SEIS PELÍCULAS DE TERROR QUE NINGÚN CRISTIANO (NI MUSULMÁN, NI JUDÍO, NI ATEO, NI AGNÓSTICO) DEBERÍA VER JAMÁS: EL HORROR EN LOS TIEMPOS DE NETFLIX
“Siempre haga que el público sufra tanto como sea posible.”
Alfred Hitchcock
El cine de terror siempre fue una de mis grandes
pasiones. Empecé a consumirlo a finales de los ’70 con “Viaje a lo inesperado”, ciclo compuesto de
largometrajes variados presentados por
Narciso Ibañez Menta, primero, y Nathán Pinzón, después, y acrecenté el vicio
en la década posterior, cuando la llegada de los video clubes (lugares míticos hoy extintos) me permitió a acceder a una infinita cantidad
de títulos espeluznantes. La
televisión por cable ofreció nuevas posibilidades que incrementaron una
adicción que, en los albores del siglo
XXI, cuando en cualquier bolichito pude comprar un DVD trucho por 10 mangos, me regaló horas de felicidad absoluta. Pero la cosa no terminó ahí: el arribo de Netflix siguió alimentando un vicio que se descontroló completamente y me
ofreció material más que valioso para escribir una nueva entrega de la saga “Seis películas de
terror que ningún cristiano (ni musulmán, ni judío, ni ateo, ni agnóstico)
debería ver jamás”. Porque
películas malas hay muchas pero estas son desesperantes.
"MÉXICO BÁRBARO" (2014, MÉXICO)
Me encantan las antologías de terror, aunque debo
reconocer que hace años que no veo
una que valga la pena. Entre los recuerdos más gratos de mi infancia están las
adaptaciones que Roger Corman hizo de los cuentos de Edgard Allan Poe en “Tales of terror” (“Cuentos de terror”, 1962) y Sidney Salkow, de los de Nathaniel
Hawthorne en “Twice-Told Tales” (“Cuentos dos veces contados”, 1963), ambos filmes protagonizadas
por el maravilloso Vincent Price. Recuerdo con emoción, también, la “Trilogy of Terror” (“Trilogía del terror”) que Dan Curtis filmó en 1975, basándose en
historias del genial Richard
Matheson. “Torture Garden” (“Las tijeras del diablo”, Feddie Francis,
1967), con guion de Robert Bloch, también hizo las delicias de mi infancia, al
igual que “From Beyond the Grave” (“Más allá de
la tumba”, 1973), dirigida por Kevin
Connor, con relatos de Ronald Chetwynd-Hayes y la actuación de Peter
Cushing. “Tales
from de crypt” (“Cuentos de
la cripta”, Freddie Francis, 1972), “The Vault Of Horror” (“La
bóveda de los horrores”, Roy Ward Baker, 1973), “Creepshow” (George
Romero, 1982), “Cat's Eyes” (“Los ojos
del gato”, Lewis Teague, 1985) y “Tales
from the Darkside: The Movie” (“Historias del lado oscuro”, John Harrison, 1990), las tres últimas con intervenciones de
Stephen King, son joyitas para ver una y otra vez.
Esta fascinación por las
antologías de terror, sumada a la que despiertan en mí las catrinas, hicieron que,
entre la variada oferta de películas de terror de Netflix, me decidiera por “México bárbaro”, una antología de ocho cortometrajes que recoge diferentes mitos y leyendas mexicanos. Lamentablemente, el resultado de este
experimento no está a la altura de las expectativas que despiertan un título
tan prometedor y una premisa sumamente interesante. Si bien algunos cortos se destacan
sobre otros, “México bárbaro” es
aburrida y banal, y, en general, está
mal dirigida y mal actuada, además de rozar muchas veces el ridículo y el mal gusto.
-“Tzompantli” (Laurette Flores)
Tzompantli (hilera o fila de
cráneos) era un tipo de altar que construían algunas culturas precolombinas del
antiguo México. Tenía la base decorada con cráneos tallados en piedra y estacas
en la zona superior para ensartar las cabezas de los cautivos
sacrificados con el fin de honrar a los dioses. En este corto, un periodista, que durante
su investigación sobre la desaparición de unos jóvenes entrevista a un
narcotraficante, pone en evidencia una espeluznante similitud entre el accionar
de los narcos y el de los antiguos sacerdotes aztecas, ya que las cabezas de
estos infelices aparecen clavadas en estacas conformando una especie de altar.
“Tzompantli” es, tal como
postularía W.B. Yeats, una
larga preparación para algo que nunca ocurre (y eso que el corto es
cortísimo, valga la redundancia). Lento y aburrido, “Tzompantli” apenas esboza una historia y desperdicia
lastimosamente un material interesantísimo como es el de los sacrificios
rituales aztecas. El sonido, además, es espantoso.
