CASI
COMO EN LAS PELÍCULAS
“Te vestiré cada mañana y te desnudaré cada noche.”
“Te vestiré cada mañana y te desnudaré cada noche.”
Mickey
Rourke en “Nueve Semanas y media”
Hete aquí que estaba yo
tirada en la cama dando rienda suelta a mi novísima y preocupante adicción (la
masticación y deglución compulsivas de galletitas de avena Quaker)
y mirando por enésima vez “El
paciente inglés”, cuando llegué a una conclusión tan intrascendente como irrefutable: en
la vida real la gente no se besa como en las películas. Ni hablar de
otros menesteres amatorios más o menos elaborados.
Tarde piaste, golondrina, pensarán ustedes. Tarde, sí. Después de tres décadas esperando en vano que algún señor apasionado me rompiera el vestido como Ralph Fiennes a Kristin Scott Thomas (y después me lo cosiera, obvio, que un hombre hacendoso es una joya tan rara como un hombre vehemente), acepté, por fin, que esas cosas sólo pasaban en el cine. Y estaba lista para vivir con esta lamentable revelación, lo juro por Dios. Pero el diablo metió la cola y, navegando por la web, encontré un artículo sorprendente y consolador, intitulado "¡Yo también quiero hacer el amor como en las películas!", en cuya lectura me enfrasqué con fruición.
Parece, señoras, que aunque una no haya pisado una mísera alfombra roja en toda su vida, también tiene derecho a los escenarios insólitos, las pasiones desencadenadas y los galanes adecuados. Y que esas escenas eróticas de antología que han quedado grabadas a fuego en nuestras cabecitas calenturientas pueden reproducirse en la vida real. Con unas mínimas variantes, eso sí. Tampoco vamos a pretender revolcarnos con Di Caprio. Y con mucha, pero mucha, buena voluntad. Todo depende de una correcta puesta en escena y de hacer uso y abuso de esa imaginación que Dios nos dio.
Tarde piaste, golondrina, pensarán ustedes. Tarde, sí. Después de tres décadas esperando en vano que algún señor apasionado me rompiera el vestido como Ralph Fiennes a Kristin Scott Thomas (y después me lo cosiera, obvio, que un hombre hacendoso es una joya tan rara como un hombre vehemente), acepté, por fin, que esas cosas sólo pasaban en el cine. Y estaba lista para vivir con esta lamentable revelación, lo juro por Dios. Pero el diablo metió la cola y, navegando por la web, encontré un artículo sorprendente y consolador, intitulado "¡Yo también quiero hacer el amor como en las películas!", en cuya lectura me enfrasqué con fruición.
Parece, señoras, que aunque una no haya pisado una mísera alfombra roja en toda su vida, también tiene derecho a los escenarios insólitos, las pasiones desencadenadas y los galanes adecuados. Y que esas escenas eróticas de antología que han quedado grabadas a fuego en nuestras cabecitas calenturientas pueden reproducirse en la vida real. Con unas mínimas variantes, eso sí. Tampoco vamos a pretender revolcarnos con Di Caprio. Y con mucha, pero mucha, buena voluntad. Todo depende de una correcta puesta en escena y de hacer uso y abuso de esa imaginación que Dios nos dio.
Como hoy estoy de talante
generoso, voy a compartir con ustedes, mis queridas lectoras, lo aprendido tras
la lectura de tan edificante opúsculo. De nada.
GHOST O DESENCADENAME TODA
Clásico de clásicos. Demi Moore no puede dormir y se pone a
trabajar con arcilla. Toda la vida pensé que pretendía hacer un jarrón, pero
ahora me vengo a enterar que, según los expertos, la chica se pone
a trabajar con el mejunje en cuestión “de manera fálica” (¡cuánto
más sencillo hubiera sido manotear a Patrick Swayze!). Mientras la muchacha
trabaja comienza a sonar “Melodía desencadenada”, de The
Righteous Brothers, aparece Swayze (lindo como él solo), se coloca
detrás de ella y la ayuda con el jarrón o con el falo o con lo que sea. Manos
que se entrecruzan, dedos que se hunden en la arcilla húmeda, besos en el cuello…
Bue, “Ghost” la vio todo el mundo, así que ya saben cómo
termina la cosa.
