LAS VERDADERAS HISTORIAS DETRÁS LOS CUENTOS INFANTILES: LA PRINCESA Y EL GUISANTE
"En mis sueños, yo podía ser una princesa, y eso es lo que era. Como la mayoría de las niñas, yo creía nada menos que un príncipe podría hacer que mis sueños se hagan realidad."
Loretta Young
Buenas noches, amables lectores. Les traigo hoy una nueva entrega de la saga “Las verdaderas historias detrás de los cuentos de hadas”, dedicada esta vez a "La princesa y el guisante".
LA PRINCESA Y EL GUISANTE
“La princesa y el guisante” (“Prinsessen
paa Ærten”), también conocido como “Una verdadera princesa”, es
un cuento de hadas del
escritor danés Hans Christian
Andersen. Fue publicado por primera vez el 8 de mayo de 1835.
A diferencia de otros cuentos suyos con finales realmente trágicos como “El soldadito de plomo”,
“La pequeña cerillera”
o “La sirenita”, “La princesa y el guisante”
tiene un final feliz.
En su prefacio al segundo volumen de “Cuentos e historias”
(“Fortællinger og historier”, 1863) Andersen afirma haber escuchado la historia
en su infancia, pero el cuento no es tradicionalmente danés. Se cree que de
niño tuvo acceso a una versión sueca, "Princesa que miente en siete
guisantes" ("Princessa 'som lå' på sju ärter"), que habla de una
niña huérfana que establece su identidad real después de que un ayudante
simpático (un gato o un perro) le informa que un objeto (un frijol, un guisante
o una pajita) ha sido colocado debajo de su colchón.
LA HISTORIA
Un príncipe desea casarse con una verdadera princesa, pero tiene dificultades para encontrar una
esposa adecuada. Todas las candidatas tienen algún defecto (son demasiado
gordas, demasiado flacas, tienen malos modales en la mesa o no son lo
suficientemente bellas), por lo que el joven no puede estar seguro de que sean verdaderas princesas.
Una noche aparece en el castillo la única
superviviente de un naufragio (algo muy común en un pueblo marinero como el
danés), empapada, agotada y tiritando. Siguiendo la tradición hospitalaria de
los castillos, como la presentada por Walter Scott en “Ivanhoe”, la muchacha,
que dice ser una princesa, es aceptada y atendida. La reina decide poner a prueba
a su inesperada huésped colocando un guisante en la cama que se le ofrece por
esa noche, cubierto por veinte colchones y veinte edredones de pluma.
A la mañana siguiente la muchacha aparece con
grandes ojeras y fatigada. La reina le pregunta por la cama y ella responde que
tenía algo que no la dejaba dormir y que probablemente le ha llenado la espalda
de moretones, demostrando así ser una verdadera princesa y la esposa idónea
para su hijo.
CRÍTICAS E INTERPRETACIONES DEL CUENTO
En el año 1836 sólo la revista "Dannora", dirigida por Johannes Nikolai Høst, publicó una reseña lapidaria sobre el cuento: "Estos cuentos podrían divertir a los niños, pero en nada contribuir a su formación, no atreviéndonos siquiera a asegurar que sean inofensivos. (La princesa y el guisante) no solo es una historia poco delicada, sino verdaderamente nociva,ya que el niño puede sacar la conclusión que una dama noble tiene por fuerza que ser frágil". Al final de la reseña se expresaba el deseo de que el autor "deje de perder el tiempo escribiendo cuentos infantiles".
