EL
PANDEMONIUM DE CELULOIDE
“El infierno está de aquí a la
eternidad.”
“From Here to Eternity”, Iron Maiden
LOS INICIOS – DEL INFIERNO AL
ESTRELLATO
El Diablo es un personaje tan
atrayente que, desde sus inicios, el cine se ocupó de su poco grata persona.
Los realizadores de antaño vieron el gran negocio que era nutrirse de la
imaginería diabólica para cautivar al público y comenzaron a explotar todo aquello
que se relacionara con Satanás y sus huestes.
Los hacedores de películas
buscaban alimentar la sed de emociones fuertes de un público que se regocijaba
con todo aquello que le hiciera poner la piel de pollo. Es por eso que el
Demonio protagonizó muchos de los primeros filmes de la historia.
Satanás apareció en escena en
el mismo momento en que se realizaron las primeras proyecciones de imágenes a
través de los primitivos aparatos del siglo XVII. Entre las figuras con las
cuales se sorprendía a un público cándido aparecía siempre la estampa de un
diablillo cornudo y con cara de pocos amigos.
La Iglesia, como era de
suponer, puso el grito en el cielo ante tanto despliegue diabólico y advirtió a
los fieles sobre los fatales riesgos que corrían sus almas si se empecinaban en
asistir a estas sacrílegas proyecciones. Un opúsculo titulado “Magia óptica” (1671 – Kaspar Schott) pone al tanto a
los cristianos de las nefastas influencias que estos demonios proyectados
podían tener sobre sus vidas.
El público de entonces era lo
suficientemente ingenuo (o psicótico) como para no poder distinguir claramente
realidad y fantasía. Un espectáculo ofrecido por el belga Etienne Robertson a
principios de 1800, “Phantasmagoria”, que consistía en una elaborada
combinación de imágenes terroríficas de diablos y calaveras proyectadas sobre
las cabezas del público y acompañadas por sonidos siniestros, desencadenó
escenas de histeria colectiva.
La primera proyección de
cine, realizada por los hermanos Lumière en 1895, consistió en las
imágenes de un puñado de obreros bajando de un tren (el público huyó
despavorido de la sala por temor a ser atropellado por la locomotora que
aparecía en pantalla). La siguiente película, obra del cineasta galo George
Méliès, fue decididamente satánica. “Le
cabinet de Mefistófeles” (1896
o 1897), de poco más de tres minutos de duración, presentaba al propio Méliès
caracterizado como Mefistófeles, quien desaparecía dejando una corona de humo
cuando alguien hacía la señal de la cruz.
A esta primera película de
terror siguieron otras. Los primeros títulos infernales fueron “Satanás” (1819), “El gabinete del Dr. Caligari” (1919), “Nosferatu, el vampiro” (1922) y “Fausto” (1926). Estos filmes presentaban
demonios atractivos y elegantes que desplegaban una maldad refinada.
Con el correr del tiempo, el
Maligno fue incrementando sus apariciones en la pantalla. Y un buen día (o
malo, como se quiera ver) se convirtió en una estrella. Los guionistas y
directores explotaron al tremebundo personaje hasta el hastío. Pero ignoraron
que abordar a Satanás podía tener un costo muy alto… no sólo económico.
La historia del cine está
jalonada con películas con fama de “malditas”. Algunas de ellas tocan temas
directamente relacionados con lo diabólico y lo oscuro. He aquí las más
representativas.
La noche del 8 al 9 de agosto
de 1969, Sharon Tate, esposa del célebre cineasta Roman Polanski y un grupo de
invitados, se encontraban compartiendo una velada agradable en la mansión de la
actriz, en Bel Air, Los Ángeles.
La noche transcurría
plácidamente hasta que, a escasos metros de la entrada a la casa, se detuvo un
coche del cual descendieron tres jóvenes –dos chicas y un chico- . Chales “Tex” Watson, Susan D. Atkins y Patricia
Krenwinkle saltaron la alambrada de seguridad y accedieron al
jardín de la residencia, a la cual ingresaron luego de la rotura de los
cristales de la fachada principal. Linda Kassabian actuó como conductora y campana. Los tres jóvenes, acólitos del psicópata
Charles Manson, protagonizaron una cruel matanza. Tate fue asesinada por Susan Atkins,
que le asestó 11 puñaladas y la arrastró con una cuerda por la estancia, para
luego colgarla de la baranda de una escalera. Ante los ruegos de Sharon por la
vida del bebé que llevaba en el vientre, una fría Atkins respondió “No voy a tener clemencia contigo,
zorra”.
