ponerle cara de culo porque olvidó que en el día de la fecha hace seis años, cuatro meses, trece horas y  veinticinco minutos que se topó con nosotras? ¿Cómo revolcarnos de gozo sin tener a quien atormentar porque estamos a veinticinco pasos de la muerte cuando sólo tenemos una ligera gripe? ¿Cómo alcanzar el Nirvana sin hacer que la existencia de ese señor que nos prometió amor eterno sea absolutamente miserable?
Imposible.
Para ser feliz hay que tener pareja.

PARA AMAR, ¿HAY QUE SUFRIR?

¡Qué descaro absoluto el de los “especialistas”! Miren la burrada que andan diciendo: “Es un grave error confundir el sufrimiento con el amor. Para amar no hay por qué sufrir. Además, para sufrir, no se necesita a nadie. Uno puede sufrir solito por su cuenta…”
El amor sin sufrimiento degenera en  una amistad con derecho a roce. ¿Cómo osan sugerirnos que no debemos sufrir cuando cargamos sobre nuestras espaldas todo el peso de la tradición judeo-cristiana? Sufrir purifica, sufrir enaltece, sufrir es… la frutillita de la torta. Lo que hace que nuestro amor sea digno de una telenovela mexicana. Sufrir es orgásmico. Tirarse en la cama a llorar nuestro dolor, escuchando a Pedro Infante cantando que es infeliz o a Chavela Vargas pidiendo otro trago de tequila es lo más de lo más de lo más. ¿Cómo pretenden estos desalmados “especialistas” privarnos de tan ilustre placer?
¡Y encima nos dicen que podemos sufrir solitos! ¿Qué gracia tiene sufrir sin espectadores? Ninguna, ninguna. Sufrir es lindo cuando el otro se entera de que sufrimos y es carcomido por atroces remordimientos (él también carga sobre sus espaldas todo el peso de la tradición judeo-cristiana y no podrá dejar de repetir:”…por mi culpapor mi culpapor mi grandísima culpa…”)

EL OTRO TIENE SUS DEFECTOS, ¿PERO SE LO PUEDE CAMBIAR?

Los “especialistas” sostienen que ambicionar cambiar al otro es una empresa imposible y que es un “grueso error” intentarlo. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero hasta ahí, nomás. Porque estos profesionales desnaturalizados nos insinúan que hay que “…aceptar las diferencias para construir una relación en armonía…”
¡No! Los errores del partenaire ni se cambian ni se aceptan. ¡Los errores del partenaire se echan en cara! (Esto es, por supuesto, parte de la felicidad de la que ya hemos hablado).
Nada más bello que poder gritarle a nuestro amado: sucio, vago, egoísta, tirano, pusilámine, inútil, descerebrado, infeliz… y todos aquellos adjetivos calificativos que nos vengan en gana.

¿LOS CELOS SIGNIFICAN AMOR?

“Es mentira que los celos son síntomas de amor”, afirma descaradamente una psicóloga malsana. “Los celos en exceso no son amor, son control.”
No sé, capaz que tiene razón (de tanto ver boludeces en la televisión ya hablo, bah, escribo, como una top model). Pero es lindo que te celen. Un poquito, al menos.
Si una está por salir casi en bolas a la calle y el tipo no dice ni mu, no es porque no desee controlarnos: ¡es porque no le importamos un carajo!

¿HAY QUE CONTARLE TODO A LA PAREJA?

Acá estoy de acuerdo ciento por ciento con los “especialistas”: “No. Hay que estar juntos pero no revueltos.”
Aunque no sea del todo avispada, una es consciente de que no le puede contar al marido que se anduvo revolcando con el carnicero. Ni que gastó $150 en la peluquería. Ni que se olvidó al chico en la plaza. Así que, no sólo no hay que contarle todo a la pareja: hay que mentirle descaradamente.
Los revolcones con terceros son fáciles de disimular: basta que pongamos la cara de culo que ponemos siempre. Los gastos excesivos, también. Con abultar falazmente los gastos necesarios y decir con expresión de mártir: “Es una vergüenza como aumentó todo”, alcanza. Al chico olvidado en la plaza se lo va a buscar y se lo soborna con un helado para que no informe al padre de nuestra desmemoria. Y listo.

Para mí, que estos especialistas son poco serios. Y, además, no tienen ni la más remota idea de lo que es el amor. Se ve que nunca escucharon un bolero. La relación que proponen, tan madura y aséptica, me parece un reverendo embole.

A mí me gusta poder vociferar de vez en cuando: “Nos hemos hecho tanto, tanto daño, que amor entre nosotros es martirio, ni el olvido, ni el delirio, seguiremos siempre igual”.

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