jueves, 3 de noviembre de 2011

HAY HOMBRES


HAY HOMBRES

"El hombre es la criatura que Dios hizo al final de una semana de trabajo, cuando ya estaba cansado." 
Mark Twain

Ya lo dijo Joaquín Sabina: “Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia, hay mujeres que nunca reciben postales de amor, hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados, hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no”, etc., etc., etc. Resumiendo (también lo dijo Joaquín Sabina): hay una pasmosa variedad de mujeres. La variedad de hombres, en cambio, es más bien pobrecita. Sólo hay tres tipos identificados de tipos, valga la redundancia: el que te engañael que te deja, y el que se queda y te caga la vida.
Los hombres son, por principio, incapaces de hacer felices a las mujeres. Absolutamente incapaces. Si una mujer fue feliz en algún momento de su perra vida fue, sin ninguna duda, en un momento de gloriosa soltería. Con un tipo no se puede. Habrá, cómo no, algunas féminas beligerantes que refuten mis afirmaciones. Muy sin cuidado me tienen las susodichas: la mujer que sostiene que un hombre la hizo feliz, miente; la mujer que asegura que un hombre la hace feliz, está borracha; la mujer que pronostica que un hombre la hará feliz, es una pavota que le pide peras al olmo y manzanas al poste de la luz. Ya lo dijo mi mamá, que no será Joaquín Sabina pero pasó por todos los estados civiles habidos y por haber: la circunstancia más venturosa de la vida es la viudez. Porque no tenés a nadie que te rompa las pelotas y, además, cobrás la pensión.

 EL QUE TE ENGAÑA:

El que te engaña te engaña. Y eso es irrefutable. Pero dentro del grupo de los engañadores se distinguen claramente dos especímenes: el engañador compulsivo y el que se enamora de otra.

-El engañador compulsivo tiene un nauseabundo lema que rige su promiscua vida: “Todo bicho que camina va a parar al asador”. Al catre, bah. Y cuando digo bicho digo bicho, literalmente, porque el engañador compulsivo no le hace asco a nada. Y es así como un buen día una descubre que la delicada osamenta que una ostenta en su rulosa cabecita es gentileza de la hermana gemela de Rossy de Palma (y del engañador compulsivo, obvio). Este desagradable ejemplar masculino tiene una idea fija: ponerla, ponerla, ponerla. Y, eventualmente, sacarla para volverla a poner. Un asco.

-El que se enamora de otra no tiene ningún lema conocido. Se enamora de otra, nomás. Si el tipo es medianamente serio se buscará una amante digna, de las que no joden. Bueno, joden, porque se acuestan con el novio/ marido/ concubino de una, pero lo hacen con sobriedad. Una  amante digna jamás de los jamases va a llamarte por teléfono a las tres de la mañana para gritarte “¡Cornuda!” y colgar raudamente, por ejemplo. Una amante indigna, sí.

 EL QUE SE VA:

El que se va tendrá sus motivos para irse. No vamos a catalogar en este libelo a los señores que se van según las motivaciones que esgrimen para emprender la retirada. Pero vamos a distinguir, también, dos prototipos dentro de este escurridizo grupete: el que se va y avisa el que se va y no avisa.

-El que se va y avisa conserva en su humanidad algún rastro de decencia. Tiene las bolas para decir “Me voy”, aunque la mayoría de las veces las bolas no le alcanzan para decir por qué.  Pero, bueno, el tipo avisa. Lo que le da la posibilidad a una de insultarlo, llorarle en la oreja, golpearlo o destruir alguno de sus más preciados objetos personales.

-El que se va y no avisa es el más ladino de todos los hombres, y eso que los hombres en general son muy ladinos. Desaparece de los lugares que solía frecuentar (nuestro baño, nuestra cocina, nuestra cama) sin dejar siquiera una notita de mala muerte. Nos priva del placer de llorar a los gritos pidiendo explicaciones por el abandono y de ejercitar nuestro gancho de izquierda.  A este maldito fugitivo no se lo puede golpear como Dios manda. Sus pies en polvorosa nos dejan un solo y estúpido consuelo: hacerle algún tipo de daño decapitando sus fotos o atravesándolas con pérfidos alfileres, mientras una pseudo bruja nos esquilma de forma vergonzosa.

 EL QUE SE QUEDA Y TE CAGA LA VIDA:

Dentro del amplio grupo al que pertenece el que se queda y te caga la vida hay varios arquetipos: el excesivamente roñoso, el excesivamente limpito, el que hace cosas de más, el que hace cosas de menos y el hincha de Boca, entre otros.

-El excesivamente roñoso es aquel que se regodea en su propia mugre. Una no es, precisamente, la hermana de Mr. Músculo, pero este ejemplar inmundo saca de las casillas a cualquiera. El excesivamente roñoso fuma y tira las cenizas en el piso, hace pis sin levantar la tabla del inodoro  (con el estropicio que esta conducta deplorable acarrea)  y deja la ropa sucia tirada por toda la casa. He conocido a un excesivamente roñoso (gracias a Dios no era mío) al que le gustaba decorar las lámparas de la casa con sus estragadas prendas íntimas, previo revoleo de calzones y medias. Un asco más asco que el engañador compulsivo.

-El excesivamente limpito está en el extremo opuesto al excesivamente roñoso. Alguna ingenua pensará: “¡Qué lindo un hombre limpito!” El hombre limpito, puede ser. El hombre excesivamente limpito, no. Juro que no. Este espécimen con olor a lejía siempre tiene motivos de queja, porque todo lo fastidia: el polvo, los ácaros, los platos mal lavados (para mal lavar platos soy una fiera), etc., etc., etc. Una intenta explicarle que la vida no pasa por un paquete de jabón Ala. Pero el tipo no entiende.

-El que hace cosas de más es el adefesio que toma de más, miente de más, grita de más, gasta de más, etc.

-El que hace cosas de menos es el espantajo que trabaja de menos, se aparea de menos, habla de menos, gasta de menos, etc.

-El hincha de Boca es un simplón que ante cualquier insinuación de salida o jugueteo sexual responde con un lacónico “Hoy juega Boca”. Y que, eventualmente, termina los domingos (que ya de por sí eran embolantes, sin necesidad de que los terminaran de cagar con esa huevada del “fútbol para todos”) llorando a moco tendido.

Mujeres: no insistan en prender velas y chuparle las medias a santos indiferentes. Los hombres son como son. Incapaces de hacernos felices. Engañadores. Fugitivos. Hincha pelotas. Jamás van a cambiar.
Me despido de ustedes, mis queridas, con una reflexión de François de La Rochefoucauld: "Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros."

Buenos días.

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