sábado, 30 de enero de 2010

LA ABUSADORA RELOADED



LA ABUSADORA RELOADED

“¡Help!”
Lennon-McCartney

El 2009 fue un año medianamente tranquilo. Esto quiere decir que no me peleé con nadie. Bueno, con mi marido sí, pero fueron peleítas que no pasaron a mayores. Fue, además, un año de reencuentros. Condiscípulos de todas las escuelas por las que pasé en mi vida reaparecieron, y cada reaparición fue celebrada como se merecía. Soy tan emotiva que me pondría a lagrimear con sólo cruzarme con el perro del portero.
Había una sola y única persona que no debía reaparecer, pero, por una de esas cosas de Mandinga, reapareció: la abusadora.
El teléfono sonó como siempre; nada hizo sospechar que, del otro lado de la línea, había una indeseable. Atendí ingenua y distraídamente, como es mi costumbre:
-Hola.
-Hola, ¿Raquel?
-Sí, ¿quién habla?
-¡Marcela! (no me vi en el momento de escuchar el nombre nefasto, pero creo que debo haberme puesto blanca como uno de esos papeles con los que envuelven el queso en el almacén).
-¿De dónde sacaste este número de teléfono?
-Lo encontré en la “guía” (Susana Giménez no aparece en la “guía”, ¿por qué mierda tengo que aparecer yo?).
-Ahhhhhhhhhhh...
-¿Cómo estás?
-Bien.
-¿Seguís viviendo en Domínico?
-¡¡¡¡Nooooooooo!!!! Ahora vivo en Wilde (soy lerda, a veces: no se me ocurrió decirle que vivía más lejos).
-¿Me das la dirección de tu casa?
-………………………………..
-¿No tenés celular?
-No.
-Mirá, te voy a ser sincera. Yo llamé el año pasado, para la Fiestas, a la casa de tu mamá, y ella, bastante enojada, me dijo que te habías mudado. Que no sabía a dónde y que no tenía tu teléfono (mi santa madre mintió cuando me puse de rodillas y le pedí por favor, por favor, por favor, que le dijera que me había ido a la Conchincilla).
-Ahhhhhhhhhhh…
-Te paso mi celular, pero esta vez no lo pierdas.
…………………………………
Me pasó un número que, obviamente no anoté, y me dijo, muy suelta de cuerpo:
-Tenemos ganas de verte (el “tenemos” incluye a su chorreada de hijos, porque ya dije que la abusadora es una coneja).
-Mirá, yo trabajo. Trabajo muuuuuuuucho. Todo el día. No vuelvo a casa hasta la noche.
-No importa, yo te llamo.
-Bueno, chau. Estoy ocupada ahora.
-Te llamo.
…………………………………..
Cuando terminó la comunicación, no supe si ponerme a llorar o a gritar destempladamente. Ahí estaba otra vez esa tipa que creía perdida para siempre.

Cuando tenía 17 años  era estúpidamente adolescente, como es de suponer, y un mal día se me ocurrió que no quería ir más a la escuela. Ni los ruegos ni las amenazas de mi progenitora pudieron con una voluntad que, ya para ese entonces, era inquebrantable.
Retomé mis estudios en una escuela nocturna, entrada la veintena, y ahí sellé mi destino: conocí a quien hoy es mi marido y conocí a la abusadora.
Cabe destacar que lo único que tengo en común con la susodicha es el apellido. Los Fernández somos plaga. Pero también es Fernández la presidenta y, de verdad, no me une a la Excelentísima señora ningún lazo de parentesco.
La abusadora era rechazada por todos sus condiscípulos y a mí me dio lástima. Así que empecé a contestarle cuando me hablaba y a permitir que se fumara el 70% de mis cigarrillos. En ese entonces, ella tenía un solo hijo, al que no le daba bola. Era soltera. Se me pegó como una lapa. Aparecía en mi casa todos los santos días, se instalaba cómodamente y se comía cualquier cosa que hubiera a mano. Mi vieja la miraba con una mezcla de odio y pelotas infladas. Pero la tipa ni se enteraba.
Era de suponer que, cuando terminaran las clases, la abusadora desaparecería de mi vida, como desaparecen casi todos los compañeros de escuela cuando la carrera que uno está cursando llega a su fin. Pero no. No, no, no. La abusadora siguió firme como rulo de estatua. Con sus visitas inoportunas, su descaro y su voracidad.

