domingo, 20 de junio de 2021

GLORIA Y DECADENCIA DEL VAMPIRO I


GLORIA  Y DECADENCIA DEL VAMPIRO I

"Harry Potter trata sobre la amistad, sobre el valor, sobre auto superarse constantemente y superar los obstáculos que nos impone la vida. Crepúsculo sólo trata sobre lo importante que es encontrar novio". 
 Sethepen King

Si bien Drácula, la divina criatura del irlandés Bram Stoker y el vampiro más conocido de la historia, está inspirado, principalmente, en leyendas eslavas, la figura del chupasangre aparece en todas las culturas y data de muchísimo tiempo atrás. En Sumeria, hace cinco mil años, el Ekkimu, nombrado en tablillas rescatadas por arqueólogos, era considerado un vampiro. Su nombre significaba, literalmente, “lo que es arrebatado” y su peligrosidad era tal que era suficiente su sola presencia en una casa para ocasionar la muerte de todos sus habitantes. En Grecia, bastante más acá en el tiempo, el rubro vampírico estaba  cubierto por el Vrykolakas y el  Kallicantzaros. Bastaba que un sacerdote maldijera a cualquier desdichado con la temida frase “¡Qué la tierra no te reciba!”, para que lo privara del reposo del polvo y lo convirtiera en un Vrykolakas. El Kallicantzaros era un vampiro nacido el día de Navidad. Su madre había cometido un acto hereje (aunque involuntario): dar a luz el mismo día que la Virgen María y eso condenaba a su vástago a convertirse en una criatura de las tinieblas. Roma tenía a las Lamias, demonios hembras que devoraban a los niños. En Rusia se temía al Upir, un simple ser humano convertido en vampiro por el sólo hecho de haber muerto violentamente, y en China, al Ch’iang Shih, criatura que se alojaba dentro de un cadáver e impedía su descomposición, además de animarlo con un remedo de vida. En los Cárpatos, se creía que el hijo ilegítimo de dos hijos ilegítimos estaba condenado a ser un Nosferat (muerto vivo) si tenía la mala estrella de morir al nacer. En Transilvania podían convertirse en vampiros los criminales, los bastardos, las brujas, los magos, los excomulgados, aquellos que habían nacido con dientes y los niños no bautizados, así como el séptimo hijo varón de un séptimo hijo varón.
Tampoco es Drácula el primer vampiro que nos regaló la literatura. Ya en algunos cuentos de “Las mil y una noches” aparecen personajes que podrían considerarse vampíricos. En el siglo XVIII, Goethe, en su obra "La novia de Corinto (poema)" (1797), da vida a una protagonista con el carácter de una vampiresa, pero  los relatos literarios sobre vampiros tienen su auge a partir del siglo XIX, avalados por el  romanticismo. En 1816, la apuesta entre Lord Byron, su médico John William Polidori y los escritores Percy y Mary Shelley para ver quién narraba la mejor historia de horror de todos los tiempos, no  fue sólo el puntapié inicial de la fantástica novela de Mary, "Frankenstein": Polidori se despachó con una historia vampiresca, publicada en 1819 y titulada "El Vampiro, un cuento". “Carmilla” (1872), es una novela de vampiros en la que ya despunta el erotismo irresistible de estos seres sobrenaturales. Después vinieron “Drácula” y muchas otras historias, algunas maravillosas y otras sencillamente deplorables. De lo más nuevito, lo mejor es “Déjame entrar”, del escritor sueco John Ajvide Lindqvist. Y lo peor, las eternas sagas para adolescentes que han convertido a los vampiros en inocuos galanes de telenovela.
El vampiro debutó en el cine a principios del Siglo XX asustando mucho, tuvo una época de gloria absoluta y reposada sensualidad gracias al actor húngaro Béla Lugosi, se volvió cachondísimo en los ’70, gracioso en los ’80, sofisticado en los '90 y redondamente pelotudo en los albores del siglo XXI. Sí, sí, Robert Pattinson es divino. Y los pendejos de “Crónicas Vampíricas”, también. Pero esa gente está más para “Beverly Hills 90210” que para un tour por las tinieblas. Y las historias que protagonizan son más empalagosas e inmundas que un culebrón venezolano, que me perdone Carlos Mata. Estos chupasangre modernos han contribuido de forma escandalosa a lo que yo llamo la decadencia total del vampiro. Para los que se oponen a esta afirmación apocalíptica tengo preparada una lista cronológica de los vampiros más famosos del cine.  Aquí la primera parte. Léanla. Y después me cuentan



