MISTERIOSA BUENOS AIRES VI
"Mi ciudad, sus casas, el cementerio de la Recoleta... Sobre todo esto está cimentada mi vida y mi obra. Por Buenos Aires y para Buenos Aires escribo mis memorias.
Silvina Bullrich
Aquí
estoy, amables lectores, para ofrecerles una nueva entrega de la
saga “Misteriosa Buenos Aires”. Sigamos asombrándonos con esta maravillosa
ciudad, felizmente nuestra.
-David Alleno (Junín 1760, Recoleta)
Cuenta
la leyenda que David Alleno era uno de los humildes cuidadores
del Cementerio de la Recoleta que vivió entre el final del
siglo XIX y el principio del siglo XX. Alleno padecía una obsesión:
ser enterrado en el cementerio que cuidaba, lo que, en ese momento, era una
tarea casi imposible, ya que sólo tenían acceso a ese camposanto quienes podían
pagar allí un costoso lote.
Alleno resolvió afrontar un sinnúmero de
privaciones para conseguir el dinero necesario y poder adquirir un espacio en
la Recoleta. Cuando logró, se decidió a construir su tumba,
situación que presentaba otra enorme dificultad, ya que debía pagar por los
servicios de un arquitecto y de los constructores, lo que representaba, esta
vez sí, un gasto imposible. Además, los códigos de construcción en el
cementerio eran muy estrictos, para que todas las tumbas poseyeran una estética
similar y la línea arquitectónica del lugar no sufriese cambios bruscos. El hombre
tomó una decisión arriesgada: como era un hábil constructor, decidió levantar
él mismo la tumba. La obra le llevó largo tiempo. Con sus últimos ahorros viajó
a Génova, donde encargó un costoso altorrelieve que lo representaba, que hizo
transportar a Buenos Aires en un lento viaje en barco.
Cuando
todo estuvo listo, Alleno parecía estar orgulloso de su tumba,
pero con el paso de los meses otra extraña obsesión se adueñó de él: la obra
parecía no conformarlo. Decidió emprender por su cuenta reformas aquí y allá,
detalles en las esquinas, en los bordes, en los ángulos. No hubo día en el que
sus compañeros cuidadores no lo encontraran meditando sobre necesarios cambios
y llevándolos a cabo. Cada vez se mostraba más lejano y taciturno. Una tarde
sus compañeros lo buscaron por todas partes y lo encontraron, al fin, frente a
su tumba, muerto. Se había suicidado ingiriendo veneno.
Los
descendientes de Alleno dicen que su hermano, Juan, fue
quien compró la bóveda en la Recoleta para que descansara allí su madre, fallecida
en 1889. Y que fue el hermano menor de ambos, Rómulo José, quien
mandó a hacer primero el busto de Juan y luego la estatua
de David con sus enseres de limpieza. Según ellos, luego de
que Juan muriera, David lo heredó y se dedicó
a viajar.
El
acta de defunción de David Alleno dice que falleció
de “traumatismo y contusión cerebral”, es decir, un fuerte
golpe en la cabeza.
En
la Recoleta cuentan que el
tranquilo fantasma de David Alleno puede verse y
oírse hoy en el cementerio: suele aparecer frente a su
tumba, examinando la construcción. Algunas veces pueden oírse los martilleos de
sus reformas, que tal vez no concluyan nunca, y el tintineo de sus llaves que
resuena en el laberinto de bóvedas.
-Indios querandíes en Villa General Mitre (Villa General Mitre)
Villa General Mitre es uno de
los barrios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Está comprendido
por las calles Álvarez
Jonte, Av.
San Martín, Av.
Juan B. Justo, Tte. Gral. Donato Álvarez, Av. Gaona y Condarco. Antes de la
llegada de los españoles el lugar era habitado por indios
querandíes.
Los querandíes se encontraban en la zona del
norte de Buenos Aires al iniciarse la conquista española. El primero en
tratarlos fue Sebastián Caboto en 1527, quien tuvo con ellos una relación
pacífica. No ocurrió lo mismo con las posteriores expediciones. Pese a que
durante las primeras semanas posteriores a la llegada de Mendoza, los indígenas proveyeron
de alimentos a sus hambrientos soldados, comenzarán los enfrentamientos, debido
al mal trato a que fueron sometidos cuando el alimento comenzó a escasear. Con
Juan de Garay, se alcanzó el mayor grado de violencia, muriendo miles de ellos.
