lunes, 31 de enero de 2011

EL PRIMERO TE LO VENDO Y EL SEGUNDO TAMBIÉN


 EL PRIMERO TE LO VENDO Y EL SEGUNDO TAMBIÉN

"Ninguna prueba, ninguna rectificación ni desmentido puede anular el efecto de una publicidad bien hecha."
Hermann Keyserling

Yo de publicidad no sé nada. Pero nada. Pero nada de nada. Imagino, eso sí, que para hacer una campaña publicitaria deben necesitarse mucha creatividad, mucho esfuerzo y mucho trabajo. Y que por eso las hacen así como las hacen: aburridas, reiterativas, sexistas… En una palabra: deplorables.
Cierta vez, paseaba yo mi graciosa humanidad por el Barrio de Belgrano, cuando me abordaron un par de señoritas instándome a contemplar los anuncios televisivos de una campaña publicitaria de la cerveza “Quilmes”, inédita aún para el gran público, y aportar mi opinión sobre la misma. Como andaba con tiempo y, además, especulé con el chopp helado que me iban a dar de “premio”, acepté la propuesta.
Me instalé cómodamente frente a una PC e, inmediatamente, me bombardearon con mar, verano, señoritas en bikini, más mar, más verano, señoritos con cara de nabos, más mar,  más verano y, a lo último, un poco de cerveza. Todo esto aderezado con jingles insoportables.
Cuando me tocó verter mi opinión, fue bien clarita: “Los anuncios son sexistas, discriminatorios, refuerzan las falsas ideas de que los únicos lugares de la turísticos de la  Argentina están en la costa atlántica bonaerense y de que las personas que tienen más de 25 años han muerto, y está dirigida a un público con el cual  gran parte de la población, entre la que me incluyo, no se identifica. Los jingles son insufribles y el producto a promocionar aparece muy poco tiempo en pantalla.” (A jodida no me gana nadie).
Como era de suponerse, “Quilmes” ignoró olímpicamente mi constructiva crítica. Y lo bien que hizo. Los comerciales salieron al aire y fueron un éxito.
Lo más triste de toda esta historia es que de “premio”, nada de cerveza. Me dieron un “cosito” cuya utilidad aún ignoro (mi suegra dice que es para escurrir los cubiertos) y fue llenándose de minucias varias e inservibles (tapitas de gaseosa, pilas usadas, etc.).
Traigo a colación esta insignificante anécdota porque quiero que todos ustedes estén al tanto de que sé muy bien que mi disgusto por las publicidades argentinas puede no extenderse al gran público. Porque yo soy rara. E hincha pelotas.
He la aquí mi particular visión de los  engendros publicitarios de hoy en día:

PRODUCTOS DE TOCADOR

Los comerciales de los productos de tocador son decididamente pavotes. Una es una hincha pelotas, sí, pero tiene sus límites. No va a pretender que la publicidad de “Prestobarba” la protagonice una mujer (aunque es de público conocimiento que muchas veces “la mujer”, harta de quemarse con cera o de ver las estrellas gracias a esas depiladoritas  que se suponían indoloras, caza la maquinita y sanseacabó). Pero abundan en  estos anuncios una serie de lugares comunes alevosos.
Las únicas que usan shampoo son las mujeres, salvo en el caso de que el shampoo que se promociona sea para la caspa. Porque es harto sabido en el mundo de la publicidad que los hombres tienen caspa y las mujeres, no. Estas mujeres que usan el shampoo no son, como podrán imaginar, ni gordas, ni feas, ni mayores de 25 años. Pero sí son bobas: una es feliz cuando va a la  pileta y  la gente al verla  dice “Guau, que pelazo” y otra asegura, con su cara de nada (pero de nada de nada), que el sueño de toda muchacha es ser “la chica Pantene” (porque se sabe: las chicas normales no sueñan con ser espelólogas  ni con viajar a Katmandú).
Los hombres tampoco se bañan. Las únicas que se bañan son las mujeres (mujeres con el mismo perfil de las consumidoras de shampoo). ¡Y cómo les gusta enjabonarse! Sospecho que detrás de los comerciales de jabón de tocador está latente la idiotez más grande que escuché en mi vida y que a muchos les gusta repetir: “El cuerpo de la mujer es lindo; el del hombre, no” (cada vez que doy oídos a esta tremenda huevada me acuerdo de una película española, cuyo nombre ignoro, en la que Javier Bardem salía del mar despacito y con todo “al aire”). A mí, el cuerpo de “la mujer” no me mueve un pelo. Es más, si el culo de alguna señorita aparece más de dos minutos en pantalla, cambio de canal.  Pero en el mundo de la publicidad ver un torso masculino desnudo es casi imposible, salvo que se trate del de un borrego con cara de imbécil y aire de no saber qué hacer con todas las minas que se le tiran encima, en algún comercial de desodorantes.
Las bondades de las “cremas antiarrugas” son divulgadas por mujeres muy jóvenes, que no se encuentran una arruga ni con una lupa. Hombres promocionando estos cosméticos no hay, cosa que me alivia, porque a mí no hay metrosexual que me venga bien.
Los hombres sí se lavan los dientes, gracias a Dios.

