SANTOS CELOS
“Ligerezas como el aire son
para el celoso fuertes confirmaciones, como un testimonio de las sagradas
escrituras.”
William Shakespeare
Hace
algún tiempo, víctima de la inspiración o del aburrimiento, me embarqué en la
feliz tarea de poetizar todas mis relaciones amorosas, sin importar cuáles
fueran las características de las mismas (chichoneos, noviazgos, amantazgos,
concubinatos, etc.). Las malas lenguas sostienen que fue una tarea ciclópea pero
nada que ver: en una semanita, más o menos, el asunto estuvo finiquitado. El
primer poema de la saga estuvo dedicado a un romance fugaz que tuve en 1981,
cuando contaba con candorosos trece años y jugué a ser la novia de
un compañerito de escuela. La relación duró sólo tres semanas, tiempo
suficiente, sin embargo, para concretar románticas caminatas otoñales desde la
escuela a la parada del bondi e ir al cine a ver “El gran dictador” de
Chaplin (sin el final, porque ante la inminente culminación de la cita, ya que
el permiso para la misma extinguía a las 6 de la tarde, fingí un dolor de
estómago para poder salir del cine a tiempo). En esta relación cuasi
platónica no hubo ni besos ni ningún otro tipo de acercamiento físico,
así que el poema resultante de la misma fue absolutamente diáfano y de una
inocencia descollante. Emocionada por el recuerdo, no tuve mejor idea que
remitirle el escrito al protagonista masculino de la historia, imaginando que
la evocación de un tiempo tan límpido iba a resultarle tan grata como a mí y
dando por sentado que un poema tan cándido no podía ofender a nadie. Craso
error: el involucrado en el romance ochentoso reaccionó ante mi obra de manera
feroz (imagino yo, azuzado por una esposa o concubina celosa hasta el tuétano)
y estampó en mi muro de Facebook una serie de improperios e
imputaciones, culpándome por provocar desavenencias en su pareja y
tratándome de desubicada, swinger y otras ternezas (ignorando,
por supuesto, que los swingers me parecen de lo más insulsos y
que lo mío es la clandestinidad). El estupor ante la violenta
diatriba dirigida a mi persona no me permitió ningún tipo de reacción. Los que
si reaccionaron fueron mis amigos de Facebook, que se burlaron
del señor ofendido de manera escandalosa, acusándolo de tener el coeficiente
mental de Bob Esponja y la sensibilidad del Carnicero
de Milwaukee, además de ser un pollerudo inmundo. Tanto verdugueo
logró que mi amor de la adolescencia huyera despavorido del Face y
que mi poema fuera conocido, entre vecinos y familiares, como el que puso
de los pelos al pavote de Martín.
De esta
anécdota más bien intrascendente se desprenden dos verdades irrefutables:
A) La
gente envejece pero no cambia. El que fue un nabo a los trece años (por algo la
relación duró sólo tres semanas) a los cuarenta será, sin ninguna duda, una
hortaliza de mayor envergadura.
B) Los
celos son una emoción tan malsana que hace que los celosos (y,
en casos como éste, los celados) tengan conductas psicopáticas.
De esta
dos premisas, es la segunda la que vuestra servidora desarrollará en este
opúsculo esclarecedor, que disertará, por supuesto, sobre los celos femeninos.
A ver si con toda esta cháchara nos ubicamos un poquito.
Los celos son,
según la Wikipedia, una respuesta emocional compleja
y perturbadora, que surge cuando una persona percibe una amenaza
hacia algo que considera como propio. Hablando en criollo, son
la sospecha insoportable (casi siempre sin fundamentos) de que la persona que
amamos está a punto de cambiarnos por otra más joven, más linda,
más flaca o menos hincha pelotas. No tienen absolutamente nada que ver con el
amor: son una muestra patética de baja autoestima y locura galopante. Que
molesta y nos molesta. Que hace sufrir al pobre Cristo al que celamos y nos
hace sufrir a nosotras. Y que, en el peor de los casos, empuja a nuestra media
naranja a los brazos de cualquier advenediza: si lo van a volver loco, que sea
con motivos, razona cualquier masculino acosado. Y lo bien que hace.