El contagio
de enfermedades infecciosas también causó un gran número de nuevas bajas, ya que los indios no estaban inmunizados contra estos males. Los querandíes comenzaron a
ser diezmados a causa de ellas. La epidemia de viruela de 1621, que fue introducida
por tropas que arribaron de España al mando de Antonio Mosquera, produjo una
gran mortandad de población. Finalmente
la invasión y conquista de los araucanos provocó su rápida araucanización a nivel cultural, razón
por la cual es hoy muy difícil encontrar rastros del idioma original de los
querandíes.
Los vecinos de Villa General Mitre aseguran que, por las noches, en
los lugares que los querandíes consideraban sagrados, se puede escuchar un
murmullo que recuerda a sus antiguos rituales.
-Teatro Maipo (Esmeralda 443, Centro)
El Teatro Maipo, uno de los más famosos e importantes de la
ciudad de Buenos Aires, está ubicado en Esmeralda 443, pleno Centro porteño. Su sala cuenta con 754 localidades y,
actualmente, es propiedad del ex-bailarín Julio
Bocca y del empresario
teatral Lino Patalano.
Se dice que dos espíritus
habitan el renombrado teatro. El primero es el del actor Ambrosio
Radrizzani, cuyo deceso se produjo como consecuencia del incendio del Maipo del
6 de setiembre de 1943, al intentar rescatar sus pertenencias del camarín,
cuando se representaba la obra “Apaga luz, Mariposa, apaga luz”, protagonizada por
Alberto Anchart y Sofía Bozán.
El otro espectro conocido es el de Luis Efraín
Cáceres, un chileno que hacía unos años trabajaba en el teatro y vivía en
un hotel cercano. Solo en la Argentina, sin familia, le había cedido su seguro
de vida y sus pocos bienes al Sindicato de Maquinistas, al que pertenecía. Cáceres
era un hombre sumamente pulcro y aseado, además de muy cumplidor con su
trabajo. A comienzos de 1985 sus compañeros lo notaron extraño. Se había
enterado de que padecía una enfermedad terminal y fue volviéndose cada vez más solitario
y taciturno, hasta que, finalmente, se ahorcó en las instalaciones del teatro.
“Este teatro tiene muy buenos fantasmas -aseguró la actriz Norma Aleandro en una nota, refiriéndose al Maipo-, tiene dos en realidad: uno, pobre, se ahorcó, y el otro murió quemado en un camarín. Cáceres es el que pensamos que es el que más visita el escenario, nosotros lo hemos podido comprobar, hay funciones a las que viene. Yo te digo que son las que mejor salen”. “Yo le tengo cariño -agrega la reconocida actriz refiriéndose al fantasma de Radrizzani-, como siempre soy la primera en llegar al camarín me preparo, pongo música, lo que sea. Yo siento que por los camarines no estoy sola”.
“Este teatro tiene muy buenos fantasmas -aseguró la actriz Norma Aleandro en una nota, refiriéndose al Maipo-, tiene dos en realidad: uno, pobre, se ahorcó, y el otro murió quemado en un camarín. Cáceres es el que pensamos que es el que más visita el escenario, nosotros lo hemos podido comprobar, hay funciones a las que viene. Yo te digo que son las que mejor salen”. “Yo le tengo cariño -agrega la reconocida actriz refiriéndose al fantasma de Radrizzani-, como siempre soy la primera en llegar al camarín me preparo, pongo música, lo que sea. Yo siento que por los camarines no estoy sola”.
Uno de los dueños actuales del Maipo, Lino Patalano,
también está convencido de la presencia de fantasmas en su teatro. Pero asegura
que no son malignos y traen suerte en las funciones.
-Luz María
García Velloso (Junín 1760,
Recoleta)
Luz
María García Velloso, hija
del escritor Enrique García Velloso falleció a los 15 años de
leucemia según algunas fuentes, de peritonitis, según otras, en el año 1925. El desconsuelo de su madre la llevó a pedir una
anuencia especial para que se le permitiera dormir todas las noches al lado del
sepulcro de su hija. Aferrada al túmulo, esculpido en mármol como un lecho de
rosas sobre el que reposa la niña, obra atribuida a Pietro Di Calvi,
la madre pasó noches enteras llorando a su hija muerta.
Enrique García Velloso fue
un precursor del teatro criollo, autor entre otras obras de “El Barrio de las
Ranas” y “El Tango en París”. También llegó a ser el primer Presidente de La
Casa del Teatro. En ese ambiente intelectual creció Luz María, que tenía
particular encanto para recitar poesías en las tertulias hogareñas. Muchos
poetas, una vez fallecida, le dedicaron versos que se pueden observar en
la pared lateral de su cripta.
