CASADAS HACE
MIL: ¿QUÉ HACEMOS CON SAN VALENTÍN?
"La vida es una
larga preparación para algo que nunca ocurre."
W.B. Yeats.
Llega San
Valentín y,
como todos los años, revistas y sitios webs femeninos se convierten en una
azucarada pasarela donde desfilan bombones, besos de película y corpiños colorados.
Hay cientos de notas dedicadas a la celebración del Día de los Enamorados, que nos dicen cómo
vestirnos el 14 de febrero, qué regalar, qué comer y qué películas ver, y
montones de test para descubrir si
el señor con el que compartimos colchón (a veces a regañadientes) es, en
realidad, el
amor de nuestras vidas. También hay, por supuesto, notas que apoyan,
contienen y aconsejan a la pobre mina que está soltera en San Valentín, cosa que me parece muy
bien, pero debo decir que nadie, absolutamente
nadie, se
acuerda de otra mina más
pobre todavía (porque seguro es mucho más gorda y mucho más
vieja): la que está casada
en San Valentín. Y no casada hace uno o dos añitos y todavía
tiene ganas de encender una velita o calzarse una tanga roja. Casada hace mil. Y es espectadora
de esta empalagosa celebración con una mezcla dramática de envidia y asquito.
Para ella, para la pobre casada que
sabe que todo este asunto del Día de los Enamorados es una
reverenda pelotudez pero no puede dejar de sentir un dejo de desolación cuando,
haciendo zapping, recala en el canal donde Ryan Gosling apretuja con
frenesí a Rachel McAdams, va este subversivo opúsculo que recrea una nota
aparecida en el sitio web del diario El País en febrero de
2016 y se intitula “Aparta, Cupido: celebremos el anti San Valentín”. Porque
la cosa no se trata de dejar de celebrar: se trata de llevarle la
contra a la mayoría. Como siempre.
TIPS PARA CELEBRAR EL ANTI SAN VALENTÍN
-Sacar afuera tu yo sorprendente
En
E.E. U.U., el país donde el Día de los Enamorados se celebra
con más ímpetu, se festeja también, hace ya más de una década, un San
Valentín alternativo bautizado como Quirkyalone Day. Algo
así como el Día del Solitario Estrafalario, que no propone
celebrar la fecha en soledad, sino abrir nuestra mente a la sorpresa.
No importa si somos solteras, casadas o el amor de nuestra vida es
nuestro perro. Lo que busca este festejo es una alternativa en
positivo para celebrar el romanticismo, la libertad y la individualidad,
que resulte, además, un buen antídoto a la versión marketiniana que nos venden de San
Valentín. Las ideas que proponen son fáciles en concepto y ejecución,
aunque a mí no me convencen demasiado, porque las encuentro poco festivas,
insuficientemente estrafalarias y nada sediciosas: salir a pasear por una zona
de nuestra ciudad que aún no conozcamos (premisa maravillosa si una vive en
París pero irrealizable si vegeta en Avellaneda, porque el único lugar de
Avellaneda que no conocemos es Villa Sapito y la verdad que
muchas ganas de ir no tenemos), probar a dejarnos el celular en casa (cosa que
una hace todo el tiempo, sin necesidad de portar talante festivalero), preparar una
receta que aún no hayamos probado (o sea, cocinar, actividad que llevamos a
cabo durante todo el puto año), cambiar los muebles de sitio (boring) o
incluso organizar una fiesta adulta de pijamas (¿cuánta gente lo
suficientemente ridícula conocemos como para engancharse en ésta?).
Dicen los celebradores del Quirkyalone Day que
el efecto terapéutico de las actividades previamente enumeradas es
inmediato. Permítanme dudar de su palabra y presentar mi propia lista de
propuestas para que las casadas hace mil podamos sacar
afuera nuestro yo sorprendente:
-Salir a pasear por una zona de nuestra ciudad que sí
conocemos y donde casualmente viven los vecinos que suelen
traer a sus mascotas a defecar a nuestra sufrida vereda.
Llevar a nuestros animalitos para pagarles con la misma inmunda moneda o, en su
defecto, hacernos de una buena provisión de yerba usada, cáscaras de banana y
otras porquerías por el estilo para decorar amorosamente y con espíritu
festivo el frente de sus casas.
-Darnos el gusto de una vez por todas y estrellar el
celular contra la pared que nos resulte conveniente. Basta de llamadas de
números desconocidos ofreciéndonos cosas que no queremos y de
grupos de WhatsApp compuestos por gente que no tiene nada que
hacer y manda boludeces a las tres de la mañana.
-No cocinar. ¿Quieren comer? Vayan a la fonda,
como diría mi abuela.
-Dejar que los muebles donde están. Y si juntan polvo,
mejor.
-No organizar fiesta alguna. No necesitamos juntarnos
con un puñado de adultos tan desengañados como nosotras.
-Conseguir una botella de algo. O
dos.
-Enviar purpurina por venganza a un ex
Este movimiento causa furor en el extranjero y
consiste en enviar a nuestro ex un sobre con millones de
partículas en su interior de ese polvo finísimo y brillante, tan difícil de
limpiar. Parece que esta es la mejor manera de salpicar con nuestro
odio a los imbéciles que nos abandonaron o nos metieron los cuernos. Aunque
ustedes no lo crean, hay una página web (Ship Your
Enemies Glitter) que por la módica suma de 10 dólares se
ofrece a realizar el trámite.