Al día siguiente, los cuerpos
de Tate y sus acompañantes aparecieron desgarrados y el piso de la mansión
salpicado de sangre y vísceras. Winifred Chapman, la encargada de la limpieza,
los encontró y dio parte a la policía.
La investigación de los
asesinatos culminó con la detención de “La
Familia”, una extraña comuna californiana de aires hippies liderada por el
extravagante Charles Manson, identificado por sus seguidores como la compleja
encarnación de Dios y Satanás. Muchas hipótesis existen acerca del móvil de los
asesinatos, entre ellas, la de los militantes del mundo esotérico que se
inclinan por una “venganza
diabólica” auspiciada por
altos jefes del satanismo mundial y llevada a cabo por Manson y sus secuaces.
Todo comenzó, según dicen, un
año atrás, con el estreno de la película “El
bebé de Rosemary”, dirigida
por Roman Polanski, que recrea ciertas ceremonias y ritos satánicos,
filmados con el valioso asesoramiento de Anton La Vey, el excéntrico fundador de la Iglesia de Satán. La película narra la historia de Guy Woodhouse (John Cassavetes) y su esposa Rosemary (Mia Farrow), una pareja de recién
casados que alquila un departamento en la mítica Casa Bramford y se involucra con una secta
demoníaca. Rosemary, sin
saberlo, lleva en sus entrañas al hijo del Demonio.
Con “El bebé de Rosemary” Polanski consiguió reconocimiento
y fama mundial. La película fue la llave del éxito. Un éxito que, pocos meses
después, le pasaría factura. Los elogios que la crítica prodigó al film
contrastaron con la disconforme censura de los satanistas quienes sintieron que
su privacidad había sido invadida y ventilada, y no dudaron en practicar sus
diabólicas artes de magia negra para maldecir a todo aquel que hubiera
participado en la película.
Según la teoría de los
ocultistas, las sectas satánicas más poderosas del mundo se unieron para
vengarse del cineasta, al que enviaron un escueto comunicado: “Pagarás tu intromisión y tu osadía
con sangre”. Por último, cabe
destacar que algunas escenas de la película fueron filmadas en el edificio Dakota, en el centro de Nueva York, donde años
antes habían vivido un
genio del cine de terror, el actor Boris Karloff y un célebre brujo negro,
famoso por sus ritos desenfrenados, Aleister Crowley (un personaje cuyo rostro figura
en la portada del disco de Los
Beatles “Sgt. Pepper's
Lonely Hearts Club Band”). Este edifico siempre fue considerado maldito y
por eso fue recomendado a Polanski para lograr un clima satánico en su
rodaje. Frente a esta mítica construcción fue asesinado John Lennon en
1980.
Para muchos críticos “El exorcista” inició un nuevo género: el “terror satánico”. Fue dirigida por William Friedkin,
basándose en la adaptación de la novela homónima de William Peter Blatty.
Blatty, respondiendo, quizás,
a alguna inquietud religiosa, se interesó vivamente por uno de los fenómenos
más aterradores a los cuales debe enfrentarse la Iglesia: la posesión
diabólica. A lo largo de una investigación periodística, Blatty accedió a
documentación oficial eclesiástica relacionada con un exorcismo realizado en
Mount Rainier (Maryland, EEUU) en 1949.
La historia en la que se
inspira la novela de Blatty tuvo como protagonista a un adolescente de 14 años
que manifestaba los mismos síntomas demoníacos que aparecen en la película:
comportamientos violentos, cambios bruscos de personalidad, torsiones
corporales imposibles, uso de lenguas desconocidas (xenoglosia), movimientos
autónomos de objetos (poltergeist o telequinesis), aparición espontánea de
leyendas blasfemas sobre la piel o de siluetas demoníacas (dermografías),
levitaciones, etc.