¿Cómo se reproduce en casa semejante portento, sobre todo si una no
pisó una clase de alfarería en la puta vida? Fácil: la cosa se hace cuando nos
disponemos a lavar los platos. Obviamente, debemos avisarle a nuestro
partenaire la intención de reproducir la escena de “Ghost” con
ligeras variantes, porque, de lo contrario, el señor permanecerá con el
culo en la silla, tal como lo hacen todos los hombres del mundo (menos
los que salen en las películas). Antes de instalarse frente a la
pileta, conviene ambientar la situación con algo de música romántica. “Melodía
desencadenada” es, por supuesto, la mejor opción para este menester.
El agua con detergente no será arcilla y el señor que supimos conseguir no será Patrick Swayze, pero si le ponemos ganas, la cosa puede resultar prometedora. Ridícula, sí, pero prometedora.
El agua con detergente no será arcilla y el señor que supimos conseguir no será Patrick Swayze, pero si le ponemos ganas, la cosa puede resultar prometedora. Ridícula, sí, pero prometedora.
Hay que tener en cuenta que un momento harto delicado es aquel en el cual
el galán levanta a la muchachuela graciosamente, cual si fuera la pluma
de un cisne inmaculado. De más está decir que esa parte queda fuera de
la puesta de escena casera. Hay que asumir de una buena vez que una pesa 30
kilos más que Demi Moore. Y que nuestro partenaire jamás fue bailarín y tiene
la misma gracia que la hipopótama de “Fantasía”.
LADY CHATTERLEY O PUEDES
DEJARTE LAS BOTAS PUESTAS
Versiones para cine y
televisión de la preciosa novela de DH Lawrence hay muchas. Pero en todas ellas
se repite una escena que también es un clásico de clásicos: Constance,
la apasionada Lady Chatterley, se desnuda en el bosque y se
queda sólo con las botas puestas para correr libremente debajo de la lluvia. Su
amante, el guardia forestal Oliver Mellors, cautivado por su
espontaneidad, sigue sus pasos. Corre tras de ella y la acecha, tal como si
fuera un animal al que va a darle caza, y, al final, los tórtolos terminan
haciendo el amor sobre un montón de hojas secas. Ahhhhhhhhhhhh.
Para hacer el remake de esta escena volcánica, basta con hacerse una escapadita
al campo o a la montaña y esperar que llueva, para luego sacarse la ropa,
dejarse las botas puestas y salir a correr por ahí. Ni siquiera hace falta
música.
Yo soy de la idea, señoras, de que si queremos que un hombre haga algo debemos
detallárselo minuciosamente. Así que antes de quedarnos como Dios nos
trajo al mundo, es conveniente darle al macho involucrado en el asunto algunas
indicaciones acerca de lo que se espera de su comportamiento. Por las
dudas.
TITANIC O MI FANTASÍA SEGUIRÁ ADELANTE
Si bien “Titanic” es una película repleta de
escenas impactantes, la que ilustra el jugueteo de Jack y Rose dentro un auto
en las bodegas del imponente buque es la que a todas las damas nos ha
quedado grabadita en la retina. Después de haber posado
desnuda para Leonardo Di Caprio, Kate Winslet se esconde con el susodicho en un
automóvil y, muy segura de sí, le pide que la acaricie. Así comienza la tórrida
escena, aderezada con algunas notas de “Mi corazón seguirá
adelante”. Desde el exterior del auto se ve la mano de Kate apoyada en
uno de los cristales del coche, lleno de vapor. El resto queda para la
imaginación de los espectadores.
No se hagan cruces, queridas. Para recrear esta escena amorosa
de “Titanic” no necesitan ni un barco, ni un iceberg
ni un prometido malo malísimo que se merezca flor de cornamenta. Según los
especialistas, con un auto alcanza y sobra. Se lo estaciona por ahí
(preferentemente cerca del mar, el río o algún charco más o menos importante
como para conservar algo del clima de la escena original) y santo remedio. No
hay que olvidarse, eso sí, de la canción de Céline Dion y de que una palanca de
cambios incrustada en la espalda no aporta un ápice de erotismo a la situación.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhHAOzluaTVAAE_tIT8G_7u0KnOJJnu5gdIXWHRPimlMKkOAb-KET0pykCN90Z3CdhDoIp8f2brCl0b8T2V-UbQ83virHhFtvOz4Y8VThWUqV75u5k7IS6GIdcX1BnyhnxknB6WKCYY3lr-/s1600/5.jpg)
MATCH POINT O SÍ PODEMOS HACER ESTO
Invitado a pasar un fin de semana a un
castillo británico, Jonathan Rhys-Meyers, un joven profesor de tenis, le echa
el ojo a la bellísima Scarlett Johansson, la prometida del anfitrión del lugar.
