EN
BUSCA DEL EQUILIBRIO PERDIDO
“…y
el saludable punto medio, ¿dónde queda?”
Maitena
.
Quienes
me conocen –personalmente o a través de este chiche mágico que es Internet- me
habrán escuchado, más de una vez, hablar elípticamente de “mi
tratamiento”, “mi enfermedad”, “mis dos citas semanales con el médico” (sobre
todo porque el consultorio del médico queda en la loma del orto y siempre me
estoy quejando de lo mucho que tengo que viajar para mantener mi estado de
salud más o menos equilibrado).
No
tengo SIDA, ni tuberculosis, ni lepra, gracias a Dios. Mi enfermedad tiene
nombre de gaseosa dietética del año del pedo: TAB (trastorno afectivo
bipolar).
El trastorno
bipolar implica que uno fluctúe escandalosamente entre la euforia y la
depresión, sin motivos aparentes, y enloquezca a quienes tiene alrededor. Como
promedio, las personas con trastorno bipolar ven de tres a
cuatro doctores, y pasan entre ocho y diez años antes de que reciban un
diagnóstico correcto. Esos diez añitos de andar de un médico a otro tratando de
averiguar qué mierda le pasa a uno son comparables con el Infierno de
Dante. De verdad.
Pero
todo tiene su lado jocoso, si uno se lo busca, y tal como propone Moria, hay
que desdramatizar el asunto.
EXULTANTE
/ DEPRIMIDA
Hay
días en los que me levanto eufórica. Salto de la cama cual Yelena Isinbayeva
(pero sin la garrocha) y me pongo a bailar cuarteto en medio de la cocina,
lamentando no ser cordobesa. Llamo a mis amigas por teléfono y arreglo citas
para salir a tomar algo o ir a boludear al shopping. Hago oídos sordos cuando
mi vieja empieza con su enumeración de desgracias y le preparo al nene una
comida más o menos decente.
Esos
días todo me parece lindo. Voy por la calle sonriendo y desentonando con todo
el mundo, tal como postulaba Libertad, la amiguita revolucionaria
de Mafalda.
-¡Te
quiero, te quiero, te quiero, te quiero!- le zampo a mi marido cuando llega del
laburo.
-¿Qué
te pasa, Raquel?
-¡Te
quiero! ¡Y la azalea está llena de pimpollos! ¡Y hoy dan en la tele “Cabaret”!
¡Y me encanta estar viva!
-¿Tomaste
la medicación?
-¡Sí!
-¿Segura?
-¡Sí!
-Bueno,
yo también te quiero.
Otros
días, por el contrario, me levanto hecha una despojo. Lo único que puedo
tararear es la “Marcha Fúnebre” de Chopin, y, a veces, ni eso.
No quiero hablar con nadie. Lloro porque a mi vieja le duele la cabeza y porque
perdió diez pesos en la quiniela.
Todo
me parece horrible. Veo el vaso medio lleno, pero de veneno (curiosamente, en
este estado deleznable, es cuando escribo mis mejores poemas).
-¿Qué
hay de comer?- pregunta mi hijo cuando llega de la escuela y me encuentra
tirada en la cama con cara de muerta y los pelos hechos un nido de caranchos.
-Ahí
tenés un paquete de salchichas, ahí hay una olla y ahí hay una canilla. Llená
la olla de agua, meté adentro las salchichas y calentalas. Eso sí, no me
preguntes dónde carajo está el Magiclick, porque no tengo la menor
idea.
Cuando
llega mi marido y me encuentra en tan lamentable estado, suelta la pregunta de
rigor:
-¿Tomaste
la medicación?
-Seeeeeeeeeeeee.
-¿Segura?
-Seeeeeeeeeeeee.
-¿Comiste?
-No.
-Algo
tenés que comer.
-No
quiero comer. Quiero dormir. Dejame en paz.
MISS
UNIVERSO / CUCARACHA
Cuando
me levanto exultante estoy convencida de que la Madre Naturaleza fue
generosísima conmigo. Me siento absolutamente hermosa y ni me entero de que no
tengo tetas y mido 1,54.
Le
pregunto al espejito quién es la más linda del reino y, lo juro por la luz que
me alumbra, el espejito me contesta que soy yo. Al lado mío, Blancanieves es
Zulma Lobato. Me gustan mis ojos, mi pelo, mi boca y siento que estoy en mi
peso ideal.