 -Manu, mamá no va a atender más el teléfono. Ahora vas a atender vos, y antes de pasarme cualquier comunicación, vas a preguntar religiosamente quién llama.
-¿Por qué?
-Porque hay alguien a quien no quiero atender.
-¿Quién?
-Marcela.
-¿La tipa esa de la que te escondiste la última vez que vino? (la última vez que la abusadora osó aparecer por mi morada cerré puertas y ventanas como si el jardín de mi casa estuviera infestado de zombies de George Romero y me tiré panza abajo en el dormitorio, prohibiéndole a mi pobre vástago que hiciera cualquier ruido que delatara nuestra presencia, hasta que la susodicha se cansó de tocar el timbre y se fue).
-¿Por qué te escondiste, ma?
-Porque no la soporto. Y porque viene con media docena de críos que se morfan todo como si fueran termitas, me hacen un quilombo bárbaro y me sacan “Intrusos” para ver “Cartoon Network”. Y porque después le tengo que dar plata para que se vaya.
-¿Por qué no le decís que no querés verla más?
-Porque me da cosa.
-Mamá, sos grande vos. Pero dejá: atiendo yo y le digo que no llame más.
-Pero…
-Pero nada.

Después de haber retozado alegremente por cuanta cama, catre y jergón que la mencionada encontró en su erótico camino (incluyamos también el césped de todas las plazas de Capital Federal y Conurbano Bonaerense), la abusadora sentó cabeza. Bah, se fue a vivir con un tipo (y sí, siempre hay un roto para un descosido). Cuando la chica quedó embarazada, ella y su enloquecido partenaire decidieron casarse.
Otra vez me dio lástima. Una embarazada sin ropa que ponerse me pareció muy triste. Así que le pedí a mi hermana, como préstamo, la ropa que ella había usado durante su último embarazo. Ropa que jamás en la vida volví a ver, por supuesto. Sospecho que la abusadora la vendió en una Feria Americana.
La abusadora se casó por civil con un precioso vestido de seda de mi hermana y por iglesia con un vestido blanco y radiante. La ceremonia fue de lo más pintoresca: el cura, con dos litros de vino de misa encima y sin reparar en el bombo de cinco meses de la novia, se la pasó repitiendo en un idioma cocolichesco (el Padre Nino era más tano que los fideos del domingo) que “lo sexual” era irrelevante en el matrimonio.
Le regalé a la abusadora un precioso reloj de pared, un juego de ropa interior blanca de encaje para usar la noche de la boda y las fotografías del evento (¡qué ganas de tirar la plata, carajo!).
Ya en la fiesta, la tipa me dice:
-¿Y la torta?
-¿Qué torta?
-Yo pensé que la torta la ibas a hacer vos (soy una repostera medianamente decente, pero nunca me animé a una torta de casamiento).
-Vos estás en pedo.
-No hay torta.
-Bueno, nena, mandá a alguien a comprar una. Yo no voy.
A partir de ese momento, toda su familia me odió porque yo, ¡qué mujer desconsiderada!, no había hecho la torta.

-Hola, Ra.
-Hola, Silvia (Silvia es mi hermana). ¿Cómo te fue en el nuevo trabajo?
-Re-bien. Me encantó. ¿Vos como estás?
-Bien… Bah, más o menos. ¿Sabés quién llamó hoy? ¡Adivina!
-Fulano.
-No, peor.
-La mujer de Fulano.
-¡Fulano era divorciado! Peor.
-La novia de Fulano.
-Fulano es lo suficientemente pelotudo como para hacer que la novia atienda el teléfono si llamo yo, pero no creo que sea lo suficientemente pelotudo para hacer que la novia me llame a mí. Además, ¿para qué? Esa historia tiene mil años. Peor.
-¿Quién?
-¡Marcela!
-¡Nooooooooooo! ¡Qué hija de puta! Vos dame el teléfono que yo la llamo y le digo que estás haciendo un tratamiento psiquiátrico y que no podés ver a nadie.