TIPOS DE CELOS
En su
libro "¿Por qué cuernos me engañaste? Todo lo que hay que saber
sobre la infidelidad", Ana Von Rebeur habla de diez tipos de celos
diferentes. Hete aquí la lista elaborada por la escritora:
1) CELOS POR ATENCIÓN: Este tipo de celos aparece cuando la celosa siente que su pareja
no le presta suficiente atención. Su inseguridad (la
insoportable inseguridad de todos los celosos del mundo) hace
que dependa enfermizamente de lo que los otros (especialmente el objeto de sus
desvelos amorosos) opinen de su persona. Pretende que su partenaire esté todo
el tiempo pendiente de lo que hace y que la estimule con sonrisas, gestos
amorosos y oportunos elogios. La celosa asume frente al celado la incómoda
posición de una foca amaestrada a la que hay que tirarle un pescadito cada
tanto para que sepa que está haciendo las cosas bien y que sus esfuerzos son
correctamente recompensados. Feo, feo.
2) CELOS POR BAJA AUTOESTIMA: Vuestra segura servidora opina que todos los celos tienen como
base una baja autoestima, pero parece que unos responden a autoestimas más
reducidas que otros. Cuando la celosa se siente poca cosa imagina que el celado
se cruzará en cualquier momento con una persona fabulosa que lo hará tomar
conciencia del mamarracho de pareja que tiene. Cierto es que las relaciones
humanas son dinámicas y que el mundo todo está lleno de potenciales rivales que
pueden arrebatarnos al señor que supimos conseguir, pero, si no queremos que
eso suceda, lo peor que podemos hacer es informar al susodicho de la pobrísima
opinión que tenemos sobre nuestra persona. Ya lo dijo la filósofa Mirtha
Legrand: “Como te ven te tratan. Y si te ven mal, te maltratan.” Dicen
quienes quieren tranquilizar a las mujeres enceladas que habrá rivales, sí,
pero ninguna será Liv Tyler. Digo yo, que busco que esas mujeres enceladas
reaccionen de una puta vez y se dejen de joder: “¿Y si es Liv Tyler
QUÉ? ¿Acaso ella es capaz de escribir un poema que arme el quilombo que armó el
mío? Naaaaaa.”
3) CELOS POR NECESIDAD DE CONTROL: Cualquier celosa que se precie ve la independencia de su pareja
como una amenaza latente. Imagina que esa independencia es un excelente caldo
de cultivo para la perfidia y la traición. Por eso necesita tener control
absoluto sobre los movimientos de su media naranja. Saber a qué hora sale, a
qué hora entra, de dónde sale y a dónde entra. Estas féminas insoportables han
visto azuzado su comportamiento malsano por los avances tecnológicos: el
maldito celular es un arma de vigilancia absoluta. Permite que la celosa
controladora atosigue a su pareja pidiendo horarios, ubicaciones y
comportamientos. Otro artilugio taimado de control es la calcomanía con la
muchas ornamentan la retaguardia de los automóviles de sus sufridas
parejas: papá, mamá, dos nenes, el perro, el gato y la tortuga. Cosa
de que quede bien clarito que la persona sentada al volante está comprometida.
4) CELOS POR REGRESIÓN: La celosa, segura de
que no vale dos mangos, se “pega” a su pareja, asumiendo que
no podría existir sin su apoyo. Se convierte en una niñita dependiente, pone su
felicidad y su estabilidad emocional en las manos del otro, lo inviste de
autoridad, transformándolo en un sucedáneo de mamá o papá, que tiene la
potestad de mandarla a un rincón en penitencia, dejarla sin postre o prohibirle
ver su programa de TV favorito. La celosa actúa como si tuviera cinco años y
pretende que el celado la contenga y se haga cargo de sus frustraciones e
inseguridades. Tarea que ninguna persona que se embarca en un romance debe
asumir.
