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TIPOS DE VAGO CON LOS QUE UNA DAMA PUEDE CRUZARSE EN SU DIARIO Y SACRIFICADO TRAJINAR
“…hay
demasiados cafés en la Argentina y mucha gente vagando en horas insólitas.
Cuando cruzo la ciudad en el auto y veo las confiterías llenas de parroquianos
a toda hora, me pregunto qué
hace esa gente.”
Cristina
Mejías
“Me
parece que me estoy acostumbrando
a
la vida del relajo.
Que
se vayan al carajo,
no
nací para el trabajo.
Soy
vago.”
Turf
, “Vago”
A todas las mujeres nos pasó
alguna vez. Las más avispadas pudimos huir despavoridas antes de que un romance
tan mal avenido nos arrastrara a la catástrofe. Las otras se ensartaron como churrasco de
croto. Les pasó a nuestras
madres y les pasará a nuestras hijas. Porque ninguna fémina, ni grande ni
chica, ni gorda ni flaca, ni buena ni mala, está exenta de la tragedia griega que significa enamorarse de un vago.
Se preguntarán ustedes, mis
queridas, cómo termina una mujer medianamente inteligente enredada con un
indolente sin remedio. Facilísimo: hartas de los caballeros ocupados que no
tienen tiempo para llamados telefónicos edulcorados y kilométricos, eternas
horas de chat y románticas citas a las diez de la mañana, muchas damas se
encandilan con estos sátrapas que les endulzan la oreja y les tienen la vela
todo el día con el único y vil propósito de asaltar sus heladeras y enquistarse
en sus colchones.
Con el fin de que mis gratas
lectoras no caigan en la trampa de estos señores inescrupulosos y terminen manteniendo vagos, he elaborado una pequeña lista con los
tipos de zángano más comunes, cosa de que, si se llegan
a cruzar con alguno, pongan, sin dudarlo, pies
en polvorosa. Porque ya lo dijo José Hernández en su “Martín Fierro”: “…la miseria, en su afán de
perseguir de mil modos, llama en la puerta de todos y entra en la del haragán.” Y las mujeres tenemos que procurar
de cualquier modo que esa puerta no
sea la nuestra.
5 TIPOS DE VAGO CON LOS QUE
UNA DAMA PUEDE CRUZARSE EN SU DIARIO Y SACRIFICADO TRAJINAR
-EL ARTISTA: Lejos de mí afirmar que los artistas son vagos. Ni siquiera osaría
insinuarlo. Un enunciado así atentaría contra mi naturaleza: siempre sostuve
que la hormiga era una hija de puta egoísta y que la cigarra debía ser
subsidiada por el Estado. Pero aclaremos los tantos: para ser artista no basta con evitar enjabonarse los
tobillos, ir por la vida en una nube
de porro y saber dos o tres
acordes de guitarra para destrozar “Rasguña las piedras” cada vez que se
presenta la ocasión. Ser artista implica un compromiso y una dedicación
que muchos señores que juran ser la reencarnación de Jimi Hendrix no tienen ni
tendrán jamás. ¿Se imaginan a Ronnie James Dio tomando mate y rascándose los
piojos en un espacio tomado por trabajadores de la cultura? No,
claro.
-EL QUE NO GUSTA TRABAJAR
BAJO PATRÓN: Cada vez que un hombre dice
que no le gusta trabajar bajo patrón yo, con la hijaputez que me
caracteriza, pienso que el bajo
patrón está de más. A ese
hombre no le gusta trabajar. Y punto. Se embarcará en cientos
de empresas sospechosas que fracasarán rotundamente. Invertirá dinero propio y
ajeno (nuestro, en el peor de los casos) en negocios condenados al naufragio. Y
siempre estará esperando que le paguemos la Coca.
-EL MILITANTE: ¿Qué puede esperar una dama de un hombre que un
día laborable a las diez de la mañana está con una banderita en la puerta de la
embajada de Yibuti exigiéndole al imperialismo que deje de robarle la lluvia a un
país que ni siquiera saber ubicar en el mapa de África? ¿O en un estadio
celebrando -también con una banderita, por supuesto- al político corrupto de
turno? Nada, mis queridas, nada. El militante usa sus altos ideales políticos, su
sed de justicia social o su adhesión incondicional al proyecto nacional y popular para no laburar.
-EL QUE SIEMPRE ESTÁ
ENFERMO: Que un pibe simule un dolor
de barriga o se ponga un secante en el zapato para que le suba la
fiebre con el fin de faltar a la escuela, más que enojarnos nos provoca
ternura. Que lo haga un inútil de treinta años que pretende zafar del taller o
la oficina es una calamidad. El señor que
siempre está enfermo no está
enfermo un carajo. Es un vago sin cura que le escapa a sus obligaciones
amparándose en un termómetro y un paquete de pañuelos descartables.
-EL EXPLOTADO: El caballero explotado es aquel que no dura más de tres meses en
ningún empleo, porque tiene tanta, pero tanta mala suerte, que siempre termina
trabajando (o haciendo que
trabaja) en lugares regenteados por capitalistas feroces que abusan de él
de todas las formas imaginables y le arranca la plusvalía a tiras.
Hasta aquí, caras mías, los cinco tipos de vago más comunes con los que pueden toparse en
su diario y sacrificado trajinar. Seguramente habrá algunos más, pero mi
experiencia en el tema no es tanta: casi siempre tuve la viveza de enredarme
con señores responsables que me pagaron todos los vicios. Hombres sarmientinos que, aún cuasi muertos, partieron
cada mañana a cumplir con sus obligaciones, dejándome a mí felizmente sumida en el sueño de los justos. Y cuando no fue así, mis
relaciones fueron más bien fugaces. Porque para vaga y malentretenida ya estoy
yo.
Buenos días.
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