domingo, 3 de febrero de 2013

EL BLUES DE LA ESCLAVA


EL BLUES DE LA ESCLAVA

“…desde Kunta Kinte a nuestros días pocas mejorías…”
"El blues del esclavo", Mecano

Hace unas semanas, bah, unos meses, bah, unos años, que mi marido viene amenazándome con tomarse el buque. Yo no tenía muy claro a qué respondían estas vergonzosas intimidaciones, hasta que recalé en el blog de unas amigas, y encontré un folletito que me abrió los ojos: mi benemérito consorte quiere estampar la huella de su zapato en mi voluminoso trasero (inflado a fuerza de medialunas y no de metacrilato, aclaro) por una razón alarmante: no soy una buena esposa.
A qué viene esta afirmación rotunda que pone en duda mis habilidades domésticas se preguntarán ustedes. Viene a que, comparándome con la esposa modelo que promueve este pintoresco opusculito de 1953, soy una cucaracha rastrera que lo único que merece es que su maridito la pise sin miramientos. Porque peco de inútil, egoísta, amarga, desordenada y gorda. Qué feo. Para que ustedes, damitas lectoras, puedan complacer a sus esposos y conseguir  que se dejen de escorchar con tanta amenaza de fuga, hete aquí las enseñanzas de la “Guía de la buena esposa”, que ofrece 11 sencillas reglas para hacer felices a vuestros maridos y convertirse en las mujercitas que ellos siempre soñaron, auténticas esposas de Stepford con tornillos en el culo y aire en la cabeza. Una joyita, vean.

 
GUÍA DE LA BUENA ESPOSA


1) TEN LISTA LA CENA: “Planea con tiempo una deliciosa cena para su llegada. Esta es una forma de dejarle saber que has estado pensando en él y que te preocupan sus necesidades. La mayoría de los hombres están hambrientos cuando llegan a casa. Prepara su plato favorito.”

Las desalmadas mujeres de hoy tendemos a usar artilugios pecaminosos tales como el puré Chef, los calditos Knorr Suiza y las pizzas Sibarita. Somos tan malvadas que hasta atosigamos a nuestros bebés con sospechosas papillas Nestlé. Las salchichas, las hamburguesas y los nuggets son nuestros aliados. Todo esto, permítanme decírselos sin herir susceptibilidades, es una oda a la vagancia. ¿Cómo ignorar el amor infinito que conlleva pelar una papa? ¿Cómo pasar por alto la devoción enternecedora que proyecta sobre nuestra familia un hueso de caracú refocilándose en un caldito casero? ¿Cómo no comprender que amasar pizza equivale a darle nuestra almita a ese hombre al cual pertenecemos? ¿A ustedes les preocupan las necesidades de sus maridos o no, manga de haraganas? ¿Y el bebé? El bebé será carne de diván tan sólo porque no fuimos capaces de pisar una zanahoria. Muy triste.


2) LUCE HERMOSA: “Descansa 5 minutos antes de su llegada para que te encuentre fresca y reluciente. Retoca tu maquillaje, ponte un listón en el cabello y luce lo mejor posible para él. Recuerda que ha tenido un día duro y que sólo ha tratado con sus compañeros de trabajo.”

Pelar un kilo de papas, señoras, no nos da derecho a lucir como Trapito, el espantapájaros. Nuestros esposos han laborado todo el día y merecen, al llegar al sacrosanto seno del hogar, encontrarse con una señora bella y perfumada, con un moño precioso ornamentando su cabecita hueca. No me vengan, por favor, con que 5 minutos no son suficientes para reponerse de los sinsabores que deparan tres críos maleducados, un perro sucio, una vecina belicosa y una suegra rompe pelotas. ¡5 minutos son más que suficientes! No olviden que sus esposos han trabajado todo el día como burros para traer el pan al hogar y ustedes se rascaron la barriga frente al televisor atosigándose con “Buenas tardes, mucho gusto” (¡Zas! ¡Se me cayó la cédula!) ¿Y todo para qué? Para aprender a cocinar manjares que no prepararán nunca, porque el 24 de diciembre del vitel thoné no las mueven ni con una grúa. ¡Sean bellas, carajo! ¡Maquíllense! ¡Sean sinuosas, sabrosas y apetecibles! Eso sí, sin pasarse de rosca. Una cosa es ser una esposa hermosa y otra muy distinta, un putón de Almodóvar.
  

3) SÉ DULCE E INTERESANTE: “Su aburrido día de trabajo quizás necesite mejorar. Tú debes hacer todo lo posible por hacerlo. Una de tus obligaciones es distraerlo.”