5) CELOS PORQUE A LA CELOSA “LE FALTA ALGO”: Hay celosas que sienten que sus parejas no colman sus necesidades
(que son, por supuesto, excesivas). Sienten, además, que los otros poseen cosas
que ellas no tienen ni tendrán nunca. Esta insatisfacción y la fantasía de que
el otro es colmado en sus expectativas y lo tiene todo son el sustrato ideal
para que los celos se arraiguen.
6) CELOS POR PROYECCIÓN: La proyección es
el mecanismo psicológico a través el cual ponemos en el otro los sentimientos
que no queremos reconocer como propios. Como diría mi profesor de
Biología de 1º año: “La Vacca de Provenza como las hace las piensa.” O,
más sencillamente, el ladrón juzga por su condición. Una celosa
proyectiva es, en el mejor de los casos, una infiel en potencia. Y, en el peor,
una infiel consumada. Como ella fantasea con otro tiene la certeza de que su
hombre también lo hace. Y lo acusa constantemente de conductas que le son
propias.
7) CELOS POR POSESIVIDAD: Las
señoras posesivas pretenden disponer de los actos y los sentimientos de sus
hombres como si estos fueran simples objetos de su pertenencia. Necesitan
poseerlos y, si notan que sus pretensiones naufragan, son capaces de destruir a
su amado porque, si no es de ellas, no será de nadie.
8) CELOS POR FALTA DE AMOR: Dicen que la diferencia entre la envidia (otra emoción de lo más
dañina) y los celos es que, cuando envidiamos, deseamos de la peor manera algo
que no tenemos y, cuando celamos, tememos perder algo que consideramos
nuestro. La falta de amor (casi siempre imaginaria) hace que la
celosa sienta que la pérdida de su compañero sea inminente. La celosa se
convierte en una criatura desprotegida que depende de su pareja para vivir pero
que no tendría ningún empacho en destruirla por no estar ahí cuando la necesita
con urgencia. Como la celosa mide los comportamientos ajenos con su retorcida
vara, cree que la confianza que su pareja deposita en ella es falta de interés.
Y, la falta de interés es vivenciada como falta de amor. Todos escuchamos
alguna vez a una pavota diciendo con cara de circunstancia adversa: “Si
no me cela un poquito, no me quiere.”
9) CELOS POR IDEALIZACIÓN: Es una
verdad irrefutable que el enamoramiento trae aparejada una idealización
desmesurada del objeto de nuestro desvelo, que se va desvaneciendo con el paso
del tiempo para dar paso a una valoración más real de nuestra pareja que nos
aleja de las figuritas de Sarah Kay pero nos acerca a una forma de amor más
sana y madura. La señoras acomplejadas, con una lamentable opinión de su
persona, no pueden sustraerse a esta idealización y viven celosas, imaginando
que cualquiera puede ofrecerle a su pareja algo más que lo que ellas le ofrecen
y que esa pareja merece el algo más. Sucede también que la envidia
hace que la idealización sea extensiva a todas las posibles rivales, a las que
la celosa verá como pérfidas Angelinas, aún cuando las mismas sean parientas
lejanas de la bruja Cachavacha.
10) CELOS DELIRANTES: Los celos delirantes son
los más infundados de todos y acaban con los cuernos por prevención, que
son los que una le mete a su pareja sospechando que, tarde o temprano, la misma
será infiel y adelantándose a esta temida catástrofe.
Más allá
de la lista de tipos de celos que nos ofrece Ana Von Rebeur, existe otra
clasificación, la realizada por psiquiatras, psicólogos y especialistas en el
tema:
1) CELOS PATOLÓGICOS: Los celos patológicos son
celos totalmente infundados. Son un rasgo permanente en ciertas
féminas enloquecidas que han celado, celan y celarán a todos los hombres con
los que compartieron, comparten y compartirán colchón a lo largo de su
historia. Poseen un alto grado de insatisfacción y posesividad.
Quienes los experimentan son inseguros y temen no poder adaptarse a cualquier
cambio que se produzca en sus vidas.