La abusadora tuvo a su bebé y me enganchó para que fuera la madrina. No pude decirle que no: me dio lástima. Compré cuna, cochecito y ajuar. Y oficié de niñera.
-¿Me podés cuidar al bebé?
-Sí, ¿tenés que ir al médico?
-No, tengo que ir al telo con un tipo.
-…………………………………………
-La última vez que fui lo llevé y se pasó todo el tiempo llorando.
-¿Lo llevaste a un telo? ¿Y dónde lo pusiste?
-En el piso (no puedo imaginarme ningún tipo de actividad sexual con un bebé de tres meses tirado en el piso,  llorando a los gritos).
-Bueno, dale, te lo cuido.
Cuando llegó el momento de cambiarle los pañales al pobre crío, empecé a los gritos:
-¡Mamá! ¡Este bebé tiene todo el culo lastimado! ¿Qué le pongo?
Mi mamá se acercó a examinar a la criatura y soltó indignada:
-¡Qué tipa hija de puta! ¡Cinco hijos tuve yo y ninguno se me escaldó! Esta no le cambia los pañales nunca.
-Pobrecito.
-Sí, pobrecito.
Al poco tiempo, la abusadora tuvo otro bebé con el cornudo marido, que, a esta altura, ya se había dado cuenta de la cagada grosa que había hecho al casarse con ella y tenía muchas ganas de estampillarle el culo y mandarla lo más lejos posible.
Un día la susodicha apareció en mi casa y me dijo:
-Mi marido quiere que me devuelvas los dólares que te presté.
-¿Qué dólares, nena? ¡Vos a mí no me prestaste nada!
-No, ya sé. Lo que pasa es que él los tenía ahorrados, yo los encontré y los gasté y, como se dio cuenta de que faltaban, le dije que te los había prestado a vos.
-¡Pero vos estás en pedo! –grité– Vas y arreglás este quilombo ya. Le decís la verdad a tu marido y no aparecés más por acá.
Pero siguió apareciendo, separada y con dos críos que, ¡sí, adivinaron!, me daban lástima y a los que les guardaba en el freezer cualquier resto de comida que sobraba en mi casa. Eso sí: ella no renunciaba a sus cigarrillos y a la quiniela, aunque los pibes se murieran de hambre.

-Pa, ¿sabés quién llamó hoy?
-¿Quién?
-¡Marcela! ¡Me buscó en la “guía”!
-¡Qué yegua cara rota!
-Seeeeeeeeeeeeeee.

La abusadora consiguió otro gil que la mantuviera. Y tuvo dos hijos más. Y se separó, claro.
-Raquel, ¿no me prestás el vestidito verde?
-¿El vestidito verde? Te va a quedar muy cortito.
-Es que tengo que hacer de la Chilindrina en el Jardín de los nenes, por eso pensé en el vestidito verde.
-Marcela, el vestidito verde me lo regaló Víctor. Ya no lo uso más porque me va corto y chico, pero lo guardo de recuerdo (yo adoraba ese vestido y mi novio me lo había regalado para una Navidad, cuando yo pesaba, más o menos, treinta kilos).
-Es un día, nada más.
-Jurame que si te lo presto me lo vas a devolver.
-¡Claro! ¿Cómo no te lo voy a devolver?
-Bueno, tomá. Cuidalo, por favor.
Como es de suponer, el vestidito verde jamás volvió a mi guardarropa. La culpa la tengo yo, por habérselo prestado.
A esta altura yo ya tenía las bolas por el piso. Y empecé a negarme cada vez que me llamaba por teléfono y a esconderme cada vez que osaba aparecer por mi hogar.
Cualquier persona normal se hubiera percatado de que no era bienvenida. Pero ella no. Siguió llamando por teléfono, siempre en fechas estratégicas, cuando había una comilona cerca, a ver si podía morfar de arriba (no es casualidad que me haya llamado ayer, cuando faltan sólo dos días para mi cumpleaños).