NOSFERATU, EINE SYMPHONIE DES GRAUENS (1922, ALEMANIA)

Si bien “Nosferatu, eine Symphonie des Grauens” (“Nosferatu, una sinfonía de horror”), dirigida por  F.W. Murnau, no fue la primera incursión de la figura del vampiro en el cine (hasta el entrañable Georges Méliès tuvo su película de vampiros), el trabajo de Max Schreck como el terrorífico Conde Orlok fue tan impresionante que la película es la primera que viene a la mente de todos los cinéfilos cuando se habla de los albores del vampirismo en la pantalla grande.
Murnau quería filmar su propia versión de “Drácula”, pero no pudo conseguir los derechos del libro. Así que cambió algunos nombres, algunas locaciones y algunos detalles de la historia. Y logró un filme absolutamente genial, que mete miedito en serio. De todos modos, el parecido con la novela de Stoker era tal que su viuda demandó al director alemán por plagio. La justicia falló a favor de la dama en cuestión y ordenó que se destruyeran todas las cintas de “Nosferatu”. Gracias a Dios, la película ya había sido distribuida en varios países y muchas copias se salvaron.
Sobre Max Schreck, el actor que interpretó al temible Conde Orlok, circuló durante mucho tiempo una leyenda urbana: se decía que era un verdadero vampiro y que F.W. Murnau le había pagado para que, en la escena final de la película, le mordiera el cuello a la chica (cosa bastante incoherente, que yo sepa los vampiros muerden motu proprio y el dinero los tiene muy sin cuidado). Esta fábula dio origen a la maravillosa película de Elias Merhige, “La sombra del vampiro” (2000), donde Willem Dafoe da vida a Schreck (una muy buena película de vampiros para ver y disfrutar y dejarse de romper los kinotos con tanto “Crepúsculo”).


DRACULA (1931, EE. UU.)

Corría 1931 cuando Tod Browning estrenó su película “Dracula”, basada libremente en la novela de Bram Stoker. El filme, considerado por la  Chicago Film Critics Association lel número 41 en la lista de las 100 películas más aterradoras de la historia, lanzó a la fama al actor húngaro Béla Lugosi, el Conde Drácula más fascinante de todos los tiempos, misterioso y sensual. El papel iba a ser interpretado originariamente por Lon Chaney, pero su fallecimiento dejó trunco el proyecto.
Béla Lugosi, actor exquisito, consiguió el éxito gracias a “Drácula” pero quedó encasillado en papeles de terror. Cuando los estudios dejaron de convocarlo, Lugosi cayó en una profunda depresión y se convirtió en un adicto a la morfina. Su último papel como Drácula lo interpretó en una película de Abott y Costello, en 1948. Casi al final de su vida, Béla Lugosi volvió a aparecer en películas de muy baja calidad, de la mano de Ed Wood, quien había sido siempre uno de sus fans (la relación entre Wood y Lugosi está bellamente plasmada en la maravillosa película de Tim Burton “Ed Wood”, con Johnny Depp y Martin Landau, otra genial excusa para tirar “Crepúsculo” a la basura y ponerse a ver cine en serio).


SON OF DRACULA (1943, EE. UU.)

Son of Dracula” (“El hijo de Drácula”) fue una película de 1943 dirigida por el alemán Robert Siodmak. En el filme, Lon Chaney Jr. Es el Conde Alucard, primer hijo del Conde Dracula (Alucard es, como habrán notado los más avispados, Dracula escrito al revés), que vive (o desvive) aventuras bastante alejadas a las narradas en la novela de Stoker. Si bien la película es considerada por muchos aficionados al cine de terror como una obra mediocre, se la recuerda especialmente por ser el primer film en el que se ve como un hombre se convierte en murciélago, un portento para aquellos tiempos.
El Conde Alucard de Chaney Jr. carece de la poesía del Conde Drácula de Lugosi, es un vampiro mucho menos sutil y bastante más violento. Así y todo, si ustedes deben decidir entre ver “El hijo de Drácula” o “Crepúsculo” les recomiendo que se aboquen a degustar el primero de estos filmes, aunque Lon Chaney Jr. sea bastante más fulero que Robert Pattinson. 



