SEIS HISTORIAS DE AMOR PARA RECORDAR EN SAN VALENTÍN
“Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte es que te amo?”
Fernando Pessoa
El mundo está en constante cambio y, en los últimos tiempos, el amor
romántico ha sido denostado y demonizado. Trampa del capitalismo, instrumento
opresor del patriarcado o invento ridículo de los libretistas de las novelas de
Verónica Castro, es señalado hoy en día como uno de los responsables de los
grandes males que aquejan a la humanidad y se lo considera fuente de
insatisfacción y desgracia. Puede ser
que así sea, cómo no. Pero yo, pequeño dinosaurio aferrado con uñas y dientes a
mi tiempo jurásico, me resisto a renunciar a las mieles y hecatombes de un buen
romance. Y haciendo gala de mi proverbial espíritu de contradicción decido
festejar hoy San Valentín con seis historias de amor inolvidables, más populares unas, menos conocidas otras, pero todas dignas de ser recordadas. Pasen y lean.
-ANTONIO Y CLEOPATRA: "El tiempo no puede marchitarla, ni la costumbre secar
su infinita variedad. Otras mujeres empalagan al apetito, pero ella te da
todavía más hambre cuando la mayoría ya te han dejado satisfecho." - William Shakespeare, "Antonio y Cleopatra"
Cleopatra
Filopator Nea Thea, conocida como Cleopatra VII, fue la última reina de
Egipto. Con ella llegaron a su fin la Dinastía Ptolemaica y la Era
Helenística de Egipto, que habían comenzado con Ptolomeo I Sóter, general de
Alejandro Magno, casi dos siglos antes. Desde pequeña, Cleopatra vivió en un ambiente de
crueldad y desconfianza: a los once años tuvo que huir a Roma con su
padre, Ptolomeo XII Auletes, escapando de su cruel
medio hermana, que había asesinado a su madre y a su marido, y usurpado
el trono del progenitor de ambas. Cleopatra, que estaba completamente decidida
a ocupar el poder y devolverle a Egipto su antiguo esplendor, no dudó jamás
en utilizar su inteligencia y capacidad de seducción en la búsqueda de los
mejores aliados para su causa.
Luego
de regresar a Egipto con su padre y un numeroso ejército con el que recuperó el trono, Cleopatra no podía arriesgarse a ser apartada de sus sueños y por
eso, cuando Ptolomeo
XII Auletes murió, se casó con su hermano Ptolomeo XIII, para poder reinar. Cuando se enteró de
que su marido pensaba deshacerse de ella, huyó a Siria para salvar así su vida.
Al saber que Julio César estaba
en Egipto persiguiendo a su enemigo Pompeyo, Cleopatra viajó de incógnito desde
Siria para poner en marcha un plan orientado a recuperar el poder. La leyenda
cuenta que Cleopatra se presentó ante Julio César enrollada en una alfombra
para entrar en palacio sin ser reconocida, con el fin de ganar su
simpatía, sumarlo como aliado y recuperar el trono de
Egipto. Julio César cayó rendido ante los encantos de Cleopatra, una
mujer muy sensual y muy culta, que hablaba nueve idiomas, se interesaba por la
astronomía y era amante de los libros que llenaban la Biblioteca de Alejandría. “No era tal que deslumbrarse o dejase parados a los
que la veían; pero su trato tenía un atractivo inevitable, y su figura, ayudada por su labia y por una gracia inherente a su conversación, parecía que dejaba
clavado un aguijón en el ánimo. Cuando hablaba, el sonido mismo de su voz tenía
cierta dulzura, y con la mayor facilidad acomodaba la lengua como un órgano de
muchas cuerdas al idioma que quisiese”, escribió Plutarco acerca de la
reina.
Cleopatra consiguió su objetivo: pasó la
noche con César y el romano lo arriesgó todo para embarcarse en una
guerra con el fin de posicionar a Cleopatra al trono. Ante la necesidad de que hubiera también un rey,
se casó con otro de sus hermanos, Ptolomeo
XIV. Luego de
pasar un tiempo en Egipto, Cleopatra y César se instalaron en Roma, donde él
fue asesinado por un grupo de
familias senatoriales republicanas que trataban de frustrar sus planes
políticos.Tras el asesinato,
Cleopatra, que había tenido un hijo suyo durante su convivencia en Roma, Cesarión, vio peligrar su vida y no tuvo más remedio que regresar a
Egipto. Temiendo que su
hermano-esposo Ptolomeo XIV, que ya contaba con quince años de edad, quisiera
tener más poder del que a ella le convenía, lo envenenó y estableció
a Cesarión como su
corregente cuando el niño tenía cuatro años.