Aprovechando que la chica, ofuscada por el maltrato de su futura familia
política, sale a tomar el aire a pesar de la lluvia, el tipo la aborda y
comienza a besarla fogosamente. "No podemos hacer esto", dice
ella con un tono poco convincente. Pero lo hacen. Y cómo. La
versión casera de “Match Point” resulta bastante sencilla,
salvo en el caso en que una pretenda parecerse siquiera remotamente a Scarlett
Johansson, que tiene una cara y un cuerpo sagrados. Basta con
estarse atenta a los partes del Servicio Meteorológico y
proponerle a nuestro partenaire dar un paseo cuando anuncien que caerán del
cielo sapos y culebras. Se supone que ante un chaparrón apoteósico los otros
paseantes huirán y nos quedaremos con nuestra media naranja solitos y solos
debajo de la lluvia. Buen momento para un intercambio erótico digno del 7º
arte. Acá tampoco hace falta música, pero unas aspirinas y unos pañuelos
descartables no deben faltar ni en la cartera de la dama ni en el bolsillo del
caballero, cosa de atajar el resfrío que se viene seguro.
PRETTY WOMAN O LA LECCIÓN DE PIANO
La dulce prostituta interpretada por Julia Roberts sale de la habitación del hotel en albornoz para buscar a su cliente. Lo encuentra tocando un piano de cola en un salón donde todavía queda algún que otro camarero recogiendo los cubiertos de una cena ya concluida. Cuando la ve, Richard Gere la levanta y la coloca sobre el majestuoso instrumento, donde le hace el amor acompañado por las notas que generan sus movimientos.
Para la versión de cabotaje de esta escena de ensueño lo ideal sería, cómo no, tener un piano. Pero como los pianos escasean, los optimistas expertos que gustan aconsejarnos, proponen reemplazarlo por un lavarropas que centrifugue y todo. Porque parece que hacerlo arriba de un lavarropas es mucho más lindo cuando está centrifugando.
Ya sé lo que están pensando: que de un piano a un lavarropas hay un largo, largo trecho. Sí, yo también lo pensé. Pero es lo que hay.
Conviene aclarar, llegado este punto, que también pesamos 30 kilos más que Julia Roberts (o 35, no sé). Por lo tanto, esperar que nuestro masculino nos levante cual si fuéramos muñequitas de papel para aposentarnos sobre el lavarropas en cuestión, es tener expectativas que no se cumplirán y nos llenarán de frustración. Conviene ir preparadas física y mentalmente para trepar al lavarropas solas. Y conviene que la máquina es cuestión sea más bien voluminosa.
La dulce prostituta interpretada por Julia Roberts sale de la habitación del hotel en albornoz para buscar a su cliente. Lo encuentra tocando un piano de cola en un salón donde todavía queda algún que otro camarero recogiendo los cubiertos de una cena ya concluida. Cuando la ve, Richard Gere la levanta y la coloca sobre el majestuoso instrumento, donde le hace el amor acompañado por las notas que generan sus movimientos.
Para la versión de cabotaje de esta escena de ensueño lo ideal sería, cómo no, tener un piano. Pero como los pianos escasean, los optimistas expertos que gustan aconsejarnos, proponen reemplazarlo por un lavarropas que centrifugue y todo. Porque parece que hacerlo arriba de un lavarropas es mucho más lindo cuando está centrifugando.
Ya sé lo que están pensando: que de un piano a un lavarropas hay un largo, largo trecho. Sí, yo también lo pensé. Pero es lo que hay.