-“Jaral de
Berrios” (Edgar Nito)
La historia que nos cuenta “Jaral de Berrios” parte
de la tradicional hacienda abandonada y, por supuesto, embrujada, tan popular
en México. En el corto, dos bandoleros, uno de ellos herido de gravedad, se refugian en una antigua
hacienda en ruinas tras dar su último golpe y son ¿atormentados? por un fantasma
(o un vampiro, o una presencia diabólica, qué se yo), que se
comporta como si fuera parte del casting de “Cincuenta sombras de Grey”. Cosa que a mí me aburre muchísimo. A esta altura de
mi vida pocas cosas me resultan menos novedosas que una teta. Y las escenas de
sexo demasiado largas me impacientan.
La
fotografía de “Jaral de Berrios” es muy bella, pero se desluce con una
historia soporífera y absolutamente superficial. La morocha en bolas tiene lo
suyo, por supuesto, pero yo soy una señora grande cuyo ideal de historia de
fantasmas es “Otra vuelta de tuerca”, así que el horror porn no es lo mío.
-“Drena” (Aarón Soto)
“Drena” es un corto
delirante que nos cuenta la historia de una chica que encuentra un cadáver en
la playa y en lugar de gritar o llamar al 911, le quita al muerto el porro que
todavía sostiene entre sus dedos agarrotados. Una vez en su casa, lo enciende
y, tras la primera pitada, se apersona en su habitación un demonio que le
ordena drenar la sangre menstrual de su hermana si no quiere que le quiten el
alma por el culo. La chica obedece y esa es toda la historia.
Cuentito
repulsivo sin el menor sentido, “Drena” es lo peor de “México bárbaro”, y eso
que la competencia es feroz.
-“La cosa más preciada” (Isaac Ezban)
“La cosa más preciada” narra la historia de dos
enamorados que se instalan en una cabaña en el bosque para pasar una noche
especial en la que la chica tendrá sexo por primera vez. Alguien les avisa que tengan
cuidado con los aluxes (en la mitología mexicana, el equivalente a los elfos
europeos, pero no tan lindos como los de "El Señor de los Anillos"), ya que acostumbran a robar las pertenencias de los visitantes para
acrecentar su lista de tesoros. El novio se descuida y un alux secuestra
a la chica para quitarle lo que ella considera la cosa más preciada: su virginidad.
Se supone que “La cosa
más preciada” es el segmento de comedy horror de “México bárbaro”.
Juega con los clichés de la telenovela mexicana y pretende causar el efecto
humorístico de películas ochenteras emblemáticas como “Evil dead” (Sam Raimi, 1981) o “Return
of the Living Dead” (“El regreso de los muertos vivientes”, Dan O’Bannon, 1985). Pero fracasa estrepitosamente.
Porque una violación no es graciosa nunca. Y la mayor parte del corto nos muestra como el alux viola a la chica, con primeros planos de un pene inmundo. Espantoso.
-“Lo que
importa es lo de adentro” (Lez Ortega)
“Lo que importa es lo de adentro” retoma el
mito del cuco o el viejo de la bolsa. Nos presenta a una familia
de tres, compuesta por la madre, un niño mimado y una niña con retraso mental.
La niña le tiene pánico a un vagabundo que ronda el lugar y lo bien que hace,
ya que el tipo se dedica a secuestrar chicos, extirparles los órganos y
venderlos.
La historia,
además de ser mínima, está muy mal actuada. Eso sí, tiene sangre pa’ tirar
pa’ arriba.
-“Muñecas” (Jorge Michel Grau)
En este corto, vemos a un misterioso carnicero que persigue a una chica
en la zona lacustre de
Xochimilco. La captura y la lleva a la
célebre Isla de las Muñecas. Lo que
pasa allí, el director lo deja a nuestro criterio. Pero se cae de maduro que no es distinto a lo
que sucede en decenas de películas donde el
monstruo es el hombre.
“Muñecas” es un historia que no
termina de ser una historia, tremendamente vacía y aburrida, que, además, comete el
pecado de desperdiciar un lugar tan rico en misterios como la Isla de las Muñecas.
- "Siete veces Siete" (Ulises Guzmán)
“Siete veces
siete” es, a
mi gusto, el mejor corto de “México bárbaro” y lo único más o menos
rescatable de la película. Nos acerca al chamanismo y la brujería, al desierto
mexicano, a la venganza y a los muertos vivientes. Narra la historia de
un narcotraficante que busca vengarse de quien arruinó su vida y, para ello, realiza un extraño ritual junto a un lago, en el que resucita a su
antagonista para volver a matarlo y resucitarlo una y otra vez.
