sábado, 2 de noviembre de 2019

TUYA Y AJENA I (COSAS DE AMANTES)


TUYA Y AJENA I (COSAS DE AMANTES)

“Nunca aconsejéis a un hombre que desconfíe de una mujer con la que ya esté casado. Es demasiado tarde para él.”  
 Lord Byron 

“Anda deja que te desabroche un botón,
que se come con piel la manzana prohibida…”
“Y si amanece por fin”, Joaquín Sabina

Hace algunos años, nuestras madres y abuelas, siempre prontas a echar mano al cinturón de castidad, juraban que el amantazgo era una usanza exclusivamente masculina. Una se preguntaba con quién engañaban a sus mujeres esos hombres que retozaban entre sábanas ajenas, porque las mujeres no tenían amantes. Por lo menos las mujeres decentes.  Y las mujeres indecentes cobraban por sus servicios, así que no se las podía considerar amantes. Con ellas se hacían negocios, no desastres. Pero hoy en día, las mujeres han asumido públicamente que sí tienen amantes y que esos tránsfugas de antaño jugueteaban en sus lechos sin que hubiera una vil moneda de por medio.
Sin hacer apología del adulterio les diré, señoras, que para tener un amante no basta con desearlo. Hay que prepararse física y emocionalmente para la revoleada de chancleta y tener en cuenta ciertas cositas que evitarán que la aventura se desmadre y acabe en una tragedia griega.
Prepararse físicamente es fácil. Para las más adineradas, significará un paso raudo por el quirófano de un buen cirujano plástico. Las pobrecitas como yo deberán conformarse con un mes a lechuga y agua y alguna visita esporádica al gimnasio. Y listo. Pero prepararse emocionalmente, en cambio, es mucho más complicado de lo que una pensaba. Hay que considerar determinadas premisas que tienen que ver con tener bien clarito porque nos convertimos en adúlteras, manejar nuestro comportamiento infiel de la mejor manera posible y sopesar los pros y los contras de nuestras actividades ilícitas. Pero tranquilas. Para orientarlas en este camino de ida hacia el vicio estoy yo, una moderna, femenina y depravada versión de aquel Virgilio que guió a Dante por los Infiernos. Que casi no tuve amantes pero leí un montonazo.

5 MOTIVOS QUE NOS EMPUJAN A TENER UN AMANTE (¡JURO QUE NOS EMPUJAN!)

Para empezar a dilucidar este asunto del amantazgo les presento, amables lectoras, una escueta lista de motivos que nos empujan a tener un amante. Tomen sus apuntes.

1) NO SOMOS FELICES EN NUESTRA PAREJA: Clásico de clásicos. Después de muchos años de convivencia, muchos domingos almorzando en casa de los suegros  y muchos pañales sucios, la mujer se da cuenta de que es infeliz.
Y ya se sabe: una mujer infeliz es una adúltera en potencia. La mujer que se descubre en esta situación trágica, las más de las veces, intenta comunicarle sus sentimientos al señor con el que está emparejada. Y, las más de las veces, este señor ignora sus reclamos y lamentaciones. La mujer, entonces, asume que un amante le dará a su vida un ramalazo de felicidad. Ya lo dijo Alejandro Dumas (hijo): “El matrimonio es una cadena tan pesada que para llevarla hace falta ser dos y, a menudo, tres.”

2) NUESTRO HOMBRE NOS FUE INFIEL Y QUEREMOS PAGARLE CON LA MISMA MONEDA: La mujer, casi sin quererlo o después de indagar en bolsillos, teléfonos y computadoras ajenas, descubre que su hombre le es infiel. Este hallazgo provocará que las niñas más modositas lloren por los rincones y que las minas de cuchillo en liga hagan justicia por mano propia.  Una mujer engañada es una adúltera en potencia. La mujer despechada buscará un amante para equilibrar la balanza que el turro con el que convive desequilibró de manera brutal y concretar felizmente el bíblico “ojo por ojo”.

3) NECESITAMOS SENTIRNOS AMADAS: Las señoras románticas siguen siendo románticas a pesar de los años y las circunstancias. Empantanadas en una relación donde lo más emocionante es comerse una hamburguesa en McDonald’s, estas damas añoran sentir mariposas en el estómago cada vez que corren raudas al encuentro de su amado y recibir todo tipo de mimos y atenciones. El hombre con el que conviven perdió todo atisbo de sensibilidad y enamoramiento y las ignora de manera vergonzosa. La mujer romántica casada con un bruto es una adúltera en potencia. Buscará en otras sábanas las dulzuras que le son negadas en el lecho marital. Conseguirá, como sea, su caja de bombones, su ramo de flores y su oso de peluche con corazón y mensaje empalagoso. ¿Alguien puede culparla?

4) FUIMOS FLECHADAS: ¡Cupido, ese mocoso absurdo, ha disparado una de sus flechas directo a nuestro veleidoso corazoncito! Estamos en pareja, sí, pero el angelito travieso lo pasa por alto.  De pronto, nos sentimos fatalmente atraídas por un señor que no es el nuestro y, sin demasiados miramientos, nos lanzamos a una aventura pródiga en revolcones y escaramuzas. La mujer flechada es una adúltera en potencia. Tarde o temprano revoleará la bombacha para el lado de ese señor  que súbitamente apareció en su vida y le revolucionó las hormonas.

