“VIRUS”, DEMASIADO PARA UN MUNDO
ENANO
“A ver si levantan esos culos y
bailan un poquito.” - Federico Moura
A
mediados de los ’80 yo estaba enamorada de Federico Moura. Federico era
homosexual, pero ese era un detalle sin importancia. Lo importante era la
energía y el talento que el tipo desplegaba en escena. Era como un David Bowie
en miniatura. Me fascinaba.
En
esa época me atraían los hombres (los proyectos de hombre, bah) que se ponían
de perfil y desaparecían. No en vano mi primer novio “oficial” era casi un
alambre con pelo largo. Y Federico encajaba perfectamente en ese modelo de hombre etéreo y sensual. Además, tenía una
voz maravillosa.
Cuando
en el rock nacional todo era etiqueta y protocolo, “Virus” fue una amalgama
entre ironía y modernidad que le puso los pelos de punta a más de un dinosaurio
con guitarra. Tipos que postulaban al rock and roll como su estilo de vida y,
por ende, vociferaban a favor de la libertad (libertad de hacer de su culo un
pito y de su pito un sonajero), se ensañaban con Federico. Mi alergia a Luca
Prodan (que no pude superar a pesar del paso de los años y de lo bien visto que
está rendirle culto al chabón) nació, precisamente, por sus reiterados ataques
al cantante de “Virus”. Cuando Moura se cansó de estas embestidas
injustificadas salió al ruedo: “Luca Prodan se tuvo que meter el inglés en el culo y
hacer letras como ‘La
Rubia Tarada’ para shockear a señoras burguesas.” Grande,
Federico.
Otro pelotudo que se metió con los Moura fue Pil
Trafa, de “Los Violadores”. En el festival “Rock in Bali”, el 24 de enero de
1987, lanzó al público la reaccionaria frase: “No queremos la luna de miel de
los maricones”. El día anterior, en el mismo festival, Luca terminó de tocar y
anunció: “Ahora viene la banda de los putos”. Un horror.
Cabe destacar que, cuando en 1982 y en plena
Guerra de Malvinas, la dictadura auspició y difundió el “Festival de la Solidaridad
Latinoamericana” (una mamarrachada que avalaba, de algún
modo, la estúpida prohibición de difundir temas cantados en inglés en los
medios locales) “Virus” fue el único grupo que se negó a formar parte del
circo. Su posición frente a la deplorable aventura militar de Galtieri quedó
muy bien sentada en la letra de “El banquete”: “Han sacrificado jóvenes
terneros para preparar una cena oficial, se ha autorizado un montón de dinero,
pero prometen un menú magistral.” (“Recrudece”, 1982).
Federico
Moura fue el primero en reivindicar a Sandro cuando todos lo consideraban un
“grasa”. Reconocía que “el gitano”, en los inicios de su carrera, había hecho
su aporte al rock argentino. Muchos años después, en 1999, se editó “Tributo a Sandro-Un disco de rock”, donde bandas como “Divididos”,
“Bersuit Vergarabat” y “Attaque 77”
versionaron temas de Sandro. Federico, como siempre, veinte años adelantado.