El adolescente en cuestión
fue sometido a todo tipo de exámenes médicos y psiquiátricos, sin que se
hallara el diagnóstico que justificara su extraño comportamiento. La familia
recurrió entonces a tres sacerdotes jesuitas, J. Bishop, William Bowdner
y Walter Halloran, quienes realizaron una serie de exorcismos que se
prolongaron durante varias semanas hasta la expulsión del supuesto demonio. Una
vez exorcizado, el chico no recordó nada de lo sucedido y llevó una vida de lo
más normal.
La novela de Blatty basada en
esta truculenta historia se convirtió en un best-seller. Y fue llevada al cine
al poco tiempo de ser publicada.
Los nueve meses que duró el
rodaje de la película fueron fatídicos. “El
exorcista” estaba maldita desde el vamos.
Al descender del avión que lo
llevaba a Nueva York para participar en la película, Max Von Sydow recibió la
noticia de la muerte de su hermano. El actor irlandés Jack McGowran, que personificaba a Burke Dennings, asesinado en la
película por el Demonio, falleció el 30 de enero de 1973, a los 54 años,
de forma inexplicable y repentina a causa de una gripe. Vasiliki Maliaros, la madre del Padre Karras, murió el 9 de
febrero de 1973.
Los rollos de la película
aparecieron velados y los técnicos que trabajaron en el film sufrieron varios y
aparatosos accidentes.
La actriz Ellen Burstyn (que
interpretó a la madre de la niña poseída y aceptó el papel con la exigencia de
que retiraran del guión la frase “¡Creo
en el Diablo!”, que ella debía pronunciar) sufrió una lesión espinal permanente
durante la película en la escena donde su hija la lanza violentamente
contra el suelo. El arnés que la tenía sujeta, tras varios intentos, le dio un
tirón más fuerte de lo previsto, y cayó con violencia sobre sus coxis.
Lanzó un fuerte grito de dolor que fue filmado e incluido en la película.
También Linda Blair (Regan) se dañó la espalda cuando un trozo de
aparejo se rompió mientras era lanzada contra la cama.
La maldición afectó a varias
personas relacionadas con el film o a sus familias. El hijo de Jason Miller (Padre
Karras) casi muere al ser atropellado en una playa desierta por un
misterioso motociclista. El abuelo de Linda Blair falleció mientras ella rodaba
la película; el hijo de uno de los asistentes de cámara murió repentinamente
poco tiempo después de nacer; el operario encargado del sistema de aire
acondicionado de los estudios de la productora expiró de forma inesperada;
el conserje de uno de los platós de rodaje fue asesinado por un
desconocido.
La cantidad de accidentes y
contratiempos que se sucedieron durante el rodaje de “El exorcista” obligó a su director a
solicitarle al padre jesuita Thomas V. Bermingham que exorcizara las
instalaciones en las que se filmó. El padre se rehusó por considerar que
un exorcismo no era necesario, pero accedió a realizar una ceremonia en la que
bendijo a todas las personas involucradas en el film.
Después de la ceremonia del
padre Bermingham cesaron los
extraños accidentes, pero más adelante reaparecieron con gran virulencia.
La película fue estrenada el
26 de diciembre de 1973, con asistencia masiva del público. Exageración o no,
se cuenta que los acomodadores y encargados de los cines se quejaban de tener
que estar limpiando continuamente los vómitos de gran parte del público
asistente y de tener que atender los desmayos y las reacciones histéricas
de otra gran parte. Hay quienes aseguran que ciertos testigos de la proyección
del film sufrieron ataques cardíacos y que se produjo, incluso, algún repentino
aborto. En Bekerley (California) un hombre llegó a lanzarse contra la pantalla
gritando que quería “atrapar
al demonio” (al final, el
público setentoso era tan psicótico como el del siglo XIX).
La Iglesia, fiel a su
estilo, puso el grito en el cielo cuando se exhibió la película, a la que
consideró tan nociva como las drogas y la pornografía. Un montón de locos
exigían ser exorcizados después de haber visto el filme. Médicos y psiquiatras
aconsejaron a sus pacientes más sensibles no ver la película para mantener a
salvo su integridad psíquica.
