sábado, 13 de agosto de 2011

ENFIESTARSE COMO DIOS MANDA



ENFIESTARSE COMO DIOS MANDA

“Creo que la vida debe ser una fiesta continua.” 
Salvador Dalí

Lo hago desde que tenía 13 años. No, enfiestarme no. Robar revistas. Hurtarlas, bah. Ya comenté que en diciembre de 1980 sustraje de una peluquería una publicación íntegramente dedicada al malogrado John Lennon. Y que, a lo largo de décadas, repetí más de una vez esta conducta malsana. Casi siempre en salones de peinados o de depilación. Porque en los consultorios médicos las revistas son verdaderas reliquias. Y son, en la mayoría de los casos, publicaciones extrañas con nombres aún más extraños, que versan sobre temas tan poco picantes como la decoración, el aladeltismo y la cocina tibeteana. Un embole.
Siempre existe, cómo no, la excepción que confirma la regla. La feliz excepción, en este caso, es el consultorio de mi psiquiatra. Donde, además de bonitas reproducciones de Van Gogh, Magritte y Klimt y una secretaria que habla hasta por los codos, hay revistas a granel. Revistas de verdad. Y para todos los gustos. Revolviendo convenientemente en la pila de revistas del Dr. Halsband, una puede encontrar hasta un ejemplar de la “Paparazzi”. Y eso que el coqueto consultorio del loquero en cuestión está elegantemente ubicado en pleno Barrio Norte.
Hete aquí que estaba yo hurgando entre las mentadas revistejas, cuando me topé con un ejemplar gordito de una publicación cuya existencia ignoraba olímpicamente: la glamorosa “Ohlalá!”. Para ser ciento por ciento sincera, muy nuevo no era. Pero sí sumamente atractivo: estaba íntegramente dedicado a la fiesta. La revista en cuestión festejaba su aniversario y tiraba la casa por la ventana. Todas las notas versaban alrededor de las cornetas y el papel picado, con el jocoso fin de que una también festejara, en todos los ámbitos de su vida.
Los ámbitos de la vida de una mujer son muchos. Pero ya se habrán dado cuenta de que yo tengo una idea fija. Muy fija. El catre. Así que terminé leyendo los consejos de la “Ohlalá!” para celebrar de decúbito dorsal. Como imaginarán, enseguida se me metió en la cabeza hueca que tengo, la nociva idea de hurtar la jubilosa publicación. Cosa por demás complicada, por varios motivos, a saber:
1) Teresa, la secretaria del médico, rara vez se ausenta de su escritorio, ubicado estratégicamente frente a la tentadora pila de revistas.
2) La revista “Ohlalá!” es un mamotreto inmundo.
3) Mi bolso es así de chiquitito.
Ante tan insalvables escollos, lo único que me quedó por hacer fue esperar a que Teresa se distrajera y mutilar la puta revista. Desde entonces (hará más o menos una semana) hay un nuevo papel inútil en mi agenda atiborrada de papeles inútiles: una nota periodística de ánimo festivo que se explaya sobre lo que una señora debe hacer para enfiestarse como Dios manda.
Antes de continuar con este jodón opúsculo debo hacer otra aclaración: la “Ohlalá!”, al igual que la “Glamour” y la “Cosmopolitan”, no tiene en cuenta en sus artículos periodísticos la existencia de la vapuleada Cenicienta obrera. Apunta sus dardos a las muchachas de buen pasar. Sé que es bastante segregacionista, pero así están dadas las cosas. La chica pobre no existe para las revistas femeninas. Hecha la pertinente aclaración, paso a divulgar los diez consejos de la “Ohlalá!” para que la fiesta sea fantástica, fantástica como la de Raffaella Carrá.