Marco Antonio, un apuesto
militar y político romano que había estado al
servicio de Julio César .y que por aquel entonces luchaba con Octavio Augusto por
el poder en la región, le pidió ayuda a la Reina de Egipto para librar sus batallas, pero Cleopatra no quería que Egipto entrara en
una guerra civil de los romanos y tampoco confiaba en él. Finalmente, cedió a una reunión con él, con la condición de que ésta se desarrollara en su propio barco,
considerado, donde fuere que estuviese anclado, suelo egipcio.
Tal como narró Plutarco, la reina "remontó el río Cydnos en un barco con la popa de oro, las velas púrpura y
los remos de plata. El movimiento del barco sigue la cadencia del sonido de las
flautas, se casa con el de las liras y de los caramillos. Ella misma, tocada
como se suele pintar a Afrodita, está tendida bajo una tienda bordada de oro y
los niños, parecidos a los amores de los cuadros, la rodean abanicándola”. La reunión entre Marco Antonio y Cleopatra duró cuatro días con sus
cuatro noches y propició, no sólo una alianza política, sino un romance histórico
que duró catorce años.
Marco Antonio, por amor a la reina,
abandonó sus obligaciones tanto familiares como políticas y militares. Se
instaló junto a ella en Egipto para llevar una vida fastuosa y fue declarado enemigo de
Roma y de Octavio Augusto, que por entonces regía los destinos del Imperio. La
pasión de Marco Antonio por Cleopatra se impuso de tal manera a sus deberes
militares y a las necesidades de su patria que los historiadores de la época, incluido
el propio Plutarco, aseguraron que Antonio "no estaba en posesión de
sus facultades, parecía estar bajo los efectos de una
droga o brujería. Estaba siempre pensando en ella, en
vez de pensar en vencer a sus enemigos". Cleopatra no fue inmune a
los encantos de Marco Antonio y también se enamoró de ese hombre
fuerte y valiente que, aunque no tan inteligente como
Julio César, le ofreció todo su poder para mantenerla al frente de un reino que ella soñaba cada vez más próspero.
El amor de la pareja estuvo plagado de
rupturas, reconciliaciones y luchas por el poder y el control. En la plenitud
de su romance, Marco Antonio tuvo que regresar a Roma
para casarse con Octavia, como parte del acuerdo político con
Octavio. Con ella tuvo dos hijas, Julia Antonia la Mayor y Julia Antonia la
Menor, pero ni siquiera ellas consiguieron hacerlo olvidar a Cleopatra y,
cuatro años después, repudió a su esposa y regresó a Egipto
para reencontrarse con su reina y casarse con
ella. El amor de la pareja se materializó en los tres hijos que nacieron fruto
de su unión. Los primeros en llegar fueron los gemelos, Alejandro Helios y
Cleopatra Selene. Más tarde nació Tolomeo Filadelfo.
El final de esta historia de amor fue
trágico: en medio de su lucha con Octavio, que había declarado la guerra a
Egipto, Marco Antonio decidió quitarse la vida tras recibir la falsa
noticia de que Cleopatra había muerto. Lo hizo clavándose su propia
espada, el 1º de agosto del 30
a.C. Cuando Cleopatra,
a la que Octavio Augusto pretendía llevar a Roma como botín de guerra, se
enteró de la muerte de Marco Antonio quiso dejarse
morir, rota de dolor por el amor perdido. Pero el sentimiento de
supervivencia de la Reina de Egipto fue más fuerte y en una desesperada última
jugada intentó seducir a Octavio, cosa que no consiguió. El mito sostiene
que a Octavio no le gustaba su nariz, leyenda que recogió
Blas Pascal en su célebre frase: “Si la nariz de
Cleopatra hubiese sido más corta, la historia del mundo hubiera cambiado.”
Cleopatra, entonces, se vistió con sus
mejores galas, y se quitó la vida cumpliendo con el
procedimiento ritual egipcio de hacerse morder por un áspid (una cobra egipcia). Corría la mitad del mes de agosto del año 30.a.C. Cleopatra aún no había cumplido
los cuarenta años de edad. Antes de morir, pidió que su cuerpo fuese
sepultado junto al de Antonio.
-SHAH JAHAN Y MUMTAZ MAHAL:"Una lágrima de amor en las mejillas del tiempo." - Rabindranath Tagore
Shah Jahan I nació en enero de 1592 con el nombre de
Yurram en la ciudad de Lahore, cuando aún reinaba su abuelo Akbar. La leyenda cuenta
que, en el año 1607, conoció en un bazar de la ciudad india de Agra, capital del
imperio mogol entre los siglos XVI y XVIII, a la bella Arjumand Banu
Begum, de sólo catorce años. Supuestamente, la joven estaba
probándose un collar de diamantes que costaba 10.000 rupias y el príncipe pagó
sin dudar la joya, conquistando de inmediato el corazón de la muchacha.
