TUYA Y AJENA I (COSAS DE AMANTES)
“Nunca aconsejéis a un hombre
que desconfíe de una mujer con la que ya esté casado. Es demasiado tarde para
él.”
Lord Byron
“Anda deja que te desabroche
un botón,
que se come con piel la manzana prohibida…”
que se come con piel la manzana prohibida…”
“Y si amanece por fin”,
Joaquín Sabina
Hace algunos años, nuestras
madres y abuelas, siempre prontas a echar mano al cinturón de castidad, juraban
que el amantazgo era una usanza exclusivamente
masculina. Una se preguntaba con quién engañaban a sus mujeres esos hombres
que retozaban entre sábanas ajenas, porque las mujeres no tenían
amantes. Por lo menos las mujeres
decentes. Y las mujeres indecentes cobraban por sus servicios, así que no
se las podía considerar amantes. Con ellas se hacían negocios, no desastres. Pero
hoy en día, las mujeres han asumido públicamente que sí tienen amantes y que esos tránsfugas de antaño
jugueteaban en sus lechos sin que hubiera una vil moneda de por medio.
Sin hacer apología del
adulterio les diré, señoras, que para tener un amante no basta con desearlo.
Hay que prepararse física y emocionalmente para la revoleada de
chancleta y tener en cuenta
ciertas cositas que evitarán que la aventura se desmadre y acabe en una
tragedia griega.
Prepararse físicamente es
fácil. Para las más adineradas, significará un paso raudo por el quirófano de
un buen cirujano plástico. Las pobrecitas como yo deberán conformarse con un
mes a lechuga y agua y alguna visita esporádica al gimnasio. Y listo. Pero
prepararse emocionalmente, en cambio, es mucho más complicado de lo que una
pensaba. Hay que considerar determinadas premisas que tienen que ver con tener
bien clarito porque nos convertimos en adúlteras, manejar nuestro
comportamiento infiel de la mejor manera posible y sopesar los pros y los
contras de nuestras actividades ilícitas. Pero tranquilas. Para orientarlas en
este camino de ida hacia el vicio estoy yo, una moderna, femenina y depravada
versión de aquel Virgilio que guió a Dante por los
Infiernos. Que casi no tuve amantes pero leí un montonazo.
5 MOTIVOS QUE NOS EMPUJAN A
TENER UN AMANTE (¡JURO QUE NOS EMPUJAN!)
Para empezar a dilucidar este
asunto del amantazgo les presento, amables lectoras, una
escueta lista de motivos que nos empujan a tener un amante. Tomen sus apuntes.
1) NO SOMOS FELICES EN
NUESTRA PAREJA: Clásico de clásicos. Después de muchos años de convivencia, muchos domingos almorzando
en casa de los suegros y muchos pañales sucios, la mujer se da cuenta de
que es infeliz.
Y ya se sabe: una mujer infeliz es una adúltera en potencia.
La mujer que se descubre en esta situación trágica, las más de las veces,
intenta comunicarle sus sentimientos al señor con el que está emparejada. Y,
las más de las veces, este señor ignora sus reclamos y lamentaciones. La mujer,
entonces, asume que un amante le dará a su vida un ramalazo de felicidad. Ya lo
dijo Alejandro Dumas (hijo): “El matrimonio es una
cadena tan pesada que para llevarla hace falta ser dos y, a menudo, tres.”
2) NUESTRO HOMBRE NOS FUE
INFIEL Y QUEREMOS PAGARLE CON LA MISMA MONEDA: La mujer, casi sin quererlo o después de indagar
en bolsillos, teléfonos y computadoras ajenas, descubre que su hombre le es
infiel. Este hallazgo provocará que las niñas más modositas lloren por los
rincones y que las minas de cuchillo en liga hagan justicia por mano
propia. Una mujer engañada es una adúltera en potencia.
La mujer despechada buscará un amante para equilibrar la balanza que el turro
con el que convive desequilibró de manera brutal y concretar felizmente el
bíblico “ojo por ojo”.
