sábado, 3 de abril de 2010

TODO SOBRE MI MADRE


 TODO SOBRE MI MADRE

“Mi madre fue muy imaginativa y con una cierta visión del mundo. No era una gente culta pero era incurablemente romántica y me inició en las novelas de viajes. (...) Mi madre leía mala literatura, no era culta pero su imaginación me abría otras puertas. Teníamos un juego: "Mirar el cielo y buscar la forma de las nubes e inventar grandes historias. " Esto ocurría en Banfield. Mis amigos no tenían esa suerte. No tenían madres que mirasen las nubes”. 
Julio Cortázar

Mamá canta. Canta desde que yo tengo uso de razón. A grito pelado. Su repertorio está compuesto de tangos gataflóricos, canciones de Cacho Castaña y alguna que otra pieza folklórica. Desde que era muy chiquita se encargó de traumarme con su prontuario musical: a los cuatro años sufría escuchando “Sus ojos se cerraron” (aunque me sabía el mentado tango de memoria). Me asustaba la parte que decía “yo sé que ahora vendrán caras extrañas” (imaginaba rostros enormes y deformes, listos para atormentar a cualquiera, incluyéndome a mí). Ni hablar de la “cieguita”, la “pobre solterona” o el “pobre potrillo” al que Hernán Figueroa Reyes se negaba a amasijar: mis niveles de angustia en sangre alcanzaban alturas insospechadas.
-Mamá, ¿no podés cantar otra cosa?
-¿Por qué?
-Porque ese tango me pone los pelos de punta. Digo, si el tipo la amaba tanto, ¿me querés decir para que la dejó? Y si la sigue queriendo, en lugar de fumar, charlar y lamentarse, ¡que la vaya a buscar y que se deje de joder!
-Seguro que ella ya está con otro.
-¿Te parece?
-Y, sí.
-Bueno, no importa. Cantá otra cosa, haceme el favor.

Mamá vive despotricando contra todo y contra todos. Especialmente contra nosotros, sus hijos, que tenemos la desvergüenza de tener una vida propia y la dejamos “sola”.
-¡Cinco hijos tuve y ninguno me salió normal!
-Lo que se hereda no se roba.
-Al final, me pasé la vida criándolos a ustedes. Desperdicié mi juventud criándolos a ustedes. ¿Y para qué? ¡Para que ninguno me de bola! ¡Una atorranta tendría que haber sido! ¡Eso!
-Todavía estás a tiempo.
-Hacete las lolas y andate a Buzios. (Intervención de mi hermanito Matías, que en cada entuerto familiar aporta su visión jocosa de la vida).
-¡¡¡¡Sí!!!!! ¡Me hago las lolas! ¿Y qué hago con el mondongo que me sobra?
-Hacete una lipo.
-La verdad, ¡qué ganas de joder que tienen ustedes dos!

Mamá tiene su propia y particular forma de hablar. Así es como en su universo lingüístico a Susana Giménez le borran los “rollos” cuando sale en la tapa de las revistas haciendo uso del “fotoshow”, los “moqueteros” se encargan del delivery y yo pierdo tiempo en el “Feisbor”. Esta deformación de las palabras no tiene que ver ni con una dificultad para recordarlas, ni con un problema de pronunciación ni con nada por el estilo: es una manía. Nada más sencillo que recordar o pronunciar el apellido “Fort”, pero para mamá Ricardo Fort es Ricardo Forte. Y sanseacabó.

 Mamá me reta como si tuviera 12 años.
Una:
-Raquel, no tomes más cerveza.
-Mamá, tengo 42 años. ¿Alguna vez me viste en pedo?
-No. Sí. Cuando tenías 15.
-Bueno, por eso. Ahora no tengo 15, tengo 42. Estoy en una fiesta, hace calor y sólo tomé dos vasos.
-No tomes más.
Otra:
-¡Café y cigarrillos! ¡Café y cigarrillos! ¡Vos vas a terminar como tu papá! ¡Igual que tu papá!
-Mami, el café es descafeinado y no estoy fumando tanto.
-¡Igual que tu papá! ¡Igual!
Y otra:
-¿Ves? ¡Cuánto más linda estabas en esa foto, cuando estabas más gordita!
-Mamá, vos estás delirando: en esa foto pesaba diez kilos menos que ahora. ¡Estaba más linda porque tenía 15 años!
-¡Vos no comés!
-Si como, mamá. Y como de más.
-No comés. Con esa manía de estar flaca no comés. Te vas a enfermar.
Y otra:
-¿Por qué no dejás ese “Feisbor” de mierda y te dedicás a hacer otra cosa? ¿No ves que está lleno de locos? ¡Vos no podés hacerte malasangre!
-Mamá, yo no me hago malasangre.
-¡Claro, vos te creés que yo nací ayer! ¡Mirá cómo tenés los ojos! ¡Estuviste llorando! ¡Vos no podés hacerte malasangre!
-Esa máquina es chismosa. (Intervención del tío, en abierta oposición a cualquier tipo de tecnología).