Conviene aclarar, llegado este punto, que también pesamos 30 kilos más que Julia Roberts (o 35, no sé). Por lo tanto, esperar que nuestro masculino nos levante cual si fuéramos muñequitas de papel para aposentarnos sobre el lavarropas en cuestión, es tener expectativas que no se cumplirán y nos llenarán de frustración. Conviene ir preparadas física y mentalmente para trepar al lavarropas solas. Y conviene que la máquina es cuestión sea más bien voluminosa.
DIRTY DANCING
U OTRA VEZ SE ME DIO CON SWAYZE
Después de entrenarse en
plena naturaleza para trabajar el equilibrio, Patrick Swayze, profesor de
baile, y Jennifer Grey, su joven alumna, se encuentran en la habitación de él
para seguir perfeccionando la técnica. Suena “Llora por mí”, de
Solomon Burke y entre contoneo y contoneo, el profe le quita la camisa a la
chica con un gesto perfectamente coreografiado.
La versión casera de la
escena hot de “Dirty Dancing” requiere, en primer lugar, que
nos lookeemos como la Grey: blusita, pantalón blanco, zapatillas blancas y una
perfecta cara de yo no fui. En segundo, que tengamos a mano la
banda sonora de la película y que caldeemos el ambiente obligando a nuestro
sufrido masculino a ensayar unos pasitos de baile. Se supone que, en algún
momento, el señor en cuestión nos quitará la camisa con destreza y donaire.
Porque bailar juntos es una actividad que erotiza y que sirve como
precalentamiento para un revolcón de aquellos.
“Dirty Dancing” no es una buena
película para emular si una nació con dos pies izquierdos como vuestra
servidora, quien, en caso de haber tenido la bendita posibilidad de un approach con
Patrick Swayze hubiera optado, sin dudarlo, por la variante alfarería.
NUEVE SEMANAS Y MEDIA O ¿QUÉ
TENÉS EN LA HELADERA?
“Nueve semanas y media” es, sin ninguna duda, una película que le
pone los pelos de punta hasta las estatuas de la plaza. Si bien hay quienes la
despedazan argumentando que es un largo video clip erótico sin pies ni cabeza,
la película hizo furor en los ’80 y nos dejó más de un ratón dando vueltas
enloquecidas por nuestros circuitos cerebrales.
De todas las escenas jugosas que presenta la película, los expertos eligieron
arbitrariamente la de la cocina. Kim Bassinger (¡¡¡¡¡divina!!!!!!) y Mickey
Rourke (¡¡¡¡¡divino!!!!!!!) están sentados en el piso, frente a una heladera
abierta. Él le venda los ojos y le da a probar diferentes alimentos y bebidas
(cerezas, aceitunas, gelatina, leche, champagne...), jugando con el factor
sorpresa. Termina untándole miel sobre los labios y, finalmente, en todo el
cuerpo. Muy sexy. La canción que suena es “Pan y
Manteca”, de Devo.
¿Cómo hacer para recrear esta escena híper hot en nuestros hogares? Fácil. Bah, fácil hasta por ahí nomás. No tan fácil si una tiene una heladera lánguida como la mía, que sólo ofrece para el jugueteo amoroso medio limón, un pedazo de queso y tres salchichas famélicas con un look verdoso de lo más incierto. Lo ideal es, antes de la puesta en escena casera, hacer una visita al supermercado y surtirse de productos medianamente interesantes. Y darle pa’ lante, nomás.
¿Cómo hacer para recrear esta escena híper hot en nuestros hogares? Fácil. Bah, fácil hasta por ahí nomás. No tan fácil si una tiene una heladera lánguida como la mía, que sólo ofrece para el jugueteo amoroso medio limón, un pedazo de queso y tres salchichas famélicas con un look verdoso de lo más incierto. Lo ideal es, antes de la puesta en escena casera, hacer una visita al supermercado y surtirse de productos medianamente interesantes. Y darle pa’ lante, nomás.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHvP8hAHBrjDQ3TzxUrKZ0cll9I2Fabp7uXZA4mnRSvNV5GGSdcpWPlXf1Ma0TIpoKs_kAoRvrS5UFDId-x_mvIRM3VsCDK0KvVnGxfjiC7Fhkbp8nxzjNhpCabtudreRmMUXP49vji2mV/s1600/9.jpg)
VICKY CRISTINA BARCELONA O
PUERTO POLLENSA VERSIÓN PRIMER MUNDO
De
vacaciones en España para encontrarse a sí misma, la aventurera Cristina se ve
involucrada en un trío de lo más tórrido. Las preferencias eróticas de Scarlett
Johansson oscilan entre Javier Bardem, un atractivo pintor, y Penélope Cruz, su
explosiva ex mujer. En un laboratorio fotográfico, mientras la blonda actriz
admira algunos negativos bajo una luz roja, Penélope Cruz se acerca a ella, la
acaricia sensualmente y le estampa un beso de aquellos, al son de una guitarra
de lo más jacarandosa.