5) NECESITAMOS SENTIRNOS MUJERES FATALES: No sólo de pan vive el hombre. Y la mujer, menos. Las señoras y señoritas necesitamos algo más que bombones, flores y osos empalagosos. Necesitamos acción. Que digo acción: superacción.  Cuando notamos que la pasión que otrora ornamentaba nuestras sábanas ha desaparecido por arte de hastío y nuestras fantasías sexuales excluyen a nuestra pareja de manera terminante, damos un volantazo para el lado de la ilegitimidad.  La mujer agobiada por la falta ardores eróticos es una adúltera en potencia. Se propondrá, como sea, sentirse deseada y encontrar un amante generoso con el cual poder concretar sus entelequias carnales. Se convertirá en una mujer fatal en el lecho de ese extraño que le voló la cabeza.

10 PREMISAS A TENER EN CUENTA A LA HORA DE HACERSE DE UN AMANTE

Después de haber encontrado una buena justificación para zambullirnos en el picante mar del adulterio, debemos tomar nota de ciertas reglas que harán que nuestra aventura ilícita no nos complique la vida de manera escandalosa.

1) SER SINCERAS CON ÉL: Ya que no vamos a ser sinceras con nuestro marido, por lo menos seamos sinceras con nuestro amante. Aclaremos desde el vamos que estamos dispuestas a vivir un episodio romántico y/o erótico, pero que de ninguna manera vamos a romper nuestra pareja, si esas no son nuestras intenciones.

2) SER HONESTAS CON NOSOTRAS MISMAS: Vuestra servidora es de la sediciosa idea de que a la única persona que le debe fidelidad es a sí misma. Y esa fidelidad implica, cómo no, la sinceridad más feroz.  Ante la aparición de un potencial amante, la mujer debe preguntarse qué es lo que realmente quiere. ¿Un revolcón apoteósico? ¿Un container de flores y golosinas? ¿Algo serio o una aventurilla sin consecuencias? Saber lo que una espera del amantazgo es fundamental para evitar quilombos y malos entendidos.

3) PROTEGERNOS Y PROTEGER A NUESTRA PAREJA: En castizo, usar preservativo en cada encuentro sexual que tengamos con nuestro patas de lana.

4) TENER MUCHO CUIDADO CON NUESTRO AMANTE: No hace falta ir a encamarnos con Patrick Bateman para correr riesgos en una relación ilícita. Quizás el señor con el que una decide revolear la chancleta jamás nos pegue un hachazo en la cabeza, pero eso no significa que no pueda destrozarnos. Al convertirse en nuestro amante, el varón en cuestión se hace cómplice de nuestras mentiras. Y ya se sabe, señoras, que las mentiras tienen las patas cortas. El amante, ante nuestra negativa a dejar a nuestra pareja o nuestra voluntad de poner fin a la relación, puede querer vengarse. Y hacer lo posible por cagarnos la vida. Para evitar estas complicaciones indeseadas es menester que le demos al señor con el cual viviremos un loco affaire una mínima cantidad de información acerca de nosotras, nuestra pareja y nuestros movimientos. Nada de direcciones o números de teléfono fijo.

5) SER CONSCIENTES DE QUE PONEMOS EN RIESGO A NUESTRA PAREJA: Tener un amante siempre pone en riesgo a nuestra pareja. Por una infinidad de razones: porque podemos enamorarnos perdidamente del patas de lana, porque el patas de lana puede querer formalizar la relación con todos los inconvenientes que esto acarrea, porque nuestro novio/consorte puede enterarse del entuerto de mil maneras distintas (descuidos, amigas buchonas, revisión concienzuda de nuestros mails y MSN), etc. ¡Ojo! Los riesgos son muchos. El más fulero es quedarse sin el pan y sin la torta y ser abandonada por los dos hombres con los que una está enredada.

6) NO ENAMORARSE: A lo largo y a lo ancho de su vida sentimental, una mujer puede cometer muchísimos errores. El más garrafal, es, sin ninguna duda, enamorarse de su amante. No enamorarse del hombre con el que compartimos una aventura es mucho más fácil en la teoría que en la práctica. Para prevenir esta desgracia, debemos evitar las escapadas románticas de fin de semana y las películas onda “Los puentes de Madison”, y aprender a disfrutar de los encuentros puramente físicos y pasionales.

7) MANTENER A NUESTROS HIJOS AL MARGEN: Nunca se debe involucrar a los niños en los despelotes de los adultos, pero esta regla corre especialmente para el caso de los amantazgos. Hay que evitar que los chicos se enteren de nuestro mal paso, cosa de que no se traumaticen ni le vayan con el cuento al padre.

8) TOMAR TODAS LAS PRECAUCIONES: Esto significa borrar mails, mensajes comprometedores y rastros de perfume masculino. Escatimar las confesiones: cuantas menos personas conozcan la relación clandestina, mejor. La perdiz, señoras, puede saltar por cualquier lado.

9) DELIMITAR EL ESPACIO: Obviamente, jamás de los jamases debemos llevar a nuestra casa a nuestro tórtolo furtivo. La cama matrimonial es sagrada. Una puede hacer cuantas chanchadas quiera en cama ilícita, pero la cama legal no se mancha. Parece que una de las primeras cosas que pregunta el engañado que se enteró del fato es: “Por lo menos no lo habrán hecho en nuestra cama, ¿no?”.

10) JAMÁS CONFESAR: En otros opúsculos dedicados al tema que he publicado en este espacio he afirmado, categóricamente, que, ante cualquier prueba que de nuestra infidelidad, lo más sano es negar, negar y negar. Las confesiones están bien para la Iglesia. Y ahí deben quedarse.

Hasta aquí, la primera parte de este concienzudo estudio sobre amantes y amantazgos. En la próxima entrega abordaremos un tema insoslayable: los pros y los contras de tener un amante. Para cerrar esta parrafada les dejo una frase de Víctor Hugo: “La libertad de amar no es menos sagrada que la libertad de pensar. Lo que hoy se llama adulterio, antaño se llamó herejía.”

Buenas tardes.

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