“Yo no me casé para ser Krusty”, pensarán ustedes. Porque entre el maquillaje y el entretenimiento temen convertirse en los payasitos de su consorte. No es así, señoras. No sean rebeldes. Al marido hay que entretenerlo: eso es lo que corresponde. Bailen la danza del vientre. Hagan malabarismo con las naranjas. Saquen un conejo del lavarropas. Eso sí, sin dejar de ser dulces e interesantes. Prueben debatir sobre la teoría de Darwin con una pollerita de bananas a lo Josephine Baker. Las bananas le dan el toque hogareño y entretenedor al espectáculo. También pueden recitar versitos de los “Dos Corazones” o cantar algún jingle de las publicidades del chocolate “Tofi”, de esos ochentosos que postulan que todo puede ser mejor si sabemos dar lo que llevamos dentro y proponen cambiar el mundo con una dulzura especial (¡Y otra vez se me cayó la cédula!).


4) ARREGLA TU CASA, DEBE LUCIR IMPECABLE: “Haz una última ronda por las principales áreas de la casa, justo antes de que tu marido llegue. Levanta libros de la escuela, juguetes, etc. Y limpia con un plumero las mesas.”

Ya sé lo que me van a decir: que no tienen plumero. Porque las malas esposas somos espíritus libres que no tenemos plumeros ni barremos las hojas de los árboles cuando llega el otoño. Pero eso no es excusa: van y compran uno. Y encarcelan de una vez por todas a ese espíritu romántico y desprolijo que festeja los libros y los juguetes tirados por ahí, porque tales infracciones hablan de una casa viva. Hay que fregar y fregar para que nuestro mártir trabajador se halle ha gusto en su hogar, dulce hogar. El polvo en los muebles es enemigo feroz de los buenos matrimonios. No lo olviden nunca.


5) HAZLO SENTIR EN EL PARAÍSO: “Durante los meses más fríos del año debes preparan la chimenea antes de su llegada. Tu marido sentirá que ha llegado a un paraíso de descanso y orden, eso te levantará el ánimo a ti también. Después de todo, cuidar de su comodidad te brindará una enorme satisfacción personal.”

Acá también sé lo que me van a decir: que no tienen chimenea. Qué turras que son. Van y la hacen construir. O la construyen con sus propias manos. A ver si se creen que, en tiempos inclementes, al marido se lo puede arreglar con una bolsa de agua caliente. ¿Qué pasa? ¿No quieren sentirse satisfechas? ¿Por qué no se ponen a laburar entonces? Y no me pataleen a lo Pimpinela “Me hace falta una flor, una flor, una flor”, porque no se los voy a permitir. Nada de flores. Vocación de servicio. Que pa’ algo se casaron.


6) PREPARA A LOS NIÑOS:
 “Cepíllales el pelo, lava sus manos y cámbiales la ropa si es necesario. Son pequeños tesoros y él los querrá ver relucientes. Tomate unos minutos para arreglar a los niños.”

¿Qué es eso de tener a los niños mugrientos y con los mocos colgando? ¿Qué pasa con ustedes, señoras? Los niños deben enceguecernos con su fulgor. Son pequeños tesoros, aunque rompan el vidrio del vecino de un pelotazo, envenenen al gato y se caguen a palos todo el día. Ustedes retrucarán, lo sé, que ningún tesoro que se precie está todo el día metiéndose los dedos en la nariz ni se limpia las manos en las cortinas después de comerse una pata de pollo. Lo que pasa es que ustedes no saben comprender a estas delicadas joyas. Vayan y cepíllenlos como Dios manda.


7) MINIMIZA EL RUIDO:
 “A la hora de su llegada apaga la lavadora, secadora y aspiradora e intenta que los niños estén callados. Piensa en todo el ruido que él ha tenido que soportar durante su pesado día de oficina.”

Mujeres, no puede ser que el hombre de la casa llegue y se encuentre con los aullidos de Bon Jovi y las detonaciones enloquecedoras del Call of Duty. Apaguen el tocadiscos (sí, ya sé, esto parece el túnel del tiempo, pero es para estar a tono con el folleto), apaguen la PlayStation, apaguen todo lo que puedan. Apaguen a sus hijos, que son unos gritones insoportables. Vuestros consortes necesitan un dulce silencio para poder relajarse. Están muy cansados: a no olvidar que estuvieron 8 horas con el culo en la silla firmando papelitos mientras ustedes corrían detrás del bebé, bañaban al perro, despiojaban al pibe del medio y abrían el paquete de Paty.


