“REVISTAS ROBADAS EN LOS CONSULTORIOS DE QUILMES”:
OJOS BIEN CERRADOS
“El hombre es un sol y sus sentidos son los planetas.”
Novalis
Buenas
tardes, mis queridísimas lectoras. Aquí estoy nuevamente, absolutamente
fascinada con una nota de nuestra cara revista “OhLaLa”, intitulada “Ojos bien cerrados” en un abierto homenaje a Stanley Kubrick que no sé si todas las
lectoras de este amable pasquín llegaron a captar. La nota en cuestión, firmada
por nuestra amiga Denise Tempone (convenientemente asesorada por la experta Paula Pantano) forma parte de la bibliografía que hurté en un consultorio quilmeño y
nos urge a descubrir cómo ponernos bien quenchis con un simple truquito: vendarnos los
ojos. Parece que de este modo, el resto de los sentidos explotan y las camas y
otras locaciones eróticas se incendian. Ya lo vimos en un montón de películas,
¿por qué no probarlo de una vez por todas?
Harto sabido
es que vivimos en un mundo de imagines. Soñamos con imágenes, fantaseamos con
imágenes, pensamos con imagines. Nuestra realidad es eminentemente visual:
estimula nuestros ojos pero adormece el resto de nuestros sentidos. Según
la Tempone esto tiene una explicación bastante sencilla: si concebimos nuestro
cerebrito como una computadora, podemos afirmar que las imágenes son archivos pesados, que lentifican todos los demás
procesos que se llevan a cabo mientras los abrimos. Exigen una atención y
una energía que nos obligan a desatender otros procedimientos. Algo así sucede
con nuestras cabezas cuando vivimos nuestra intimidad con los ojos abiertos. La
catarata de fotos que llega a nuestras retinas en plena lid sexual es deliciosa
y excitante, pero si sólo les prestamos atención a ellas, con el tiempo, el
resto de los sentidos se
atontan. Avivarlos requiere estar más presente, más
conectada no sólo con todo lo que nos pasa a la hora del amor, sino también con
lo que le sucede a nuestra media
naranja. ¿Y si nos olvidamos de aquello de abrir bien los ojos y abrimos nuestra nariz, nuestra piel,
nuestra boca, nuestra mente? ¿Y si cerrar los ojos nos permite ver aún más? Bienvenidas sean al blind sex, mis queridas.
OLFATO
Cada vez
que hacemos algo a ciegas, nuestro cerebro reorganiza sus conexiones para utilizar otros
sentidos. Uno de ellos, por supuesto, es el olfato. Por cada aroma que sentimos de
manera consciente hay muchos otros que captamos sin darnos cuenta. Nuestro
perfume personal, por ejemplo, es una misteriosa combinación entre la fragancia
que elegimos, los productos que usamos para nuestra higiene, nuestra
transpiración, hormonas y hasta el lugar donde vivimos. Sin saberlo,
constantemente emitimos información sobre quénes somos y lo que nos pasa en
forma de olores (es descorazonador saber que una gasta USD 100 en un “Classique” de Jean Paul Gaultier y al final
termina oliendo a vainilla,
flores blancas, una pizca de jengibre, perro, gato, jabón Dove y papas fritas). Está información no
es accesible a cualquiera. Depende, por supuesto, de la proximidad corporal:
cuando más nos acercamos a alguien más le permitimos olernos. Y el momento de
máxima cercanía es, por supuesto, la
hora de los bifes. En ese momento esplendoroso, el órgano vomeronasal u órgano de Jacobson, un órgano
auxiliar del sentido del olfato en algunos vertebrados que, en la mayoría de los casos, sirve
para detectar feromonas, trabaja
con mayor intensidad. Es un sexto
sentido que nos permite
conectarnos con nuestro pastelito a otro nivel. Hay que aprovecharlo.
Dato: Podemos ponernos gotitas de aceites esenciales en diferentes partes del cuerpo y
proponerle a nuestro chico que
adivine dónde está cada aroma (en este caso el que tendría que tener los ojitos
bien cerrados sería él, pero no importa).