Para Jackie Wullschläger, autora del libro “Hans Christian Andersen:
The Life of a Storyteller” (2000), el autor conjugó
en la historia sus vivencias infantiles cuyo escenario fue un mundo primitivo de
violencia, muerte y destino inexorable, con su idea romántica sobre la serena,
segura y cultivada burguesía danesa, que no terminaba de aceptarlo como uno de
los suyos. En el año 2005, en su obra “Hans Christian Andersen: The
Misunderstood Storyteller”, el investigador Jack Zipes opinó que Andersen, durante su vida, "se
vio obligado a actuar como un sujeto dominado dentro de los círculos sociales
dominantes a pesar de su fama y reconocimiento como escritor", por lo que desarrolló
una visión temida y amada de la aristocracia. Para él, "La princesa y el guisante"se burla de las medidas "curiosas y ridículas" asumidas por la la nobleza para establecer el valor de las líneas de sangre.
Otros autores, como Suzanne Dewsbury ("Hans Christian Andersen-
Introduction", 2012),
creen que el escritor sintió toda su vida su no pertenencia a la clase alta, de
la que ansiaba ser parte. El nerviosismo y las humillaciones que Andersen sufrió en presencia de
la burguesía fueron mitificados por el narrador en la historia de "La
princesa y el guisante", con el propio Andersen identificándose con la
princesa mórbidamente sensible que puede sentir un guisante a través de veinte
colchones. Dewsbury cree que "La princesa y el guisante" es, como otras historias del autor, una versión romántica de su propia vida. Hijo de un zapatero remendón y una lavandera, su creatividad y talento le allanaron el camino hacia las clases más altas de la sociedad danesa. En 1821,
la Princesa Heredera Caroline lo invitó a palacio a disfrutar de un bizcocho de
frutas. Cuando se despedía, la princesa le obsequió varios caramelos y él los dejó caer torpemente. A Caroline le resultó adorable que se pusiera de rodillas y los recogiera por debajo de la silla en la que ella se encontraba. El escritor los comió luego bajo los abedules en ciernes de los jardines públicos, cantando a
los pájaros y las flores, y dejando constancia en su diario de que "en
aquel momento eran un hijo de la naturaleza”.
La
experta en literatura infantil Maria Tatar señala que, a diferencia de la
heroína popular del material que ofició como fuente para la historia, la
princesa de Andersen no tiene necesidad de recurrir al engaño para establecer
su identidad: su sensibilidad es suficiente para validar su nobleza. Para el
escritor, indica Tatar, la nobleza verdadera no derivaba del origen de un
individuo, sino de su sensibilidad.
Maria Tatar interpreta el tono general del cuento en clave humorística y, a su vez, la cuestión de la sensibilidad en clave metafórica: "El tono informal y humorístico de esta historia sobre una princesa de una delicadeza patológica hacen más aceptables muchos aspectos que podrían herir la sensibilidad contemporánea. La insistencia del príncipe en encontrar una princesa 'verdadera' y la equivalencia entre delicadeza y nobleza desafían nuestras opiniones sobre el carácter y la valía social. Sin embargo, también es posible interpretar la sensibilidad de la princesa en un sentido metafórico, como una medida de la profundidad de sus sentimientos y compasión. Asimismo, Andersen nos ofrece una heroína atrevida, que desafía los elementos y se presenta en la puerta del príncipe,después de conseguir localizarlo."
HENRIETTE WULFF
Wolfgang
Mönninghoff publicó en el año 2005 el libro “Das grosse Hans Christian Andersen Buch”.
Allí asegura que en la reivindicación
de una cualidad interior de las personas más allá del aspecto físico que puede
apreciarse en “La princesa y el guisante”, puede adivinarse la evocación de Henriette
Wulff, mujer contrahecha de la que el autor
se enamoró a los veinte años.
Durante una visita en la Navidad de 1825 a la familia
Wulff en Amalienborg, el escritor trabó una estrecha relación con la hija
mayor, Henriette.
La muchacha era pequeña, frágil y ligeramente jorobada y se convirtió en una de
las amigas más fieles de Andersen. Esta amistad duró hasta el fallecimiento
de Henriette en 1858, cuando se ahogó a bordo del buque de vapor "Austria"
en su camino a los Estados Unidos, catástrofe que le costó la vida a 453 personas.