Para recrear esta escena hay que ser aventurera, bisexual o directamente
lesbiana. Si una es aventurera, conviene buscar como partenaire del mismo sexo
a una mujer que nos resulte atractiva y, en el mejor de los casos, que sea
nuestro opuesto físicamente, tal como Scarlett y Penélope. Hay que invitarla a
nuestra casa y crear un clima propicio para probar la experiencia de besar a
alguien de nuestro mismo sexo y disfrutar el momento. Qué quieren que les diga,
yo paso. Ustedes son grandes y saben lo que hacen.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi4WP0kX37Sa-CO5OyeNAY_YuP1SaKm0dhjMCh6z2b6m_jghNGSe7Juiu-0TrXgSqv_epJdHWNJaYrpBykx9KIK34YvztNm3QBE_qVxUoeWxTv58D5VTgi_t107l-sSk1yMUuuc1s0gD2tF/s1600/10.jpg)
ATRACCIÓN FATAL O CON EL
CONEJO, NO
De “Atracción fatal” se pueden recrear muchas escenas. La del conejo, no, porque, pobrecito, era un inocente y terminó inmolado por culpa de una psicópata, un turro y una cornuda consciente. El único que no merecía morir en esa película era el conejo. Pero los expertos eligieron, por supuesto, la famosa escena del ascensor. Michael Douglas y Glenn Close hacen el amor salvajemente en un ascensor que más que ascensor es un montacargas. Enorme. Casi un departamento de dos ambiente. Ideal para claustrofóbicos y para gentes dicharacheras que quieren probar posturas que requieren de cierta cantidad de espacio.
La versión casera de esta escena es tal como la imaginan. Ascensores hay en todos lados. Más grandes, más chicos. Para el caso es lo mismo.
Estas son las escenas que la
gente sapiente recomienda emular si una anda con ganas de hacer el amor como
en las películas. Yo no soy sapiente, pero para mí algunas
sobran. Y otras faltan. ¿Cómo olvidar a Daniel Day Lewis y
Lena Olin haciendo el amor apasionadamente en “La insoportable levedad
del ser”, con espejo, sombrero y Praga ahí afuera? ¿O a Juliette
Binoche y Jeremy Irons, nuera y suegro ellos, dándose con todo en la
controvertida “Una vez en la vida”? ¿Es más tórrido el beso de
Penélope Cruz y Scarlett Johansson en "Vicky Cristina
Barcelona" que el lindo revolcón de Jack Nicholson y Jessica
Lange sobre una mesa enharinada en “El cartero siempre llama dos veces”?
¿Son más calientes los bailes de Patrick Swayze y Jennifer Gray en “Dirty
Dancing” que los anónimos encuentros de Marlon Brandon y Maria Schneider
en “El último tango en París”?¿Y Sharon Stone cruzándose de piernas
en “Bajos instintos”? ¿Y Nacho Martínez y Assumpta Serna matándose
en “Matador”? ¿Y Ralph Fiennes rompiéndole el vestido a Kristin
Scott Thomas en “El paciente inglés”...?
La lista, mis queridas, es infinita. También son infinitas las
variantes caseras de estas escenas inolvidables. Para que la cosa no se alargue
demasiado, voy a concluir aquí este picoso opúsculo. Dejo miles de puertas
abiertas. Y la ilusión intacta: sí, se puede hacer el amor como en las
películas. O más o menos como en las películas. Todo es
cuestión de imaginación, ingenio y buena voluntad.
Y ganas de joder, que le dicen.
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