viernes, 20 de agosto de 2010

ESTADOS ALTERADOS


  ESTADOS ALTERADOS

“La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.”
Edgar Allan Poe

Cuando la cadena Fox tuvo la felicísima idea de estrenar la serie "United States of Tara", mis teléfonos comenzaron a sonar ininterrumpidamente. Mis casillas de mail se vieron atiborradas de mensajes. Todo el mundo quería decirme lo mucho que Tara se parecía a mí. O lo mucho que yo me parecía a Tara. No sé. El asunto, hasta ahí, me pareció intrascendente. Fue cuando noté que los vecinos me detenían en mi diario periplo hacia la panadería para comentarme esta insidiosa semejanza cuando empecé a preocuparme. ¿Tanto se nota que estoy loca? 
Tara Gregson vive en Kansas y es tan ama de casa como cualquiera. Bah, como cualquiera, no. Hay un detallito que la diferencia del resto: tiene un desorden disociativo de personalidad. Cada vez que se rompe su frágil equilibrio emocional, nuestra heroína echa mano a alguno de sus varios alter ego. El que pueda lidiar de la forma más decorosa con las circunstancias que le toca vivir. Porque a Tara le cuesta bastante asumir los roles de madre y esposa. Que son de lo más jodidos, la verdad.
Tara es Tara. Pero además es un puñado de gente bastante pintoresca:

*Alice, un ama de casa obsesiva y chapada a la antigua, que reza todas las noches y busca quedar embarazada, porque para ella los dos hijos de Tara son, precisamente hijos de Tara.

*Buck, un macho agresivo y bebedor de cerveza que justifica la ausencia de su pene alegando que recibió un disparo fatídico en la guerra de Vietnam.

*T, una salvaje adolescente amiga de la marihuana y de la ropa provocativa.

*Gimme, un alter ego sin una personalidad humana discernible que tiene un patrón de comportamiento animal (¿Es un bicho? ¿Es un duende? No sé, no sé.)

*Shoshana, una terapeuta de aspecto hippie que se comunica con el resto de las personalidades de Tara.

*Chicken, una niñita que es la mismísima Tara cuando tenía cinco años.

Este compendio de personalidades hace que las vidas de Tara y sus afectos sea más bien complicadas, como comprenderán. Para mantener en su lugar a este gentío revoltoso, esta mujercita enloquecida debería vivir empastillada. Pero se resiste a hacerlo. Nada más comprensible: parece que aquellos que debemos tomar medicamentos de manera crónica, cada tanto nos rebelamos contra las indicaciones de nuestros respetables galenos y nos resistimos a tragar y tragar píldoras. Yo lo hago de vez en cuando y, aunque estos pequeños actos de vana insurrección concluyen siempre en una crisis más o menos grosa o en un quilombete familiar, no puedo evitar ponerlos en práctica. Me angustia pensar que unas odiosas pastillitas deberán acompañarme de aquí a la eternidad. En eso sí me parezco a Tara.
Con el riesgo de malograr el chiste que supone compararme con este vistoso personaje, diré que no, que no tengo un desorden disociativo de personalidad. Aunque parezca que sí. Siempre soy yo, aunque algunas veces ser yo traiga aparejado ser una fémina dicharachera e irreverente y otras veces una señora lírica y dolorosa. Lo mío es TAB (trastorno afectivo bipolar), problemita antiguamente catalogado como psicosis maníaco-depresiva (un nombre bastante más inquietante, como verán). A diario tengo que soportarme a mí misma (cosa difícil si las hay) y soportar, además, que en la tele, las revistas o la radio, un montón de viejas chotas y de gatos cascoteados, en el marco de sus trifulcas baladíes, busquen insultarse unas o otras llamándose “bipolares”. Y esto sin que al INADI se le mueva un pelo. Distinta sería la cosa si las chicas se acusaran de “sidosas”, “cancerosas” o “mogólicas”. Como si no tuviéramos suficiente con el TAB, los bipolares en serio tenemos que lidiar con la ignorancia, la falta de sensibilidad y la tontería de la gente. Muy feo.
Aquí concluyo este patético folletito que es, simplemente, una excusa para exponerles que sí, que aunque lo mío no sea desorden disociativo de personalidad, ya sé que se nota que estoy loca. No hace falta que me comparen con Tara para hacérmelo notar.

Pero francamente, queridos, me importa un bledo.

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