 Mamá es una mujer muy inteligente. Pero, la mayoría de las veces, está en las nubes de Úbeda. Esta ubicación geográfica hace que entienda todo absolutamente al revés.
-¿Viste para qué quiere la plata la yegua esa? ¡Para festejar el Bicentenario!
-No, mamá, entendiste mal. La plata la quiere para otra cosa. El fondo se llama del Bicentenario. Pero la plata la quiere para pagar algo de la deuda.
-¿No era que la deuda era ilegal?
-Bueno, eso era lo que decían algunos. Pero ahora resulta que la deuda es de todos los argentinos.  En este bendito país, a los cinco segundos de nacer, en lugar de una mamadera te encajan un pagaré.
-Ah… Bueno, ¡pero igual es una yegua!
-Sí, mami. Es una yegua. Eso está fuera de toda discusión.

Mamá es hermosa. Siempre lo fue. Cuando enviudó, a los 33 años, tuvo decenas de pretendientes. Jamás miró a ninguno. Y cuando miró a uno lo convirtió en su segundo marido.
Otra vez viuda, sigue rompiendo corazones.
-Hay un viejo que me arrastra el ala.
-¿Y? ¿Está para hacerle algún tirito, ma?
-No, es un viejo inmundo.
-¿Por?
-Cuando va a comer se saca los dientes.
-¿Y qué hace? ¿Los deja arriba de la mesa?
-Los envuelve en una servilleta.
-¡Ay, mami! ¡Qué asco!
-Sí, es muy desagradable.
Cabe acotar que el viejo inmundo se cansó de que mamá lo ignorara y enfiló para otros rumbos.
-¿Sabés que hoy vino el viejo de los dientes a anotarse para una excursión? (mamá es la encargada del “turismo” en el Centro de Jubilados).
-¿Sí?
-Sí, pidió dos lugares. Para él y para una “chica” que se consiguió.
-No me quiero ni imaginar lo “chica” que será la “chica”.
-¿Sabés  que me dijo? “Me conseguí una chica y, además, es flaquita”.
-…
-¡Qué viejo de mierda! ¡Me trató de gorda!

Mamá es la mujer más creativa que conozco inventando insultos. La que mejor cocina. La que hace los mates más ricos. Es divertida aún sin proponérselo. Dado que arrastro mi condición de “loquita” desde la más tierna infancia, más de una vez me bañó con un sifón o me metió a la fuerza debajo de la ducha fría. Me ha revoleado en alguna ocasión una flautita o una botella de plástico vacía. Pero jamás me dio una paliza apoteótica, y eso que muchas veces me la tuve merecida.

Mamá es fanática de Boca. Antiperonista hasta la médula (aún recuerda con horror la tortura china a la que la sometían cuando iba a la escuela y le hacían memorizar versitos lamentables: “Aunque me ven pequeñito/ tres amores tengo ya/ por ellos yo sólo lucho/ y procuro mejorar…/ Todo les debo: la vida/ y cuanto habré de alcanzar./ ¡Tres amores en mis días: Perón, mamita y papá!”).

Mamá nos enseñó a ser buena gente. A no quedarnos jamás con algo que no es nuestro. A reconocer las prioridades: cuando éramos chicos sabíamos que escuela y comida estaban primero y después venía todo  lo demás (la mayoría de las veces no venía: no tuvimos ni juguetes caros, ni ropa de marca, ni vacaciones).

 Mamá es una de las personas más importantes en mi vida. Soy absolutamente consciente de que todavía no corté el cordón umbilical y que lo más probable es que no lo corte nunca. Ahora mismo me duele el estómago y estoy esperando que llegue mamá y me haga un tecito.
Me quejo de mamá todo el tiempo. Peleo con ella dos o tres veces por día. Y siempre amago con mudarme.

 …Pero, la verdad, de la casa de mamá no me voy ni loca.

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