A
los fans de “Virus” se nos acusaba de “huecos”. Que la música del grupo fuera
apta para bailar, la convertía en defenestrable. Estos prejuiciosos jamás se
habían sentado a escuchar atentamente una letra de “Virus” y, obviamente, no
podían captar con su diminuta mente stone, las sutilezas del grupo ni la
inclusión, en muchas canciones, de frases y versos de grandes íconos de la
cultura (la cultura que va más allá del porrito, el tetra y el “que se muera
Cerati, la puta madre que lo parió”). En “Entra en movimiento” (“Recrudece”,
1982), los “Virus” parafrasean una ocurrencia de Girondo (“A la poesía hay que
levantarle la pollera”) e incluyen textualmente una frase del gran Oliverio:
“Los críticos cacarean y nosotros ponemos los huevos”. “Una luna de miel en la
mano” (“Locura”, 1985) es un título que pidieron prestado a James Joyce
(además, la letra de la canción es una genialidad, un canto a la masturbación
mucho más transgresor que las puteaditas de los rockers “duros”). En “Despedida
nocturna” (“Tierra del fuego”, 1989) se incluye un verso de Alejandra Pizarnik:
“La noche soy”. Todo esto sin contar las múltiples lecturas que podían hacerse
de muchas letras del grupo; dice Roberto Jacoby, coautor, junto a Marcelo
Moura, de la canción “Polvos de una relación” (“Superficies de placer”, 1987):
“…el tema es la modernidad, y tiene muchas lecturas: el tema del oro, el del
cuerpo y el de las sustancias, todo mezclado alrededor de la relación social,
el cuerpo, el deseo del cuerpo del otro y la mediación que puede ser el dinero,
la droga, el poder o como se quiera ver”.
Tuve
la suerte de ver a “Virus” en vivo, en la discoteca “Hollywood”, de Avellaneda,
a mediados de los ’80. Disfruté de una ubicación privilegiada frente al
escenario ya que, mientras todos bailaban y se estaban probando el sonido y los
instrumentos, me planté en el mejor lugar y de ahí no me moví (hubieran
necesitado una grúa para moverme). Juro que Federico me miró a los ojos cuando
cantaba “¿Qué hago en Manila?”. Tengo a mi hermana de testigo.
Así
como recuerdo exactamente el momento en que me enteré de la muerte de Lennon
(mi vieja abriendo la puerta del dormitorio el 9 de diciembre de 1980 y
diciendo, compungida: “Mataron al beatle que estaba casado con la japonesa”),
recuerdo el momento en que supe que Federico había perdido su batalla contra el
SIDA: el 21 de diciembre de 1988,
mi novio me dio la noticia en su peluquería (pobre, no
sabía cómo decírmelo). Me senté en un sillón del salón, me cubrí la cara con
las manos y me puse a llorar como una condenada, ante el estupor de las
clientas y de un proveedor de Bonmetique que, casualmente, estaba por ahí.
“Guardá las lágrimas para cuando se te muera tu madre”, me dijo, sin un ápice
de sensibilidad, mi suegra de aquel entonces (cosas de suegra).
Perder
a Federico Moura fue perder a uno de los artistas más talentosos de la música
argentina. A muchos todavía no les cayó la ficha. Pero ya les va a caer.
En
diciembre de 2006, el Correo Argentino decidió homenajear al rock “nacional” en
su 40º Aniversario y emitió una serie de sellos postales. Soy filatelista, y el
día de la emisión estuve, obviamente, en el Correo Central. De más está decir
que puteé lindo a todos los pobres empleados del Correo y al Secretario de
Cultura de aquel entonces, Jorge Nun, promotor de la creación de las
estampillas en cuestión. Los cuatro sellos, muy
bonitos, por cierto, llevaban las figuras de Luca
Prodan, Tanguito, Miguel Abuelo y
Norberto Pappo Napolitano. ¿¿¿¿¿Y Federico?????? No me gusta Luca, pero
no discuto su papel en el rock “nacional”. No tengo objeciones para hacer a
Miguel Abuelo ni a Pappo. Pero Tanguito, al lado de Federico Moura, me parece
una figura irrelevante. Y aunque no lo fuera, creo que fue bochornoso obviar a
Federico en este supuesto homenaje a la cultura del rock.
Hoy tenía
ganas de hablar de “Virus” y, especialmente, de Federico. Sigo creyendo, como
en el ’82, que a la música, al igual que a la poesía, hay que levantarle la
pollera. Sigo esperando el gran homenaje y el gran reconocimiento a este
maravilloso hombre alado. Sigo un poco enamorada de Federico, aún después de
tantos años. Ya no soy tan moderna y -¡la puta madre!- todavía no pude dejar de
fumar.
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