EL
PRIMERO TE LO VENDO Y EL SEGUNDO TAMBIÉN
"Ninguna
prueba, ninguna rectificación ni desmentido puede anular el efecto de una
publicidad bien hecha."
Hermann
Keyserling
Yo de publicidad no sé nada.
Pero nada. Pero nada de nada. Imagino, eso sí, que para hacer una campaña
publicitaria deben necesitarse mucha creatividad, mucho esfuerzo y mucho
trabajo. Y que por eso las hacen así como las hacen: aburridas, reiterativas,
sexistas… En una palabra: deplorables.
Cierta vez, paseaba yo mi
graciosa humanidad por el Barrio de Belgrano, cuando me abordaron un par de
señoritas instándome a contemplar los anuncios televisivos de una campaña
publicitaria de la cerveza “Quilmes”, inédita aún para el gran público, y
aportar mi opinión sobre la misma. Como andaba con tiempo y, además, especulé
con el chopp helado que me iban a dar de “premio”, acepté la propuesta.
Me instalé cómodamente frente
a una PC e, inmediatamente, me bombardearon con mar, verano, señoritas en
bikini, más mar, más verano, señoritos con cara de nabos, más mar, más
verano y, a lo último, un poco de cerveza. Todo esto aderezado con jingles
insoportables.
Cuando me tocó verter mi
opinión, fue bien clarita: “Los anuncios son
sexistas, discriminatorios, refuerzan las falsas ideas de que los únicos
lugares de la turísticos de la Argentina están en la costa atlántica
bonaerense y de que las personas que tienen más de 25 años han muerto, y está
dirigida a un público con el cual gran parte de la población, entre la
que me incluyo, no se identifica. Los jingles son insufribles y el producto a
promocionar aparece muy poco tiempo en pantalla.” (A jodida no me gana nadie).
Como era de suponerse, “Quilmes” ignoró olímpicamente mi constructiva
crítica. Y lo bien que hizo. Los comerciales salieron al aire y fueron un
éxito.
Lo más triste de toda esta
historia es que de “premio”, nada de cerveza. Me dieron un “cosito” cuya utilidad aún ignoro (mi suegra
dice que es para escurrir los cubiertos) y fue llenándose de minucias varias e
inservibles (tapitas de gaseosa, pilas usadas, etc.).
Traigo a colación esta insignificante
anécdota porque quiero que todos ustedes estén al tanto de que sé muy bien que
mi disgusto por las publicidades argentinas puede no extenderse al gran
público. Porque yo soy rara. E hincha pelotas.
He la aquí mi particular
visión de los engendros publicitarios de hoy en día:
PRODUCTOS DE TOCADOR
Los comerciales de los
productos de tocador son decididamente pavotes. Una es una hincha pelotas, sí,
pero tiene sus límites. No va a pretender que la publicidad de “Prestobarba” la protagonice una mujer (aunque es de
público conocimiento que muchas veces “la mujer”, harta de quemarse con cera o de ver
las estrellas gracias a esas depiladoritas que se suponían indoloras,
caza la maquinita y sanseacabó). Pero abundan en estos anuncios una serie
de lugares comunes alevosos.
Las únicas que usan shampoo
son las mujeres, salvo en el caso de que el shampoo que se promociona sea para
la caspa. Porque es harto sabido en el mundo de la publicidad que los hombres
tienen caspa y las mujeres, no. Estas mujeres que usan el shampoo no son, como
podrán imaginar, ni gordas, ni feas, ni mayores de 25 años. Pero sí son bobas:
una es feliz cuando va a la pileta y la gente al verla dice “Guau, que pelazo” y otra asegura, con su cara de nada
(pero de nada de nada), que el sueño de toda muchacha es ser “la chica Pantene” (porque se sabe: las chicas normales
no sueñan con ser espelólogas ni con viajar a Katmandú).
Los hombres tampoco se bañan.
Las únicas que se bañan son las mujeres (mujeres con el mismo perfil de las consumidoras
de shampoo). ¡Y cómo les gusta enjabonarse! Sospecho que detrás de los
comerciales de jabón de tocador está latente la idiotez más grande que escuché
en mi vida y que a muchos les gusta repetir: “El cuerpo de la
mujer es lindo; el del hombre, no” (cada
vez que doy oídos a esta tremenda huevada me acuerdo de una película española,
cuyo nombre ignoro, en la que Javier Bardem salía del mar despacito y con todo “al aire”). A mí, el cuerpo de “la mujer” no me mueve un pelo. Es más, si el
culo de alguna señorita aparece más de dos minutos en pantalla, cambio de
canal. Pero en el mundo de la publicidad ver un torso masculino desnudo
es casi imposible, salvo que se trate del de un borrego con cara de imbécil y
aire de no saber qué hacer con todas las minas que se le tiran encima, en algún
comercial de desodorantes.
Las bondades de las “cremas antiarrugas” son divulgadas por mujeres muy
jóvenes, que no se encuentran una arruga ni con una lupa. Hombres promocionando
estos cosméticos no hay, cosa que me alivia, porque a mí no hay metrosexual que
me venga bien.