-Pa, ¿tendrá más hijos?
-Seguro.
-Ella es diez años más grande que yo. Tiene 52. ¿A los 52 ya “se te retiró”?
-¡Qué se yo, Raquel!
-……………………….
-Porque si no “se le retiró”, seguro que  sigue teniendo más  hijos…
-¿Y ahora qué hago?
-Mandala a cagar.
-¡Ay, Dios!

Así están las cosas el día de hoy. La abusadora volvió, recargada. Juro que ya no le tengo más lástima. Pero mandarla a cagar me da cosita, ¿viste?

Sí, ya sé. Soy una tarada.

viernes, 15 de enero de 2010

EVERYBODY LOVES SIMON II


EVERYBODY LOVES SIMON II

“¡¡¡¡Ay, Dios!!!!” 
Yo

Leí por ahí que estar enamorado más de seis meses puede ser patológico. Lo dijo un prestigioso psiquiatra norteamericano, Hagop Akiskal.
Se entiende por estar “enamorada” ese estado de gracia en que una se pone tan, pero tan pavota, que a su lado la “chica Cosmo” es una candidata al Premio Nobel (no me pregunten Premio Nobel de qué). Cuando estamos “enamoradas” no podemos dormir y no podemos concentrarnos en temas que no giren alrededor de nuestro amado. Estamos obsesionadas. Perturbadas. Alucinadas. En fin, damos lástima.
Qué se yo, a mí me gusta estar enamorada. Me gusta la sensación de tener maripositas en el estómago. Perturbada estoy siempre. Alucinada también. Y, obviamente, es mejor obsesionarse con un hombre (aunque sea inalcanzable) que con 1 kilo de helado.
Ya van tres meses largos de enamoramiento. Según Hagop Akiskal me quedan otros tres. Bah, me quedan más. Porque yo soy absolutamente patológica. Es mi sello de fábrica.
Va la segunda tanda de fotos de Simon. Sí, agradézcamelo.
Va también mi escueto, obsesionado, perturbado, alucinado y baboso comentario: ¡NO SE PUEDE SER TAN LINDO!






sábado, 9 de enero de 2010

CRÍMENES DE HOLLYWOOD: PHIL HARTMAN


 CRÍMENES DE HOLLYWOOD: PHIL HARTMAN

"El corazón está hecho para romperse."
Oscar Wilde

Buenas tardes, amables lectores. Les traigo hoy la historia de Phil Hatman, un reconocido actor y comediante que en los '90  dio voz a varios personajes de "The Simpsons", entre ellos Troy McClureLionel Hutz.


PHIL HARTMAN: UN POCO DE HISTORIA

Phil Hartman nacido en Brantford, Ontario, el 24 de septiembre de 1948, fue un actor, humorista, guionista y diseñador gráfico canadiense-estadounidense.
Después de graduarse en artes gráficas en la Universidad Estatal de California en Northridge, diseñó portadas de álbumes para bandas como Poco y America. En 1975, Hartman se unió al grupo de comedia Groundlings, donde ayudó a Paul Reubens a desarrollar su personaje Pee-wee Herman. Hartman coescribió la película "Pee-wee's Big Adventure" e hizo apariciones recurrentes como el Capitán Carl en el programa  "Pee-wee's Playhouse".
En 1986, Hartman se unió al reparto del popular programa de variedades de la NBC "Saturday Night Live", y permaneció en el show durante ocho temporadas. Allí se destacó imitando a varios famosos, entre ellos  Ronald Reagan, Charlton Heston, Frank Sinatra y Bill Clinton. 
Entre 1991 y 1998, Hartman le dio voz a  varios personajes en la popular serie de animación "The Simpsons", incluyendo al inseguro abogado Lionel Hutz, al actor Troy McClure, a Tom, el hermano mayor de Bart, y al embaucador promotor del monorrail Lyle Lanley. En el episodio "Selma's Choice" le dio voz a cinco personajes diferentes, incluyendo a McClure y Hutz. También hizo la voz de Bill Clinton.