Henriette Wulff mantuvo una copiosa correspondencia con
Andersen y sus cartas son una de las principales fuentes de información sobre su vida. También
tradujo parte de su trabajo al inglés. Tuvieron una relación platónica muy
estrecha y Andersen la retrató en su autobiografía casi como a una musa.
Hans
Christian Andersen jamás viajó a América. Temía padecer el mismo fin que su
querida amiga, a la que homenajeó en el periódico "Dagbladet" el 22
de octubre de 1858 con un poema titulado “Hermana” (“Søsteren”).
¿UN GUISANTE O TRES GUISANTES?
Hans Christian Andersen situó a su princesa en una cama con veinte colchones y
veinte edredones, con un solo guisante debajo de todo. Cuando la historia danesa
fue traducida por primera vez al inglés, en 1846, el traductor, Charles Boner, trabajó sobre una versión alemana que había incrementado el guisante solitario de Andersen a un trío de guisantes en un intento de hacer la historia más creíble, un adorno también agregado por otro traductora, Caroline Peachey.
La traducción de Boner fue publicada como "La princesa de los guisantes" en "Un libro de cuentos danés" ("A Danish Story-Book"), en 1846.
OTRAS HISTORIAS SOBRE SENSIBILIDAD EXTREMA
A pesar de no ser un tema demasiado popular, en la cultura mundial se han registrado algunos cuentos que giran alrededor de la sensibilidad extrema de sus protagonistas. En el siglo I, Séneca el Joven referencia a una leyenda acerca de un nativo de Sibaris que dormía en un lecho de rosas y sufría debido a que un pétalo se doblaba.
En el siglo XI el brahmán sivaísta SomaDeva Bhatta reunió una vasta colección de cuentos populares indios en una colección llamada "Kathá-sarit-ságara" ("El océano de ríos de leyendas"), compuesta por dieciocho libros, e incluyó la historia de tres hermanos que compiten para determinar cuál tiene la
sensibilidad más afinada. Al dormir sobre siete colchones apilados, el hermano
más joven se despierta quejándose de vivos dolores y con una sinuosa señal roja
en su piel. La cama es examinada y se encuentra un solo cabello humano debajo
del colchón inferior.
En un cuento italiano titulado "La mujer más sensible" ("La donna più sensibile"), tres damas excepcionalmente delicadas compiten para obtener la mano de un príncipe.Una de ellas sufre al dormir sobre una sábana arrugada, otra lo hace cuando se arranca un cabello con el cepillo y la tercera, la más sensible de todas, se duele de la caída de un pétalo de jazmín sobre su delicado pie.
Los Hermanos Grimm incluyeron una versión de "La princesa y el guisante" en una edición de su "Cuentos de la infancia y del hogar" ("Kinder- und Hausmärchen"), pero la excluyeron después de que descubrieron que no pertenecía a la tradición literaria alemana.
Algunos cuentos populares tienen como personaje central a un niño que descubre un guisante o un frijol que se supone de gran valor. Después de que el niño entra a un castillo y se le da una cama de paja para pasar la noche, se revuelve en sueños e intentando resguardar su tesoro. Algunos observadores están persuadidos de que el niño está inquieto porque no está acostumbrado a dormir sobre la paja y, por lo tanto, es de sangre aristocrática.
Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para contarles acerca del cuento de Hans Christian Andersen. Me despido de ustedes con un muy famoso poema de Rubén Darío:
Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para contarles acerca del cuento de Hans Christian Andersen. Me despido de ustedes con un muy famoso poema de Rubén Darío:
SONATINA
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
—la princesa está pálida, la princesa está triste—,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!
—«Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
Buenas y principescas noches.
Imagen 1:
Edmund Dulac
Imagen 2: Christian Birmingham
Imagen 3: Rita Vjodorowa
Imagen 4: Susan Batori
Imagen 5: “Henriette Wulff”, Autor desconocido
Imagen 6: Maja Lindberg
Imagen 7: Autor desconocido
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