TUYA Y AJENA II
(COSAS DE AMANTES)
“Acepto mejor la
infidelidad que la deslealtad. Una mujer te hace más daño no apoyándote cuando
lo necesitas que con una aventurilla."
Luis Cobos
“Vivo justo detrás
de la esquina,
no me acuerdo si tengo marido.
Si me quitas con arte el vestido
te invito a champan.”
no me acuerdo si tengo marido.
Si me quitas con arte el vestido
te invito a champan.”
“Peor para el
sol”, Joaquín Sabina
Después de ocuparme de cosas intrascendentes, tales
como hervir arroz y lavar medias, vuelvo, caras mías, a retomar el tema que nos
ocupa: la infidelidad femenina. Luego de haber informado a mis
lectoras acerca de los motivos que nos empujan a ser infieles y de las
precauciones que hay que tener en cuenta a la hora de tener un amante, paso a
detallar, siempre con fines didácticos, los pros y los contras del
adulterio.
LOS PROS DE TENER UN AMANTE
La infidelidad, por mucho que les pese a las gentes
decentes, a los maridos engañados y a los Testigos de Jehová, tiene sus
ventajas. Ante el escepticismo de ciertas damas, siempre prontas a
manotear un rosario, paso a enumerarlas. Anoten.
-TENER CONFIANZA EN NOSOTRAS MISMAS: Tener un
amante aumenta de manera inconmensurable el nivel de autoconfianza en sangre.
Nos sentimos deseadas y, por ende, nos sentimos más lindas. Y al sentirnos más
lindas, queremos potenciar esa belleza. Nos acicalamos más y mejor. Y sonreímos
más a menudo.
-DISFRUTAR DE UNA SEXUALIDAD DESENFRENADA: En una
relación clandestina, vaya Freud a saber por qué, nos permitimos cosas y
cositas vedadas en el lecho matrimonial. Juguetes eróticos, nuevas posturas,
fantasías algo escandalosas, lencería hot. Todo vale. En las
relaciones ilegítimas se busca placer a toda costa y una se deja llevar
por los tortuosos caminos del pecado alegre como una mosca
ante un pastel de bodas. Tener un amante es, tal como gritaría Valeria
Lynch, tener cadenas de fuego quemando nuestras mentes. Y nuestras
partes pudendas.
-SALPIMENTAR LA RUTINA: Las aventuras de
cualquier índole le agregan sal y pimienta a la rutina diaria. Mucho
más, las aventuras sexuales. Tener un amante nos hace estrenar
el día con una sonrisa en los labios. Imaginar novedosas peripecias carnales,
comprar bonitos juguetes eróticos o elegir anónimos lugares para la trampa, nos
mantiene vivas, casi inmersas en una canción de los Bee Gees. El
aburrimiento no tiene cabida en nuestras existencias.
-MORDER LA MANZANA: ¿Qué persona en sus cabales
se negaría a darle, aunque sea un mordisquito miserable, a la manzana del
pecado? Después de 2000 años de escuchar a la Iglesia Católica diciéndonos
que no, que no debemos, tenemos más ganas de morderla que nunca. Sólo con
imaginar lo que pensarían algunas personas si descubrieran que llevamos una
doble vida tiritamos de placer. Las madres de los amigos de nuestros hijos, las
vecinas, los compañeros de trabajo... Sentirse una pecadora es emocionante y
turbador.
-TENER UN SECRETO: El hombre con el que nos
revolcamos ilegalmente es un preciado tesoro que guardamos celosamente en
una caja fuerte y ¡con candado! Amar a un hombre de forma clandestina lo
convierte en alguien que es nuestro y sólo nuestro, sin
parientes, amigos y vecinos hincha pelotas que metan la cuchara en la relación.
Los secretos siempre son pequeñas joyas con las cuales solazarnos. Un
amante es el secreto más portentoso que puede tener una mujer.
-RECUPERAR SENSACIONES OLVIDADAS: Más de una vez
se ha hablado de las mariposas que revolotean en los estómagos de señoras y
señoritas cuando corren a encontrarse con sus enamorados. Harto sabido es que,
con la consolidación del vínculo y su rutinización, estas mariposillas comienzan
a languidecer y acaban en estado comatoso, o, en el peor de los casos,
muertas. Un amante resucita mariposas, polillas y todo tipo de insecto difunto.
Con él, nada es seguro y todo es posible. Cada día viene
acompañado de su sorpresa, su improvisación y su maravilla. Volvemos a ser las
adolescentes de antaño.
-RENOVARNOS: Nueva piel, nuevo cuerpo, nuevo
perfume, nuevos gestos, nuevas formas de encarar la vida. Un hombre nuevo nos
renueva de pies a cabeza. Con él, todo es inédito y emocionante. Y nosotras
también.