DRACULA (1958, GRAN BRETAÑA)

En el año 1958, los fanáticos de los vampiros tuvimos, por fin, nuestro primer gran Drácula británico. Y fue, nada más y nada menos, que Christopher Lee, ese señor adorable y eterno que aún hoy, con noventa y tres años, nos sigue deleitando desde la pantalla grande (fue Saruman en “El Hobbit” y en la trilogía de “El Señor de los Anillos”, el Rey de los Pescadores, Bill Malloy, en “Sombras Tenebrosas” y Monsieur Labisse, el bibliotecario, en “Hugo”… ¡tantas películas lindas y ustedes perdiendo el tiempo con “Crepúsculo”!).
“Dracula” fue dirigida por Terence Fisher y contó con un Dr. Van Helsing de lujo: Peter Cushing. Es también una adaptación bastante libre de la novela de Bram Stoker.
Lee fue un Conde Drácula excepcional, que impuso los colmillos y los ojos inyectados en sangre como características del personaje. Fue tan convincente en su papel  que al ver la película su esposa quedó profundamente impresionada y se negó a dormir con él esa noche.  


THE FEARLESS VAMPIRE KILLERS (1967, EE. UU.)

Que Roman Polanski es un genio está fuera de toda discusión. Y una de sus genialidades más divertidas es, sin dudas, “The Fearless Vampire Killers” (“La danza de los vampiros”), un homenaje a las películas del género, en tono de comedia y con algunos tintes eróticos. El actor alemán Ferdy Mayne interpretó al Conde von Krolock y el canadiense Iain Quarrier, a su hijo Herbert.
Roman Polanski, además de dirigir la película, tuvo un destacado papel en ella como ayudante del Profesor Abronsius (Jack MacGowran), que llega a Transilvania para investigar una serie de sucesos extraños relacionados con el vampirismo. También aparece en el filme su malograda esposa Sharon Tate, divina. Entre las curiosidades que presenta esta película de culto se cuentan los debuts en  pantalla de un vampiro gay y de un vampiro judío.
“La danza de los vampiros” es una película imperdible. Si ustedes vieron “Crepúsculo” y no vieron “La danza de los vampiros” no tienen perdón de Dios. 


BLACULA (1972, EE. UU.)

“Blacula”, dirigida en 1972 por William Crain, es toda una novedad: presenta al vampiro negro como protagonista principal de una historia de terror. La película, aunque no lo crean, ofrece bastante más de lo que un título tan bizarro puede sugerir. William Marshall interpreta  a un príncipe africano del Siglo XVIII, Mamuwalde, convertido en vampiro por el mismísimo Conde Drácula y encerrado luego en un ataúd. Dos siglos más tarde, Blacula logra escapar y se encuentra en la ciudad de Los Ángeles. Por supuesto, se  topa con una dama a la que considera la reencarnación de su perdida esposa Luva.
“Blacula” recibió el galardón a la Mejor Película de Terror en los primeros Saturn Awards.  Para las damas que no  gustan de los paliditos como Robert Pattinson.

Hasta aquí, mis queridos, la primera parte de la lista de vampiros cinematográficos que demuestra, redondamente, que el chupasangre que conoció tiempos gloriosos hoy está de capa caída. Pronto, la segunda y última parte de esta colmilluda lista. Mientras tanto, los dejo con unas palabras de Sheridan Le Fanu, escritor irlandés autor de la inquietante novela de vampiros "Carmilla", inspirada en la legendaria historia de la hermosa y perversa Condesa Elizabeth Báthory  e inspiración, a su vez, del Drácula de Bram Stoker: "Lo más inexplicable era y sigue siendo cómo pueden salir de su tumba y regresar a ella. La doble vida de los vampiros se mantiene gracias al sueño cotidiano en la tumba. Su monstruosa avidez de sangre de seres vivos les proporciona la energía necesaria para subsistir durante las horas de vigilia."

Buenas noches.

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