3) NECESITAMOS SENTIRNOS
AMADAS: Las señoras románticas siguen
siendo románticas a pesar de los años y las circunstancias. Empantanadas en una
relación donde lo más emocionante es comerse una hamburguesa en McDonald’s, estas damas añoran sentir
mariposas en el estómago cada vez que corren raudas al encuentro de su amado y
recibir todo tipo de mimos y atenciones. El hombre con el que conviven perdió
todo atisbo de sensibilidad y enamoramiento y las ignora de manera vergonzosa.
La mujer romántica casada con
un bruto es una adúltera en potencia. Buscará en otras sábanas las dulzuras
que le son negadas en el lecho marital. Conseguirá, como sea, su caja de
bombones, su ramo de flores y su oso de peluche con corazón y mensaje
empalagoso. ¿Alguien puede culparla?
4) FUIMOS FLECHADAS: ¡Cupido, ese
mocoso absurdo, ha disparado una de sus flechas directo a nuestro veleidoso
corazoncito! Estamos en pareja, sí, pero el angelito travieso lo pasa por
alto. De pronto, nos sentimos fatalmente atraídas por un señor que no es
el nuestro y, sin demasiados miramientos, nos lanzamos a una aventura pródiga
en revolcones y escaramuzas. La mujer flechada es una adúltera en potencia. Tarde o temprano revoleará la bombacha
para el lado de ese señor que súbitamente apareció en su vida y le
revolucionó las hormonas.
5) NECESITAMOS SENTIRNOS
MUJERES FATALES: No sólo de pan vive el
hombre. Y la mujer, menos. Las señoras y señoritas necesitamos
algo más que bombones, flores y osos empalagosos. Necesitamos acción. Que digo acción: superacción.
Cuando notamos que la pasión que otrora ornamentaba nuestras sábanas ha
desaparecido por arte de hastío y nuestras fantasías sexuales excluyen
a nuestra pareja de manera terminante, damos un volantazo para el lado de la
ilegitimidad. La mujer agobiada por la falta
ardores eróticos es una adúltera en potencia. Se propondrá, como sea, sentirse
deseada y encontrar un amante generoso con el cual poder concretar sus
entelequias carnales. Se convertirá en una mujer fatal en el lecho de ese extraño que le voló
la cabeza.
10 PREMISAS A TENER EN CUENTA
A LA HORA DE HACERSE DE UN AMANTE
Después de haber encontrado
una buena justificación para zambullirnos en el picante mar del adulterio,
debemos tomar nota de ciertas reglas que harán que nuestra aventura ilícita no
nos complique la vida de manera escandalosa.
1) SER SINCERAS CON ÉL: Ya que no vamos a ser sinceras con nuestro
marido, por lo menos seamos sinceras con nuestro amante. Aclaremos desde el
vamos que estamos dispuestas a vivir un episodio romántico y/o erótico, pero
que de ninguna manera vamos a romper nuestra pareja, si esas no son nuestras
intenciones.
2) SER HONESTAS CON NOSOTRAS
MISMAS: Vuestra servidora es de la sediciosa idea de que
a la única persona que le debe fidelidad es a sí misma. Y esa fidelidad
implica, cómo no, la sinceridad más feroz. Ante la aparición de un
potencial amante, la mujer debe preguntarse qué es lo que realmente quiere. ¿Un
revolcón apoteósico? ¿Un container de flores y golosinas? ¿Algo serio o
una aventurilla sin consecuencias? Saber lo que una espera del amantazgo es fundamental para evitar quilombos
y malos entendidos.
3) PROTEGERNOS Y PROTEGER A
NUESTRA PAREJA: En castizo, usar preservativo
en cada encuentro sexual que tengamos con nuestro patas de lana.
