martes, 5 de enero de 2010

EN BUSCA DEL EQUILIBRIO PERDIDO


EN BUSCA DEL EQUILIBRIO PERDIDO

“…y el saludable punto medio, ¿dónde queda?” 
Maitena
.
Quienes me conocen –personalmente o a través de este chiche mágico que es Internet- me habrán escuchado, más de una vez, hablar elípticamente de “mi tratamiento”, “mi enfermedad”, “mis dos citas semanales con el médico” (sobre todo porque el consultorio del médico queda en la loma del orto y siempre me estoy quejando de lo mucho que tengo que viajar para mantener mi estado de salud más o menos equilibrado).
No tengo SIDA, ni tuberculosis, ni lepra, gracias a Dios. Mi enfermedad tiene nombre de gaseosa dietética del año del pedo: TAB (trastorno afectivo bipolar).
El trastorno bipolar implica que uno fluctúe escandalosamente entre la euforia y la depresión, sin motivos aparentes, y enloquezca a quienes tiene alrededor. Como promedio, las personas con trastorno bipolar ven de tres a cuatro doctores, y pasan entre ocho y diez años antes de que reciban un diagnóstico correcto. Esos diez añitos de andar de un médico a otro tratando de averiguar qué mierda le pasa a uno son comparables con el Infierno de Dante. De verdad.
Pero todo tiene su lado jocoso, si uno se lo busca, y tal como propone Moria, hay que desdramatizar el asunto.

EXULTANTE / DEPRIMIDA

Hay días en los que me levanto eufórica. Salto de la cama cual Yelena Isinbayeva (pero sin la garrocha) y me pongo a bailar cuarteto en medio de la cocina, lamentando no ser cordobesa. Llamo a mis amigas por teléfono y arreglo citas para salir a tomar algo o ir a boludear al shopping. Hago oídos sordos cuando mi vieja empieza con su enumeración de desgracias y le preparo al nene una comida más o menos decente.
Esos días todo me parece lindo. Voy por la calle sonriendo y desentonando con todo el mundo, tal como postulaba Libertad, la amiguita revolucionaria de Mafalda.
-¡Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero!- le zampo a mi marido cuando llega del laburo.
-¿Qué te pasa, Raquel?
-¡Te quiero! ¡Y la azalea está llena de pimpollos! ¡Y hoy dan en la tele “Cabaret”! ¡Y me encanta estar viva!
-¿Tomaste la medicación?
-¡Sí!
-¿Segura?
-¡Sí!
-Bueno, yo también te quiero.
Otros días, por el contrario, me levanto hecha una despojo. Lo único que puedo tararear es la “Marcha Fúnebre” de Chopin, y, a veces, ni eso. No quiero hablar con nadie. Lloro porque a mi vieja le duele la cabeza y porque perdió diez pesos en la quiniela.
Todo me parece horrible. Veo el vaso medio lleno, pero de veneno (curiosamente, en este estado deleznable, es cuando escribo mis mejores poemas).
-¿Qué hay de comer?- pregunta mi hijo cuando llega de la escuela y me encuentra tirada en la cama con cara de muerta y los pelos hechos un nido de caranchos.
-Ahí tenés un paquete de salchichas, ahí hay una olla y ahí hay una canilla. Llená la olla de agua, meté adentro las salchichas y calentalas. Eso sí, no me preguntes dónde carajo está el Magiclick, porque no tengo la menor idea.
Cuando llega mi marido y me encuentra en tan lamentable estado, suelta la pregunta de rigor:
-¿Tomaste la medicación?
-Seeeeeeeeeeeee.
-¿Segura?
-Seeeeeeeeeeeee.
-¿Comiste?
-No.
-Algo tenés que comer.
-No quiero comer. Quiero dormir. Dejame en paz.