LA MUERTE DE PHIL HARTMAN

En 1987, Phil Hartman se casó con la ex modelo y aspirante a actriz Brynn Omdahl. Se habían conocido en una cita a ciegas. Tuvieron dos hijos, Sean y Birgen Hartman. Pronto el matrimonio tuvo dificultades. Brynn se sintió intimidada por el éxito de su marido y frustrada por no poder encontrar trabajo. También tenía ataques de celos y, a menudo, abusaba verbal y/o físicamente de Phil. Incluso le envió una carta a su ex esposa, amenazando con "arrancarle los ojos" si volvía a hablar con él. 
Hartman intentó conseguirle papeles actorales a Brynn, pero ella se volvió progresivamente dependiente del alcohol y los narcóticos. Entró en rehabilitación varias veces. En múltiples ocasiones, Phil Hartman  sacó a sus hijos de la casa y los dejó con amigos o familiares debido a sus arrebatos de Brynn, alimentados por las drogas y el alcohol. Debido a la estrecha amistad del cómico con  Jan Hooks , Brynn "bromeó" en ocasiones diciendo que Hooks y Hartman estaban casados ​​"en algún otro nivel". Brynn escribió cartas amenazadoras dirigidas a Hooks, advirtiéndole que no se acercara a su marido, pero nunca las envió, ya que fueron descubiertas entre sus pertenencias después de su muerte.
El 27 de mayo de 1998 Brynn visitó el restaurante italiano Buca di Beppo en Encino, California , con la productora y escritora Christine Zander, quien declaró que estaba "de buen estado de ánimo". Después de regresar a casa, Brynn tuvo una discusión "acalorada" con Hartman, tras la cual él se fue a la cama. Ella entró en su habitación poco antes de las 3:00 am del 28 de mayo de 1998 y, mientras Phil dormía, le disparó fatalmente una vez entre los ojos, una vez en la garganta y otra vez en la parte superior del pecho. Brynn había tomado antidepresivos, bebido alcohol y consumido cocaína. 
Después de asesinar a su marido, Brynn condujo hasta la casa de su amigo Ron Douglas y confesó el crimen, pero él no le creyó. Regresaron a la casa en autos separados. Al ver el cuerpo de Hartman, Douglas llamó al 911 a las 6:20 am. La policía llegó y escoltó a Douglas y a los dos hijos de los Hartman fuera de la casa, momento en el que Brynn se encerró en su dormitorio y se suicidó.
De acuerdo con sus deseos, los cuerpos de Hartman y Brynn fueron incinerados en el Forest Lawn Memorial Park and Mortuary, en Glendale, California, y sus cenizas fueron esparcidas sobre la Bahía Esmeralda de la Isla Santa Catalina. Phil y su esposa comparten una lápida en el Thief River Falls, en Minnesota , donde nació Brynn.
Para mostrar su respeto, los escritores de "The Simpsons" retiraron del programa a los personajes de Hartman,, como el actor Troy McClure y el abogado Lionel Hutz. El episodio "Bart the Mother" marcó su participación final en la serie, y fue dedicado a  su memoria. ´

Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para contarles hoy. Me despido de ustedes con unas palabras de Carl Jung: "Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca."

