sábado, 9 de noviembre de 2019

TUYA Y AJENA II (COSAS DE AMANTES)


TUYA Y AJENA II (COSAS DE AMANTES)

“Acepto mejor la infidelidad que la deslealtad. Una mujer te hace más daño no apoyándote cuando lo necesitas que con una aventurilla."
 Luis Cobos

“Vivo justo detrás de la esquina,
no me acuerdo si tengo marido.
Si me quitas con arte el vestido
te invito a champan.”
“Peor para el sol”, Joaquín Sabina

Después de ocuparme de cosas intrascendentes, tales como hervir arroz y lavar medias, vuelvo, caras mías, a retomar el tema que nos ocupa: la infidelidad femenina. Luego de haber informado a mis lectoras acerca de los motivos que nos empujan a ser infieles y de las precauciones que hay que tener en cuenta a la hora de tener un amante, paso a detallar, siempre con fines didácticos, los pros y los contras del adulterio.

LOS PROS DE TENER UN AMANTE

La infidelidad, por mucho que les pese a las gentes decentes, a los maridos engañados y a los Testigos de Jehová, tiene sus ventajas. Ante el escepticismo de ciertas damas, siempre  prontas a manotear un rosario, paso a enumerarlas. Anoten.

-TENER CONFIANZA EN NOSOTRAS MISMAS: Tener un amante aumenta de manera inconmensurable el nivel de autoconfianza en sangre. Nos sentimos deseadas y, por ende, nos sentimos más lindas. Y al sentirnos más lindas, queremos potenciar esa belleza. Nos acicalamos más y mejor. Y sonreímos más a menudo.

-DISFRUTAR DE UNA SEXUALIDAD DESENFRENADA: En una relación clandestina, vaya Freud a saber por qué, nos permitimos cosas y cositas vedadas en el lecho matrimonial. Juguetes eróticos, nuevas posturas, fantasías algo escandalosas, lencería hot. Todo vale.  En las relaciones ilegítimas se busca placer a toda costa  y una se deja llevar por los tortuosos caminos del pecado alegre como una mosca ante un pastel de bodas. Tener un amante es, tal como gritaría Valeria Lynch, tener cadenas de fuego quemando nuestras mentes. Y nuestras partes pudendas.

-SALPIMENTAR LA RUTINA: Las aventuras de cualquier índole le agregan sal y pimienta a la rutina diaria. Mucho más, las aventuras sexuales. Tener un amante nos  hace estrenar el día con una sonrisa en los labios. Imaginar novedosas peripecias carnales, comprar bonitos juguetes eróticos o elegir anónimos lugares para la trampa, nos mantiene vivas, casi inmersas en una canción de los Bee Gees. El aburrimiento no tiene cabida en nuestras existencias. 

-MORDER LA MANZANA: ¿Qué persona en sus cabales se negaría a darle, aunque sea un mordisquito miserable, a la manzana del pecado? Después de 2000 años de escuchar a la Iglesia Católica diciéndonos que no, que no debemos, tenemos más ganas de morderla que nunca. Sólo con imaginar lo que pensarían algunas personas si descubrieran que llevamos una doble vida tiritamos de placer. Las madres de los amigos de nuestros hijos, las vecinas, los compañeros de trabajo... Sentirse una pecadora es emocionante y turbador. 

-TENER UN SECRETO: El hombre con el que nos revolcamos ilegalmente  es un preciado tesoro que guardamos celosamente en una caja fuerte y ¡con candado! Amar a un hombre de forma clandestina lo convierte en alguien que es nuestro y sólo nuestro, sin parientes, amigos y vecinos hincha pelotas que metan la cuchara en la relación. Los secretos siempre son pequeñas joyas con las cuales solazarnos.  Un amante es el secreto más portentoso que puede tener una mujer. 

-RECUPERAR SENSACIONES OLVIDADAS: Más de una vez se ha hablado de las mariposas que revolotean en los estómagos de señoras y señoritas cuando corren a encontrarse con sus enamorados. Harto sabido es que, con la consolidación del vínculo y su rutinización, estas mariposillas comienzan a languidecer y acaban en estado comatoso, o, en el peor de los casos,  muertas. Un amante resucita mariposas, polillas y todo tipo de insecto difunto. Con él, nada es seguro y todo es posible.  Cada día viene acompañado de su sorpresa, su improvisación y su maravilla. Volvemos a ser las adolescentes de antaño.

-RENOVARNOS: Nueva piel, nuevo cuerpo, nuevo perfume, nuevos gestos, nuevas formas de encarar la vida. Un hombre nuevo nos renueva de pies a cabeza. Con él, todo es inédito y emocionante. Y nosotras también.

