sábado, 4 de abril de 2020

NI UN PELO DE TONTA



NI UN PELO DE TONTA

“Esto se trata de hacer que todos lo crean, ¿no?” 
 Marilyn Monroe

El mito está instalado. Instaladísimo. Gentes que adhieren incondicionalmente a la teoría de Darwin sobre el origen de las especies y al sesudo teorema de Pitágoras, lo repiten cual si fuera una verdad científica difícil de refutar: “Las rubias son tontas”. De este postulado, descabellado y algo prejuicioso, se desprende, cómo no, que las morochas somos un dechado de viveza. ¿Cómo explicar, entonces, la existencia de Karina Jelinek? Dirán ustedes que siempre aparece una excepción que confirma la regla. Pero esta señorita que tuvo la fortuna de visitar París y se sintió discriminada porque en la Ciudad Luz todos hablaban francés, no es, ni por asomo, la única morena con cabeza de chorlito. La lista de morochas pavotas es interminable. Así que, por lógica pura, debe haber más de una rubia viva dando vueltas por ahí.
La rubia por excelencia es, sin ninguna duda, Marilyn Monroe. Esta bellísima mujer, nacida el 5 de agosto de 1926, como Norma Jeane Mortenson y bautizada como Norma Jeane Baker (el señor Mortenson había desaparecido cuando su madre, Gladys Pearl Baker, una bonita muchacha que padecía problemas psiquiátricos, dio a luz a su hija), no fue una niña feliz. Su infancia transcurrió en distintos hogares adoptivos. En alguno de esos hogares fue abusada sexualmente. A los 16 años, intentando escapar del triste derrotero que la llevaba de un hogar sustituto a otro, siempre carentes de amor, Norma Jean se casó con un vecino, un policía de 21 años llamado James Dougherty.
Cuando, en 1943, se desató la Segunda Guerra Mundial, Dougherty se incorporó a la marina. Norma Jeane se mudó a la casa de su suegra y comenzó a trabajar junto a ella en una fábrica de municiones, la Radio Plane de Burbank. Allí la descubrió en 1945, el fotógrafo Henrik Manukyan. Las fotos que Manukyan le tomó a Norma Jean aparecieron en la revista Yank, y la chica comenzó una prometedora carrera en el modelaje, llegando a cotizarse muy bien como “modelo pin up”.
En 1946, Norma Jean le pidió el divorcio a Dougherty y se lanzó tras su gran sueño: convertirse en estrella de Hollywood. Para ese entonces, ya era Marilyn Monroe.Marilyn interpretó pequeños papeles en algunas películas de bajo presupuesto. Su belleza no pasó desapercibida y pronto obtuvo roles de más importancia en películas de primera línea. El reconocimiento mundial le llegó en 1953, cuando protagonizó junto a Jane Russell el musical Gentlemen Prefer Blondes (Los caballeros las prefieren rubias) y apareció en la portada del primer número de la revista Playboy.
Marilyn fue la estrella de muchas películas, especialmente comedias, y se convirtió en un símbolo sexual que aún hoy no ha perdido su fuerza y, además, en el prototipo de la rubia tonta. Estuvo casada con el jugador de béisbol Joe DiMaggio, en 1954, y luego con el dramaturgo Arthur Miller, entre 1956 y 1962. El 5 de agosto de ese mismo año fue hallada muerta en su mansión de Hollywood, debido a una sobredosis de barbitúricos. Su muerte fue caratulada como suicidio. La actriz estaba desnuda en su cama, junto a un teléfono descolgado. La imagen más acabada de la soledad. Porque Marilyn, amada y deseada por millones de hombres y mujeres en todo el mundo, estaba sola. Probablemente haya estado sola durante toda su vida.
Recientemente se ha publicado un libro que recoge textos inéditos escritos por Marilyn Monroe, Fragmentos (poemas, notas personales, cartas). Estos textos, escritos entre 1943 y 1962, la muestran como una mujer inteligente y sensible, y dan por tierra el mito de la rubia con poco seso. Marilyn legó todas sus pertenencias a Lee Strasberg, su profesor en el Actor’s Studio. Lo admiraba y sentía que él era uno de los pocos seres humanos que la comprendían. Su esposa, Anna Strasberg, fue la que encontró los papeles personales de Marilyn y decidió publicarlos.
La escritura de Marilyn es enternecedora. Muestra a una mujer sensitiva y melancólica, que cuestiona al mundo que la rodea y se cuestiona a sí misma, además de reflexionar sobre el amor, el sexo, la culpa, el paso del tiempo y esa soledad que la marcó y definió el rumbo de su vida y la idiosincrasia de su muerte. “Nunca más una niñita sola y asustada. Donde estés o por donde quiera que pases hay una especie de luz a tu alrededor”, escribió cuando empezó a ser reconocida como actriz e imaginó que podía dejar atrás su pasado de desamor y abandono.
Desde siempre –desde que era una mocosita de Jardín de Infantes- quise a Marilyn. Quizás sería más sensato decir que la admiré. Pero estaría faltando a la verdad. La quise. La quiero.  Tengo un tío que ya anda por los 70 y toda su vida estuvo enamorado de ella. Porque nosotros somos así (algo soñadores, algo poetas, ligeramente psicóticos): nos enamoramos de los artistas. Todavía tiene una foto de Marilyn debajo del vidrio de uno de sus viejos muebles. Fue él quien me mostró las primeras imágenes de esta mujer excepcional. Habían aparecido en una revista Life en español, en 1964. Dos años después de que Marilyn muriera. Tres años antes de que naciera yo. La adoré inmediatamente.
Marilyn lo hizo una vez más. Nos sorprendió. Nos conmovió. Nos enamoró. Y nos hizo replantearnos el mito. Parece que, después de todo, las rubias no son tan tontas.
No faltará el purista que alegue que Norma Jeane Baker era una preciosa modelito castaña y que el rubio de Marilyn Monroe no era natural.

¿Importa?


POEMAS - MARILYN MONROE


Donde sus ojos reposan con placer -quiero
seguir allí-
pero el tiempo ha modificado
el poder de esa mirada.
Ay, cómo voy a apañármelas cuando sea menos joven
Busco la alegría pero está vestida
de dolor
cobrar ánimos como en mi juventud
dormir y descansar la pesada cabeza
en su pecho- pues mi amor todavía
duerme junto a mí.  


Vida, soy de tus dos direcciones.
De algún modo permaneciendo colgada hacia abajo
casi siempre
pero fuerte como una telaraña al viento
existo más con la escarcha fría resplandeciente.
Pero mis rayos con abalorios son del color
que he visto en un cuadro
ay vida te han engañado.  

 

Ay maldita sea, me gustaría estar muerta
- absolutamente no existente-
ausente de aquí-
de todas partes-
pero cómo lo haría
Siempre hay puentes-
el puente de Brooklyn
Pero me encanta ese
puente (todo se ve hermoso desde su altura y el aire es tan limpio) al caminar parece
tranquilo a pesar de tantísimos
coches que van como locos por la parte de abajo.
Así que tendrá que ser algún otro puente
uno feo y sin visitas
- salvo que me gustan en especial todos los puentes-
tienen algo…
y además nunca he visto un puente feo. 


¡¡¡Sola!!!
Estoy sola - siempre estoy sola
sea como sea
No hay nada que temer
salvo el propio miedo.


Socorro, socorro
socorro
Siento que la vida se me acerca
cuando lo único que quiero
es morir.




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