LA LECCIÓN DE ANATOMÍA
“Las culturas sexualmente progresivas nos dieron las
matemáticas, la filosofía, la literatura, la civilización y el resto. En cambio
las sociedades sexualmente restrictivas produjeron la Edad Media y el
Holocausto.”
Alan Moore
Dando
vueltas por Internet, como es mi insana costumbre, me encontré con varios
sitios web (entre ellos el inefable Entre
Mujeres), que se han hecho eco de la palabra sapiente del doctor Juan
Carlos Kusnetzoff, autor del libro “La
mujer sexualmente feliz. Del mito a la verdad científica”, e intentan
derribar algunos mitos que todos y todas
tenemos arraigados en nuestro arcaico
pensamiento. Como a las mujeres no nos viene nada mal esto de derribar
falsas creencias acerca de nuestra sexualidad y a los hombres, tampoco, hoy les
acerco esta lista de adulterinas afirmaciones borradas de un plumazo por el
doctor Kusnetzoff. De nada.
Mito 1: El
hombre necesita más sexo que la mujer
No es así, señores. Esta
frase, que más de un vivillo usó para
justificar incontinencias y deslices varios, es tan falsa como una moneda de
goma. Los hombres la han utilizado durante años, poniendo cara de mártires y jurando que han
tenido que salir a buscar fuera de casa entrepiernas ardientes porque biológicamente ellos necesitaban más y sus mujeres menos y no querían atosigarlas.
Qué sátrapas. “Biológicamente
la mujer está capacitada para vivir con plenitud todas las etapas de la
relación sexual (deseos, placer, orgasmo) en forma equivalente, si no similar,
al hombre”, aclara Kusnetzoff.
Mito 2: El himen
se rompe al perder la virginidad
Según el especialista, muchos hombres y mujeres imaginan
al himen como un muro lacrado, infranqueable si no es por medio de la
penetración. Algo que se tiene que romper, como si fuera de porcelana china.
Pero no es así, mis queridos ignorantes. El himen es elástico y ya viene con un
orificio de fábrica, que es el que permite que las mujeres vírgenes puedan, por
ejemplo, usar tampones. En la primera vez, el orificio del himen se agranda.
Mito 3: El punto G es difícil de
encontrar
“Casi siempre se constata
que la zona es fácil de estimular, en especial, con los dedos del compañero”, afirma un optimista Kusnetzoff. ¿Cómo encontrar el
esquivo puntito? Basta con deslizar
el dedo dentro del conducto vaginal y efectuar una leve presión hacia arriba. Se
siente como una pequeña rigurosidad o montañita. ¿Vieron qué fácil? Parece que
lo que es difícil no es encontrar el punto
G sino encontrar un señor que lo encuentre, valga el trabalenguas. Nuestra
escritora amiga, Isabel Allende, postula que el punto G está en los oídos. Se ve que ella tampoco encontró un señor
que se lo encontrara en otro lado.
Mito 4: Todo
el clítoris está a la vista
No se equivoquen, señores. Lo que se ve a simple vista
sólo es la punta del iceberg. “El
clítoris está formado por un tronco y una zona más abultada, el glande, que es
lo único visible bajo los labios menores”, detalla el doctor. “La estimulación tanto del tronco como del
glande provoca su erección y aumento del volumen”, agrega.
Mito 5: Todo
pasa en el mismo orificio
Muchas personas confunden la uretra con la vagina y
piensan que hay un solo orificio, cuando, en realidad, hay dos, “uno que permite la evacuación de la orina
(el meato uretral) y otro que comunica la vagina con el exterior (el orificio
vaginal o himeneal), por donde se evacua la sangre menstrual, se realiza el
parto y penetra el pene en la relación coital”, explica el sexólogo.
Mito 6: El
placer pasa por los genitales
El doctor reconoce que el clítoris y los labios
menores producen placer al estimularse. Pero no son las únicas fuentes de
placer del cuerpo femenino: “en la mujer otras partes del cuerpo
son erógenas: la cara interna de los
muslos, los pezones, la boca, las orejas, el
cuello, etc.” No las olvidemos. Tampoco
olvidemos que, muchos sabios y filósofos, sostienen que el órgano sexual por
excelencia es el cerebro. Y que de poco valen labios y clítoris si el cerebro
no está suficientemente estimulado.
Mito 7: Las
mujeres con senos pequeños son frías
Debo confesar que esta pavada no la había escuchado
nunca. Creer que las tetonas son piras humanas y las menos dotadas pectoralmente, damas de
las nieves, es, según Kusnetzoff “una
tontería”. “Varones y mujeres tendemos a asociar los grandes pechos (y en
general la figura voluptuosa) con un temperamento apasionado”. Basándonos
sólo en el prejuicio, agrego yo. El padre
de todos los males.
Mito 8: Hay penes que no se adaptan a la
vagina
Ningún pene es tan
descomunal ni ninguna vagina tan estrecha como para que suceda esto.
Tuerca/tornillo. La naturaleza es sabia.
Mito 9: Hay vaginas muy cortas
No. No hay vaginas muy
cortas. Ya les dije que la naturaleza es sabia. Existe sí, el vaginismo que es una afección que dificulta
el coito, debido a la
contracción involuntaria de los músculos del tercio inferior de la vagina.
Cuyas causas son psíquicas (ya hablamos de lo mucho que el cerebro tiene que
ver con el buen sexo).
Mito 10: Fuimos
creadas para reproducir
Durante siglos nos hicieron creer que las damas fuimos
concebidas por Dios o por la Naturaleza como estúpidas probetas a las que nos
estaba vedado todo atisbo de placer erótico.
“Los genitales poseen, tanto en hombres
como en mujeres, la doble función de reproducción y placer sexual”, dice
Kusnetzoff. “Los ovarios segregan dos
hormonas: los estrógenos y la progesterona, que determinan los caracteres
sexuales secundarios femeninos”, agrega el especialista.
Hasta aquí los 10
mitos derribados por la sapiencia del doctor Juan Carlos Kusnetzoff.
Alguno más debe haber, porque la sexualidad femenina fue durante mucho tiempo
un tema tabú. Yo he conocido, aunque parezca descabellado, chicas que creían
que la primera vez que tenían sexo o si lo hacían de paradas no podían quedar embarazadas.
Me
despido de ustedes con un texto de Manuel Puig sin desperdicio: “(...) Alguien inventó que el sexo podía ser fuente
de mugre y de degradación. Penetrando a una señora se la degradaba. Se les
podía haber ocurrido que de ese modo se la enaltecía, pero, por desgracia, eso
no se le ocurrió a nadie. De modo que el peso moral del señor lo cargó la
mujer. Si un hombre tenía grandes necesidades sexuales era un modelo de salud.
Y si una mujer tenía necesidades sexuales incontroladas era ninfómana o, como
decían en mi pueblo, tenía fiebre uterina.”
Buenas tardes.
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