DE
LIMPIEZAS, DESBLOQUEOS, AMARRES Y PREDICCIONES
"Los
más rezan con los mismos labios que usan para mentir."
José
Ingenieros
Harto sabido es que, a falta
de una mansión victoriana donde languidecer como Dios manda, vivo en un
minúsculo departamento sobre la sacrosanta residencia de mi sacrosanta madre.
La posibilidad de la mudanza se contempló muchísimas veces, pero siempre fue
descartada. Cortar el cordón umbilical no es lo mío.
Hete aquí que, una tarde no
muy lejana, me encontraba vegetando en mi residencia cuando un olor dulzón y
nauseabundo y una fastidiosa humareda invadieron mi espacio vital.
Inmediatamente fui a pedirle a mi progenitora las explicaciones del caso:
-¿Me querés decir que corno
es todo este humo, ma? ¿Y este olor asqueroso? ¿Qué se te está quemando?
-No se me está quemando nada.
Estoy “limpiando” la casa. Para sacar la mala onda.
-¿Así es como “limpiás” vos, mamá?
-Sí, quemando esto, esto y
esto. Porque Fulana me tiró las cartas y me dijo que había
que “limpiar la casa”, ¿entendés? Ya sé que vos no
creés en nada, pero me dijo “todo” cuando me tiró las cartas. “Todo”. Vos tirabas bien las cartas, yo no sé
por qué no las quisiste tirar más.
-Mamá, yo “jugaba” con las cartas. Mientras me divirtió.
Ya no me divierte. Punto.
-Pero a mí me las podrías
tirar de vez en cuando.
-No sé dónde están las cartas
y no las pienso buscar.
-Yo no sé por qué sos así. No
sé.
Mamá siguió “limpiando” la casa y yo, para estar a tono con
sus actividades paranormales, me puse a hojear una revista “Predicciones” que, sin ninguna duda, la hacedora
de mis días le había birlado a Fulana,
cartomante que la había inducido a la quema indiscriminada de yuyos
sospechosos.
La revista en cuestión
ofrecía una nota de tapa bastante prometedora intitulada “Magia erótica”. Después de una somera
explicación acerca de lo que es la energía sexual y de lo jodido que es tenerla
bloqueada, la “Predicciones” tiraba unas recetas de lo más
pintorescas apuntando a la liberación de tan primordial energía, aconsejando a
la lectora bloqueada sentarse en posición de loto e imaginar un rescoldo de
brasas calentándole la “caverna
interna” (cuya puerta de
entrada es más que obvia), ponerse en bolas y abrir las piernas sobre un
velón encendido en el piso, dibujando círculos con la pelvis e invocando a Afrodita e intoxicarse con un equívoco brebaje
a base de apio, agua ardiente y azúcar negra. Poco espiritual e incrédula como
soy, concluí que un ritual mucho más sencillo para “activar el deseo” era buscar en la web el video de
Pamela Anderson y Tommy Lee y dejar a Afrodita en paz. Pero seguí leyendo, de
curiosa no más.
Las recetas subsiguientes
asumían que con el rescoldo en la caverna, el velón encendido y el aguardiente
una ya estaba lo suficientemente caliente como para entregarse al acto.
Que hubiera resultado de lo más apoteósico si una no se hubiera topado con la
malévola rutina. Después de una somera explicación acerca de lo ladina y
peligrosa que es la rutina y de lo jodido que es caer en ella, la “Predicciones” tiraba unas recetas de lo más
pintorescas apuntando romperla en mil pedacitos, aconsejando a la lectora rutinaria
llenar una frutera de mimbre con frutas de estación envueltas en corazones de
papel recortados en servilletas blancas, colgarse del cuello una
nuez moscada pasada tres veces por azúcar y envuelta en tul o papel de seda y
darle un masaje de lengua a la lengua del amado, lubricando ambas con licor de
chocolate (muy esotérico que digamos no parece, pero bue).
