TODAVÍA
NO ME AVANZA
“Las cosas de palacio van
despacio.”
Hace
algunas décadas, la escultural Mae West juraba que ya no existían caballeros
como los de antaño, y que, en los tiempos en los que le tocaba vivir, si un
hombre le abría la puerta a una dama era el portero o la puerta que abría era
la de un dormitorio y siempre con intenciones non sanctas. Si
esto sucedía ya a mediados del siglo XX, imagínense cómo estarán las cosas
ahora: señoritas y señoras (aún las entradas en años y las entradas en carnes
como la aquí escribiente) vamos por la vida esquivando señores deseosos de
abrirnos la puerta de alcobas y de muebles e inmuebles varios donde poder dar
rienda suelta a su lujuria. Las damas solemos quejarnos todo el tiempo de
la obsesión masculina con el sexo y más de una vez añoramos menos tráfico
carnal y más cenas con velitas a la luz de la luna. Pero, ¿qué sucede cuando
están dadas todas las condiciones para un revolcón apoteósico y el macho que
tenemos en la mira no nos avanza? Para hacer frente a esta
situación peliaguda, la revista “Ohlalá!” ofrece, en su versión
digital, una reveladora nota titulada, justamente, "Todavía no me
avanza", donde intenta explicarle a las féminas ansiosas por qué
todavía no pasa nada con el muchacho por el cual
se beben los vientos y con el que ya han salido algunas veces y se han
divertido sanamente y sin pasar a mayores.
Parece
que a más de una dama le ha sucedido: ha tenido una cita con un caballero
agradable, ha pasado una velada encantadora, ha compartido
anécdotas e intercambiado impresiones sobre música y películas y, cuando,
después de la cena el susodicho la acompañó a la puerta de su casa y todo
parecía felizmente encaminado hacia la alcoba, el galán reculó de forma
escandalosa, dijo que se hacía tarde y se despidió de su acalorada partenaire
con un desabrido besito en la mejilla. Si el tipo desapareciera para siempre,
la cosa estaría más que clara: la cita fue un verdadero fracaso y el masculino
involucrado en la misma lo disimuló de puro educado, nomás. Pero, no, el tipo vuelve. Y vuelve. Pero
no tira ni un caniche toy. Y la fémina que lo recibe, más
caliente que un horno y desorientada como chancho en departamento, se pregunta “¿Qué
carajo pasa?”. Gracias a la “Ohlalá!”, mis queridas,
y a mí, que leo estupideces y escribo otras tantas, hoy van a saber, por fin, qué
carajo pasa. Tomen nota.
-Está buscando en vos... ¡una amiga! Damas y damitas fuimos
educadas en un entorno machista que nos convenció de que cuando un señor nos
invita a salir tiene algún interés romántico en nosotras o, por lo menos, nos quiere
hacer un tirito. Pero no es así. Hay hombres que buscan a las mujeres
para que sean sus amigas. Ya sé que están pensando: que esos
hombres son irremediablemente gays y que se pueden ir a la
puta que los parió. Comparto, amores míos. La que no comparte es la “Ohlalá!”, que
asegura que muchas veces las mujeres confundimos con citas encuentros
que no lo son, vaya a saber una por qué tara genética. Y que un hombre que
busca nuestra amistad puede ser tan machito como
cualquiera y quizás se está recuperando de una ruptura o posee otros intereses,
que no tienen por qué ser, necesariamente, los abdominales de Jared Padalecki. “Si
después de varios encuentros todavía no intentó darte ni siquiera un beso por
más indirectas que le hayas tirado, quizás estés conociendo a tu nuevo mejor
amigo”, sentencia la “Ohlalá!” y nos urge a descubrir
los beneficios de entablar con los hombres relaciones que no sean de pareja,
porque hay hombres que son divinos para charlar, ir al cine e intercambiar
recetas de cocina sin ser potenciales víctimas de una depredadora sexual
desenfrenada.
-Estás dando todas las señales equivocadas. Dicen los que saben que cuando hombre y mujeres deseamos ser
abordados romántica o sexualmente por alguien emitimos una serie de señales para
que ese alguien se dé por enterado de nuestras intenciones. Pero, muchas veces,
el Diablo mete la cola y terminamos enviando señales equivocadas.
Los nervios pueden jugarnos en contra. Y también la boludez: si para poner
énfasis en nuestra seguridad nos mostramos como femmes fatales que
van por la vida devorando señores y escupiendo los huesitos, o si, por el
contrario, para no mostrarnos como hembras desesperadas por tener un macho a
quien atormentar, pusimos demasiado énfasis en lo bien o en lo mal que nos
sentaba la soltería, puede ser que el galán que no nos avanza se
sienta algo confundido. En estos casos la revista “Ohlalá!” recomienda
eliminar cualquier tipo de duda verbalizando claramente nuestras pretenciones y
jugándonos por aquello que queremos.
-Está cansado de las cosas rápidas. En los tiempos que corren, donde todo es inmediato y la tolerancia
a la frustración de hombres, mujeres y niños prácticamente no existe,
también hay, aunque parezca mentira, señores que no quieren todo ya. Durante
años escuchamos a los machos quejarse de la histeria femenina:
ellos querían ir a los bifes y nosotras dábamos vueltas
y más vueltas como una calesita desencajada. Hasta que las hembras (azuzadas,
cómo no, por revistas desenfrenadas como la “Ohlalá!” y la “Cosmopolitan”)
empezamos a animarnos a ir al frente, encarar y
asumir públicamente que disfrutamos tanto del sexo como los hombres. Pero no
todos los varones están conformes con esta prontitud para resolver trámites
eróticos: aún quedan muchos partidarios de la burocracia sexual.
Románticos, bah. Conquistadores. Hombres que disfrutan del
viaje, además del destino elegido. Entes escapados de un teleteatro de Alberto
Migré, que gustan de sentir los nervios de las primeras citas, la emoción de
los primeros besos y la alegría de los insectos sospechosos bailoteando en las
entrañas. Si estamos frente a uno de estos caballeros anacrónicos pero
encantadores, la “Ohlalá!” nos aconseja superar la
ansiedad y entregarnos al romance, concentrándonos en los
pequeños gestos, las charlas eternas y las salidas a lugares novedosos. Ya
llegará la hora de revolear los calzones.
Hasta
aquí, mis queridas, las explicaciones que da la revista “Ohlalá!”, plausibles
todas ellas frente al no avance de un masculino. Espero que
les hayan servido para desentrañar por qué ese caballero con el que han
compartido un par de salidas y varias horas de chat todavía no
les saltó al cuello como una bestia ávida de sangre. Y las ayuden a transitar
el camino de la continencia sin desesperar.
Me
despido de ustedes con uno de los “Proverbios y Cantares” de Antonio
Machado: “Despacito y buena letra: el hacer las cosas bien importa más
que el hacerlas.”
Buenas tardes.
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