La maldición de “El exorcista” la persiguió hasta el teatro. El 2 de Abril de 1975 se estrenó en el “Teatro de la Comedia”, de Londres, la obra “El exorcista”. Para el papel
de Regan se escogió,
extrañamente, a una madura y experimentada actriz de 42 años, Mary Ure. El
debut de la obra fue un éxito, pero, a la mañana siguiente, el director Peter
Coe encontró a Mary muerta en la habitación del hotel en el cual se hospedaba.
La actriz estaba tumbada en la cama con los brazos en cruz y el cuerpo lleno de
cortes y heridas. La versión oficial fue que la muerte de Mary se debió a la
combinación fatal de alcohol y barbitúricos y que las heridas eran
autoinfligidas, pero “El
exorcista” no volvió a
presentarse en ningún teatro del mundo.
POLTERGEIST: YA ESTÁN AQUÍ
La de “Poltergeist” (Tobe Hooper, estrenada el 4 de
junio de 1982) es quizás, la historia más difundida entre las que se
refieren a las maldiciones fílmicas.
La familia Freeling vive en un suburbio de California
(EEUU) en una casa, aparentemente, normal. Las vidas de sus integrantes se ven
alteradas cuando Carol Anne (Heather O'Rourke), la pequeña de la
familia, contacta con los espíritus que habitan la casa a través del televisor.
Poco después del estreno de
la película (la primera de una exitosa saga de tres) la maldición de “Poltergeist” dijo presente. La
primera víctima fue Dominique Dunne, de 22 años, que interpretaba a Dana, la hija mayor de los Freeling. A mediados de octubre
de 1982, pocas semanas después del estreno de la película, la actriz decidió
terminar la relación sentimental que la unía a John Sweeney, chef en un famoso
restaurante. Presa de un ataque de ira, John intentó estrangular a
Dominique. Cuando encontraron a la chica
aún estaba con vida, pero murió seis días más tarde, el 4 de noviembre. A pesar
de lo atroz de su crimen y de que en el juicio quedó demostrado que era un
maltratador consecuente, Sweeney fue condenado sólo a seis años de prisión, de
los cuales cumplió dos y medio.
Dedicada a la memoria de
Dominique, la segunda parte de la saga se estrenó el 23 de mayo 1986. Basándose
en ciertos rumores que aseveraban que algunos de los esqueletos utilizados en
el rodaje de “Poltergeist” eran reales, se procedió a exorcizar
el set de filmación.
Poco tiempo después de
terminar la película murió Julian Beck, el actor que interpretaba al malvado Reverendo Kane. Beck padecía de un cáncer que era
el responsable del aspecto terrorífico y decrépito que exhibió en la
película. Pero su muerte también fue vista como parte de la maldición.
Will Sampson, el actor que en
la segunda parte de “Poltergeist” dio vida a un brujo llamado Taylor (y que será recordado por su
interpretación del Jefe
Brondem en el film “Atrapado sin salida”, junto a
Jack Nicholson) murió el 3 de junio de 1987 por complicaciones durante el post
operatorio de un trasplante de corazón y pulmón.
El 1 de febrero de 1988,
antes de estrenarse la tercera parte de la saga, suceso que tuvo lugar el 10 de
junio de 1988, falleció Heather O'Rourke. Heather tenía tan solo 12 años y
murió tras sufrir un paro cardíaco y un shock séptico consecuencias
de una obstrucción intestinal, posiblemente a causa de un defecto de nacimiento.
El mal que padecía fue diagnosticado como enfermedad de Crohn (un mal crónico en el cual el sistema
inmunitario del individuo ataca su propio intestino produciendo inflamación).
MÁS MALDITAS –
EL FATAL OFICIO DE SER ACTOR
Sea por pura casualidad o sea por pura
causalidad, tres películas emblemáticas del género del terror se han visto
rodeadas de muertes inesperadas y sucesos extraños. Pero, para ser
justos, hay que reconocer que también otras películas cuyos argumentos no se
codean tanto con Satanás han sido presa de terribles maldiciones.
