CÓMO EVITAR LA ANGUSTIA Y EL ESTRÉS QUE PROVOCAN LAS
FIESTAS
“Al empezar el año todo es esperanza. Al terminarlo
todo se ha hecho experiencia.”
Mamerto Menapace
Gracias a Dios, el año 2016, sindicado como pésimo por
casi todo el mundo, llega a su fin. Y, como cada vez que un año
bueno o malo expira, aparecen los replanteos: ¿cómo seguir avanzando?,
¿hemos cumplido con los objetivos que nos habíamos propuesto en los albores de
enero? Responder estas sencillas preguntas nos sume, la mayoría de las veces,
en un pantano de desesperación: rara vez alcanzamos las metas pretendidas y
casi nunca sabemos cómo seguir avanzando y, muchísimo menos, hacia dónde
corno vamos. Para evitar el desánimo y el desespero que suelen ahogarnos en
estas fechas, la revista “Pronto”, edición digital, nos ofrece
una serie de tips aportados por Bernardo Stamateas,
terapeuta familiar, licenciado en psicología, sexólogo clínico y autor de
varios best sellers de autoayuda, intitulada “¡Socorro, fin de año! ¿Cómo evitar la angustia y el estrés
que provocan las fiestas?”
Stamateas arranca explicando que los cierres no
tienen por qué mortificarnos y que, muy por el contrario, deberíamos tomarlos
como una oportunidad para reponer energías e ir por aquello que aún no pudimos
concretar. Para ayudarnos en esta tarea ciclópea, los tips:
- “Las fiestas deben estar basadas en el placer y
no en el deber, es decir, son para encontrarnos sólo con aquellas personas que
tenemos ganas de ver. Generalmente en las fiestas se impone el deber y
terminan convirtiéndose en una gran simulación que termina provocando
angustia.” Es una perogrullada, sí, pero no está mal
repetirla todas las veces que podamos: LAS FIESTAS DEBEN ESTAR
BASADAS EN EL PLACER NO EN EL DEBER. Es absolutamente nocivo, amén de
antinatural, juntarnos a despedir el año con gente que detestamos. Incluso si
esa gente pertenece a nuestra familia, política o no. Asumamos de
una vez por todas que no somos los Ingalls. Ni siquiera somos los
locos Addams. Nuestras familias no son idílicas. Tenemos parientes
bastante chotos. No los invitemos ni aceptemos sus convites. Protejámonos.
-“No filosofar ni debatir sobre temas profundos. Es
una fiesta para divertirse, para cerrar una etapa y ponerle fin al año, lo
ideal es que las conversaciones sean amenas.” Es de público
conocimiento que, para tener las fiestas en paz, hay que evitar
hablar de temas controversiales. Olvídense de los choriplaneros y
los globoludos. Olvídense de River vs. Boca y
del Papa Paco. Nada de reproches o agravios. No a los
discursos rimbombantes, las arengas políticas y los sermones
estúpidos. Fuera las lamentaciones y las quejas, las historias de peloteras pasadas
y los recuerdos tristes. Eviten caer en la tentación de criticar a los miembros
de la familia que no están presentes (es difícil, ya sé, pero hagan el
esfuerzo).
- “No forzar los vínculos: si a lo largo del año
no vi a mi tío, por ejemplo, no trato de reencontrarme con él justo ahora.” Las celebraciones de
fin de año no son buen momento para reencontrarse con nadie. Si durante un año
no mantuvimos contacto con algún pariente por algo será.
- “Algunas personas se
bajonean por los que ya no están. Una buena alternativa es separar un
momento del brindis para recordarlos y permitirse ahí la libre expresión de
emociones: ya sean las lágrimas o la nostalgia. El dolor es parte de la vida y
no hay que reprimirlo. La felicidad no se consigue negando los momentos de
tristeza.” Sabio consejo del Licenciado Stamateas: si bien la queja
deportiva está terminantemente prohibida en la cena de Nochevieja, es
natural que alguno de los comensales se sienta triste o melancólico evocando a
alguien que ya no está. Si somos nosotros, tratemos de que nuestras emociones
no arrastren a los demás al
desconsuelo. Si es algún otro, seamos empáticos con esa persona.
-“Muchos
tapan el vacío con la pseudo felicidad. Emborracharse es un ejemplo de esto,
nos da euforia, no felicidad. Se tiene que dejar a cada uno sentir el
nivel de felicidad que tenga y pueda.” Ser
feliz es siempre un privilegio y jamás una obligación. Aturdirnos y aturdir a
los demás no nos hará más felices. Muchísimo menos emborracharnos y terminar
dando lástima o generando peleas y conflictos. Brindemos decorosamente.
- “Otro
tema es el de los balances. Ellos sirven si me ayudan a ver lo que tengo por
hacer sin pararse en lo negativo. En lugar de decir 'no logré esto, no logré
aquello', me tengo que plantear: 'no obtuve esto pero sí eso y aquello'. Además
no hay un único balance sino muchos, porque en la vida uno tiene muchísimas
metas de corto, mediano y largo plazo. Siempre hay que salvarlos. Ver los
logros independientemente de las faltas.” Personalmente opino que los balances están
de más. A mí jamás me dio bien un balance: ni a los quince, cuando me
obligaban a hacerlos en la mítica Escuela Nacional de
Comercio Nº1 de Avellaneda, ni a los treinta, cuando todavía tenía un
fisiquito decoroso, ni ahora. Olvídense de los balances. Los únicos números
rojos que nos interesan son los que canta Sabina.
Hasta
aquí, amables lectores, los consejos que la revista “Pronto” y Bernardo
Stamateas nos acercan generosamente para que este 31 de diciembre aflojemos con
el drama. Me despido de ustedes con el maravilloso poema que Julio Cortázar
escribió el 31 de diciembre de 1951:
HAPPY
NEW YEAR
Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.
¡Feliz Año Nuevo para todos!
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