OÍDO
El sonido
del sexo es otro de los aspectos que queda oculto bajo una catarata de
información visual. Sin embargo, es sumamente poderoso. Imagínense lo poderoso
que es que hay películas porno para no videntes que hacen hincapié en
un abanico de sonidos que los que podemos ver pasamos por alto olímpicamente. Y
no estamos hablando de gemidos y esas yerbas. Tempone, amablemente, nos
acerca una serie de preguntas que pueden ayudarnos a despertar el sentido del
oído en plena faena amorosa: ¿nos detuvimos alguna vez a escuchar los cambios
rítmicos de un corazón?, ¿sabemos exactamente cuál es el sonido de dos pieles
que se rozan?, ¿cuál es la diferencia entre una respiración profunda y otra
agitada?
Hacer un
pacto de silencio y prescindir de los piropos, las guarangadas y los gemidos
explícitos puede agrandar nuestro rango de escucha y hacernos estar más atentas
a la información que recogen nuestros oídos. Bajen el volumen sin bajar la
intensidad, mis queridas. Y se sorprenderán gratamente.
Dato: En
medio de este silencio de radio, si ya no podemos contenernos, un gemido
intenso sonará como una bomba. A
explotar que se acaba el mundo.
TACTO
Mucho
antes de ver, oler y degustar, nuestra piel decodificaba lo que sucedía en
nuestro entorno, aún cuando estábamos dentro del útero. El sexo es la ocasión
ideal para redescubrir la comunicación tactil y retrotraernos a una experiencia
primitiva y potente. Cuando hacemos el amor se reavivan esas primeras
sensaciones táctiles. Según Denise Tempone, nadie vuelve a tocarnos de un modo
tan completo y amoroso como lo hacían nuestros padres cuando éramos bebés.
Hasta que tenemos sexo y volvemos a sentir una conexión física poderosa e
inevitable con otra persona. Parece que existe algo llamado hambre de piel que expresa la necesidad de esas
sensaciones producidas por la feliz unión de dos cuerpos, que conlleva una
mejora en el sistema inmunológico y un aumento notable de la autoestima. Nada
más estimulante como concentrarse en el placer de tocar y ser tocadas cuando
cerramos los ojitos bien cerrados.
Dato: Pongamos atención en la
ternura y no tanto en el erotismo. Los abrazos, las caricias y los mimos
mezclados con la excitación sexual. Boccato di cardinale.
GUSTO
El gusto y
el sexo van de la mano. Ambos activan la parte del sistema nervioso que
controla la relajación y despiertan sensaciones parecidas. Es por eso que
comparamos las sensaciones que tenemos cuando comemos algo rico con un
encuentro hot entre las sábanas (esto, mis queridas,
avala una de mis tantas teorías: pobres amantes pueden ser las flacas
escuálidas cuya noción de placer
culinario es mascar un tallo
de apio). Además, algunos de nuestros comportamientos eróticos
instintivos, tales como mordisquear, lamer y besar, se remiten al deseo
de saborear y, ¿por qué no?, devorar la piel de nuestro pastelito. Cuando nos
atrevemos a volver literal lo que la mayoría de las veces no
pasa de ser una metáfora y degustamos a nuestro amante, nuestro paladar comienza
a percibir detalles como la leve diferencia de sabor que existe entre las
distintas partes del cuerpo. Por ejemplo (y esto según la Tempone, porque a
esta altura yo sólo me dedico a degustar vino), la cara interna de los brazos
suele ser más saladita que el resto del cuerpo y la parte baja de la espalda,
más dulce (y no es para asombrarse, no es lo mismo osobuco que cuadril). Degusten, chicas,
degusten. Pero no se coman a nadie, por favor.
Dato: Nuestro sabor personal
depende muchísimo de nuestra dieta. Las frutas y verduras hacen que nuestra
transpiración sea más liviana y nuestra piel, más fresca.
Hasta
aquí, mis queridas, todo lo que la Tempone, secundada por la Pantano, tiene
para decir acerca del blind sex. Me despido de ustedes
esperando que toda esta cháchara les sea de utilidad y que se animen a vendarse
los ojitos de una vez por todas. Y dejándoles, como yapa, una cita del genial
escritor español Antonio Gala: "El
amor es la poesía de los sentidos. Pero hay poesías malísimas."
Buenas
noches.
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