Se dice que Luz María es la famosa Dama de Blanco que suele verse en los
alrededores del Cementerio de la Recoleta. La joven es la protagonista de una historia que se repite, con algunas
variantes, en los alrededores de todo cementerio. Una noche un joven
conoce a una bella muchacha ataviada de blanco y entabla una relación con
ella. La joven siente frío y el muchacho le ofrece su saco, que la chica
promete devolver al día siguiente. Pero cuando el joven concurre a la casa de
la joven a buscarlo, su madre le informa que ella ha muerto hace años. Lo
acompaña al cementerio y allí encuentra su saco sobre la tumba de la muchacha.
Otra versión de la historia cuenta que la chica mancha accidentalmente
su vestido con café, para luego escurrirse entre las rejas del cementerio. El
muchacho la sigue y se topa con una tumba sobre la cual yace el vestido,
reconociendo, además a la muchacha con la que había entablado relación minutos
antes en la foto del sepulcro.
-El pasajero fantasma (Coghlan)
Desde hace años, varios pasajeros de la Línea 93 de colectivos, que une las localidades bonaerenses de Munro y Avellaneda y recorre
distintos barrios de la ciudad de Buenos Aires, han reportado extraños sucesos
en las unidades de la línea. Hablan de un pasajero misterioso, que sube al
colectivo y hace que desvíe su recorrido, además de hacer caer al resto de los
pasajeros en una especie de sueño en el que se pierde la noción del tiempo. Los
incrédulos y detractores de las historias paranormales argumentan que el caso
podría ser el producto de una asociación con el presunto espectro de la Línea
53 quien, a su vez, es comparado con el hombre de negro que, según el mito
urbano, aparece desde hace bastante tiempo en los internos de la Línea 60.
El causante de este fenómeno
increíble sería el espectro de un hombre delgado de mediana estatura, vestido
con traje oscuro y corbata. Una vez que él sube al colectivo todo se
transforma: el pasaje entra en un profundo letargo, y pierde la noción del
tiempo y la orientación en su ruta habitual. Agregan que cuando el extraño ser
se encuentra a bordo, el colectivo cambia el recorrido, puede ser a la altura
de Retiro, de Chacarita, al cruzar el Zoológico en Palermo o bien en la zona de
la avenida General Paz, cuando se aproxima a la cabecera de Munro. Nadie se
explica por qué de repente el chofer se desvía por un tramo diferente
La Línea 93 recorre un largo
trayecto de calles y avenidas en distintos barrios porteños desde hace varias
décadas y, si bien no ha habido inconvenientes mayores, parece que es muy común que reciba comentarios y una lista de reclamos
que muchas veces están relacionados con la aparición del presunto fantasma.
De acuerdo con los testimonios, el fenómeno no se produciría en todo el recorrido, sino solo en algunos barrios de esta capital y siempre en internos de la misma línea y en distintos horarios, por lo que algunos se animan a señalar que el fantasma es un antiguo y reconocido usuario de la 93. Relatan los denunciantes que, a pesar de sus esfuerzos, nunca pudieron averiguar por dónde pasan los colectivos cuando desvían sus recorridos. La mayoría asegura que el sueño los vence y les cuesta mantener los ojos abiertos.
Hasta aquí, amables lectores, la sexta parte de la saga "Misteriosa Buenos Aires". Me despido de ustedes con un precioso poema de Alfonsina Storni:
De acuerdo con los testimonios, el fenómeno no se produciría en todo el recorrido, sino solo en algunos barrios de esta capital y siempre en internos de la misma línea y en distintos horarios, por lo que algunos se animan a señalar que el fantasma es un antiguo y reconocido usuario de la 93. Relatan los denunciantes que, a pesar de sus esfuerzos, nunca pudieron averiguar por dónde pasan los colectivos cuando desvían sus recorridos. La mayoría asegura que el sueño los vence y les cuesta mantener los ojos abiertos.
Hasta aquí, amables lectores, la sexta parte de la saga "Misteriosa Buenos Aires". Me despido de ustedes con un precioso poema de Alfonsina Storni:
VERSOS A LA TRISTEZA DE BUENOS AIRES
Tristes calles derechas, agrisadas e iguales,
por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
me apagaron los tibios sueños primaverales.
Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
en el vaho grisáceo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
—¡Alfonsina!—No llames. Ya no respondo a nada.
Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
viendo en días de otoño tu cielo prisionero
no me será sorpresa la lápida pesada.
Que entre tus calles rectas, untadas de su río
apagado, brumoso, desolante y sombrío,
cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada.
Buenas tardes.
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