-“Día de los
Muertos” (Gigi Saul Guerrero)
“Día de los
Muertos” se
desarrolla en La Candelaria, un club de striptease que se
prepara para celebrar la mentada fecha, algo que los clientes del
local jamás olvidarán. Porque las chicas, maquilladas como catrinas y
alegremente en bolas, desatan una matanza demasiado influenciada por Robert
Rodríguez y su “Del crepúsculo al amanecer”.
La historia es mínima, una excusa tonta para mostrar lindos maquillajes, culos y sangre. Muy
pobre teniendo en cuenta todo lo que puede ofrecer la tradición mexicana
alrededor del “Día de los Muertos”.
Resumiendo: no vean “México bárbaro”. Dura casi dos horas y, por
momentos, se torna insoportable. Tal como diría algún usuario de Netflix que, como yo, perdió su precioso tiempo con este engendro, esta película no es de horror: es horrenda.
"GHOUL" (Petr Jákl, 2015, REPÚBLICA CHECA)
“Ghoul” es
otro (horrible) fake documental. Pero, además, es otra (horrible) película donde
todo sucede en una cabaña perdida en el bosque. Y otra (horrible) película
donde la estrella del show es una tabla
ouija usada irresponsablemente por un grupo de jóvenes estúpidos. Narra la
historia de tres
estadounidenses interesados en hacer un documental sobre los caníbales del
siglo XX, que viajan a Ucrania para investigar los mitos y verdades que rodean a la
terrible hambruna que azotó al lugar en 1932. Una vez allí, se entrevistan con
un señor de cara aterradora que es, supuestamente, un caníbal consumado. El
hombre les indica que lo esperen en una cabaña perdida en el bosque, a la que
los tres ingenuos marchan gozosamente, acompañados por una traductora, un
chofer y una bruja local que, vaya uno a saber con qué intenciones, se suma a
la expedición. Una vez allí, cansados de esperar al caníbal que nunca llega, se
ponen a jugar con una tabla ouija y liberan a un espíritu
aterrador: el de Andrei
Chikatilo, el famoso
asesino en serie, nacido en Ucrania en 1936. Chikatilo nació después de la
hambruna pero, durante su infancia, su madre solía contarle como, en 1932, su hermano
mayor Stepán había sido secuestrado,
asesinado y comido.
“Ghoul” es una copia bastante descarada de “The Blair Witch Project”, un bodrio
que puso de moda las películas de found footage (filmación encontrada) y estropeó al cine de terror para siempre. Cuenta con los infaltables sobresaltos por falsas alarmas, las inexplicables corridas por
el bosque, las insufribles sesiones con la tabla ouija para comunicarse con los
fantasmas, y todos los clichés del
género. Además del ambiguo cartelito que reza “Inspirada en hechos reales”. Las
actuaciones son desastrosas.
De lo pior, pior. Ni se
molesten.
“CEMENTERIO
GENERAL” (Dorian Fernández-Moris, 2013, PERÚ)
“Cementerio
general” es la primera película peruana que vi en mi vida. Y la vi
precisamente por eso: entre tanta porquería yankee
repitiendo las mismas fórmulas hasta el cansancio, me pareció interesante ver
qué hacían en Perú con el bastardeado cine de terror. Por desgracia, “Cementerio general” es otra película
de found footage y otra película de tablas ouijas. Últimamente no pego una.
La historia cuenta como un grupito de adolescentes (Andrea, Gabriel, Mayra y Pablo) y una niñita (Eva) se internan de noche en un cementerio para comunicarse con el
padre recientemente fallecido de Andrea
y Eva. Mayra es la encargada de
llevar la tabla ouija que permitirá
la comunicación. Pero el padre de las desoladas huerfanitas brilla por su
ausencia y un demonio posee a Eva, situación
inesperada que desemboca en huidas por el cementerio, gritos, caídas y una suma insoportable de lugares
comunes registrados por la cámara de Pablo.
Cuando ya estamos lo suficientemente hartos de las corridas y de esa puta
cámara que no se queda quieta un segundo, la trama da un giro: la tabla usada en la ceremonia
no era una ouija común sino una
creada para comunicarse con los demonios. Mayra
quería vengarse de su amiga ya que su padre la había abandonado luego de pescar
a su esposa in fraganti con el progenitor de Andrea (antes de que espichara,
aclaro). Eva mata a Mayra y, a continuación, también estira
la pata. La película podría haber terminado acá y hubiera sido lo
suficientemente mala. Pero no. La quisieron peor. El
espíritu de Mayra sigue sediento de
venganza. Y se carga a sus ex amigos sin
ninguna culpa.