-REFLEXIONAR ACERCA DE NUESTRA RELACIÓN: La aparición de un amante en nuestras vidas nunca es un problema: siempre es un síntoma.  El advenimiento de este señor que nos alborota las hormonas nos permite reflexionar acerca de los baches y las inconsistencias de nuestra relación legal. Esta reflexión puede servirnos para tratar de salvar el vínculo (previa exclusión del amante) o para mandar todo al carajo y darle pa’lante con los pitos y las matracas. 

LOS CONTRAS DE TENER UN AMANTE

Si bien tener un amante puede ser una experiencia encantadora, hay que saber que, en una relación clandestina, no todo es coser y cantar. Aquí van, para regocijo de los píos y los amantes del cilicio,  los contras del amor pirata. 

-EL MIEDO A SER DESCUBIERTA: El pánico de haber dejado pistas, la incertidumbre de un teléfono que suena a horas destempladas, toparnos a algún conocido por la calle mientras vamos de la mano de nuestro amante, son situaciones que nos estresan. El miedo a que se descubra nuestra infidelidad es una sensación muy desagradable que socava nuestra alegría. 

-SENTIRSE CULPABLE: Aunque la pasemos bomba en la cama de un señor que no es nuestro consorte, el sentimiento de culpa ante el engañado es una carga que debemos echarnos al hombro cuando decidimos ser infieles. Esta culpabilidad nos hace tratar de congraciarnos con nuestros maridos o novios y sentirnos trapos de piso inmundos cada vez que ellos nos regalan una flor o nos dan un beso.

-SENTIR VERGÜENZA: Por más liberales que seamos, por más justificaciones que encontremos para revolear la chancleta, por más que nuestro marido se lo merezca bien merecido, las mujeres no somos tontas y sabemos que lo que estamos haciendo no amerita ninguna cucarda. Sabemos que estamos traicionando la confianza de alguien importante en nuestras vidas (aunque tan sólo sea porque ese alguien es el padre de nuestros hijos). 

-AFRONTAR PROBLEMAS ECONÓMICOS: Tener un amante aumenta nuestra precariedad económica. Aún cuando el susodicho sea un hombre decente y se haga cargo de todos los gastos devenidos del romance, las señoras y señoritas entusiasmadas con la infidelidad tiramos el dinero en bombachas con puntillas y asiduas visitas a la peluquería.  Ni hablar si nos enredamos con un miserable: pagar cenas y hoteles nos puede dejar en la lona y poner al descubierto nuestros entuertos eróticos. 

-TENER IMPULSOS PELIGROSOS: La calentura, señoras, puede hacernos cometer terribles errores y correr riesgos apocalípticos. En el fragor del revuelque podemos obviar el preservativo, con las pavorosas consecuencias que esta conducta desaprensiva puede acarrear.

-DESCUBRIR QUE NUESTRO AMANTE NO ES MÁS QUE UN MARIDO EN SUS PRIMERAS ETAPAS DE EVOLUCIÓN: El hombre sensual y misterioso que nos hizo pisar el palito puede convertirse en cualquier momento en un señor insistente que pretende controlar cada uno de nuestros movimientos, nos hace escenas de celos y nos llora en la oreja por cualquier motivo. Gajes del oficio. 

-AFRONTAR EL FINAL DE LA AVENTURA: Ya lo dijeron los Vox Dei“Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina…” Cansado de esperarnos o aburrido de nuestras estupideces, el amante que supimos conseguir decide ponerle punto final a la historia. Naturalmente, nos sentimos traicionadas, abandonadas, defenestradas y otras adas, pero para llorar nos tenemos que encerrar en el baño. ¿Dónde vamos a llorar, en el hombro de nuestro marido?

-AFRONTAR EL FINAL DE NUESTRA RELACIÓN LEGAL: En el caso de que nuestro marido descubra el fato, pueden darse varias situaciones: a) que decida perdonar y olvidar, b) que decida perdonar y no olvidar, c) que decida no perdonar, d) que nos de una patada en el culo. Que una relación que no estaba tan mal termine de manera violenta por una calentura pasajera no deja de ser una pequeña tragedia. 

Aquí concluye, amables lectoras, la segunda parte de este sesudo estudio dedicado al amantazgo. La próxima entrega versará sobre los tipos de amante con los que cualquier mujer desprevenida se puede tomar cuando decide revolear la bombacha. Este opúsculo culmina con un consejito del Marqués de Sade: “Si alguna vez, sin embargo, sois descubiertas hasta el punto de no poder negar vuestra conducta adúltera, jurad que sentís remordimientos y redoblar las atenciones y los mimos a vuestro marido.”

De nada.

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