“REVISTAS ROBADAS EN LOS CONSULTORIOS DE QUILMES”:
LAS
ENAMORADAS DEL AMOR
“Amo como ama el amor. No conozco otra razón para amar que
amarte. ¿Qué quieres que te diga además de que te amo, si lo que quiero decirte
es que te amo?”
Fernando Pessoa
Hello, amables lectoras. Aquí estoy
nuevamente para sacarle alegremente el jugo a todo el material que hurté en la sala
de espera de mi psiquiatra, en la segunda parte de la saga “Revistas robadas en los consultorios de Quilmes”. Como no podía
ser de otro modo, arrancamos con la “Cosmopolitan”
y una imperdible nota acerca de las movidas
más despampanantes para mimar los testículos del chico Cosmo. Hoy nos haremos eco de nuestra segunda revista
favorita, la “OhLaLa”, no sin antes
recomendarle a sus editores que reduzcan un poco su volumen, porque es un
mamotreto que no entra en ninguna cartera y robarla se convierte en una misión
imposible: hay que conformarse con arrancar las hojas de las notas más suculentas y a mí, la verdad, romper las revistas no me gusta.
Para desmentir a las malísimas lenguas que
sostienen que yo sólo me intereso por las notas relacionadas con las mieles del
sexo, hoy voy a dejar de lado tips y movidas calientes para ocuparme de las
chitrulas que, vaya a saber uno debido a qué tara genética, se enamoran de
cuanto imbécil se les cruza en el camino. Ellas son las que se enganchan con
todos y, pobrecitas, no lo pueden evitar. Se enamoran compulsivamente y
terminan llorando por los rincones (durante tres eternos días). Pero a no desesperar: Aline Vilches, asesorada
por la Licenciada en Psicología Paula Mayorga, se hace eco de este drama
femenino en una nota de la revista “OhLaLa”,
que hoy recrearemos, para beneficio de todas.
Enamoradiza es, según nuestra amiga Aline, "aquella dama que tiende a sentir amor o
ilusión amorosa, a tener una libido bastante móvil y está dispuesta a
depositarse en muchos perfiles de hombre o, con facilidad y rapidez, cambiar
entre una relación y otra". Son féminas a las que les gustan todos o casi todos, conducta que apareció en la
infancia, cuando volaban, cual mariposas rutilantes, de un compañerito de
clases a otro, y los convertían en sus objetos amorosos, aunque los pibitos no
les dieran ni la hora. Ese vuelo nada sutil se convirtió, con el paso de los
años, en una rapidez pasmosa para decir “Te
amo”, a poquísimos días de iniciar una relación. Y para espetarle a su
pareja, también a los pocos días, un “Te
desamo” demoledor. Sucede también que, cuando quien la desama es el
caballero involucrado en la relación, hacen un duelo feroz, con llanto,
desmayos y fallidos intentos de suicidio que dura, aproximadamente, tres días.
Porque a los tres días ya están ilusionadas con otro hombre y se dan cuenta de que
el anterior no era el amor de su vida,
que el amor de su vida es el que están estrenando y
de nuevo todos contentos.
Estas mujeres no están siempre noviando. Pero sí
están siempre en pareja en sus locas cabecitas. Siempre están involucradas en
alguna ilusión o expectativa amorosa y eso las convierte en estúpidas
consuetudinarias.
TONTAS:
La
chica cualquier bondi me deja bien se
enamora de todos los caballeros con los que se cruza en su diario trajinar:
compañeros de trabajo, vecinos, pavotes que conocen por Facebook, parientes de sus amigas, pintores de brocha gorda y
remiseros. Es poco exigente: basta que el susodicho tenga un pene y dos
testículos (bah, con uno también sirve) para que se convierta en un potencial
candidato pasible de ser ahogarlo con las babas del amor. Antes de cambiar dos palabras
con alguno de los señores enunciados anteriormente, ya se siente enamorada
hasta el tuétano. Quizás el tipo en cuestión sea gay, en el mejor de los casos,
o un asesino serial, en el peor. Pero a la chica
cualquier bondi me deja bien no le importa nada: está enamorada. Y si
consigue una cita con el objeto de sus desvelos, se convence, en esa primera
salida, de que ese hombre es el que siempre esperó, el amor de su vida, el estúpido Príncipe Azul con su estúpido corcel. Y a partir de ese momento, la
idiotez de la chica se dispara: deja
de prestar atención a su entorno y va por la vida cantando “Esto es amor”, cual Cenicienta moderna, y esperando que los
pajaritos le hagan la cama. Está todo el día pendiente de la llamada, el chat o
el mensajito que que le confirme que el
masculino en cuestión también quedó obnubilado en esa primera cita. Mientras espera la llamada, la chica cualquier bondi me deja bien no hace más que
hablar de su pastelito. Y siempre está de punta en blanco, depilada y perfumada
por si tiene que salir de raje a un telo de
la Panamericana.
