HAY HOMBRES
"El hombre es la
criatura que Dios hizo al final de una semana de trabajo, cuando ya estaba
cansado."
Mark Twain
Ya lo
dijo Joaquín Sabina: “Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de
lluvia, hay mujeres que nunca reciben postales de amor, hay mujeres que sueñan
con trenes llenos de soldados, hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que
no”, etc., etc., etc. Resumiendo (también lo dijo
Joaquín Sabina): hay una pasmosa variedad de mujeres. La variedad de hombres,
en cambio, es más bien pobrecita. Sólo hay tres tipos identificados de tipos,
valga la redundancia: el que te engaña, el que te deja, y el
que se queda y te caga la vida.
Los
hombres son, por principio, incapaces de hacer felices a las mujeres.
Absolutamente incapaces. Si una mujer fue feliz en algún momento de su perra
vida fue, sin ninguna duda, en un momento de gloriosa soltería. Con un tipo no
se puede. Habrá, cómo no, algunas féminas beligerantes que refuten mis
afirmaciones. Muy sin cuidado me tienen las susodichas: la mujer que sostiene que
un hombre la hizo feliz, miente; la mujer que asegura que un hombre la hace
feliz, está borracha; la mujer que pronostica que un hombre la hará feliz, es
una pavota que le pide peras al olmo y manzanas al poste de la luz. Ya lo dijo
mi mamá, que no será Joaquín Sabina pero pasó por todos los estados civiles
habidos y por haber: la circunstancia más venturosa de la vida es la viudez.
Porque no tenés a nadie que te rompa las pelotas y, además, cobrás la pensión.
EL
QUE TE ENGAÑA:
El que te engaña te engaña. Y eso es
irrefutable. Pero dentro del grupo de los engañadores se distinguen claramente
dos especímenes: el engañador compulsivo y el que se
enamora de otra.
-El engañador compulsivo tiene un
nauseabundo lema que rige su promiscua vida: “Todo bicho que
camina va a parar al asador”. Al catre, bah. Y cuando digo
bicho digo bicho, literalmente, porque el engañador compulsivo no
le hace asco a nada. Y es así como un buen día una descubre que la delicada
osamenta que una ostenta en su rulosa cabecita es gentileza de la hermana
gemela de Rossy de Palma (y del engañador compulsivo, obvio). Este desagradable
ejemplar masculino tiene una idea fija: ponerla, ponerla, ponerla. Y,
eventualmente, sacarla para volverla a poner. Un asco.
-El que se enamora de otra no tiene
ningún lema conocido. Se enamora de otra, nomás. Si el tipo es medianamente
serio se buscará una amante digna, de las que no joden. Bueno,
joden, porque se acuestan con el novio/ marido/ concubino de una, pero lo hacen
con sobriedad. Una amante digna jamás de los jamases va
a llamarte por teléfono a las tres de la mañana para gritarte “¡Cornuda!” y
colgar raudamente, por ejemplo. Una amante indigna, sí.
EL
QUE SE VA:
El que se va tendrá sus motivos para
irse. No vamos a catalogar en este libelo a los señores que se van según las
motivaciones que esgrimen para emprender la retirada. Pero vamos a distinguir,
también, dos prototipos dentro de este escurridizo grupete: el que se
va y avisa y el que se va y no avisa.
-El que se va y avisa conserva en su humanidad
algún rastro de decencia. Tiene las bolas para decir “Me voy”, aunque
la mayoría de las veces las bolas no le alcanzan para decir por qué.
Pero, bueno, el tipo avisa. Lo que le da la posibilidad a una de insultarlo,
llorarle en la oreja, golpearlo o destruir alguno de sus más preciados objetos
personales.
-El que se va y no avisa es el más ladino de
todos los hombres, y eso que los hombres en general son muy ladinos. Desaparece
de los lugares que solía frecuentar (nuestro baño, nuestra cocina, nuestra
cama) sin dejar siquiera una notita de mala muerte. Nos priva del placer de
llorar a los gritos pidiendo explicaciones por el abandono y de ejercitar
nuestro gancho de izquierda. A este maldito fugitivo no se lo puede
golpear como Dios manda. Sus pies en polvorosa nos dejan un solo y estúpido
consuelo: hacerle algún tipo de daño decapitando sus fotos o atravesándolas con
pérfidos alfileres, mientras una pseudo bruja nos esquilma de forma vergonzosa.
EL
QUE SE QUEDA Y TE CAGA LA VIDA:
Dentro
del amplio grupo al que pertenece el que se queda y te caga la vida hay
varios arquetipos: el excesivamente roñoso, el excesivamente limpito,
el que hace cosas de más, el que hace cosas de menos y el
hincha de Boca, entre otros.
-El
excesivamente roñoso es aquel que se regodea en su propia mugre. Una
no es, precisamente, la hermana de Mr. Músculo, pero este ejemplar
inmundo saca de las casillas a cualquiera. El excesivamente roñoso fuma
y tira las cenizas en el piso, hace pis sin levantar la tabla del inodoro
(con el estropicio que esta conducta deplorable acarrea) y deja la ropa
sucia tirada por toda la casa. He conocido a un excesivamente roñoso (gracias
a Dios no era mío) al que le gustaba decorar las lámparas de la
casa con sus estragadas prendas íntimas, previo revoleo de calzones y medias.
Un asco más asco que el engañador compulsivo.
-El excesivamente limpito está en
el extremo opuesto al excesivamente roñoso. Alguna ingenua pensará: “¡Qué
lindo un hombre limpito!” El hombre limpito, puede ser. El hombre excesivamente
limpito, no. Juro que no. Este espécimen con olor a lejía siempre tiene
motivos de queja, porque todo lo fastidia: el polvo, los ácaros, los platos mal
lavados (para mal lavar platos soy una fiera), etc., etc., etc. Una intenta
explicarle que la vida no pasa por un paquete de jabón Ala. Pero el
tipo no entiende.
-El que hace cosas de más es el
adefesio que toma de más, miente de más, grita de más, gasta de más, etc.
-El que hace cosas de menos es el espantajo que trabaja
de menos, se aparea de menos, habla de menos, gasta de menos, etc.
-El hincha de Boca es un simplón
que ante cualquier insinuación de salida o jugueteo sexual responde
con un lacónico “Hoy juega Boca”. Y que, eventualmente,
termina los domingos (que ya de por sí eran embolantes, sin
necesidad de que los terminaran de cagar con esa huevada del “fútbol
para todos”) llorando a moco tendido.
Mujeres:
no insistan en prender velas y chuparle las medias a santos indiferentes. Los
hombres son como son. Incapaces de hacernos felices. Engañadores. Fugitivos.
Hincha pelotas. Jamás van a cambiar.
Me despido de ustedes, mis queridas, con una reflexión de François de La Rochefoucauld: "Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros."
Buenos días.
Buenos días.
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