-REFLEXIONAR ACERCA DE NUESTRA RELACIÓN: La
aparición de un amante en nuestras vidas nunca es un problema: siempre
es un síntoma. El advenimiento de este señor que nos alborota las
hormonas nos permite reflexionar acerca de los baches y las inconsistencias de
nuestra relación legal. Esta reflexión puede servirnos para tratar de salvar el
vínculo (previa exclusión del amante) o para mandar todo al carajo y
darle pa’lante con los pitos y las matracas.
LOS CONTRAS DE TENER UN AMANTE
Si bien tener un amante puede ser una experiencia
encantadora, hay que saber que, en una relación clandestina, no todo es coser y
cantar. Aquí van, para regocijo de los píos y los amantes del cilicio,
los contras del amor pirata.
-EL MIEDO A SER DESCUBIERTA: El pánico de haber
dejado pistas, la incertidumbre de un teléfono que suena a horas destempladas,
toparnos a algún conocido por la calle mientras vamos de la mano de nuestro
amante, son situaciones que nos estresan. El miedo a que se descubra nuestra
infidelidad es una sensación muy desagradable que socava nuestra alegría.
-SENTIRSE CULPABLE: Aunque la pasemos bomba en la
cama de un señor que no es nuestro consorte, el sentimiento de culpa ante el
engañado es una carga que debemos echarnos al hombro cuando decidimos ser
infieles. Esta culpabilidad nos hace tratar de congraciarnos con nuestros
maridos o novios y sentirnos trapos de piso inmundos cada vez que ellos nos
regalan una flor o nos dan un beso.
-SENTIR VERGÜENZA: Por más liberales que seamos,
por más justificaciones que encontremos para revolear la chancleta, por
más que nuestro marido se lo merezca bien merecido, las mujeres no somos tontas
y sabemos que lo que estamos haciendo no amerita ninguna cucarda. Sabemos que
estamos traicionando la confianza de alguien importante en nuestras vidas
(aunque tan sólo sea porque ese alguien es el padre de
nuestros hijos).
-AFRONTAR PROBLEMAS ECONÓMICOS: Tener un amante
aumenta nuestra precariedad económica. Aún cuando el susodicho sea un hombre
decente y se haga cargo de todos los gastos devenidos del romance, las señoras
y señoritas entusiasmadas con la infidelidad tiramos el dinero en bombachas con
puntillas y asiduas visitas a la peluquería. Ni hablar si nos enredamos
con un miserable: pagar cenas y hoteles nos puede dejar en la
lona y poner al descubierto nuestros entuertos eróticos.
-TENER IMPULSOS PELIGROSOS: La calentura,
señoras, puede hacernos cometer terribles errores y correr riesgos
apocalípticos. En el fragor del revuelque podemos obviar el preservativo, con
las pavorosas consecuencias que esta conducta desaprensiva puede acarrear.
-DESCUBRIR QUE NUESTRO AMANTE NO ES MÁS QUE UN MARIDO
EN SUS PRIMERAS ETAPAS DE EVOLUCIÓN: El hombre sensual y misterioso que
nos hizo pisar el palito puede convertirse en cualquier momento en un señor
insistente que pretende controlar cada uno de nuestros movimientos, nos hace
escenas de celos y nos llora en la oreja por cualquier motivo. Gajes del
oficio.
-AFRONTAR EL FINAL DE LA AVENTURA: Ya lo dijeron
los Vox Dei: “Todo concluye al fin, nada puede escapar,
todo tiene un final, todo termina…” Cansado de esperarnos o aburrido
de nuestras estupideces, el amante que supimos conseguir decide ponerle punto
final a la historia. Naturalmente, nos sentimos traicionadas, abandonadas,
defenestradas y otras adas, pero para llorar nos tenemos que
encerrar en el baño. ¿Dónde vamos a llorar, en el hombro de nuestro marido?
-AFRONTAR EL FINAL DE NUESTRA RELACIÓN LEGAL: En
el caso de que nuestro marido descubra el fato, pueden darse varias
situaciones: a) que decida perdonar y olvidar, b) que decida perdonar y no
olvidar, c) que decida no perdonar, d) que nos de una patada en el culo. Que
una relación que no estaba tan mal termine de manera violenta por una calentura
pasajera no deja de ser una pequeña tragedia.
Aquí concluye, amables lectoras, la segunda parte de este sesudo estudio dedicado al amantazgo. La próxima entrega versará sobre los tipos de amante con los que cualquier mujer desprevenida se puede tomar cuando decide revolear la bombacha. Este opúsculo culmina con un consejito del Marqués de Sade: “Si alguna vez, sin embargo, sois descubiertas hasta el punto de no poder negar vuestra conducta adúltera, jurad que sentís remordimientos y redoblar las atenciones y los mimos a vuestro marido.”
De nada.
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