AHORA: Suena
el teléfono y la chica cualquier bondi me
deja bien se mea encima. ¡Es él! ¡Es
él!, clama la chica cayendo de
rodillas. Pero no, no es. Es la rompe kinotos de la madre para ver si se llevó
un saquito porque va a refrescar. La
dama enamorada no desespera. Al contrario: espera que su galán esté en la
puerta de su casa con una rosa en la mano, listo para explicarle por qué no
pudo llamarla. Pero no, no está. La chica
enciende la computadora y descubre, cual Meg Ryan fascinada, que tiene un
E-mail. ¡Es él! ¡Aleluya!, vuelve a clamar la enamorada. Pero no, no es. Es un
abogado inexistente que le pide datos para transferirle diez millones de dólares (también inexistentes) desde Nigeria, porque
un millonario murió sin dejar herederos y justo la eligieron a ella, entre
tantas y tantas personas que tiene el mundo, para regalarle la plata. Pero la chica cualquier bondi me deja bien no
quiere plata: quiere amor. Al final,
convencida de que su amado fue atropellado por una manada de elefantes rabiosos
y está agonizando en un hospital, sin poder acceder a un teléfono y esperando
que sea la chica quien lo resucite con su palabra redentora, le manda un mensaje. Él contesta una semana después, con excusas burdas.
No pudo llamar porque trabajó sin parar o porque tuvo parálisis en las manos o
porque se le murió el perro a la tía. De los elefantes no habla, pero por un pelito. Y la
chica le cree. ¿Cómo no le va a creer si está enamorada?
PATOLOGÍA: A la
chica, el resto de los hombres le parecen una caterva de nabos. Es cierto que cualquier colectivo la deja bien, pero
una vez que se decidió a tomar uno,
quiere seguir el viaje con el que eligió. Y se obsesiona. Vive pendiente de él.
Espera chats, mensajes, llamados, cartas, señales de humo, palomas mensajeras. Su
comportamiento comienza a rozar la patología. Porque está claro que la chica cualquier bondi me deja bien no
está enamorada de ningún hombre. Está enamorada
del amor. Y anclada en la
primera fase de las relaciones de pareja: la fase de las babas, los azúcares,
las mieles y los chapoteos en crema pastelera. La chica quiere mariposas en su estómago, nudos en su garganta,
cosquillas en su entrepierna. Quiere poemas, canciones, chocolatitos “Dos corazones”. Quiere Pompeya, la inundación, la esquina del
herrero, el perfume de yuyos y de alfalfa, la marcha bajo las estrellas, la
luna suburbana. Quiere “Titanic”
antes de que se muera Leonardo, y “Mujer
bonita”, y “El guardaespaldas”, y
“Reto al destino”… Se niega a pasar a
una etapa más madura de la relación. Y
cuando nota que la baba empieza a escasear y las mariposas estomacales caen en
coma, pega el volantazo. Deja a ese
hombre que la desveló durante meses y a
los días empieza una nueva relación con nuevas mieles, nuevos insectos conmovidos y nuevos ardores. Y así va, saltando de señor en señor, buscando
perpetuar algo que se acaba, como todo en esta perra vida.
LAS
MUJERES: Parece que detrás de toda la estupidez de la chica hay una
cuestión de género. No porque las damas seamos estúpidas, sino porque tradicionalmente se nos vinculó al amor
y a la reproductividad, y ustedes saben cuánto pesan las tradiciones. Y es por eso que las damas necesitamos, en general,
tener un hombre al lado, aunque sea un bruto o un inútil. Pero, ¿qué le pasa en
realidad a la enamoradiza? Según
Aline y la experta consultada para la nota, no puede enamorarse lo suficiente
de sí misma.
MORALEJA: Nuestro entusiasmo, nuestra coquetería,
nuestra felicidad, no pueden venir solamente desde afuera. Nuestra imagen debe
complacernos por sí misma, no porque la asociamos con la de un señor. Hay que
aprender y aceptar que, en las relaciones, la etapa de enamoramiento edulcorado
tiene fecha de vencimiento. La pasión y los chocolatitos “Dos corazones” dan paso a relaciones más maduras, más
comprometidas. Aquí es donde la autora de la nota aconseja cuidarnos de la etapa de enamoramiento, porque, tal como dijo
Groucho Marx, “lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se
han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado.” Así que, en las primeras semanas de relación,
urge tener un Plan B: no poner todos
los huevos en la misma canasta.
Y esto de los huevos y las canastas me recordó a la
estupenda película “Annie Hall”, donde
Woody Allen dice: “[...] y recordé aquel
viejo chiste, aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: “Doctor, mi
hermano está loco: cree que es una gallina.” Y el doctor responde: “¿Pues por qué no lo mete en
un manicomio?” Y el tipo le dice: “Lo haría, pero necesito los huevos.” Pues,
eso más o menos es lo que pienso sobre las relaciones humanas, saben, son
totalmente irracionales y locas y absurdas, pero supongo que continuamos
manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos.”
Buenas tardes.
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