“Cementerio general” es
una película muy, muy precaria. Las actuaciones son malísimas (el único más o
menos rescatable es el actor que interpreta a Gabriel, el chico bonito; los demás son bochornosos). La historia da pena. No pierdan una hora y media de sus vidas con
este desacierto.
“CONTRACTED” (Eric England, 2013, EE. UU.)
Samantha es una chica
lesbiana que rompe con su novia y recala en una fiesta donde, después de beber
y drogarse, termina teniendo sexo sin protección con un desconocido. Después de
este encuentro, la chica comienza a
experimentar síntomas extraños. Su vagina empieza a sangrar, su cabello y sus
uñas se caen, sus dientes se pudren y su humor se torna cada vez más agrio.
El ilustre desconocido que le contagió eso
había tenido antes sexo con una mujer muerta, pero Samantha no lo sabe, porque, a pesar de que tiene claro que se
está pudriendo en vida como consecuencia del encuentro sexual que tuvo con el
tipo, jamás se molesta en averiguar quién es ni en buscarlo.
La película es
repulsiva pero no es eso lo que tiene de malo. Si un filme de terror se llama “Contracted” es obvio que no va a ofrecer
escenas de Heidi retozando en los
Alpes. El problema de “Contracted” es
lo tremendamente inverosímil y ridículo que es el guion. La chica tiene una
hemorragia vaginal brutal y en lugar de ir corriendo a un hospital, se levanta
y se va a trabajar como si nada. Se maquilla mientras se le caen los dientes y
el pelo (cosa que nadie a su alrededor parece notar). Se va a dormir
tranquilamente luego de vomitar sangre. Cuando por fin se decide a ir al
médico, se topa con un tipo que le da un discurso acerca de lo inconveniente que es tener sexo sin protección y
ni se entera de que su paciente parece escapada de “The Walking Dead”.
Como si las
ridiculeces del guion no fueran suficientes para hacer de “Contracted” una película fastidiosa de ver, los actores son
realmente patéticos. Malos, malos. Una
pérdida de tiempo total.
“LUNA DE MIEL” (Diego Cohen, 2015, MÉXICO)
“Luna de miel” cuenta la
historia de Jorge, un médico de
carácter introvertido, que se obsesiona con Isabel,
su vecina joven y recién casada, a quien
acaba secuestrando y sometiendo a todo
tipo de torturas. La película, que se
puede clasificar como torture porn, es absolutamente
previsible y predecible, infinitamente aburrida, con un final ridículo pero que
se agradece: lo mejor de este bodrio es que termine.
Como si la lamentable historia
que ofrece “Luna de miel” fuera poco,
el director de la película eligió para interpretar a Isabel a una actriz realmente pésima. Linda morocha, sí, pero de
lindas morochas está el mundo lleno. Y debe haber unas cuantas que actúen mejor
que ésta (para lo que no hay que esforzarse demasiado: he visto mejores
actrices vendiendo empanadas en los actos del 25 de mayo de la escuela de mi
hijo). Tampoco suma nada a la película la banda sonora, totalmente desacertada.
De lo peorcito que vi en mi vida.
"SPEAK NO EVIL" (Roze, 2013, EE. UU.)
“Speak
No Evil” se centra en Anna, una madre soltera, que
descubre que su pequeña hija ha desaparecido y va por el mundo
gritando porque nadie la ayuda a encontrarla. Pero la hija de Anna no
fue la única que se esfumó: todos los niños del pueblo se hicieron humo. Y
cuando reaparecen, se comportan como animalitos rabiosos con muchas ganas de
merendarse a sus mayores.
Personajes que deambulan
de aquí para allá buscando a tal y/o huyendo de cual, gritos y más gritos,
visiones de un ridículo demonio que corta lenguas y niños vomitando tinta negra
hacen de “Speak No Evil” una experiencia realmente insoportable. No
la vean.
Ya sé lo que están pensando, amables lectores: que algunas de estas películas son de bajo presupuesto y eso atenta contra las virtudes de las mismas. Les concedo que la falta de dinero influya en la calidad de los efectos especiales, por ejemplo. Pero no tiene absolutamente nada que ver con los atributos de la historia o el talento de quienes la interpretan y dirigen.
Hasta aquí, mis queridos, todo lo que tenía para decir por hoy. Me despido de ustedes con un pensamiento del escritor, novelista, guionista y periodista estadounidense Richard Matheson: "Un horror acumulado termina por ser una costumbre."
Buenas tardes.