Buenas tardes.

martes, 5 de enero de 2010

EN BUSCA DEL EQUILIBRIO PERDIDO


EN BUSCA DEL EQUILIBRIO PERDIDO

“…y el saludable punto medio, ¿dónde queda?” 
Maitena
.
Quienes me conocen –personalmente o a través de este chiche mágico que es Internet- me habrán escuchado, más de una vez, hablar elípticamente de “mi tratamiento”, “mi enfermedad”, “mis dos citas semanales con el médico” (sobre todo porque el consultorio del médico queda en la loma del orto y siempre me estoy quejando de lo mucho que tengo que viajar para mantener mi estado de salud más o menos equilibrado).
No tengo SIDA, ni tuberculosis, ni lepra, gracias a Dios. Mi enfermedad tiene nombre de gaseosa dietética del año del pedo: TAB (trastorno afectivo bipolar).
El trastorno bipolar implica que uno fluctúe escandalosamente entre la euforia y la depresión, sin motivos aparentes, y enloquezca a quienes tiene alrededor. Como promedio, las personas con trastorno bipolar ven de tres a cuatro doctores, y pasan entre ocho y diez años antes de que reciban un diagnóstico correcto. Esos diez añitos de andar de un médico a otro tratando de averiguar qué mierda le pasa a uno son comparables con el Infierno de Dante. De verdad.
Pero todo tiene su lado jocoso, si uno se lo busca, y tal como propone Moria, hay que desdramatizar el asunto.

EXULTANTE / DEPRIMIDA

Hay días en los que me levanto eufórica. Salto de la cama cual Yelena Isinbayeva (pero sin la garrocha) y me pongo a bailar cuarteto en medio de la cocina, lamentando no ser cordobesa. Llamo a mis amigas por teléfono y arreglo citas para salir a tomar algo o ir a boludear al shopping. Hago oídos sordos cuando mi vieja empieza con su enumeración de desgracias y le preparo al nene una comida más o menos decente.
Esos días todo me parece lindo. Voy por la calle sonriendo y desentonando con todo el mundo, tal como postulaba Libertad, la amiguita revolucionaria de Mafalda.
-¡Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero!- le zampo a mi marido cuando llega del laburo.
-¿Qué te pasa, Raquel?
-¡Te quiero! ¡Y la azalea está llena de pimpollos! ¡Y hoy dan en la tele “Cabaret”! ¡Y me encanta estar viva!
-¿Tomaste la medicación?
-¡Sí!
-¿Segura?
-¡Sí!
-Bueno, yo también te quiero.
Otros días, por el contrario, me levanto hecha una despojo. Lo único que puedo tararear es la “Marcha Fúnebre” de Chopin, y, a veces, ni eso. No quiero hablar con nadie. Lloro porque a mi vieja le duele la cabeza y porque perdió diez pesos en la quiniela.
Todo me parece horrible. Veo el vaso medio lleno, pero de veneno (curiosamente, en este estado deleznable, es cuando escribo mis mejores poemas).
-¿Qué hay de comer?- pregunta mi hijo cuando llega de la escuela y me encuentra tirada en la cama con cara de muerta y los pelos hechos un nido de caranchos.
-Ahí tenés un paquete de salchichas, ahí hay una olla y ahí hay una canilla. Llená la olla de agua, meté adentro las salchichas y calentalas. Eso sí, no me preguntes dónde carajo está el Magiclick, porque no tengo la menor idea.
Cuando llega mi marido y me encuentra en tan lamentable estado, suelta la pregunta de rigor:
-¿Tomaste la medicación?
-Seeeeeeeeeeeee.
-¿Segura?
-Seeeeeeeeeeeee.
-¿Comiste?
-No.
-Algo tenés que comer.
-No quiero comer. Quiero dormir. Dejame en paz.

MISS UNIVERSO / CUCARACHA

Cuando me levanto exultante estoy convencida de que la Madre Naturaleza fue generosísima conmigo. Me siento absolutamente hermosa y ni me entero de que no tengo tetas y mido 1,54.
Le pregunto al espejito quién es la más linda del reino y, lo juro por la luz que me alumbra, el espejito me contesta que soy yo. Al lado mío, Blancanieves es Zulma Lobato. Me gustan mis ojos, mi pelo, mi boca y siento que estoy en mi peso ideal.
Salgo a la calle llevándome el mundo por delante y miro por el rabillo del ojo a los albañiles que laburan en las obras en construcción y a los tipos que se cruzan en mi camino, a ver si alguno se desmaya.
Cuando me levanto deprimida me siento la versión femenina de Gregorio Samsa. Absolutamente cucarachesca. Odio mi pelo, odio mis ojos, odio mi boca, odio mi cuerpo y la falta de tetas se convierte en una tragedia griega. Me siento gorda e inflada como el hombrecito de Michelin.
No salgo a la calle. Temo que la gente se horrorice como si estuviera frente al mismísimo Joseph Merrick. Y estoy convencida de que mi marido me va a abandonar en cualquier momento.

