“No más sobre sexo, es demasiado aburrido.”
Lawrence
Durrell
Los Consejeros Cosmo quieren que deliremos. Que seamos presa de la demencia, la enajenación, la locura. Que el más desencajado frenesí anegue nuestras sábanas. Que el desvarío y la alucinación se codeen con nuestras bombachas.
Con el lascivo propósito de
que el desatino diga presente a la hora de los bifes, las gentes
calenturientas de la “Cosmopolitan” nos acercan estos extraviados “Trucos para delirar”. Debo confesar que yo los estudié
concienzudamente y mucho no
deliré. Pero ya se sabe que
yo soy una mujer extraña. Que gusta más de una porción de lemon pie que de un masculino dispuesto a la
consumación del acto. Una
gorda inmunda, bah. Y a mucha
honra.
TRUCOS PARA DELIRAR
82-Atacalo cuando esté en la cocina. Háganlo de pie, con la puerta
de la heladera abierta. El frío y la sensación de urgencia son estímulos muy
poderosos. Delirar con la puerta de la
heladera abierta es, por lo menos, extraño. La sensación de urgencia no sé por dónde viene, si por la
urgencia de cerrar la puerta de la heladera porque abierta pierde el frío, como
dice mi mamá o porque en otra habitación de la casa está la suegra mirando
tele. A los Cosmo le gustan estas chanchadas.
83-Tengan sexo en cámara lenta: hagan lo mismo de siempre, pero de
una manera muy lenta. La sensación será inolvidable. Para delirar con este tip hace falta que la suegra no esté mirando
la tele en otra habitación de la casa.
84-Hacer el amor desnuda y con la cara cubierta por un pañuelo o
una pashmina puede ser una experiencia ultra hot. Bue, si esta gente lo dice.
85-Con algún programa de diseño (como el Corel o el InDesig), editá
para él una revista estilo Maxim. Por supuesto: la protagonista de todas las
notas sos vos. Estas gentes de la “Cosmo” son muy propensas al onanismo cibernético. Los señores no computarizados se
quedan sin delirar la mayoría de las veces. Lamentable.
86-Untá su miembro con miel. Después, limpialo con tu lengua. Si los Consejeros
Cosmo hubieran recomendado
untar las partes con el señor a festejar con salsa
chutney, salsa vongole o coulis de kiwi, esta sugerencia delirante tendría un touch de primicia. Pero la cuestión de la
miel es una obviedad. Además, ¿a quién le gusta la miel a destajo? A Winnie Pooh, nomás. La gente normal no se empacha
con miel. Se empacha con dulce de leche.
87-Ubicate en la cama boca arriba, con las piernas separadas, sin
bombacha. Él tiene que acostarse con las piernas apuntando hacia vos. De esta
manera podrá tocar tu Zona V con los dedos del pie. Una, que tiene encima muchas más horas de televisión que de
reviente, no puede dejar de relacionar la Zona
V con el espinoso asunto de
la Invasión Extraterrestre. Pero, no. Cuando los Consejeros Cosmo se refieren a la Zona V aluden a las partes femeninas. Yo no sé si es un lugar para que un
masculino ande metiendo las patas. No me parece.
88-Al mejor estilo Samantha Jones en "Sex and the City",
rescotate sobre el capot del auto con las piernas abiertas y preparate para
recibir el mejor sexo oral de tu vida. Qué les dije. Que estas gentes estrafalarias suponen que una vive dentro de un
capítulo de "Sex and the City". Pero,
no. Una vive en el conurbano
bonaerense. Va a la verdulería y todo. Este truco, además, puede resultar
glamoroso si el capot sobre el que una se recuesta lujuriosamente pertenece a
un Bugatti Veyron o un Rolls-Royce
Phantom. Pero desparramarse encima
de un Renault 4 es muy triste. Muy.
89-Durante el misionero, levantá tus piernas y apoyalas sobre los
hombros de él. La penetración va a sentirse mucho más ajustada y profunda. ¿La novedad?
90-Háganlo contra la pared, frente a un espejo. Todo será doblemente excitante. Sigo esperando la novedad.
91-Durante una sesión de sexo oral, en el momento exacto en el que
él está a punto de cruzar la línea de llegada, detenete. Repetí esta jugada
varias veces. ¡Vas a enloquecerlo! Además, corrés el riego de que el tipo te golpeé, lo que para
algunas mentes perversas, no deja de ser excitante.
92-Mojá con tu lengua la tela de los boxers que cubre su paquete y
exhalá aire caliente sobre la zona. Vas a provocarle escalofríos de placer. En el maravilloso mundo de la “Cosmopolitan” no hay hombres que usen slips con
elásticos estirados y porten lastimosos paquetitos.