MISS UNIVERSO / CUCARACHA

Cuando me levanto exultante estoy convencida de que la Madre Naturaleza fue generosísima conmigo. Me siento absolutamente hermosa y ni me entero de que no tengo tetas y mido 1,54.
Le pregunto al espejito quién es la más linda del reino y, lo juro por la luz que me alumbra, el espejito me contesta que soy yo. Al lado mío, Blancanieves es Zulma Lobato. Me gustan mis ojos, mi pelo, mi boca y siento que estoy en mi peso ideal.
Salgo a la calle llevándome el mundo por delante y miro por el rabillo del ojo a los albañiles que laburan en las obras en construcción y a los tipos que se cruzan en mi camino, a ver si alguno se desmaya.
Cuando me levanto deprimida me siento la versión femenina de Gregorio Samsa. Absolutamente cucarachesca. Odio mi pelo, odio mis ojos, odio mi boca, odio mi cuerpo y la falta de tetas se convierte en una tragedia griega. Me siento gorda e inflada como el hombrecito de Michelin.
No salgo a la calle. Temo que la gente se horrorice como si estuviera frente al mismísimo Joseph Merrick. Y estoy convencida de que mi marido me va a abandonar en cualquier momento.

ARREGLADA COMO UN ARBOLITO DE NAVIDAD / HECHA UNA PILTRAFA

Cuando soy bella, obviamente, quiero explotar mi belleza al máximo. Me maquillo y me pongo zapatos con taco alto para ir al super que queda en la esquina de mi casa. Baldeo la escalera con un vestidito gris que, estoy convencida, me queda precioso. Uso el pelo suelto, aunque me resulte algo incómodo y, si es un día de lluvia, me encargo de que el impermeable haga juego con el paraguas y el paraguas haga juego con las botas.
Me gusta toda la ropa que hay en las vidrieras y me compro cosas que no necesito y que, probablemente, no use nunca.
Cuando soy Gregoria Samsa ando por mi casa con medias de toalla, chancletas y el pelo recogido con un gancho bastante antiestético. No me pongo una gota de maquillaje y bañarme y depilarme se convierten en pesadas obligaciones que cumplo a regañadientes.

SÚPER MAMÁ / MADRE ABANDÓNICA

Si estoy en un buen día soy una mamá encantadora. Juego con mi hijo, le leo historias de Lovecraft antes de que se duerma y estoy pendiente de lo que dice, hace o necesita.
Si estoy de malas soy una mamá abandónica y egoísta.
-Ma, hoy entregaron los boletines y a mí no me lo dieron porque no fuiste a registrar la firma.
-Me olvidé.
-Pero te dije.
-Me olvidé.
Y otro día:
-Ma, hoy tenías que ir a la Reunión de Padres.
-Me olvidé.
-Ahora no sé qué carajo tengo que llevar al viaje a Puerto Madryn.
-Después llamo a la mamá de Juanjo y le pregunto.
-¿Cómo te podés olvidar?
-No sé.

LA MEJOR AMIGA / LA YEGUA QUE NO TE ATIENDE EL TELÉFONO

Si estoy en un buen día soy una amiga de fierro. Escucho, contengo, abrazo. Acompaño a una amiga a hacer guardia a la esquina de la casa de un ex, para ver con quién entra y sale el tipo, y a otra a una comisaría a hacer una denuncia porque el marido piró y se puso violento. Me acuerdo de todos los cumpleaños y de todas las fechas que merecen una celebración. Me junto con las pibas a tomar mate y a hablar de bueyes perdidos. Las llamo todo el tiempo y les digo que estoy, que siempre estoy.
Si estoy en un mal día no atiendo el teléfono. No contesto los mensajes. No me junto con nadie y rechazo todas las invitaciones que puedan hacerme. Y hasta soy capaz de no abrir la puerta si alguien viene a verme. Hago como que no estoy.

LA DIOSA DEL SEXO / LA QUE NO QUIERE QUE LE  TOQUEN NI UNA PESTAÑA

Exultante, soy una amante fogosa e imaginativa. E insistidota.
Deprimida, soy más fría que el iceberg contra el que se hizo mierda el Titanic. No le doy bola ni a Johnny Depp (bueno, no sé, todavía no me tocó el timbre).

Sé que todo esto no es gracioso. Sé que es aterrador. Es duro para mí y es duro para la gente que me rodea. Pero tenía ganas de contarlo. Porque sé que para bancarme con toda mi locura a cuestas hay que amarme mucho. Mucho. Y sé también que estoy rodeada de gente que me ama.
Así que ya saben, si no atiendo el teléfono, no contesto mails ni mensajitos o no acepto invitaciones, es porque estoy pasando una temporada en el Infierno. Sin Rimbaud, lamentablemente.

Pero vuelvo. Juro que vuelvo.

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