Salgo
a la calle llevándome el mundo por delante y miro por el rabillo del ojo a los
albañiles que laburan en las obras en construcción y a los tipos que se cruzan
en mi camino, a ver si alguno se desmaya.
Cuando
me levanto deprimida me siento la versión femenina de Gregorio Samsa.
Absolutamente cucarachesca. Odio mi pelo, odio mis ojos, odio mi boca, odio mi
cuerpo y la falta de tetas se convierte en una tragedia griega. Me siento gorda
e inflada como el hombrecito de Michelin.
No
salgo a la calle. Temo que la gente se horrorice como si estuviera frente al
mismísimo Joseph Merrick. Y estoy convencida de que mi marido me va a abandonar
en cualquier momento.
ARREGLADA
COMO UN ARBOLITO DE NAVIDAD / HECHA UNA PILTRAFA
Cuando
soy bella, obviamente, quiero explotar mi belleza al máximo. Me maquillo y me
pongo zapatos con taco alto para ir al super que queda en la esquina de mi
casa. Baldeo la escalera con un vestidito gris que, estoy convencida, me queda
precioso. Uso el pelo suelto, aunque me resulte algo incómodo y, si es un día
de lluvia, me encargo de que el impermeable haga juego con el paraguas y el
paraguas haga juego con las botas.
Me
gusta toda la ropa que hay en las vidrieras y me compro cosas
que no necesito y que, probablemente, no use nunca.
Cuando
soy Gregoria Samsa ando por mi casa con medias de toalla,
chancletas y el pelo recogido con un gancho bastante antiestético. No me pongo
una gota de maquillaje y bañarme y depilarme se convierten en pesadas
obligaciones que cumplo a regañadientes.
SÚPER
MAMÁ / MADRE ABANDÓNICA
Si
estoy en un buen día soy una mamá encantadora. Juego con mi hijo, le leo
historias de Lovecraft antes de que se duerma y estoy pendiente de lo que dice,
hace o necesita.
Si
estoy de malas soy una mamá abandónica y egoísta.
-Ma,
hoy entregaron los boletines y a mí no me lo dieron porque no fuiste a
registrar la firma.
-Me
olvidé.
-Pero
te dije.
-Me
olvidé.
Y
otro día:
-Ma,
hoy tenías que ir a la Reunión de Padres.
-Me
olvidé.
-Ahora
no sé qué carajo tengo que llevar al viaje a Puerto Madryn.
-Después
llamo a la mamá de Juanjo y le pregunto.
-¿Cómo
te podés olvidar?
-No
sé.
LA
MEJOR AMIGA / LA YEGUA QUE NO TE ATIENDE EL TELÉFONO
Si
estoy en un buen día soy una amiga de fierro. Escucho, contengo, abrazo.
Acompaño a una amiga a hacer guardia a la esquina de la casa de un ex, para ver
con quién entra y sale el tipo, y a otra a una comisaría a hacer una denuncia
porque el marido piró y se puso violento. Me acuerdo de todos los cumpleaños y
de todas las fechas que merecen una celebración. Me junto con las pibas a tomar
mate y a hablar de bueyes perdidos. Las llamo todo el tiempo y les digo que
estoy, que siempre estoy.
Si
estoy en un mal día no atiendo el teléfono. No contesto los mensajes. No me
junto con nadie y rechazo todas las invitaciones que puedan hacerme. Y hasta
soy capaz de no abrir la puerta si alguien viene a verme. Hago como que no
estoy.
LA
DIOSA DEL SEXO / LA QUE NO QUIERE QUE LE TOQUEN NI UNA PESTAÑA
Exultante,
soy una amante fogosa e imaginativa. E insistidota.
Deprimida,
soy más fría que el iceberg contra el que se hizo mierda el Titanic. No
le doy bola ni a Johnny Depp (bueno, no sé, todavía no me tocó el timbre).
Sé
que todo esto no es gracioso. Sé que es aterrador. Es duro para mí y es duro
para la gente que me rodea. Pero tenía ganas de contarlo. Porque sé que para
bancarme con toda mi locura a cuestas hay que amarme mucho. Mucho. Y sé también
que estoy rodeada de gente que me ama.
Así
que ya saben, si no atiendo el teléfono, no contesto mails ni mensajitos o no
acepto invitaciones, es porque estoy pasando una temporada en el
Infierno. Sin Rimbaud, lamentablemente.
Pero
vuelvo. Juro que vuelvo.
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