Lo cierto es que Arjumand Banu Begum era hija de Asaf Khan, Primer Ministro de la Corte,
y sobrina de la esposa favorita de su padre, Nur Jahan, y le fue prometida a
Yurram ese mismo año. Sin embargo, la pareja imperial debió
esperar hasta el 20 de mayo de 1612 para poder llevar a cabo la ceremonia
nupcial, ya que dicha fecha fue considerada por los astrólogos de la corte propicia
para aportar felicidad al matrimonio. Después de la celebración de la boda,
Yurram "...encontrándola con una apariencia y carácter superior a
las mujeres de su tiempo", le otorgó a su nueva esposa el título de Mumtaz Mahal
Begum (La Elegida de Palacio).
Antes de casarse con la joven, Yurram ya había tomado
otras tres esposas. Sin embargo, el emperador se quedó tan prendado de Mumtaz
que mostró poco interés en el ejercicio de sus derechos maritales con ellas.
Según el cronista oficial de la corte Mótamid Khan, la relación con sus otras
esposas "no tenía nada más que el estado de matrimonio. La
intimidad, la atención, el afecto y el favor que Su Majestad tuvo para la Cuna
de la Excelencia (Mumtaz Mahal) superó en mil veces más de lo que sentía por
cualquier otra mujer".
Mumtaz Mahal se convirtió en el amor
incuestionable en la vida de Shah Jahan y tuvieron una relación muy estrecha y muy
profunda. Ella fue su gran aliada y confidente y,
aunque no tenía aspiraciones políticas, a menudo solía intervenir en favor de
los pobres y desamparados, influyendo positivamente sobre su esposo.
En aquella época era muy común que las
mujeres de la nobleza del Imperio Mogol se encargaran de la arquitectura. La
emperatriz diseñó su propio jardín junto al río, en Agra.
A pesar de sus
numerosos embarazos, Mumatz Mahal acompañó a Shah Jahan durante
sus campañas militares y en la posterior rebelión contra su padre. Tuvieron
catorce hijos, siete de los cuales fallecieron al nacer o durante la infancia. En 1631, tras
diecinueve años de feliz matrimonio y durante una
visita a la campaña de Burhanpur, donde se encontraban las tropas de Shah Jahan
con el objetivo de sofocar una rebelión, Mumtaz
Mahal falleció repentinamente a los treinta y nueve años, al dar a luz al décimo
cuarto hijo de la pareja, una niña llamada Gauhara Begum. Antes de morir, Mumtaz le
pidió a su rey que cumpliera con las siguientes promesas: que construyera su sepulcro,
que se casara nuevamente, que fuera amable con sus hijos y que visitara su tumba
cada año en el aniversario de su muerte. El cuerpo de la emperatriz fue
sepultado temporalmente en Burhanpur, en un jardín amurallado conocido como
Zainabad originalmente construido por el tío de Shah
Jahan, a orillas del río Tapti.
El emperador y amante esposo sintió un
dolor tan intenso que deseó morir junto a su Mumatz Mahal. Su
tristeza era tan profunda que se encerró en sus habitaciones ocho días con sus
ocho noches, sin comer ni beber. Cuando salió, ordenó que se cumpliera el luto en
todo el reino prohibiendo que se usaran vestimentas de colores, perfumes y
joyas, y que se tocara música. Incluso llegó a prohibir que sus súbditos
sonrieran. Luego, se recluyó nuevamente en su palacio, y no reapareció hasta un año después, muy envejecido.
Su pelo y barba se habían vuelto blancos.
El emperador nunca tuvo la intención de dejar sepultada a Mumtaz Mahal en
Burhanpur. El cuerpo de la emperatriz fue exhumado en el año 1631 y
transportado en un ataúd de oro, escoltado por su hijo Sha Shuja y la Princesa Imperial Jahanara
Begum, hacia la ciudad de Agra. Una vez allí, fue inhumado en un pequeño
edificio a orillas del río Yamuna.
Shah
Jahan se propuso que su amada tuviera la tumba más hermosa que el mundo hubiera
visto jamás y comenzó a
planificar el diseño y la construcción de un mausoleo funerario y un jardín
adecuados para el descanso eterno de su esposa. Fue una obra que tardó más de
veintidós años en terminar: el Taj
Mahal, nombre que se que se traduce generalmente como Palacio de la Corona o Corona del Palacio,
aunque los historiadores afirman que su designación no es más que una
abreviatura del nombre de Mumtaz Mahal. La ubicación elegida fue la curva que el río Yamuna, que llega a Agra
desde el norte, para que sus aguas reflejaran los cambios de luz de los muros
de mármol blanco del palacio. Más de veinte mil obreros participaron en
la construcción del Taj Mahal según los planos de un consejo de arquitectos
procedentes de India, Persia y Asia central. El maestro de obras fue el turco Listad Isa y,
cuenta la leyenda que, cuando el edificio estuvo acabado, Shah Jahan ordenó que
le cortaran la mano para impedir que pudiese repetir una obra semejante.
