miércoles, 31 de octubre de 2012

THIS IS HALLOWEEN


THIS IS HALLOWEEN

“Chicos y chicas de todas las edades, ¿no les gustaría ver algo extraño?”
"This is Halloween",  Dany Elfman 

"Cuando se es niño, los ruidos que asustan surgen de abajo de la cama, y cuando se es adulto, de abajo de la tapa del motor del coche." 
 James Dent

Se acerca el 31 de octubre, día en que en varios lugares del mundo se celebra Halloween, y, tal como Febo en la Marcha de San Lorenzo, asoman señores y señoras que, lejos de iluminar históricos conventos, se mesan los cabellos ante esta fiesta inocentona, blandiendo distintos motivos para defenestrarla. Nacionalistas a ultranza, antiimperialistas acérrimos, fundamentalistas religiosos de todo tipo y calaña o simples pavotes de los que gustan buscarle el pelo al huevo, se dedican a patalear contra una festividad a todas luces ajena a la excelsa esencia latinoamericana. Eso sí, la mayoría de ellos lo hace sin soltar el vasito de Fernet con Coca, ni sacarse el comodísimo jean para calzarse una vernácula bombacha gauchesca, no sea cosa que se paspen. Y sin perderse, por supuesto, ningún partido de Boca, pasando convenientemente por alto que el fútbol es tan inglés como el té con scons, las ampulosas orejas del Príncipe de Gales y los flequillos de Los Beatles.
Por distintos motivos, este pintoresco festejo de origen celta y no yankee, como pregona el vulgo, le pone los pelos de punta a una buena cantidad de gente que, la verdad, podría preocuparse por alguna otra cosa un poco más edificante. Están quienes esgrimen que esta celebración poco y nada tiene que ver con nuestras raíces y se rasgan las vestiduras invocando a la Pachamama. Son los mismos que, cuando se puso de moda que todo el mundo aprendiera a bailar salsa, no patalearon porque la juventud argentina se contoneara al son de este ritmo caribeño y no al de un carnavalito o una chacarera. La salsa es aceptable, aunque no tenga nada que ver con nuestra idiosincrasia, porque es latinoamericana.Halloween es un festejo gringo, y por tal motivo, merece ser condenado y arrojado al mismo pozo fétido que Ronald McDonald y el hijo de puta de Bush.
Si de raíces hablamos, las mías y las de muchos argentinos, están más cercanas a las de los pueblos progenitores de esta tradición, que a las de cualquier pueblo latinoamericano nativo. Digamos que vuestra servidora está, irrefutablemente, más cerca de la gaita que del charango. Soy lo que soy, descendiente directa de europeos, y no me avergüenzo de mis orígenes. Así y todo, me considero muy respetuosa de las costumbres ajenas y admiro profundamente todo lo que tenga que ver con el folklore autóctono: creencias, usanzas, mitología. Hasta he llegado a tomar caña con ruda el 1º de agosto, cosa de que la Parca pase de largo por mi puerta. Conocerán ustedes, amables leedores, la máxima que postula ferozmente que “Julio los prepara y Agosto se los lleva”.
Siempre me resultó llamativo que, quienes basan su discurso político-filosófico en la igualdad de los hombres, hablen de los gringos, como si los aludidos no pertenecieran a esa misma humanidad igualitaria. Para mí, los gringos no son una detestable masa homogénea, sino un conjunto multitudinario de personas únicas e irrepetibles, como lo son todos los seres humanos, más allá de su nacionalidad. Muchos detractores de Halloween sostienen que, quienes adherimos a este festejo, buscamos parecernos a estos temibles gringos. Nunca pretendí parecerme a nadie, pero si puedo elegir entre parecerme a Ray Bradbury o al Che Guevara, elijo, sin dudas, parecerme a Bradbury. Si puedo elegir entre parecerme a Martin Luther King o a Hugo Chávez, tendría que estar muy loca o ser muy belicosa para preferir parecerme al verborrágico Chávez. Y, poniéndome algo frívola (me doy ese lujo de vez en cuando), si tengo que optar por parecerme a Catherine Z. Jones o a Luciana Zalazar, la Z. Jones gana por afano. Sabrán ustedes perdonar tanta traición a la Patria Grande.
Pero esta celebración tiene, además, otro tipo de detractores. Son aquellos para los que Harry Potter es diabólico, Marilyn Manson un esbirro de Lucifer, la bruja Cachavacha un engendro maligno que arrastra a los niñitos incautos a los fuegos eternos y Halloween una celebración nefasta con ribetes satánicos. Esta gente es cristiana, en la mayoría de los casos. Lejos de rebosar de amor y misericordia, están prontos a saltar fieramente sobre todo aquello ajeno a su sistema de creencias o a su modo de vida. Su mentalidad es tan estrecha que, si pudieran, seguirían quemando mujeres en la hoguera como en el Medioevo. Estos individuos siguen creyendo que el Diablo es un señor rojo con cuernos aparatosos y cola con punta de flecha, que espera, gustoso, poder pincharle el culo con su tridente a todos los celebradores de Halloween y a todos los asistentes a los conciertos de W.A.S.P. Creería que estas gentes tienen una sobredosis letal de Divina Comedia, si considerara posible que alguna vez leyeran algo más que los panfletos con los que las distintas iglesias les lavan los cerebritos a diario. Valdría preguntarle a estos soldados de Cristo, parafraseando a Aldous Huxley: "¿Cómo sabes si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?" De dañinos, nomás.
Déjenme decirles, señores, que yo soy una voluntariosa defensora de la celebración de Halloween. En realidad, soy una voluntariosa defensora de todo tipo de celebración que no ofenda ni dañe a nadie y poco me importa que haya nacido en el hemisferio norte, en el hemisferio sur o en el lado oscuro de la Luna. Me enamoré de Halloween hace muchos años, cuando me enamoré de Ray Bradbury. Me encontré con este adorable gringo por primera vez en los remotos desiertos marcianos. Y aún hoy suelo encontrarme, de vez en cuando, con este viejo amor, en un país donde siempre es octubre y siempre es otoño. Nos sentamos debajo del árbol de las brujas y discutimos acerca del sabor que tiene el vino del estío. Nos quejamos de lo herrumbradas que están las maquinarias de la alegría. Contemplamos con ojos húmedos a los fantasmas de lo nuevo. Siempre con ojos húmedos. Porque los remedios para melancólicos comienzan a fallar con el paso de los años.
Espero que, cuando muera, me entierren en un cementerio para lunáticos... junto a este gringo maravilloso, a Poe, a Lovecraft, a Tim Burton, a Stephen King, a Mary Shelley, a Ed Wood, a Bram Stoker, a Bela Lugosi... y a todos aquellos que se acercan al horror a través del amor.

Y espero que me dejen celebrar Halloween en paz, que yo el partido de Boca no se lo jodo a nadie.

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