Los hombres sí se lavan los
dientes, gracias a Dios.
PRODUCTOS PARA “EL TRÁNSITO
LENTO”
Adivinaron: las únicas
estreñidas son las mujeres. Pero, en realidad, no están estreñidas. “Estreñimiento” es una palabra muy poco cool, así que
los publicistas la desterraron de su diccionario. Estas mujeres tienen “tránsito lento”.
La mujer con “tránsito lento” pone cara, precisamente, de “tránsito lento” y se agarra una panza imaginaria. No
puede hacer prácticamente nada, porque está “hinchada”, “pesada”, etc. Una no es ninguna insensible y
percibe que esta pobre mina está sufriendo horrores. Pero a no preocuparse: un
yogur o una pildorita bastan para que esta dama atormentada se deshaga de “lo que ya no
necesita” y recupere las
ganas de vivir.
PRODUCTOS PARA
“LA MUJER”
Las mujeres que menstrúan
ponen la mismita cara que las que tienen “tránsito lento” y también se agarran una panza
imaginaria. Sufren, sufren mucho, pero además se ponen lloronas o
agresivas o violentas, aunque siempre conservan su condición de hincha pelotas.
Según los publicistas argentinos y su concepción absolutamente machista de la vida,
menstruar hace surgir a la versión femenina de Mrs. Hyde que todas llevamos dentro. ¿Cómo
detener tanta locura? Fácil, con una pastillita que la fémina tomará, siempre
agarrándose la panza, y la convertirá nuevamente en una adorable Dra. Jekyll.
Las publicidades de “toallas íntimas” son bastante explícitas. Aunque no sea
del todo elegante, está bien: durante mi infancia me pasé años devanándome los
sesos a causa de un comercial de “Siempre Libre”, donde sólo se veía a una chica
corriendo por la playa y la siguiente leyenda: “Toallas femeninas
Siempre Libre”. Yo no
entendía por qué las mujeres se secaban con unas toallas y los hombres con
otras.
PAÑALES
Todas, todísimas las
publicidades de pañales nos dejan la extraña sensación de que vivimos en Suecia
o de que los bebés morochitos no hacen ni caca ni pis. Son un derroche de
hoyuelos y ojitos azules.
PRODUCTOS DE LIMPIEZA
Las publicidades de productos
de limpieza son tristes. Muy tristes. Porque las únicas que limpian son las
mujeres. Pobres mujeres que tienen “alas para volar”, como las criaturas soñadas por
Girondo, y se desperdician fregando pisos.
Las señoras que lavan la ropa
tienen hijitos malvados que se ensucian a propósito. Se revuelcan en el barro
como chanchos en un chiquero. Pero ellas son un dechado de control y bondad:
ninguna les da a esos mocosos infames unos buenos chirlos en el culo.
Estos comerciales nos quieren
convencer de que limpiar es bello. Limpiar es bueno. Limpiar colma todas las
necesidades afectivas de una mujer. Porque el marido no le da bola pero, ¡oh
milagro!, aparece un patovica animado disfrazado de superhéroe que es capaz de
escucharla y le ofrece, además, productos para seguir limpiando.
Qué lindo.
Hay, también,
publicidades de papel higiénico bastante misteriosas. La lógica más tajante nos
llevaría a imaginar que la protagonista ideal de los mismos sería la “ex estreñida”.
Pero no. Los únicos que van al baño son los chicos. Usar el inodoro después de
los cinco años es de un deplorable mal gusto.
PRODUCTOS DIETÉTICOS
Como era de suponer, las que
buscan adelgazar son las mujeres. Los hombres no son gordos: están hinchados.
Así que son mujeres las que promocionan todo tipo de productos dietéticos.
Contra cualquier tipo de razón, son mujeres hiperflacas, que ya adelgazaron
pero que, haciendo gala de un masoquismo aterrador, siguen comiendo esas
porquerías.
Lo sorprendente es que estas
mujeres son felices. Exageradamente felices. Insoportablemente felices. Porque
el placer señores, es saltar con la botellita de una repulsiva bebida dietética
en la mano. Y la felicidad es bailar agitando un yogur inodoro, incoloro
e insípido, al compás del engendro musical que pregona “dale a tu cuerpo
alegría Macarena”. Una piensa que si darle alegría al cuerpo se logra
tragando un yogur dietético, con una porción de lemon pie se puede alcanzar
tranquilamente un orgasmo.
La verdad, esa dicha tan
aséptica no me convence: prefiero seguir siendo una tristísima mujer que come helado.
PRODUCTOS ALIMENTICIOS
En publicidad está sobreentendido
que los hombres cocinan. Es más, cocinan mejor que las mujeres. Pero, como
cualquier consumidora de detergente sabe, jamás lavan los platos. Así que,
cualquier producto alimenticio se puede promocionar echando mano a un cocinero
despelotado.