Para la
construcción del Taj Mahal se
emplearon materiales de excelencia, procedentes de diversos lugares. Una
leyenda dice que fueron más de mil elefantes los que transportaron el finísimo mármol
blanco de sus paredes que se trajo de las canteras de Rajastán. Carretas
tiradas por bueyes, búfalos y camellos llevaron hasta Agra las turquesas del
Tíbet, el jade y el cristal de la China, el lapislázuli de Afganistán, las
ágatas del Yemen, la crisolita de Egipto, los diamantes de Golconda, los
zafiros de Ceylán, el coral de Arabia, el cuarzo del Himalaya las amatistas de
Persia, la malaquita de Rusia y el ámbar del océano Indico para decorar las
paredes y estancias del mausoleo.
Este majestuoso homenaje tuvo, sin
embargo, nefastas consecuencias para Shah Jahan quien, en su afán por venerar
quien fuera el amor de su vida, no reparó en los costos. Los
cincuenta millones de rupias que gastó en la construcción del Taj Mahal (según la valoración actual, más de
quinientos millones de dólares) y la voluntad de construir un palacio gemelo
para su descanso casi provocaron la ruina económica de la familia real y
desembocaron en la pérdida de su trono, en 1658, a manos de su hijo
Aurangzeb, quien lo declaró insano y lo confinó al encierro en el Fuerte Rojo,
desde donde, enfermo y derrotado, contemplaba el monumento. Sólo era visitado por su última hija, la que
nació cuando murió su esposa. Su encierro,
que se prolongó durante ocho años, le impidió completar su sueño, que incluía la construcción de su propio mausoleo en
mármol negro a imagen y semejanza del de su esposa, al otro lado del
río Yamuna. Shah Jahan pretendía
unir ambos monumentos mediante un puente de oro. Frente al Taj Mahal queda hoy un
resto, en piedra roja, de lo que, según otra leyenda, fue el inicio de la
construcción del edificio gemelo.
Cuando Shah Jahan murió, a los setenta y cuatro años, su hijo Aurangzeb rompió la simetría que regía en todo el complejo del Taj Mahal enterrando a su
padre al lado de Mumtaz Mahal. La tumba de la emperatriz se encontraba en el centro
exacto de la sala principal, por lo que al añadir la de su esposo todo el conjunto
quedó desplazado hacia un costado.
Aunque el
emperador tuvo otras tres esposas, siempre
le guardó fidelidad a Mumtaz Mahal, y se cuenta que, ya en su lecho de muerte, pidió un espejo
para poder ver la tumba de su amada en sus últimos segundos de vida. Otra
leyenda asegura, en cambio, que lo hizo a través de un diamante incrustado
estratégicamente en un punto determinado de la habitación. Lo cierto es que el Taj
Mahal es el símbolo de la historia de amor más famosa de la India.
ISIDOR STRAUS E IDA BLUN: "Hemos estado viviendo juntos muchos años y dondequiera que vayas, yo voy." - Ida Blum
Isidor Straus nació en Otterberg (Kaiserslautern, Alemania)
el 6 de febrero de 1845, primogénito de Lázaro Straus y
su esposa Sara, ricos terratenientes judeo-germanos de Baviera.
Tuvo 4 hermanos: Nathan, Hermine, Oscar y Jacob.
En 1854, la
familia Straus emigró a Estados Unidos y se
estableció en Talbotton, Georgia del Sur, gracias al apoyo de otros judíos
inmigrantes. Allí fundaron un pequeño almacén de abarrotes, algodón y telas.
En 1871, Isidor
Straus se casó con Rosalie Ida Blun, una judía alemana
nacida en Worms también el 6 de febrero, pero de 1849. El matrimonio
tuvo siete hijos, uno de los cuales murió en su primera infancia. En 1896, Isidor se
asoció con su hermano Nathan bajo la firma L. Straus
& Sons. Juntos adquieren los derechos de la
tienda "RH Macy & Co",
en Nueva York, cuya principal fuente de ingresos era la cristalería. Los
hermanos transformaron a "Macy's" en una
exitosa tienda por departamentos y se convirtieron en personajes muy respetados
por la comunidad judía de Nueva York.