ARREGLADA COMO UN ARBOLITO DE NAVIDAD / HECHA UNA PILTRAFA

Cuando soy bella, obviamente, quiero explotar mi belleza al máximo. Me maquillo y me pongo zapatos con taco alto para ir al super que queda en la esquina de mi casa. Baldeo la escalera con un vestidito gris que, estoy convencida, me queda precioso. Uso el pelo suelto, aunque me resulte algo incómodo y, si es un día de lluvia, me encargo de que el impermeable haga juego con el paraguas y el paraguas haga juego con las botas.
Me gusta toda la ropa que hay en las vidrieras y me compro cosas que no necesito y que, probablemente, no use nunca.
Cuando soy Gregoria Samsa ando por mi casa con medias de toalla, chancletas y el pelo recogido con un gancho bastante antiestético. No me pongo una gota de maquillaje y bañarme y depilarme se convierten en pesadas obligaciones que cumplo a regañadientes.

SÚPER MAMÁ / MADRE ABANDÓNICA

Si estoy en un buen día soy una mamá encantadora. Juego con mi hijo, le leo historias de Lovecraft antes de que se duerma y estoy pendiente de lo que dice, hace o necesita.
Si estoy de malas soy una mamá abandónica y egoísta.
-Ma, hoy entregaron los boletines y a mí no me lo dieron porque no fuiste a registrar la firma.
-Me olvidé.
-Pero te dije.
-Me olvidé.
Y otro día:
-Ma, hoy tenías que ir a la Reunión de Padres.
-Me olvidé.
-Ahora no sé qué carajo tengo que llevar al viaje a Puerto Madryn.
-Después llamo a la mamá de Juanjo y le pregunto.
-¿Cómo te podés olvidar?
-No sé.

LA MEJOR AMIGA / LA YEGUA QUE NO TE ATIENDE EL TELÉFONO

Si estoy en un buen día soy una amiga de fierro. Escucho, contengo, abrazo. Acompaño a una amiga a hacer guardia a la esquina de la casa de un ex, para ver con quién entra y sale el tipo, y a otra a una comisaría a hacer una denuncia porque el marido piró y se puso violento. Me acuerdo de todos los cumpleaños y de todas las fechas que merecen una celebración. Me junto con las pibas a tomar mate y a hablar de bueyes perdidos. Las llamo todo el tiempo y les digo que estoy, que siempre estoy.
Si estoy en un mal día no atiendo el teléfono. No contesto los mensajes. No me junto con nadie y rechazo todas las invitaciones que puedan hacerme. Y hasta soy capaz de no abrir la puerta si alguien viene a verme. Hago como que no estoy.

LA DIOSA DEL SEXO / LA QUE NO QUIERE QUE LE  TOQUEN NI UNA PESTAÑA

Exultante, soy una amante fogosa e imaginativa. E insistidota.
Deprimida, soy más fría que el iceberg contra el que se hizo mierda el Titanic. No le doy bola ni a Johnny Depp (bueno, no sé, todavía no me tocó el timbre).

Sé que todo esto no es gracioso. Sé que es aterrador. Es duro para mí y es duro para la gente que me rodea. Pero tenía ganas de contarlo. Porque sé que para bancarme con toda mi locura a cuestas hay que amarme mucho. Mucho. Y sé también que estoy rodeada de gente que me ama.
Así que ya saben, si no atiendo el teléfono, no contesto mails ni mensajitos o no acepto invitaciones, es porque estoy pasando una temporada en el Infierno. Sin Rimbaud, lamentablemente.

Pero vuelvo. Juro que vuelvo.