DIEZ CONSEJOS PARA ENFIESTARSE COMO DIOS Y LA “OHLALÁ!” MANDAN

1) Que sea por el puro placer. Se supone que sí. Que si una se va a enfiestar con un señor, con dos o con media docena, lo va a hacer por puro placer y no para cumplir una promesa que le hizo a San Expedito. Pero la “Ohlalá!” quiere dejar bien clarito desde el vamos que las fiestas son para disfrutarlas y que las serpentinas y las maracas deben traernos oleadas de gozo. La revista en cuestión tiene, mirá vos, alguna inquietud antropológica: explica que la fiesta es un rito social en el cual las personas salen del devenir habitual y marcan cierto acontecimiento, y agrega que no hay que ser tan insulso como para festejar sólo casamientos y cumpleaños. Revela que los pueblos paleolíticos de Europa celebraban el regreso a la vida cada primavera y que, para ese entonces, cuando aún no se había inventado la hostia (ni los aguafiestas de los curas), la cópula tenía ribetes de sacramento. Se celebraba el sexo, que era una muy interesante expresión de risa y jolgorio. No malinterpreten el mensaje del pasquín: no hace falta esperar a setiembre para regalarse una buena enfiestada. Nosotras, que tenemos la dudosa suerte de transitar el siglo XXI, podemos celebrar el acto lúbrico en cualquier época del año. Festejemos, pues. Pero por placer, ya saben.

2) Sumá sensaciones. Sumar sensaciones es, para el universo pervertido de las revistas femeninas, echar mano a los promocionados sex toys. Ya están al tanto mis lectores de que yo no comulgo demasiado con vibradores y afines, por dos motivos cardinales: en primer lugar porque me gustan los juguetes sexuales convenientemente adosados a un señor más o menos atractivo, y en segundo, porque tanta pila no hace más que joder al planeta. Además, un señor es más barato que un vibrador. Y, gracias a Dios, los señores no tiene ni plumitas, ni strass ni flequitos en las partes. Pero dice la “Ohlalá!” que en nuestro bendito país, la venta de sex toys creció un 50 % en el último año. Y cuenta, para las ignorantes como yo que nunca fuimos más allá que de un par de calzoncillos, detalles sabrosos acerca de los estos aparatitos complacientes: existen vibradores con MP3, que se mueven al ritmo de la música, amén de conejitos y patitos estimulantes, sumergibles, para usar en la bañaera, la pileta o el sauna. Es bueno saber, además, que para sumar sensaciones, no sólo tenemos a los vibradores: las cuerdas de seda y las esposas de peluche para el bondage de mentiritas, la ropa interior comestible y los anillos peneanos están a la orden del día.

3) Caldeá el clima. La “Ohlalá!” nos pone al tanto de una verdad irrefutable: el órgano sexual por excelencia es el cerebro. Anticiparnos mentalmente al placer genera sensaciones de interés sexual, entusiasmo y exuberancia en todo el cuerpo. Por lo tanto, la revista aconseja provocar todo el día a nuestro partenaire para meterlo (y meternos) en un frenético y calenturiento estado mental. Hay que hacer que el tipo piense en el sexo que vendrá. Para eso, es una linda idea dejarle mensajes con voz provocadora contándole lo que le espera, deslizarle una notita puerca en el attaché o mandarle algún mensajito porno. O, directamente, mirarlo a los ojos y decirle babosamente: “Me estuve ratonenado con hacerte el amor…”, “Si yo fuera tu amante te haría un montón de chichitos lindos…” o “Te parto como un queso”.

4) Estrená lencería. Parece que, mientras nosotras privilegiamos los mimos y el cachondeo, el género masculino da primacía a los estímulos visuales. A los hombres, todo les entra por los ojos, por eso se dan vuelta a mirar a las tetonas en la calle, y por eso las mujeres insistimos en arreglarnos tanto (¿?). Así que, mientras el hombre puede ir por la vida con unos calzones deplorables, nosotras debemos estrenar bustiers, ligas, culottes, baby dolls, brassiers de encaje, vedettinas angelicales y tangas con hueco. Qué quieren que les diga: a mí las tangas con hueco me parecen de lo más ordinarias. Ya conocen los delirios de grandeza que tengo. Aunque debo reconocer que a esta altura de los acontecimientos, estoy comenzando a pensar que yo soy algo así como la versión femenina de Charles Ingalls. Así que no me hagan caso.

5) Chequeá el almanaque. Las mujeres somos así: algunas veces estamos desesperadas por llevar a cabo el acto lúbrico y otras veces no queremos saber nada con el traqueteo carnal. Esto se debe a los caprichos de nuestras enmarañadas hormonas. Durante el ciclo menstrual, las hormonas femeninas fluctúan de manera escandalosa. Por eso, los días más apropiados para el reventón se dan entre los días 8 y 14. Cabe aclarar, para las señoritas menos avispadas (las hay, las hay) que esos son también los días más apropiados para quedar preñada (la naturaleza es sabia). Ya les dije que estas revistitas son segregacionistas y que ignoran de manera vergonzosa la existencia de la mujer pobre. También ignoran, por lo visto, la existencia de la mujer que ha dejado atrás este asunto del ciclo menstrual pero todavía está en justa edad de merecer. Muy feo.

