LOVE IS ALL YOU NEED
“All you need is love”
Lennon /
McCartney
19 de febrero y
todavía sigo atrapada en la inmunda telaraña de azúcar que tejió San
Valentín, cual mosca con los minutos contados. Después de haberme
atosigado con salutaciones empalagosas y mensajes pródigos en miel, melaza y
melada, me encontré con un artículo un poco más circunspecto, donde una serie
de “profesionales” impartían sabios consejos para aquel que
quiere enamorarse y evitar, además, que su amor naufrague.
Harta de
enamorarme y naufragar y buscando soslayar el naufragio de mi actual relación,
me decidí a abordar el artículo. Hete aquí que después de leerlo
concienzudamente comprendí por qué se hundían mis parejas: los “especialistas” y
yo tenemos ideas diametralmente opuestas acerca de qué es el amor y de cómo se
debe amar.
¿HAY QUE TENER
PAREJA PARA SER FELIZ?
“No hay que
buscar pareja para ser feliz, sino buscarla porque se es feliz”, dicen los “especialistas”. Afirmación
con la cual, como ustedes imaginarán, no estoy de acuerdo.
Primero porque
si una espera ser feliz para buscar pareja se queda para vestir santos. Y
segundo porque no se puede ser completamente feliz sin alguien a quien cagarle
la vida.
La felicidad no
me la dio su amor, con perdón de Palito. La felicidad me la dio el tener un
tipo a quien romperle las bolas, culpar de mis errores y llorarle en la oreja
hasta enloquecerlo.
¿Cómo ser
redondamente feliz sin tener a quien ponerle cara de culo porque olvidó que en
el día de la fecha hace seis años, cuatro meses, trece horas y
veinticinco minutos que se topó con nosotras? ¿Cómo revolcarnos de gozo
sin tener a quien atormentar porque estamos a veinticinco pasos de la muerte
cuando sólo tenemos una ligera gripe? ¿Cómo alcanzar el Nirvana sin
hacer que la existencia de ese señor que nos prometió amor eterno sea
absolutamente miserable?
Imposible.
Para ser feliz
hay que tener pareja.
PARA AMAR, ¿HAY
QUE SUFRIR?
¡Qué descaro
absoluto el de los “especialistas”! Miren la burrada que andan diciendo: “Es
un grave error confundir el sufrimiento con el amor. Para amar no hay por qué
sufrir. Además, para sufrir, no se necesita a nadie. Uno puede sufrir solito
por su cuenta…”
El amor sin
sufrimiento degenera en una amistad con derecho a roce. ¿Cómo osan sugerirnos
que no debemos sufrir cuando cargamos sobre nuestras espaldas todo el peso de
la tradición judeo-cristiana? Sufrir purifica, sufrir enaltece, sufrir es… la
frutillita de la torta. Lo que hace que nuestro amor sea digno de una
telenovela mexicana. Sufrir es orgásmico. Tirarse en la cama a llorar nuestro
dolor, escuchando a Pedro Infante cantando que es infeliz o a Chavela Vargas
pidiendo otro trago de tequila es lo más de lo más de lo más. ¿Cómo pretenden
estos desalmados “especialistas” privarnos de tan ilustre
placer?
¡Y encima nos
dicen que podemos sufrir solitos! ¿Qué gracia tiene sufrir sin espectadores?
Ninguna, ninguna. Sufrir es lindo cuando el otro se entera de que sufrimos y es
carcomido por atroces remordimientos (él también carga sobre sus espaldas todo
el peso de la tradición judeo-cristiana y no podrá dejar de repetir:”…por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa…”)
EL
OTRO TIENE SUS DEFECTOS, ¿PERO SE LO PUEDE CAMBIAR?
Los “especialistas” sostienen
que ambicionar cambiar al otro es una empresa imposible y que es un “grueso
error” intentarlo. Hasta ahí estamos de acuerdo. Pero hasta ahí,
nomás. Porque estos profesionales desnaturalizados nos insinúan que hay que “…aceptar
las diferencias para construir una relación en armonía…”
¡No!
Los errores del partenaire ni se cambian ni se aceptan. ¡Los errores del
partenaire se echan en cara! (Esto es, por supuesto, parte de la
felicidad de la que ya hemos hablado).
Nada
más bello que poder gritarle a nuestro amado: sucio, vago, egoísta, tirano,
pusilámine, inútil, descerebrado, infeliz… y todos aquellos adjetivos
calificativos que nos vengan en gana.
¿LOS
CELOS SIGNIFICAN AMOR?
“Es
mentira que los celos son síntomas de amor”, afirma descaradamente una psicóloga malsana. “Los
celos en exceso no son amor, son control.”
No sé, capaz
que tiene razón (de tanto ver boludeces en la televisión ya hablo, bah,
escribo, como una top model). Pero es lindo que te celen. Un poquito, al menos.
Si una está por
salir casi en bolas a la calle y el tipo no dice ni mu, no es porque no desee
controlarnos: ¡es porque no le importamos un carajo!
¿HAY QUE
CONTARLE TODO A LA PAREJA?
Acá estoy de
acuerdo ciento por ciento con los “especialistas”: “No. Hay que
estar juntos pero no revueltos.”
Aunque no sea
del todo avispada, una es consciente de que no le puede contar al marido que se
anduvo revolcando con el carnicero. Ni que gastó $150 en la peluquería. Ni que
se olvidó al chico en la plaza. Así que, no sólo no hay que contarle todo a la
pareja: hay que mentirle descaradamente.
Los revolcones
con terceros son fáciles de disimular: basta que pongamos la cara de culo que
ponemos siempre. Los gastos excesivos, también. Con abultar falazmente los
gastos necesarios y decir con expresión de mártir: “Es una vergüenza
como aumentó todo”, alcanza. Al chico olvidado en la plaza se lo va a
buscar y se lo soborna con un helado para que no informe al padre de nuestra
desmemoria. Y listo.
Para mí, que
estos especialistas son poco serios. Y, además, no tienen ni la más remota idea
de lo que es el amor. Se ve que nunca escucharon un bolero. La relación que
proponen, tan madura y aséptica, me parece un reverendo embole.
A
mí me gusta poder vociferar de vez en cuando: “Nos hemos hecho tanto,
tanto daño, que amor entre nosotros es martirio, ni el olvido, ni el delirio,
seguiremos siempre igual”.
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