Seguí hojeando la revista y
me topé, luego, con una nota de “autoayuda
mágica” (eso, para los que
creían que ya estaba todo inventado). Hay que sobrevivir al desamor, señores, y
gastar fortunas en psiquiatras y psicólogos es una huevada, sabiendo que una
puede purgar rencores escribiendo todos los reproches que tiene hacia su
ex a la luz de una vela blanca, cubriendo luego la lista de amonestaciones
con dientes de ajos cortados en rodajas, triturando los ajos sobre el papel
después de un par de horas y repitiendo enajenadamente: “Suciedades se limpian, con el ajo
mato todo lo malo, venga en su lugar amor, luz y paz.” Para cerrar heridas se necesita una
pluma liviana y pequeña, a la que hay que pegarle el nombre del ex y un corazón
de papel de calcar donde una debe escribir su propio nombre. Se debe cubrir el
borde del corazón con azúcar, rodearlo de velitas blancas, encender las velitas
y, después de recitar una engorrosa oración, soplar la pluma por la ventana
para que el puto ex desaparezca de una vez por todas. Una patada en el culo es
mucho más ejecutiva, según mi belicoso punto de vista, pero la “Predicciones” no contempla tal posibilidad.
Cansada de las recetas
descabelladas me embarqué en la lectura de una nota de lo más
atemorizante: “Vampiros
en el Siglo XXI”. La nota en
cuestión no hablaba ni de los libros de Stephenie
Meyer ni de "True
Blood", la serie de HBO,
sino de los vampiros que andan entre nosotros y se nutren de nuestro “fluido vital”, nuestra energía psíquica.
Creo que leí una o dos notas
más. Una hablaba acerca de la interpretación de los sueños. La otra, de un Oráculo de 12 Dragones que te cantaban la justa. Cuando creía
que ya nada podía sorprenderme y que me había topado con la chantada en su
máxima expresión, se me dio por embarcarme la lectura de los avisos que plagan
la mágica revisteja.
La primera posibilidad de
solución para una vida de mierda me la acercó un grupete de ocultismo y ayuda
espiritual, “Las 7 Rayas del
Vudú”. Estos señores explican que “Vudú es una fuerza superior a
cualquier otra” y que es “la magia de todas las
magias”. Años y años de citas con Vincent Price me llevaron a creer
(erróneamente, por lo que veo) que el “vudú” tenía dos únicas utilidades: hacer
cagar a algún indeseable o “fabricar
zombies” (si la película está
ambientada en Haití). Pero el vudú sirve también para “tener inmediatamente al ser amado” y “obtener lo imposible”.
En la tradición haitiana, los
zombies “se fabrican” para tener mano de obra gratis. Se
cree que los bokor tienen la capacidad de resucitar a los
muertos y hacerlos trabajar en su provecho. “Las
7 Rayas del Vudú” promete “manejar la mente, el corazón y el
espíritu del ser amado” para
convertirlo en una suerte de esclavo amatorio. Y jura que el galán
descarriado vuelve en 72 horas. No importa cuán lejos haya llegado huyendo de
nos. El aviso, por supuesto, está graciosamente ilustrado por unas cuantas
velas encendidas y una muñequita negra con cara de circunstancia.
Xaya tiene consultorios en Congreso y Recoleta. Se
dedica a la magia “afro-cubana-brasilera”
(“tres fuerzas en una”) y es
un poco más rápida que los de “Las
7 Rayas”: el amado díscolo vuelve en 48 horas. Se vende también como “experta en uniones de pareja” y ofrece “limpiezas todo el año, efectivas y
poderosas”.
Para los que descreen de
estas magias del Tercer Mundo,
hay magias del Primero. Los “Pofesores” (¿“profesores” de qué?) María Cristina y Christian
Ariel ofrecen consultas
personales y cursos de “Magia
Celta”, “Oráculo de Delfos” y “Test Europeo de los Colores”,
entre otras disciplinas. Esta gente erudita no habla de retornos de amantes
sediciosos. Raro.