93-Proponele un desafío, tiene que recorrer tu cuerpo sólo con un
dedo y lograr excitarte sin apelar a los recursos más obvios. ¿Recursos más obvios son los cinco dedos?
94-Sólo para golosos: sentate desnuda, abrí las piernas y colocá
un copo de crema batida sobre tu clítoris. No vale que diga que está a dieta. Habrán notado ustedes, carísimos lectores, que mis comentarios
acerca de estos trucos ultra
ardientes son cada vez más
escuetos. Es que, ante tanta pavada erótica hasta yo, que tengo un pico que da
miedo, me quedo sin palabras.
95-Durante un mes, tengan sexo todos los días. Tené presente que
el erotismo se retroalimenta. O sea: cuanto más tenés, más querés. O sea, ¿cómo se hace para tener sexo todos los días con un señor
rebelde que pretende dormir,
mirar la tele o repasar su colección de
estampillas? Hay masculinos sediciosos que se niegan rotundamente a poner
el cuerpo día tras día para que nosotras satisfagamos nuestros caprichos
sexuales. Llama la atención que los ediores de la "Cosmopolitan" desconozcan de plano la existencia de
estos señores duros de tumbar.
96-Grabá tus sesiones de autoplacer y después pasáselas al MP3. Analizar detalladamente los trucos, consejos, tips y recomendaciones que la revista “Cosmopolitan” imparte a sus lectoras, nos hace
concluir que la chica Cosmo
pura dedica el 90% de su día
al sexo. Si tiene un señor a mano, bienvenido sea. Si no lo tiene, bienvenida
sea su colección de sex toys. Ninguna acción llevada a cabo por esta
hembra insaciable apunta a fines más elevados que el placer, el autoplacer, el goce y el
regodeo. Una vergüenza.
97-Apagá las luces del cuarto y señalá el área dónde querés ser
besada con un puntero láser. Truco muy Scout, orientado a que el masculino concrete
su buena acción del día.
98-Sorprendelo con estímulos no obvios. Frotá su cara con tu tanga
o recorré sus pies con tu lengua. Imagino cuán atrevida deberá ser una mujer para frotar la cara del
señor agasajado con sus calzones. Yo, la verdad, no me animo a tanto, que me
perdone la “Cosmopolitan”.
99-Por una noche, tus lolas deben ser las únicas protagonistas. El
puede hacerles cosquillas con las pestañas o decorarlas con chocolate, por
ejemplo. Si dentro del sorprendente
universo de las revistas femeninas existiera cierta lógica, todas las
actividades erótico culinarias propuestas por las mismas no se llevarían a cabo
con productos que las mujeres tenemos definitivamente prohibidos, como el dulce
de leche, el chocolate o el helado. Nuestras lolas deberían ser decoradas con
yogurt “Ser” y nuestros clítoris coronados con una
porción de mermelada “BC”. Es altamente conflictivo y
categóricamente nocivo para nuestro equilibrio emocional untar nuestras
humanidades con manjares mientras nos vemos obligadas a consumir viandas
inmundas.
100-Mientras tu chico habla por teléfono con un amigo, montate
sobre él y, sin decir una palabra, empezá a cabalgarlo. Insisten los Cosmo en que una no diga ni una palabra. Ya
sé que a los hombres les gustan las muditas. Pero yo no puedo.
101-En el misionero, mientras él está adentro de vos, empezá a
acariciarte. No sólo vas a ofrecerle un espectáculo impresionante: vas a lograr
un Gran O extraordinario. La “Cosmo” es, como verán, una revista que maneja
un argot propio y particular. Aclaro, para los
menos despiertos, que un Gran
O es un orgasmo, ¿capisci?
Gracias a Dios y a su cohorte
de ángeles, hasta aquí llegan los trucos ultra ardientes que ofrece la “Cosmopolitan” con el impúdico fin de que nuestras
sábanas se incineren en un feliz caso de combustión
espontánea.
Yo, que mucha experiencia en
el tema no tengo, pero que más o menos me defiendo, sostengo que tanta
premeditación va en contra de la eficaz consumación del episodio lúbrico. Este
asunto de tocate, ponete,
sacate, filmate, gemí, no gimas, entrompate, tirá el dado, revoleá el jabón,
etc., etc., etc., convierte al acto amoroso en una puesta en escena de lo más
deplorable.
Ignoro si estos puerquísimos
pases mágicos habrán aportado alguna novedad a vuestras vidas íntimas. Si los
habrán incinerado como corresponde. No sé. No importa. Yo me vi en la
obligación moral de transmitírselos y así lo he hecho. No me lo agradezcan.
Ya les dije que lo mío es un
sacerdocio.
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