8) PROCURA VERTE FELIZ: “Regálale una gran sonrisa y muestra sinceridad en tu deseo de complacerlo. Tu felicidad es su recompensa por su esfuerzo diario.”

¿Depresión? ¿Qué carajo es eso? ¿Quién lo inventó? Algún psiquiatra con ganas de currar a la gente, seguro. Ustedes, carísimas lectoras, tienen que ser felices y estar siempre tan eufóricas como payaso nuevo (eso sí, sin hacer demasiado aspavientos ruidosos, no olviden por favor el apartado número 7). Sonrían todo el tiempo, aún cuando les duela hasta el último átomo de sus humanidades. Cuélguense del cuello de sus esposos cuando vuelvan del trabajo con una genuina alegría. Agradézcanles que les permitan servirlo. Tiren cohetes y otros fuegos de artificio para celebrar su gloriosa esclavitud (y nada de andar pidiendo descanso dominical, un salario normal, dos pagas, mes de vacaciones y una pensión tras la jubilación).


9) ESCÚCHALO: “Puede que tengas una docena de cosas importantes que decirle, pero a su llegada no es el mejor momento para hablarlas. Déjalo hablar antes, recuerda que sus temas son más importantes que los tuyos.”

Chicas, tengan en cuenta que un balance o un giro en descubierto en el banco son  mucho más importantes que un inodoro tapadoun caño roto en la cocina y un niño atragantado con un rulemán. ¿Por qué insisten en atosigar a sus esposos con nimiedades hogareñas? Déjenlos explayarse sobre sus asuntos, por lo menos hasta que la cara del chico pase de violeta a negra. No sean desubicadas.

10) PONTE EN SUS ZAPATOS: “No te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o si no llega en toda la noche. Trata de entender su mundo de presión y compromisos, y su verdadera necesidad de estar relajado en casa.” 

Ustedes son unas hincha pelotas que no quieren entender. Cuando el hombre llega a casa a cualquier hora con una tanga en la cabeza, una corneta en la mano y un aliento a alcohol que apesta, no tienen ningún derecho a presentar quejas. El tipo necesita estar relajado, no escuchar a una loca en camisón vomitando todo tipo de improperios. Sepan que sus maridos tiene compromisos con la secretaria y es duro para él tener que soportar la presión de sus siliconas cuando ella se le desparrama arriba. 

11) NO TE QUEJES: “No lo satures con problemas insignificantes. Cualquier problema tuyo es un pequeño detalle comparado con lo que él tuvo que pasar.”

Las mujeres acostumbramos a abrumar a nuestros hombres con problemas insignificantes. Nuestras dificultades no son nada comparadas con sus conflictos. ¿No se dan cuenta de que él sale como un león a enfrentarse con un mundo hostil mientras ustedes se quedan en casa cómodas y tranquilas? ¿Qué? ¿Qué tenés cáncer? ¡Ay, por favor, no vas a comparar esa pelotudez con una inspección de la DGI! Yo no sé por qué se empeñan en no entender que el hombre es grande y la mujer es pequeña. Por lo tanto, sus problemas son importantísimos y los nuestros, banales. Aunque el problema del hombre sea que perdió Boca y el nuestro que nos tapó el Riachuelo.


CONSEJO EXTRA: HAZLO SENTIR A SUS ANCHAS: “Deja que se acomode en su sillón favorito o se recueste en la habitación. Ten una bebida caliente lista para él. Arréglale la almohada y ofrece quitarle sus zapatos. Habla con voz suave y placentera.”
Sus matrimonios están al borde del precipicio, queridas mías, porque nunca les quitan los zapatos a sus maridos cuando se repantigan en sus sillones favoritos a lo Homero Simpson. Tampoco se los lustran. Tampoco les lamen las suelas. ¿Qué les pasa, por Dios, qué les pasa? ¿Cómo pueden ser tan ladinas e ingratas?

Hasta aquí, señoras, la “Guía de la buena esposa”. Pergeñada en 1953, es cierto, pero aún fresquísima en las cabezas de unos cuantos mamarrachos. A mí me pareció un capítulo de “Hechizada” sin Endora, qué quieren que les diga, pero de todos modos intenté hacerlas entrar en razón. Por favor, traten de seguir la guía al pie de la letra si desean conservar sus matrimonios. Porque siendo inútil, egoísta, amarga, desordenada y gorda como yo, tarde o temprano serán cambiadas por una mujer que sepa ocupar su lugar y honre su ventajosa condición de esposa. Perdón, ESPOSA.

O esposada, qué se yo. 

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