PRODUCTOS PARA “EL TRÁNSITO LENTO”

Adivinaron: las únicas estreñidas son las mujeres. Pero, en realidad, no están estreñidas. “Estreñimiento” es una palabra muy poco cool, así que los publicistas la desterraron de su diccionario. Estas mujeres tienen “tránsito lento”.
La mujer con “tránsito lento” pone cara, precisamente, de “tránsito lento” y se agarra una panza imaginaria. No puede hacer prácticamente nada, porque está “hinchada”, “pesada”, etc. Una no es ninguna insensible y percibe que esta pobre mina está sufriendo horrores. Pero a no preocuparse: un yogur o una pildorita bastan para que esta dama atormentada se deshaga de “lo que ya no necesita” y recupere las ganas de vivir.

PRODUCTOS  PARA  “LA MUJER”

Las mujeres que menstrúan ponen  la mismita cara que las que tienen “tránsito lento” y también se agarran una panza imaginaria. Sufren, sufren mucho, pero además se ponen  lloronas o agresivas o violentas, aunque siempre conservan su condición de hincha pelotas. Según los publicistas argentinos y su concepción absolutamente machista de la vida, menstruar hace surgir a la versión femenina de Mrs. Hyde que todas llevamos dentro. ¿Cómo detener tanta locura? Fácil, con una pastillita que la fémina tomará, siempre agarrándose la panza, y la convertirá nuevamente en una adorable Dra. Jekyll.
Las publicidades de “toallas íntimas” son bastante explícitas. Aunque no sea del todo elegante, está bien: durante mi infancia me pasé años devanándome los sesos a causa de un comercial de “Siempre Libre”, donde sólo se veía a una chica corriendo por la playa y la siguiente leyenda: “Toallas femeninas Siempre Libre”. Yo no entendía por qué las mujeres se secaban con unas toallas y los hombres con otras.

PAÑALES

Todas, todísimas las publicidades de pañales nos dejan la extraña sensación de que vivimos en Suecia o de que los bebés morochitos no hacen ni caca ni pis.  Son un derroche de hoyuelos y ojitos azules.

PRODUCTOS DE LIMPIEZA

Las publicidades de productos de limpieza son tristes. Muy tristes. Porque las únicas que limpian son las mujeres. Pobres mujeres que tienen “alas para volar”, como las criaturas soñadas por Girondo, y se desperdician fregando pisos.
Las señoras que lavan la ropa tienen hijitos malvados que se ensucian a propósito. Se revuelcan en el barro como chanchos en un chiquero. Pero ellas son un dechado de control y bondad: ninguna les da a esos mocosos infames unos buenos chirlos  en el culo.
Estos comerciales nos quieren convencer de que limpiar es bello. Limpiar es bueno. Limpiar colma todas las necesidades afectivas de una mujer. Porque el marido no le da bola pero, ¡oh milagro!, aparece un patovica animado disfrazado de superhéroe que es capaz de escucharla  y le ofrece, además,  productos para seguir limpiando. Qué lindo.
Hay, también,  publicidades de papel higiénico bastante misteriosas. La lógica más tajante nos llevaría a imaginar que la protagonista ideal de los mismos sería la “ex estreñida”. Pero no. Los únicos que van al baño son los chicos. Usar el inodoro después de los cinco años es de un deplorable mal gusto.

PRODUCTOS DIETÉTICOS

Como era de suponer, las que buscan adelgazar son las mujeres. Los hombres no son gordos: están hinchados. Así que son mujeres las que promocionan todo tipo de productos dietéticos. Contra cualquier tipo de razón, son mujeres hiperflacas, que ya adelgazaron pero que, haciendo gala de un masoquismo aterrador, siguen comiendo esas porquerías.
Lo sorprendente es que estas mujeres son felices. Exageradamente felices. Insoportablemente felices. Porque el placer señores, es saltar con la botellita de una repulsiva bebida dietética en la mano. Y la felicidad es bailar agitando un yogur  inodoro, incoloro e insípido,  al compás del engendro musical que pregona “dale a tu cuerpo alegría Macarena”.  Una piensa que si darle alegría al cuerpo se logra tragando un yogur dietético, con una porción de lemon pie se puede alcanzar tranquilamente un orgasmo.
La verdad, esa dicha tan aséptica no me convence: prefiero seguir siendo una tristísima mujer que come helado.

