“REVISTAS ROBADAS EN LOS CONSULTORIOS DE QUILMES”:
CONSULTAS ABSURDAS A UN SEXÓLOGO
“Juzga a un
hombre por sus preguntas en vez de hacerlo por sus respuestas”.
Voltaire
Voltaire
En lo
que a consultas sexuales se refiere hay cosas tan absurdas, tan absurdas, que
hasta a la revista “Cosmopolitan” que
es, sin dudas, la reina del absurdo en este peliagudo terreno, le
resultan llamativas. Y, para regocijo de
los aquí presentes, las hace públicas en un encantador artículo titulado “Consultas absurdas a un sexólogo”. Parrafada que, gracias al costado frívolo
de Dios, aparece en el legendario número del pasquín que, hace un par de
semanas, hurté de la sala de espera del consultorio de mi sufrida psiquiatra.
Para realizar la nota en cuestión, nuestra revista favorita consultó diversas y
valiosas fuentes, y recabó las experiencias del terapeuta sexual Joel Block, la
sexóloga Ava Cadell, la educadora sexual Yvonne Fulbright, la sexóloga Debby Herbenick,
autora del libro “Because it feels good”
(“Porque se siente bien”), y el sexólogo Ian Kerner, autor del libro “She comes first” (“Ella llega primero”). Continuando
con la saga “Revistas robadas de los
consultorios de Quilmes”, me hago eco hoy del artículo de la “Cosmo”. Disfruten.
Consultas absurdas a un sexólogo
-“Anoche mi perro nos vio a mi novio y a mí
teniendo sexo. ¿Se habrá traumado?” Antes de que el mundo se fuera
al carajo, los animalitos domésticos no
tenían traumas. Pero todo cambió tras el insoslayable derrape de la
humanidad y, ahora, perros y gatos sufren depresión, ansiedad y fobias. Pero de
ahí a que el perro se traume porque vio a su dueña en plena faena erótica hay
un largo, largo trecho. El perro no es Michael Myers y no va a apuñalar a la
dama en cuestión porque la encontró con los calzones por los suelos. No sabemos qué
clase de chica es la que pregunta tamaña
estupidez. Ni la chica Cosmo tiene
ideas tan estrafalarias.
-“Si uso un choclo como juguete sexual y algunos granos se
desprenden, ¿pueden germinar dentro de mí?” Yo no sé qué cara pone
un sexólogo ante una pregunta tan descabellada. Tampoco sé qué comentario hacer
al respecto. Recuerdo que a los cuatro o cinco años mi hermano y yo creíamos
que, si nos tragábamos una semilla de naranja, nos saldría una plantita por el
ombligo. Del mismo modo que creíamos que, si enterrábamos una moneda, nacería
un precioso árbol cuyos valiosos frutos serían, lógicamente, monedas. Pensamiento
mágico puro. Pero eso a los cuatro o cinco años. A los siete teníamos clarísimo
que ninguna semilla podía prosperar dentro del cuerpo humano y que las monedas
no crecían en los árboles. ¿Cómo puede ser que la chica, que debe andar por los veinte, por lo menos, siga
razonando como si viviera en Macondo?
Comentario aparte amerita la precariedad del juguete sexual. Dejen en paz frutas, verduras y hortalizas y vayan
al sex shop. Si les da vergüenza ir
al sex shop vayan a ver a mi amiga Bettina, asesora Tuppersex y, además,
discretísima. Me lo van a agradecer.
-“Me excita untarme con miel mi zona V, recostarme sobre el pasto y ser picada por algún bichito. ¿Corro algún riesgo?” Sí,
nena, corrés el riesgo de que te internen en un psiquiátrico.
-“¿Puede recomendarme un traumatólogo de
penes? Acabo de quebrármelo.” Aquí, por supuesto, el que
consulta es el chico. La verdad, no
sé qué decirle a este pajarón.
-“Mi prima me contó que fue manoseada por extraterrestres; quiere denunciarlos
pero no se acuerda mucho. ¿Puede medicarla para que recupere su memoria?” Patitiesa estoy. Patidifusa. Esta gente it va a consultar al sexólogo cuando
debería consultar al psiquiatra. O, por lo menos, a los agentes Mulder y Scully. ¿Cómo es eso de ser manoseada
por los extraterrestres? ¿Si no se acuerda mucho cómo puede afirmar que
fueron los extraterrestres y no el
pibe de la esquina disfrazado de ALF? ¿Dónde
piensa denunciar a los abusadores? ¿En la casa de Fabio Zerpa? ¿En la de Steven
Spielberg? ¿En la NASA?
-“Las
cosquillas fuertes en las lolas me resultan híper
hot. ¿Usted también cree que es algo
muy erótico?” ¿No
es delito ser tan boluda?
-“Seguí
su consejo y empecé a usar gel lubricante. Como mi novio se quejaba (decía que
tenía gusto a remedio), lo reemplacé por dulce de leche. Tengo miedo de haberme
infectado. ¿Qué hago?” Un
electroencefalograma.
Seguro que sale plano.
-“Mi pene no mantiene la erección durante el encuentro
sexual: se baja después de unos minutos. ¿Le puedo mostrar?” Otra vez el chico a la carga. Les juro que hasta
a mí, que soy una bocona, estos mamertos me dejan sin palabras.
-“¿Las mujeres orinan por la vagina?” Esta guacha ni
siquiera fue a la escuela.
-“Si mi novio eyacula en mi boca, ¿puedo quedar embarazada?” Esta tampoco fue a
la escuela. Estoy empezando a pensar que la chica se crió en medio de la selva
como Tarzán.
-“Necesito masturbarme 14 veces al día, incluso si estoy en
la oficina. ¿Es un promedio normal?” Aquí es imposible dilucidar si el consultante es el chico o la chica. Lo que sí se puede sacar en limpio es que se trata de
un/a empleado/a público. Que en lugar de perder del tiempo en Facebook o criticando los culos de las
Kardashian, lo pierde autosatisfaciéndose.
-“¿Es verdad que cuando el hombre no alcanza el orgasmo
pueden estallarle los testículos?” No sé de dónde saca la chica estas premisas
locas. En mi vida (sobre todo a los doce o trece años) escuché muchas pavadas,
todas fruto de la desinformación y la fantasía. Que si lo hacías de parada no quedabas embarazada. Que tampoco quedabas
embarazada la primera vez que lo hacías
(después de ver dos o tres novelas me avivé de que esto era una falacia ya que las
protagonistas siempre quedaban preñadas la primera vez que lo hacían: los embarazos eran en la TV de los ‘80s justos castigos
divinos por tanto resbalón erótico). Que si no alcanzabas el orgasmo no podías
quedar embarazada. Que cuando perdías la virginidad se te notaba en la cara.
Pero lo de los testículos estallados no lo escuché jamás. Será porque soy
mujer. No sé.
Hasta aquí, mis
queridos, estas absurdidades tan absurdas que hasta la “Cosmopolitan” las considera como tales. Son preguntas raras, locas
algunas, como la de la miel y las picaduras de los bichitos en la zona V, y basadas todas en una alarmante desinformación.
Me despido de
ustedes con una pertinente proverbio chino: “El que hace una pregunta es un tonto por cinco minutos, y el
que no la hace sigue siendo un tonto para siempre”.
Buenas noches.
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