“Lo que el viento se llevó” (Víctor Fleming, 1939) puede considerarse
una película maldita sin
temor a exagerar. Se cuenta que un brujo negro al que le disgustó la novela de
Margaret Mitchell, le lanzó a la autora la siguiente advertencia: “Cuando obtienes un beneficio de la
sangre del hombre, tú estás maldita y la sangre provocará tu desgracia”. Esta maldición cayó sobre la película
y el productor de la misma, David O. Selznick pasó las de Caín durante los tres años que duró la
filmación. No sólo se vio envuelto en una serie de inconvenientes relacionados
con el film (“Lo que el viento se llevó” llegó a rodarse con cinco
directores distintos), sino que vio naufragar su matrimonio, feliz antes de
embarcarse en el proyecto. Agobiado por las deudas y los problemas, Selznick
consultó a los mejores astrólogos de Los Ángeles para que le auguraran el
futuro comercial de la película. Todos le aseguraron que sería un éxito, pero
le advirtieron que el costo del éxito se pagaría con sangre.
Pocos meses después del estreno de “Lo que el viento se llevó” uno de los maquilladores murió
repentinamente. Más tarde, en las mismas circunstancias, desapareció el
guionista del film, Sidney Howard, seguido por Laure Hope, Leslie Howard, Harry
Davenport, Hattie Mc Daniel, actores, y el director Víctor Fleming. En 1960
falleció prematuramente Clark Gable. Vivian Leigh arruinó su vida y su carrera
a causa del alcoholismo.
“Rebelde sin causa” (Nicholas Ray, 1955), reunió a tres jóvenes intérpretes que
fallecieron trágica y prematuramente: James Dean en un accidente de tránsito a
los 24 años (1955), Sal Mineo asesinado a los 37 (1976) y
Natalie Wood cuando cayó de noche
al agua desde su yate The
Splendor, a los 43 (1981).
Maldita es, también, “El
conquistador de Mongolia” (Dick
Powell, 1956), una pretendida biografía de Gengis Khan protagonizada por John
Wayne, fracaso de público y crítica. Años
más tarde ganó cierta popularidad debido a un terrible dato: del total de 220
integrantes participantes en el film, 91 habían desarrollado algún tipo de
cáncer hacia 1981 y 46 habían muerto hasta ese entonces. Una causa probable de
esta epidemia es que el film fue rodado en el desierto de Utah, no lejos
de un campo de pruebas del Gobierno de los Estados Unidos donde se
ensayaban armas nucleares durante los años ‘50. El reparto y el equipo de
filmación vivieron semanas difíciles en el desierto. 60 toneladas de la arena
del lugar se llevaron a un estudio para completar la filmación.
“Vidas rebeldes” (John Houston, 1961) tiene fama de maldita: fue la última película que
protagonizaron Clark Gable (el rodaje culminó el 4 de noviembre de 1960 y
Gable murió pocos días después) y Marilyn Monroe (fallecida el 5 de
agosto de 1962). A Montgomery Clifft no le fue mucho mejor. Su muerte ocurrió
el 23 de julio de 1966, a los 45 años. Su asistente le oyó decir sus
últimas palabras cuando le preguntó si le gustaría ver “Vidas rebeldes” en la televisión, a lo que Clift
contestó con rotundidad: "No,
en absoluto”.
En plena filmación “El Cuervo” (Alex Proyas, 1994), Brandon Lee, el
hijo del mítico Bruce Lee, murió accidentalmente a causa de que una de las
pistolas que utilizaron para dispararle en una escena albergaba en su tambor
una bala vieja que no había sido detectada por los encargados de los efectos
especiales. El suceso, trágico de por sí, cobró ribetes aún más macabros
cuando se lo relacionó con el film “Juego
con la muerte” (Robert
Clouse, 1978), en el cual Bruce Lee interpreta a Billy Lo, una superestrella del cine de acción
coaccionada por un sindicato del crimen para que trabaje para ellos. Tras la
negativa de Lo, los
mafiosos deciden deshacerse de él haciendo que le disparen en medio de un
rodaje con un arma que se suponía de fogueo… tremenda premonición del infausto
suceso que le costaría la vida a su hijo 16 años después.
La lista sigue… y es interminable. Los
escépticos de siempre aseguran que las supuestas maldiciones que ostentan
algunos filmes son estratagemas de las productoras cinematográficas para
promocionar sus películas. Los que amamos los misterios, por módicos que sean, y le rendimos pleitesía a George Romero, nos empecinamos en que
todo este asunto sea cosa de
Mandinga.
Y estamos seguros de que Satanás figurará
en el reparto del próximo estreno.
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