En febrero de 1912,
los Straus y una de sus nietas, Beatriz, viajaron
a Alemania en el SS Amerika de la Hapag junto
a su valet, John Farthing, y su doncella, Ellen
Bird. El matrimonio dejó a su nieta en Alemania, se trasladó a Inglaterra,
y decidió aprovechar el viaje inaugural
del RMS Titanic, para regresar
a Nueva York. Lo abordaron en Southampton el 10 de abril de 1912 junto
a su personal.
En la noche del 14 de abril de 1912,
el Titanic colisionó con un iceberg que lo dañó
fatalmente. June Hall McCash, autora del libro “A Titanic Love Story: Ida and Isidor
Straus” (2012), cuenta que cuando el imponente barco chocó contra la
masa de hielo que desencadenó su hundimiento, la pareja se despertó
sobresaltada. De inmediato, Ida comprendió que estaban en peligro, comenzó a
vestirse e instó a Isidor a que
hiciera lo propio. En medio de la angustia, la mujer rescató sus anillos de
compromiso y de boda, y una pequeña bolsa con regalos especiales de Isidor,
incluido un monedero que le había comprado días atrás en París. Minutos
más tarde, estaban en cubierta, donde algunos pasajeros embarcaban en los
escasos botes salvavidas. Al matrimonio Straus se le asignó el bote número 8. En un principio, sólo las mujeres y los niños
podían subir a los botes, pero el oficial al mando quiso hacer una excepción con
el señor Straus debido a su edad avanzada. Isidor se negó
categóricamente: "No
subiré a ese bote antes que cualquier otro hombre", dijo. Su esposa Ida, que
ya estaba ubicada junto a su doncella en el bote salvavidas, abandonó su puesto
y le respondió: "Hemos estado viviendo juntos muchos años y dondequiera
que vayas, yo voy."
Según cuenta June McCash en su obra, los náufragos que se alejaban en las
pequeñas embarcaciones contemplaban a los Straus
“asidos a la baranda, sosteniéndose el uno al otro y llorando silenciosamente”.
Archibald Gracie, un pasajero que se
salvó, contó que cuando el barco estaba a punto de sumergirse por completo en
las aguas del Atlántico Norte, una ola engulló a los Straus y nadie volvió a verlos.
El cuerpo de Isidor pudo ser recuperado en los días
posteriores a la tragedia, pero el cadáver de Ida nunca fue encontrado. Una ceremonia celebrada en su memoria un
mes más tarde reunió a más de seis mil personas en el Carnegie Hall de La
Gran Manzana. La historia del matrimonio causó gran conmoción en la comunidad y es usada hasta el
día de hoy como un ejemplo de valentía y fidelidad.
Antes de finalizar 1912, el gobierno
de Nueva York decidió cambiar el nombre del parque situado en la
intersección de la calle 106 y Broadway, rebautizándolo Straus Park en honor a la
pareja, que había tenido su residencia en la calle 105. Tres años más
tarde, se convocó un concurso para erigir un monumento en el parque en memoria
del matrimonio Straus. Se presentaron cincuenta y nueve proyectos. El ganador
fue un diseño presentado por el escultor Augusto Lukeman en colaboración
con el arquitecto Evarts Tracy, que incluyó un pequeño estanque alimentado por una fuente
a dos niveles y, por encima de ella, la figura de bronce de una mujer
reclinada.
El memorial, sufragado en su totalidad por donaciones públicas,
fue inaugurado el 15 de abril de 1915, tres años después del hundimiento del Titanic. Fue restaurado en 2007 y
se sustituyó la fuente por un lecho de tierra
con flores para facilitar su mantenimiento.
En el Woodlawn Cemetery, en el Bronx se halla un cenotafio en el mausoleo de los Straus en cuya inscripción puede leerse:
"Ni todas las aguas pueden aplacar el amor, ni las inundaciones
anegarlo."
En la entrada de las tiendas "Macy's" una placa recordatoria homenajea a la pareja: "Sus vidas fueron hermosas y sus muertes, gloriosas."
BONNIE
PARKER Y CLYDE BARROW: “No te preocupes
cariño, porque voy a hacer todo lo que esté en mi mano, y si al final no te
sueltan, seré buena mientras estés encerrado, y esperaré, esperaré, esperaré,
hasta que vuelvas conmigo. Te quiero.” – Bonnie Parker
Bonnie Parker nació el 1 de octubre de 1910 en Rowena, Texas, como la segunda de los tres hijos de Emma y Charles Parker. Su padre murió cuando ella tenía apenas cuatro años y su madre regresó con sus hijos a la casa de sus padres en un barrio humilde de Dallas. Bonnie asistió a la escuela local, donde fue una estudiante modelo, destacándose en literatura. En el instituto conoció a Roy Thornton, con quien se casó a los dieciséis años. Pero su esposo resultó ser maltratador y delincuente, y el matrimonio fracasó. En 1929, cuando Thornton fue condenado por robo a cinco años de prisión, Bonnie regresó a casa de sus abuelos y nunca se volvieron a ver.