Nosotras, las casadas hace mil, sabemos
muy bien que nuestros ex no son nuestros enemigos. Han tenido el decoro de
desaparecer de nuestras vidas antes de convertirse en maridos, y
eso se agradece. Nuestro verdadero enemigo está en casa y no hay purpurina que
alcance para hacerlo pagar por todos estos años de tribulación y bostezos.
Además, el guacho no vale los 10 dólares ni ahí.
-Sumarse al movimiento anti San Valentín
Hay varios grupos en Facebook que
incitan a una rebelión masiva contra Cupido y su
estúpido Día de los Enamorados (como Cupid Sucks o Anti San Valentín). A través de ellos
podemos informarnos de las actividades anti San Valentín que
se organicen en localidades aledañas a la nuestra. Según la nota de El
País, acercarse a estos grupos sólo ofrece ventajas: entre los anti San Valentín puede surgir algún baboso que
le ponga likes consuetudinarios a nuestros gift y memes y,
por obra y gracia del amor y a costillas nuestras, se convierta en un pro
San Valentín.
También podemos elegir ostentar nuestro orgullo antiamor celebrando
el 13 de febrero el Día del Soltero. Este agasajo empezó como una iniciativa para
encontrar pareja y derivó en una reivindicación de la soltería, estado civil
que muchos juzgan ideal. La comunidad online que organiza planes para este día es cada vez más nutrida: para sumarse a ella
basta con poner en el buscador de Facebook Día del
Soltero.
A las casadas hace mil, estas
comunidades anti San Valentín no nos sirven, por una
sencillísima razón: sus integrantes son damas y caballeros sub 30 o a lo sumo
sub 35, en general desengañados por un romance que no llegó a buen
puerto pero con la secretísima ilusión de volver a estar en pareja, no importa
cuántos memes o gift insurgentes posteen.
Nosotras somos mucho más viejas que ellos y estamos hartas en serio. No
tenemos ni la energía ni la fuerza de voluntad para deshacernos del masculino
que supimos conseguir, pero si el destino se encargara por nosotras de este
engorroso menester, no querríamos volver a ver a un hombre ni en
figuritas. El que se quema con leche, ve una vaca y llora. Y quemarse
con leche es algo mucho más serio que divorciarse después
de dos escasos años de matrimonio o soportar que un pavote sin agallas nos
abandone por WhatsApp. Mucho más serio.
-Organizar un cinefórum para ver "My Bloody
Valentine”
Reunirnos con otra gente que reniega del Día de los Enamorados a
ver “My Bloody Valentine” ("Sangriento San
Valentín", George Mihalka, 1981) o cualquier
otra película que sirva como antídoto a las reposiciones de comedias románticas
con las que nos bombardean el 14 de febrero es una buena opción. Según El
País, la idea es convocar a parejas, solteros, amigos y vecinos a ver
cine que defenestre a San Valentín y organizar un coloquio
posterior para explayarnos sobre la película con el mismo rigor con el que
hablaríamos del cine de John Ford. Además de “My Bloody Valentine” sirven
para esta graciosa actividad filmes como “X-Ray” (“Rayos
X”, Boaz Davidson, 1981), “Valentine” (“Un
San Valentín de muerte”, Jamie Blanks, 2001), “The
Loved Ones” (“Seres queridos”, Sean Byrne, 2009)
y “A Horrible Way to Die” (“Una manera horrible de morir”, Adam
Wingard, 2010), aunque yo recomiendo la remake de “My
Bloody Valentine” del año 2009 (Patrick Lussier) porque al finalizar
la película podemos debatir horas y horas acerca de lo lindo que es Jensen
Ackles (y, sí: estamos hartas pero ciegas no somos).
-Si nada de esto funciona, tomarnos el palo
Irse a la miércoles es siempre una buena elección en
fechas estresantes como San Valentín, Pascuas, Navidad, etc. El
País nos aconseja evitar los epicentros del amor como París, Venecia o
Londres (si tuviéramos la posibilidad de viajar a París, Venecia o Londres no
estaríamos quejándonos de la vida en un blog que no lee nadie) y sorprendernos
visitando ciudades fuera de las rutas preestablecidas para el Día de
los Enamorados. Para las solteras, las tres ciudades con mayor
garantía de éxito son, según un informe de The ASW Globalist, Shanghai,
Estocolmo y Melbourne. Para los solteros, según The Richest,
Río de Janeiro, Miami y Bangkok. Según la BBC, las cinco ciudades estrella
para conseguir palenque ande ir a rascarse son Buenos
Aires, Austin, Copenhague, Montreal y Ciudad del Cabo.
Las casadas
hace mil ya
tenemos palenque. Lo que queremos es huir. Mandarnos a mudar a un lugar donde jamás puedan encontrarnos. Yo estoy entre Ittoqqortoormiit
(Groenlandia) y Adamstown (Islas Pitcairn).
Hasta aquí, mis queridas, la recreación de la nota
anti San Valentín publicada el sitio web del diario El País. Bonita nota de la que se deduce
que el 75 % de los anti San Valentín están
desesperados por dejar de serlo. El otro 25 % somos nosotras.
Me despido de ustedes con una frase del financista, filántropo y asesor
político estadounidense Bernard Baruch,
aplicable a la elección de marido, presidente o pareja para jugar al truco: “Confía en el hombre que prometa menos; será el
que menos decepcione.”
Buenas tardes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario