BENDITO VENENO
“Aquel día, Cupido
pensó: “Me voy de casa”,
y nos clavó
dos flechas en pleno
corazón, bendito veneno.”
pensó: “Me voy de casa”,
y nos clavó
dos flechas en pleno
corazón, bendito veneno.”
“Bendito veneno”, Joaquín
Sabina
Como
sabrán, carísimas lectoras, hoy, 14 de febrero, se celebra el Día de
los Enamorados. Por eso vamos a hablar de amor. Hablar de amor podemos
hacerlo de mil maneras distintas. Podemos echar mano a la pureza
de Antoine de Saint-Exupery y decir que “amar no es mirarse
el uno al otro, es mirar juntos en la misma dirección”. Podemos hacer
nuestra la pasión de William Shakespeare y clamar: “Duda que sean fuego
las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero
no dudes jamás de que te amo”. Podemos ponernos místicos
como Rabindranath Tagore (“El Amor es el significado último de
todo lo que nos rodea; no es un simple sentimiento, es la verdad, es la alegría
que está en el origen de toda creación”), filosóficos como Friedrich
Nietzsche (“Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y
del mal”), escépticos como François de la Rochefoucauld (“El
verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han
visto”) o románticos como Pablo Neruda (“Para mi corazón
basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas”). O podemos
ser más modernos y hacernos eco de la “Tipología de los estilos de
amar” que postula John Alan Lee, sociólogo y psicólogo
canadiense y autor de los libros “The colors of love”, “Colours
of love: An exploration of the ways of loving” y “Getting sex:
A new approach : more fun, less guilt”, entre otros.
John Alan
Lee postula que hay 6 tipos de amor, cada uno de ellos con
determinadas características. Desasnémonos juntas, amables lectoras, y
conozcamos cuáles son esos tipos, a ver si conseguimos catalogar de una vez por
todas a esa relación incomprensible y muchas veces lastimosa que nos une al
hombre con el cual compartimos colchón.
LOS 6 TIPOS DE AMOR POSTULADOS POR JOHN ALAN LEE
1) AMOR TIPO “EROS” (CORAZÓN EN LLAMAS): “Renunciar a mi pasión es como
desgarrar con mis uñas una parte viva de mi corazón.” - Gabriele d'
Annunzio
El amor
tipo “eros” es, según vuestra servidora, el único que vale la pena. Es
ese sentimiento al que le han cantado desde los juglares de tiempos idos hasta
los adalides de la cumbia santafesina. El que han idealizado poetas de toda
calaña. El que padeció y gozó Verónica Castro en cada una de sus telenovelas.
El amor
tipo “eros” conlleva una fortísima atracción física y un
deseo sexual descomunal (hablando en castizo, una calentura de aquellas).
Ocurre de repente (flechazo, amor a primera vista, lo vi y me meé,
etc.) y puede terminar tan abruptamente como comenzó. Es un amor irracional,
intenso, en el que los sentimientos se desmadran generando todo tipo de
accidentes. Los señores y señoras envueltos en este querer casi adolescente
tienden a idealizar las relaciones románticas y dar gran importancia a la
belleza, el deseo y la atracción física. Lamentablemente, las relaciones
basadas en el amor tipo “eros” tienden a deteriorarse
rápidamente. Los amantes necesitan vivir en un estado de pasión desenfrenada y
eso se torna imposible cuando la bella en cuestión amanece con las pestañas
pegoteadas de rimmel y el cabello en un estado calamitoso y el
ardoroso galán ronca.
2) AMOR TIPO “PRAGMA” (CONTABILIDAD AFECTIVA): “El secreto del
éxito está en prepararse para aprovechar las oportunidades en cuanto se
presenten.” - Benjamín Disraeli
El amor
tipo “pragma” es aquel que prioriza el lado práctico de las cosas. Acá
no hay versitos de los “Dos Corazones”, ni canciones de
Valeria Lynch ni mariposas u otros insectos revoloteando en los estómagos
subyugados. El amante pragmático evalúa costos y ganancias
antes de embarcarse en un romance. Si la historia puede llegar a tener futuro,
invierte. En caso contrario, desiste. Así de sencillo. Este
tipo de amor lamentable es algo así como un debe y haber inmundo.
El amor
tipo “pragma” es el que practican las gentes racionales. Estas
personas inconcebibles tienen una lista de prerrequisitos a la hora de buscar
la pareja ideal y analizan muchísimo los pros y los contras de una
relación antes de comprometerse. Deciden amar a quien mejor
cumpla con sus requerimientos y necesidades. El amante pragmático evalúa
a sus potenciales parejas por su nivel de educación, su profesión, sus
ingresos, su estatus social, los intereses que puedan tener en común, su
potencial como padres y sus posesiones materiales. No se enfoca en los aspectos
emocionales del amor.
A mí,
señores, me parece pornográfico decidir amar a alguien. El
amor nos cae del cielo como un milagro o como una maldición. No se
decide: se goza, se sufre y se padece.
3) AMOR TIPO “STORGE” (AMANTES Y AMIGOS): “Pues siempre es güeno tener palenque ande ir a rascarse.” –
José Hernández
Hay
romances que comienzan de una manera tan gradual que los involucrados no
saben cuándo ni cómo se originaron. Tampoco tienen muy claro si es un romance,
aunque sea pobrecito, o sólo la necesidad comprensible de tener palenque
ande ir a rascarse, como reza el Martín Fierro. Ese tipo
de idilios encuadran en el estilo “storge”.
En las
historias de amor tipo “storge” la atracción física
es un tema secundario. No hay noches incandescentes ni música de violines. Lo
que cuenta en esta relación más bien pasteurizada es la confianza mutua y los
valores compartidos. Obviamente, los románticos de hoy y de siempre
renegamos del amor tipo “storge”, al que consideramos tan emocionante
como una carrera de caracoles.
Estos
romances insulsos se inician, generalmente, con una amistad muy fuerte, que, un
buen día, desemboca en otro tipo de sentimientos. El aspecto sexual del amor
tipo “storge” es menos importante que el aspecto amistoso. Un
amante “storge” no nos hará perder la cabeza entre las sábanas
pero puede ser un muy buen compañero para el Scrabble. Hija de
los tiempos posmodernos ha nacido otro tipo de relación que puede considerarse
una degeneración del amor tipo “storge”: la amistad con derecho a
roce. Esta relación implica sexo entre amigos cuando son las 3 de la
mañana del domingo y ninguna de las partes involucradas enganchó algo más o
menos potable.
4) AMOR TIPO “ÁGAPE” (TODO PARA EL OTRO): “El amor es paciente, es
servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede
con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el
mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la
verdad.” - Carta de San Pablo a los Corintios
El amor
tipo “ágape” es aquel que se basa en el altruismo y la generosidad.
Para el amante “ágape” la caridad bien entendida no empieza
por casa y las necesidades afectivas del otro están siempre antes que las
propias. Este enamorado se entrega totalmente a la relación y satisface como
sea la voluntad de su media naranja (incluyendo los caprichos). El amante
“ágape”, conocido por su amor generoso y fraternal, no le hace
ascos a ningún sacrificio con tal de ver feliz a su pareja.
En el amor
tipo “ágape” es muy loable, pero carece de emociones fuertes. Y a
nosotras nos gustan las emociones fuertes, ¿no?
5) AMOR TIPO “LUDUS” (AMOR SE LLAMA EL JUEGO): “Un dólar ganado en
el juego es el doble de dulce que un dólar ganado en tu sueldo.” - Paul
Newman
El amor tipo “ludus” es un juego que, generalmente, no pasa de
una noche de sexo. El amante “ludus” evita el compromiso y,
aún cuando no pretende dañar a sus parejas, termina haciéndolo cuando se pone
en evidencia la diferencia de expectativas sobre la relación. Para este Casanova imparable,
el desafío de la conquista es mucho más atractivo que la persona a la que se
pretende seducir. Como evita vincularse seriamente con sus conquistas, el amante
“ludus” suele tener relaciones simultáneas. Los amantes lúdicos
tienden a ser jugadores en el romance, son adictos a la excitación que produce
formar una nueva relación romántica y no sirven para construir una relación
seria y a largo plazo. Van saltando de lecho en lecho con ímpetu y alegría. El amor
tipo “ludus” hace el intento, pero no llega a ser amor, valga la
paradoja.
6)
AMOR TIPO “MANÍA” (ATRACCIÓN FATAL): “Y morirme contigo si te matas, y matarme
contigo si te mueres…” – Joaquín Sabina
Es un clásico: cuando
se quiere hablar del amor tipo “manía” se echa a mano a la
pobre Alex Forrest, la protagonista femenina de “Atracción
Fatal”, que pasó a la historia por hervir un conejo tan sólo porque el
turro de Dan Gallagher no entraba en la olla. El amor
tipo “manía” es así: una obsesión descontrolada que puede causar
estragos. El amante “manía” es posesivo,
dependiente, celoso, controlador y totalmente adicto a la relación. Sus
demandas son tan desorbitadas que es imposible colmarlas. Para este demente, él
es el que más ama, el que más da, el que más se compromete, y su media naranja
jamás le corresponde del mismo modo. Requiere inagotables pruebas de amor y es
capaz de hacer todo tipo de locuras para llamar la atención del ser amado. El amante
“manía” tiene terror a que su pareja lo abandone y rompe tanto las
pelotas con esa posibilidad que su tórtolo, agotado, termina dejándolo
por darle la razón, al mejor estilo Joaquín Sabina en Praga.
El amor tipo
“manía” se sufre y se padece, pero jamás se goza. Una lástima.
Hasta aquí, mis
queridas, la concienzuda clasificación de John Alan Lee en lo que a tipos de
amor se refiere. Seguramente se habrán visto reflejados en alguno de estos
estilos amatorios o habrán adivinado a sus parejas en cualquiera de ellos. Yo,
señores, soy una amante “eros” con preocupantes pinceladas de “manía” que
el Dr. Halsband controla a base de lamotrigina, quetiapina y
clonazepán.
Doy por finalizado
este sesudo artículo con una cita de Jacinto Benavente: “En asuntos de
amor los locos son los que tienen más experiencia. De amor no preguntes nunca a
los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca.”
Au revoir.
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