En enero de 1930, trabajando de camarera, Bonnie
conoció a Clyde Barrow, un joven de veinte años de carácter inseguro, el quinto
de los siete hijos de otra humilde familia texana y ex-convicto que había
jurado que nunca volvería a la cárcel. Sin embargo, unas semanas después
regresó a prisión por robo de vehículos. Condenado a catorce años de prisión,
fue trasladado al Eastham State Farm,
uno de los penales con peor fama del país, donde fue acosado sexualmente por
otro recluso, que más tarde apareció muerto. Bonnie, muy enamorada, y en contra
de la opinión de su madre, le pasó un arma en secreto a Clyde durante una
visita, y con ella, él y algunos compañeros huyeron el 11 de marzo de 1930, sólo
para ser recapturados una semana más tarde.
En febrero de 1932 Clyde obtuvo la libertad condicional. Para
evitar los trabajos forzados se había cortado el dedo gordo de un pie, por lo
que cojeaba y debía conducir en medias. El muchacho siguió por el camino del robo y Bonnie se unió a él. Fue capturada
en un robo fallido y llevada a prisión, donde pasaba el tiempo escribiendo
poesía. Obtuvo la libertad después de jurar que había sido secuestrada por la
banda de Barrow y obligada a delinquir. Inició entonces, junto a su amante, un itinerario sangriento que duró hasta mayo de
1934, cuando murieron acribillados por seis policías durante una emboscada en una carretera secundaria cerca de Bienville
Parish (Louisiana).
Bonnie y Clyde encarnaron un
romanticismo de bandoleros del siglo XIX trasladado a principios del siglo XX.
Tiempos duros en los que se inmortalizaba al bandido heroico y rural, opuesto
al urbano. Un héroe fuera de la ley, que para el historiador inglés Eric
Hobsbawm proviene de aquellas sociedades que "produjeron riqueza y
pobreza, sujetos que imponen reglas y sujetos que las cumplen". Fueron, además, la primera generación
de ladrones que creció con el cine y la radio, siguiendo el
modelo de figuras mediáticas que alentaba la prensa amarilla, a la que le llamó
la atención el profundo amor que se tenían. En su artículo "Bonnie
and Clyde: Romeo and Juliet in a Getaway Car", el escritor Joseph
Geringer explica que Bonnie y Clyde gozaron de la
simpatía de muchos norteamericanos, ya que representaban a todos los
trabajadores en paro y a parte de la sociedad desencantada con los Estados
Unidos de la Gran Depresión, que vio en la pareja a un dúo
similar a Robin Hood, el antiguo héroe enfrentado a un gobierno
corrupto.
Bonnie y Clyde deseaban ser
enterrados uno junto al otro, pero la familia Parker no lo
permitió. Clyde Barrow descansa en el Western Heights Cemetery, y Bonnie
Parker, en el Crown Hill Memorial Park, ambos en Dallas,
Texas. Las siguientes palabras (extraídas de un poema escrito
por Bonnie) están inscriptas en su lápida: “Así como las
flores son endulzadas / por el sol y el rocío, / este viejo mundo es más
brillante / por las vidas de gente como tú.” En la de Clyde se lee: “Perdido pero no olvidado.”
Cada año, en el aniversario de la muerte de los amantes, se
celebra en Gibsland, Luisiana, el "Bonnie and Clyde
Festival". El lugar donde se produjo la matanza, situado en la
Autopista 154 al sur de Gibsland, es conmemorado con un hito de piedra donde se
dejan recuerdos. El famoso
coche acribillado puede verse muy cerca de Las Vegas, concretamente en el Whiskey Pete's Hotel & Casino, en la ciudad de Primm, en Nevada. Allí se
exhiben también varias cartas intercambiadas por la pareja e, incluso, la
camisa que llevaba Clyde cuando fue asesinado.
-EDUARDO VIII Y WALIS SIMPSON: "Si conocieras a Wallis comprenderías por qué no puedo renunciar
a ella. En mi opinión la cuestión no está en saber si es una mujer posible
para mí, sino en discernir si yo soy digno de ella." - Eduardo, Duque de Windsor
Eduardo VIII del Reino Unido (Edward Albert Christian George Andrew Patrick David), más
tarde conocido como Duque de Windsor, fue Rey del Reino Unido y
los Dominios de la Mancomunidad Británica y Emperador de la India, desde la muerte de
su padre, Jorge V, el 20 de enero de 1936, hasta su
abdicación el 11 de diciembre del mismo año.
Antes de su ascenso al trono, Eduardo
ostentó sucesivamente los títulos de Príncipe Eduardo de York, Príncipe Eduardo
de Cornualles y York, Duque de Cornualles y Rothesay y Príncipe de Gales. En su juventud sirvió en
la Primera Guerra Mundial y realizó varias giras
por el extranjero en representación de su padre y fue asociado con una sucesión
de mujeres casadas de mayor edad que la suya.
Eduardo fue un
niño huérfano de amor paterno. Arrastró siempre problemas de anorexia nerviosa
y diversos tics, y su reloj se ancló en una eterna adolescencia. Era un bon vivant de carácter despreocupado, atractivo, delgado y deportista hasta
lo patológico, bebedor, con una marcada inclinación romántica por las mujeres casadas y haragán en los
asuntos de despacho. Un pequeño dandy de 1,70 de altura, probablemente estéril
por unas paperas, que marcó época en el gran mundo frívolo y dejó como legado sus innovaciones en la moda, donde relajó
la etiqueta victoriana.
A sólo unos meses de iniciar su reinado,
Eduardo causó una crisis constitucional cuando le propuso matrimonio a la socialité estadounidense y dos veces divorciada Wallis
Simpson. Los primeros ministros
del Reino Unido y los Dominios se opusieron al matrimonio, argumentando que el
pueblo nunca la aceptaría como reina. En lugar de renunciar
a su amor por Wallis, el rey decidió abdicar. Fue sucedido por su hermano menor, Alberto,
que eligió usar el nombre de Jorge VI.
"Yo, Eduardo VIII de Gran Bretaña, Irlanda y los Dominios
británicos de Ultramar, Rey, Emperador de la India, por la presente declaro mi decisión
irrevocable de renunciar al trono para mí y mis descendientes, y mi deseo de
que este instrumento de abdicación tenga efecto inmediato", recogía el
documento oficial en el que anunciaba su abdicación el 10 de
diciembre de 1936.
Horas más tarde, Eduardo VIII ofreció un sincero discurso en la
BBC en el que argumentó las razones que lo habían llevado a tomar tan drástica
decisión: "Hace unas
horas he cumplido con mi último deber como Rey y Emperador. Ahora que mi
hermano me ha sucedido, mis primeras palabras son para reconocerlo como mi
soberano. Lo hago de todo corazón... Deben
creerme cuando les digo que se me ha hecho imposible portar el pesado fardo de
responsabilidades y
asumir mis deberes de Rey sin la ayuda y el apoyo de la mujer que amo", confesó.
Walis Simpson nació en una casa muy pobre en Pensilvania, y, luego de una infancia llena de privaciones, se reinventó a sí misma. Se cambió el nombre porque aquel con el que la habían bautizado carecía del glamour necesario para hacerse un hueco en la alta sociedad estadounidense. Su primer matrimonio, con Win Spencer, un piloto de la Armada de EE. UU., resultó desastroso. Él era alcohólico y probó no poder sacarla de la miseria, que era lo que ella más ansiaba. A su segundo marido, Ernest Simpson, ejecutivo de transporte marítimo y ex capitán dela Guardia Coldstream, lo quiso de forma maternal.
Eduardo contrajo matrimonio con Wallis Simpson el 3 de junio de 1937,
en una íntima ceremonia en el castillo francés de Candé a la que
sólo asistieron sus amigos más cercanos y ningún miembro de la Familia Real. Convertidos en marido y mujer, los enamorados aprovecharon para viajar por
todo el mundo y establecieron su residencia en Francia. Eduardo recibió el
título de Su Alteza Real el Duque de Windsor, extensivo a su
esposa, aunque la dignidad de Alteza Real no corrió para ella, un gesto que disgustó
mucho a la pareja.
Al estallar la Segunda Guerra Mundial, los duques tuvieron que exiliarse a
las Bahamas, por entonces colonia británica, y Eduardo fue nombrado
Gobernador General, cargo que desempeñó hasta 1945. El matrimonio había coqueteado con Hitler, e incluso lo había visitado en Alemania en octubre de 1937. Después de la guerra regresaron a
su amado París, donde a menudo acudían como invitados de lujo a exclusivas fiestas, algunas en el Palacio de Versalles.
Sin
hijos, Eduardo VIII falleció
en su casa de París el 28 de mayo de 1972, a causa de un cáncer de garganta consecuencia de su contumaz tabaquismo. Su funeral se celebró en la Capilla de St. George, en el Castillo de
Windsor, el 5 de junio en presencia de la Reina, la Familia Real y la Duquesa
de Windsor. Catorce años después, el 24 de abril de 1986, falleció su esposa. Descansan juntos en el Cementerio Real en
Frogmore, detrás del Mausoleo Real de la Reina Victoria y el Príncipe
Alberto.
LIU GUOJIANG y XU CHAOQING: “Mis padres han vivido recluidos por más de 50 años por el amor que se tienen. No tienen electricidad y mi padre hacía lámparas de querosene para iluminar nuestras vidas.” - Liu Ming Sheng
La historia de amor entre Liu Guojiang y Xu Chaoqing se remonta a 1942, cuando ella, por entonces una joven muchacha de diecisiete años, contrajo matrimonio. Entre los invitados a la boda había un niño de apenas seis, al que se le acababa de caer un diente. La tradición decía que el diente volvería a crecerle si la novia le tocaba los labios, de modo que Xu se acercó y lo hizo. Desde ese momento, el pequeño Liu se quedó fascinado con ella.
La historia de amor entre Liu Guojiang y Xu Chaoqing se remonta a 1942, cuando ella, por entonces una joven muchacha de diecisiete años, contrajo matrimonio. Entre los invitados a la boda había un niño de apenas seis, al que se le acababa de caer un diente. La tradición decía que el diente volvería a crecerle si la novia le tocaba los labios, de modo que Xu se acercó y lo hizo. Desde ese momento, el pequeño Liu se quedó fascinado con ella.
Catorce
años después, Xu enviudó y Liu, ya con veinte años, decidió prestar su ayuda a su amada
y a sus cuatro pequeños hijos. El amor no tardó en surgir entre ellos, pero
nadie vio con buenos ojos que la viuda rehiciera su vida y mucho menos con
alguien mucho más joven. En esa época y en el ambiente rural en el que vivían, era
inaceptable e inmoral que un hombre joven amara a una mujer mayor de edad y,
además, con hijos.
La
pareja, entonces, decidió alejarse del pueblo donde ambos habían nacido e
instalarse en una cueva en las montañas, en el condado de Jiangjin, un municipio al sur de Chong Qing. Careciendo de casi todo e iluminándose con lámparas de querosene que ellos mismos fabricaban, se las arreglaron para
sobrevivir, cultivaron la tierra y allí formaron su propia familia. “Si trabajamos duro, la vida irá mejorando”,
le respondía Xu cada vez que Liu le preguntaba si se arrepentía de la fuga. Para que su mujer pudiese
bajar al pueblo con facilidad, Liu construyó una escalera con más de 6.000 escalones
tallados a mano. El proyecto de esa impresionante escalera del amor duró unos cincuenta años, en los que el sentimiento entre la pareja no hizo sino aumentar.
Después de medio siglo, en el año 2001, un grupo de aventureros que exploraba el bosque se sorprendió al encontrar a la vieja pareja en la cueva al final de la impresionante escalera. Liu Ming Sheng, uno de los siete hijos de Liu y Xu declaró: “Mis padres se amaban tanto, ellos han vivido en reclusión por más de cincuenta años y nunca han estado separados un solo día. El hizo más de 6.000 escalones a través de los años, por la conveniencia de mi madre, a pesar de que ella no baja mucho la montaña”.
Cuando Liu
Guojiang tenía setenta y dos años de edad, de regreso a casa de
sus labores agrícolas diarias, cayó desplomado en los pies de Xu Chaoqin. Ella
se sentó junto a él y oró por su alma antes de verlo morir en sus brazos. Dicen
que era tanto el amor que sentía Liu por Xu que fue muy difícil liberar
su mano de la de su esposa, que sostenía fuertemente aún después de muerto.
Xu, abatida y triste, pasó días repitiendo suavemente: “Tú me prometiste que
cuidarías de mí, siempre estarías conmigo hasta el día en que muriera. Ahora, tú te
fuiste antes que yo, ¿cómo voy a vivir sin ti?”. La mujer se marchó al pueblo, a vivir con sus hijos, y falleció ese mismo año.
En el año 2006, la relación entre Liu y Xu se convirtió en una de las diez historias de amor más famosas de China, recogida por el "Chinese Women Weekly". El gobierno local decidió preservar la escalera de amor y el lugar en que vivieron los amantes, convirtiéndolo en un museo para que su historia pueda vivir para siempre.
En el año 2006, la relación entre Liu y Xu se convirtió en una de las diez historias de amor más famosas de China, recogida por el "Chinese Women Weekly". El gobierno local decidió preservar la escalera de amor y el lugar en que vivieron los amantes, convirtiéndolo en un museo para que su historia pueda vivir para siempre.
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