PRODUCTOS ALIMENTICIOS

En publicidad está sobreentendido que los hombres cocinan. Es más, cocinan mejor que las mujeres. Pero, como cualquier consumidora de detergente sabe, jamás lavan los platos. Así que, cualquier producto alimenticio se puede promocionar echando mano a un cocinero despelotado.
Los productos lácteos para chicos venden una pobre felicidad muy parecida a la de las anoréxicas saltarinas: el sumun de la diversión es comerse un flancito con una princesa de Disney o un Power Ranger estampados en el envase.  A una, la verdad, estos chicos le dan un poco de lástima, pero cuando recuerda que son los mismos delincuentes que se ensucian a propósito revolcándose en el barro en los comerciales de jabón en polvo, piensa pérfidamente: “¡Que se jodan!”
Un chocolate se vende con una melosa parejita de enamorados, lindos y tan felices que dan asco. Que se regalan chocolates mutuamente. Los publicistas ignoran, o hacen como que ignoran, que, cuando una está enamorada, no come chocolate. Una come chocolate cuando el novio le dio una reverenda patada en el culo y no tiene programa para el sábado a la noche. Esto corre también para los helados y para cualquier tipo de golosina.

GASEOSAS

Las gaseosas, a pesar de su alto contenido en azúcares, tienen algo en común con los productos dietéticos: dan felicidad. Mucha, pero mucha, felicidad. Tanta felicidad que cualquier persona con dos dedos de frente cancelaría sus citas con el psiquiatra, tiraría los antidepresivos en el inodoro y se compraría un cajón de “Coca Cola” (que, además,  va a salir más barato).
Hay algo para decir, sin embargo, a favor de las gaseosas: son democráticas. No sólo las consumen los jóvenes lindos. También toman gaseosa las mujeres gordas, los señores maduros y los jubilados. Cosa que no ocurre con la cerveza, como verán a continuación.

CERVEZAS Y OTRA BEBIDAS ALCOHÓLICAS

Creo que, entre tantas publicidades odiosas, éstas son las más odiosas de todas. En estos comerciales abundan las chicas lindas que les dan bola a  chicos que tienen una cara de nabos que no puede ser, sólo porque toman una determinada marca de cerveza. El ámbito en el que sucede este milagro cervecero varía según las estaciones del año: en invierno será una discoteca donde a las chicas se les volará la melena en cámara lenta; en verano, una playa infestada de pendejos que saltarán y bailarán y de tetonas que correrán por la playa al mejor estilo “Baywatch”.
Una se pregunta, al ver a los intérpretes de estas genialidades, dónde está la famosa “panza cervecera”. Porque chupan, chupan y chupan y nada. Siguen como el flaco Spinetta.
No todos los intérpretes masculinos de publicidades de bebidas alcohólicas tienen fisonomía de imbéciles. Sólo los que toman cerveza. Los que toman vermouth son, en general, bastante pintones, pero todos ponen una cara de James Bond  trucho que incita a la violencia.
En estos comerciales todo es elegante, glamoroso, minimalista. Un mundo paralelo que choca brutalmente con el nuestro, donde el vermouth lo toman señores panzones los domingos al mediodía, acompañándolo con papas fritas, salamincito y queso, mientras esperan que la jermu  “eche los fideos”.

TELEFONÍA CELULAR Y SERVIDORES DE INTERNET

¿Querías playa? ¡¡¡¡¡Yo te voy a dar playa!!!!! Mucha, mucha, mucha. Porque en verano está todo bien.  Y en invierno ya voy a encontrar alguna otra locación boluda para venderte lo que quiero (que podría ser, cómo no, una discoteca en la que a las chicas se les vuele el pelo en cámara lenta). Y otra cancioncita insufrible. Y otras minitas lindas. Y otros pibes con cara de nabos.

PRODUCTOS  “LLAME YA”

Bajo este imperativo slogan se intentan vender telefónicamente todo tipo de productos, en su mayoría inútiles, pero sumamente atractivos. Si fuera por mí “llamaría ya” cada cinco minutos. Por eso no tengo tarjeta de crédito.
En general, se muestra sucintamente las bondades del producto y una señorita con la sonrisa llena de dientes y un bonito castellano neutro insta a los televidentes a llamar por teléfono para adquirirlo. Sencillo.

Como podrán ver, la publicidad me tiene un poco harta. No incluí en esta lista a los comerciales de automóviles porque, en general, zafan. También zafan las publicidades de perfumes importados que se ven sólo en los canales de cable: son estéticamente impecables y esa perfección encaja con el producto que quieren vender. Cierto es que el mensaje que ofrecen todas es que el perfume sirve “para enamorar”. Pero, para ser absolutamente sinceros, si el perfume no sirve “para enamorar”, ¿para qué corno sirve?
Cada tanto hay, en el ámbito publicitario, un pantallazo de genialidad. Debo reconocer que hubo alguna campaña de “Quilmes” bastante piola y que hubo una publicidad de “Coca Cola Ligth” que me encantó: la que pregonaba que necesitamos “menos críticos” y “más poetas malos”. Supongo que en un futuro lejano “el pájaro de Twistos” será tan recordado como “el rubio de Camel”. El que aparecía promocionando cigarrillos cuando aún se podía promocionar cigarrillos en televisión. Ahora no se puede porque, ya se sabe, los jóvenes no deben fumar.

Con que se pongan en pedo todos los días es más que suficiente.

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