David de Ode ofrece su ayuda para “cuando sientas que el destino te
ha jugado su peor carta, cuando parezca que el sol se ha ocultado para
siempre”. Este brujo no se anda con chiquitas: olvidate de las
72 o las 48 horas de espera desesperada, acá los resultados son “inmediatos”. Podés tener al ser amado “por más lejos que esté y difícil
que sea”. David no sólo te une al susodicho: te
amarra y te endulza, te corta la magia negra y te abre los caminos. En este
aviso, debajo de un cartelito colorado que reza simplemente “Vudú”, también aparece una muñequita, con
una pinta bastante más siniestra que la que tenía la de “Las 7 Rayas”. Hay velas encendidas y caracolitos
buzios.
La Sra. Maruja y Don
Cipriano no son un dúo
folk. Son una “hechicera
espiritista” y un “sacerdote chamán” que unieron sus talentos
para ofrecerte “rápida y
verdadera ayuda con las magias más potentes”. Los tipos cuentan con “mil amarres amorosos” y aseguran que prometen: “Vuelta inmediata de la persona
amada, detención de divorcios, apuro de matrimonio, reconciliación de
noviazgos, potenciación de los sentimientos y el deseo para que vuelva sumiso,
obediente y fiel” (acá no se
sabe si prometen un amante arrepentido o prometen un perro).
Creerán ustedes que la Maruja y el Cipriano no tienen nada novedoso que
ofertar. Craso error. En tiempo de prejuicios erradicados y matrimonios gays,
este par de pájaros promociona “amarres
especiales para el mismo sexo”.
Beatriz Fasano también es “profesora”. Ella te une definitivamente a quien
quieras, sin importar las distancias espacio temporales. Te destraba, te corta
el daño, te detecta y te destruye el maleficio y te libera de las energías
negativas. Y todo esto sin dejar de pasear por Egipto y sacarse fotos frente a
las pirámides.
Los “Profesores” Ismael y Zamira, autoproclamados “tarotistas del amor”, “unen,
conquistan y recuperan” amantes
facciosos en nueve horas. El “Profesor” Juan Antonio, “el parapsicólogo del amor”,
tarda apenas siete en hacerte el mismo trabajito y te jura que si el tipo “te rechaza, no te mira, no te
besa, no te toca, se aleja y te abandona”, él te lo trae de vuelta de una oreja y
hace arrodillarse a tus pies. Y, como si semejante despliegue mágico
fuese poco, el profe te ofrece “diploma
y salida laboral” si le pagás
por un cursito.
Dominga Bravo es bruja “desde
los siete años” (¿¿¿???). Carmen Fuentes Mendoza es “auténtica
gitana, bruja como nadie” y
está “pa’ servirle”. El “Licenciado” Jaime del Río estudia la kabalah y es integrante de la Cienciología.
Estafadores variopintos que, de ser por una servidora, estarían todos en cana.
Añorando una “Cosmopolitan” que me enseñara a mimarme el punto G,
tiré la “Predicciones” a la basura. Para ayudar a mamá a “limpiar” la casa, nomás.
Eran las diez de la noche
cuando sonó el teléfono. Era mamá.
-Escuchame, hablé con Fulana y me dijo que vos vas a tener que
limpiar tu casa también, porque toda la “mala
onda” que yo saqué de acá se
fue para arriba.
-¿Sí?
-Sí. ¿Te paso la lista de lo
que tenés que comprar para quemar?
-No, ma, no hace falta. Vos
sabés que yo en esas cosas no creo.
-Vos no creés, pero Fulana me
tiró las cartas y me dijo “todo”.
“Todo”. Vos tirabas bien las cartas, yo no sé por qué no las quisiste tirar
más.
-¡Ay, Dios!