4) TENER MUCHO CUIDADO CON
NUESTRO AMANTE: No hace falta ir a encamarnos
con Patrick Bateman para correr riesgos en una
relación ilícita. Quizás el señor con el que una decide revolear la chancleta jamás nos pegue un hachazo en la
cabeza, pero eso no significa que no pueda destrozarnos. Al convertirse en
nuestro amante, el varón en cuestión se hace cómplice de nuestras mentiras. Y
ya se sabe, señoras, que las
mentiras tienen las patas cortas. El
amante, ante nuestra negativa a dejar a nuestra pareja o nuestra voluntad de
poner fin a la relación, puede querer vengarse. Y hacer lo posible por cagarnos
la vida. Para evitar estas complicaciones indeseadas es menester que le demos
al señor con el cual viviremos un loco affaire una mínima cantidad de información
acerca de nosotras, nuestra pareja y nuestros movimientos. Nada de direcciones
o números de teléfono fijo.
5) SER CONSCIENTES DE QUE
PONEMOS EN RIESGO A NUESTRA PAREJA: Tener un amante siempre pone en riesgo a nuestra pareja. Por
una infinidad de razones: porque podemos enamorarnos perdidamente del patas de lana, porque el patas de lana puede querer formalizar la relación con todos los
inconvenientes que esto acarrea, porque nuestro novio/consorte puede enterarse
del entuerto de mil maneras distintas (descuidos, amigas buchonas, revisión
concienzuda de nuestros mails y MSN), etc. ¡Ojo! Los riesgos son muchos. El más
fulero es quedarse sin el pan
y sin la torta y ser
abandonada por los dos hombres con los que una está enredada.
6) NO ENAMORARSE: A lo largo y a lo ancho de su vida sentimental,
una mujer puede cometer muchísimos errores. El más garrafal, es, sin ninguna
duda, enamorarse de su amante. No enamorarse del hombre con
el que compartimos una aventura es mucho más fácil en la teoría que en la
práctica. Para prevenir esta desgracia, debemos evitar las
escapadas románticas de fin de semana y las películas onda “Los puentes de Madison”, y aprender a disfrutar de los
encuentros puramente físicos y pasionales.
7) MANTENER A NUESTROS HIJOS
AL MARGEN:
Nunca se debe involucrar a los niños en los despelotes de los adultos, pero
esta regla corre especialmente para el caso de los amantazgos. Hay que evitar que los chicos se
enteren de nuestro mal paso, cosa de que no se traumaticen ni le vayan con el
cuento al padre.
8) TOMAR TODAS LAS
PRECAUCIONES: Esto significa borrar mails,
mensajes comprometedores y rastros de perfume masculino. Escatimar las
confesiones: cuantas menos personas conozcan la relación clandestina, mejor. La
perdiz, señoras, puede saltar
por cualquier lado.
9) DELIMITAR EL ESPACIO: Obviamente, jamás de los jamases debemos llevar
a nuestra casa a nuestro tórtolo furtivo. La
cama matrimonial es sagrada. Una
puede hacer cuantas chanchadas quiera en cama ilícita, pero la cama legal no se mancha. Parece que una de las primeras
cosas que pregunta el engañado que se enteró del fato es: “Por
lo menos no lo habrán hecho en nuestra cama, ¿no?”.
10) JAMÁS CONFESAR: En otros opúsculos dedicados al tema que he
publicado en este espacio he afirmado, categóricamente, que, ante cualquier
prueba que de nuestra infidelidad, lo más sano es negar, negar y negar. Las confesiones están bien para la
Iglesia. Y ahí deben quedarse.
Hasta aquí, la primera parte
de este concienzudo estudio sobre amantes y amantazgos. En la próxima entrega abordaremos un
tema insoslayable: los pros y los contras de tener un amante. Para cerrar esta
parrafada les dejo una frase de Víctor Hugo: “La libertad de amar
no es menos sagrada que la libertad de pensar. Lo que hoy se llama adulterio,
antaño se llamó herejía.”
Buenas tardes.
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