La celosa
patológica busca controlar a su pareja y digitar su forma de sentir, pensar y
actuar. Vive insatisfecha y no hay prueba de amor que la colme y la deje
tranquila, aunque sea por un ratito. Adhiere a la loca idea de que cuanto más
se sufre más se ama y no tiene problema en sufrir como una parturienta
imaginando las mil y una formas en las que su amorcito le colgará la
galleta. Nunca se siente suficientemente amada ni aceptada y, dada la violencia
emocional que los celos aportan a las relaciones de pareja, es incapaz de crear
un vínculo amoroso real.
2) CELOS REACTIVOS: Los celos reactivos son los
que se sufren en una relación específica y responden, generalmente, a
infidelidades pasadas que no han podido superarse o a la falta de compromiso de
uno de los integrantes de la pareja, que genera en el otro miedos e
inseguridades.
Es muy
común la existencia de romances en las que uno de los dos tórtolos está
emocionalmente más implicado que el otro en la relación. En esos casos,
conductas concretas como no presentar a la pareja con la familia y los amigos o
no comunicarle, por ejemplo, los horarios que se manejan en el trabajo, generan
que la celosa desconfíe de su partenaire.
3) CELOS OCASIONALES: Se dan, sobre todo,
cuando una pareja está aún en proceso de consolidación. Aparecen, también,
cuando se experimentan cambios de escuela, de trabajo o de ciudad. Son
momentáneos y, a la larga, no afectan la estabilidad y la confianza de la
relación.
Para concluir esta nota esclarecedora citaré, a continuación, algunos de los tipos de celosas que pululan por ahí, a saber:
1) CELOSA INTROVERTIDA: Es aquella que, ante
la mínima sospecha (fundamentada o no) de que su media naranja le es infiel se
repliega en sí misma. No habla, no se queja, no reclama, pero va por la vida
con una cara de traste apoteósica. Es la típica mujer que ha
comprado la concepción de la vida judeocristiana y siente que cuanto más se
sufre más se ama. Y si se sufre en silencio, tanto mejor.
2) CELOSA VENGATIVA: Mujercita de temer si las
hay, la celosa vengativa enloquece ante probables o improbables infidelidades y
es capaz de acogotar a su pareja o envenenarle la comida si la agarra en un
renuncio. Su virulencia se hace extensiva, muchas veces, a la mujer que imagina
retozando con su novio o marido y no tiene problemas en repartir golpes,
tirones de pelo y arañazos varios. Formas más sutiles de venganza son, en
algunos casos, los cuernos por reacción (engañar al engañador)
o los ya citados cuernos por prevención (tipo “y la
redoblona de amurarme el uno, ¡justo el treinta y uno se la fui a cortar!”)
3) CELOSA ESCANDALOSA: Es aquella incapaz de
controlar sus reacciones y arma tremendos quilombos sin importarle en lo más
mínimo quiénes están presentes cuando explota. La que grita en la calle, le da
una cachetada a su amado en una fiesta o espera a su posible rival a la salida
del trabajo para zamarrearla y llenarla de acusaciones.
4) CELOSA POBRECITA: Es la señora o
señorita a la que le gusta ir por la vida dando lástima. Sus reclamos al celado
van acompañados de lágrimas, suspiros, hipados y amenazas de suicidio.
Hasta
aquí, mis queridas, todo lo que tengo que decir acerca de los celos. Agradezcan
al pollerudismo de Martín y a la paranoia de su esposa o concubina que me haya
ocupado hoy de este tema tan trascendente. A las celosas les recomiendo
quererse un poquito más y dejarse de tanto boludeo: ni el llanto, ni los
gritos, ni el control excesivo harán que un hombre permanezca a nuestro lado si
su voluntad es partir en pos de un culo más bonito. Así que bajen un cambio. A
los celados les recomiendo no dejarse avasallar por una pareja delirante que ve
amenazas donde no las hay y pretende convertirlos en objetos de su posesión. Y
a todas ustedes, caras lectoras, que no se dejen ganar por emociones negativas
que las harán absolutamente infelices. Ya lo dijo el pensador inglés Jeremy
Bentham: “La envidia y los celos no son vicios ni virtudes, sino
penas.”
Buenas tardes.
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