6) Que la boca se te haga agua. La “Ohlalá!” llama la atención, en este punto, sobre el nexo irrefutable entre comida y amor. Chupar, morder y lamer son términos de alto voltaje erótico si uno anda con ánimo fiestero, pero no debemos olvidar que también son términos que se utilizan sin pudor en las lides alimenticias. Además (siempre según la revista), hay otras palabrejas de tenor culinario directamente relacionadas con el quehacer sexual, como melones, huevos y bagre. Bien claro tengo yo el asunto de los melones y los huevos. Pero lo del bagre me tiene absolutamente desconcertada. Bueno, no importa. Es harto sabido que hay alimentos con virtudes afrodisíacas. Un buen preámbulo para el acto es una cena liviana a base de mariscos, cuyo zinc promueve la producción de testosterona, y frutos secos, ricos en vitamina B2, que sensibiliza los tejidos vaginales. Y de postre, chocolate. Porque según una reciente investigación, comer chocolate excita hasta cuatro veces más que un beso apasionado. Lo sospeché desde un principio.

7) Descorchá un champagne. Poca falta hacía que me tiraran esta burbujeante idea. Ya se sabe que para mí una joda sin champagne no es joda. La revista hace muy bien en aclarar que un poquito de alcohol desinhibe y predispone a la jarana, pero que si se nos va la mano con el champú, lo más probable es que terminemos roncando o, en el peor de los casos, vomitando cochinamente, sin haber logrado consumar el acto. Tomar un poco de champagne nos convierte en hembras coqueteadotas, sexys y risueñas. Tomar demasiado champagne nos transforma en patéticas borrachas. Una tiene que elegir entre copular alegremente o terminar la botella. Las más de las veces yo elijo terminar la botella, pero lo mío es vicio.

8) Vení y oleme. Una gasta fortunas en Flower By Kenzo al divino botón, porque el cuerpo humano es capaz de crear solito el perfume más irresistible: las feromonas son sustancias químicas secretadas por nuestras humanidades y tienen la virtud de enloquecer a las personas del sexo apuesto. No. Esto no es ciencia ficción. Es ciencia, nomás. Lo juro por Dios. La versión femenina de esta natural esencia aumenta el deseo de los hombres de saltar sobre nos. Para fomentar la producción de feromonas, los especialistas de la Universidad de Haveford (¿?) recomiendan practicar deportes y sexo oral. Una cosa por vez.

9) Sé una buena party-planner. Ser una buena party-planner incluye no estar cansada, no tener nada que hacer al día siguiente (¿?) y anticiparse a cualquier interrupción. Y fascinar a todos los sentidos. Y acá empieza el boludeo de siempre: velitas, esencias aromatizadoras, bombachas de color rojo y música acorde a la ocasión. Para que nos ocupemos correctamente de este último detalle, la revista nos cuenta que el ex Soda Stereo Zeta Bosio grabó un CD con temas afrodisíacos. Una, ochentosa como es, no puede dejar de tenerle cariño a Zeta Bosio. Pero qué manera de currar.

10) Sentite una reina… y al lado tendrás un rey. Yo no sé si esto será tan así, pero bue. La premisa es darse ciertos lujos: una máscara nutritiva, una visita al peluquero, un spa de pies… esas cositas que nos provocan placer y nos hace sentir divas totales. Porque el secreto de una buena enfiestada es sentirse bien con una misma. Ya se sabe: el sex appeal poco tiene que ver con los atributos físicos, es totalmente emocional. Por eso yo soy tan arrebatadora como Bob Esponja: porque estoy emocionalmente estropeada. Las descaradas amplitudes de mis posaderas poco tienen que ver con este lastimoso asunto: todo es una cuestión de actitud. Y como tengo una actitud de mierda, así me va.

Yo, la verdad, hace mucho que no me enfiesto. No sé ustedes. No suelo disfrutar de la magia del momento. No uso bombachas comestibles ni vibradores con MP3. Nunca pienso en el sexo que vendrá. Y soy una pésima party-planner: siempre estoy cansada y siempre tengo algo que hacer al otro día.
Pero las esperanzas no las pierdo.

Será cuestión de modernizarme y ver qué nuevo y jocoso uso le encuentro a los pitos y las matracas.

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