Los productos lácteos para
chicos venden una pobre felicidad muy parecida a la de las anoréxicas
saltarinas: el sumun de la diversión es comerse un flancito con una princesa de Disney o un Power Ranger estampados en el envase. A una,
la verdad, estos chicos le dan un poco de lástima, pero cuando recuerda que son
los mismos delincuentes que se ensucian a propósito revolcándose en el barro en
los comerciales de jabón en polvo, piensa pérfidamente: “¡Que se jodan!”
Un chocolate se vende con una
melosa parejita de enamorados, lindos y tan felices que dan asco. Que se
regalan chocolates mutuamente. Los publicistas ignoran, o hacen como que
ignoran, que, cuando una está enamorada, no come chocolate. Una come chocolate
cuando el novio le dio una reverenda patada en el culo y no tiene programa para
el sábado a la noche. Esto corre también para los helados y para cualquier tipo
de golosina.
GASEOSAS
Las gaseosas, a pesar de su
alto contenido en azúcares, tienen algo en común con los productos dietéticos:
dan felicidad. Mucha, pero mucha, felicidad. Tanta felicidad que cualquier
persona con dos dedos de frente cancelaría sus citas con el psiquiatra, tiraría
los antidepresivos en el inodoro y se compraría un cajón de “Coca Cola” (que, además, va a salir más
barato).
Hay algo para decir, sin
embargo, a favor de las gaseosas: son democráticas. No sólo las consumen los
jóvenes lindos. También toman gaseosa las mujeres gordas, los señores maduros y
los jubilados. Cosa que no ocurre con la cerveza, como verán a continuación.
CERVEZAS Y OTRA BEBIDAS
ALCOHÓLICAS
Creo que, entre tantas
publicidades odiosas, éstas son las más odiosas de todas. En estos comerciales
abundan las chicas lindas que les dan bola a chicos que tienen una cara
de nabos que no puede ser, sólo porque toman una determinada marca de cerveza.
El ámbito en el que sucede este milagro cervecero varía según las estaciones
del año: en invierno será una discoteca donde a las chicas se les volará la
melena en cámara lenta; en verano, una playa infestada de pendejos que saltarán
y bailarán y de tetonas que correrán por la playa al mejor estilo “Baywatch”.
Una se pregunta, al ver a los
intérpretes de estas genialidades, dónde está la famosa “panza cervecera”. Porque chupan, chupan y chupan y nada.
Siguen como el flaco Spinetta.
No todos los intérpretes masculinos
de publicidades de bebidas alcohólicas tienen fisonomía de imbéciles. Sólo los
que toman cerveza. Los que toman vermouth son, en general, bastante pintones,
pero todos ponen una cara de James Bond
trucho que incita a la violencia.
En estos comerciales todo es
elegante, glamoroso, minimalista. Un mundo paralelo que choca brutalmente con
el nuestro, donde el vermouth lo toman señores panzones los domingos al
mediodía, acompañándolo con papas fritas, salamincito y queso, mientras esperan
que la jermu “eche los fideos”.
TELEFONÍA CELULAR Y
SERVIDORES DE INTERNET
¿Querías playa? ¡¡¡¡¡Yo te
voy a dar playa!!!!! Mucha, mucha, mucha. Porque en verano está todo
bien. Y en invierno ya voy a encontrar alguna otra locación boluda para
venderte lo que quiero (que podría ser, cómo no, una discoteca en la que a las
chicas se les vuele el pelo en cámara lenta). Y otra cancioncita insufrible. Y
otras minitas lindas. Y otros pibes con cara de nabos.
PRODUCTOS “LLAME YA”
Bajo este imperativo slogan
se intentan vender telefónicamente todo tipo de productos, en su mayoría
inútiles, pero sumamente atractivos. Si fuera por mí “llamaría ya” cada cinco minutos. Por eso no tengo
tarjeta de crédito.
En general, se muestra
sucintamente las bondades del producto y una señorita con la sonrisa llena de
dientes y un bonito castellano neutro insta a los televidentes a llamar por
teléfono para adquirirlo. Sencillo.
Como podrán ver, la
publicidad me tiene un poco harta. No incluí en esta lista a los comerciales de
automóviles porque, en general, zafan. También zafan las publicidades de
perfumes importados que se ven sólo en los canales de cable: son estéticamente
impecables y esa perfección encaja con el producto que quieren vender. Cierto
es que el mensaje que ofrecen todas es que el perfume sirve “para enamorar”. Pero, para ser absolutamente sinceros,
si el perfume no sirve “para enamorar”, ¿para qué corno sirve?
Cada tanto hay, en el ámbito
publicitario, un pantallazo de genialidad. Debo reconocer que hubo alguna
campaña de “Quilmes” bastante piola y que hubo una
publicidad de “Coca Cola Ligth” que me encantó: la que pregonaba que
necesitamos “menos críticos” y “más poetas malos”. Supongo que en un futuro lejano “el pájaro de
Twistos” será tan recordado
como “el rubio de Camel”. El que aparecía promocionando
cigarrillos cuando aún se podía promocionar cigarrillos en televisión. Ahora no
se puede porque, ya se sabe, los jóvenes no deben fumar.
Con que se pongan en pedo todos los días es más que suficiente.
Con que se pongan en pedo todos los días es más que suficiente.