viernes, 30 de noviembre de 2012

HIGHWAY TO HELL


HIGHWAY TO HELL 

“El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto.” 
Jorge Luis Borges

Yo, para hacerme la machita, siempre digo que no creo en Dios. Pero un poquito creo. No sé si en Dios como lo concibe gran parte de la humanidad, pero creo en algo. Sabrán ustedes disculpar la vaguedad de estas declaraciones. Pero que se sepa: así como creo en Dios (un poquito), también creo en Lennon y McCartney. Confío en que también sepan disculpar tamaña herejía. Pero yo soy así. Una maldita apóstata. Más o menos. Agradezco a quien corresponda no haber nacido en plena Inquisición. Porque me hubieran incinerado. Es una fija.
Malmirada y sacrílega como soy, tengo, sorprendentemente, un nivel de tolerancia prodigioso. Aguanto, aguanto y aguanto. Aguanto cada cosa.
Creo haber comentado con anterioridad que, en cierta ocasión, estuve dos largas horas prestándole la orejita a una Testigo de Jehová que intentaba convencerme de lo satánico que es el rock, y hasta me quedé con un par de números de “La Atalaya”. La experiencia fue bastante deplorable y no me interesa repetirla. Así que a partir de ese aciago momento cada vez que algún Testigo de Jehová golpea mi puerta, me asomo a la ventana con cara de circunstancia y grito: “¡Soy judía!” Total me llamo Raquel. Se preguntarán ustedes por qué falto a la verdad de ese modo vergonzoso y no digo abiertamente que soy católica. La respuesta es sencilla: los Testigos se empecinan en reclutar a los católicos en sus piadosas filas. Pero a los judíos les tienen miedo. Doy fe.
Que quede bien clarito que yo no tengo nada contra los Testigos. No me gusta que las personas vivan asustadas por un hipotético Infierno, que estén convencidas de que necesitan a alguien que les ayude a interpretar la Biblia porque ellas son tan inútiles que no pueden hacerlo solas y que tengan el seso sorbido a tal punto que se nieguen a un tratamiento médico indispensable para salvar sus vidas o las de sus seres queridos. Me dio enorme pena el alumnito hijo de Testigos que tuve una vez. Había que avisarle a su sacrosanta madre cuando se iba a festejar un cumpleaños en el Jardín, así ese día no lo mandaba. No fuera a ser que el alma impoluta del crío se contaminara para siempre jamás con un par de globos y una porción de torta. Pero contra los Testigos no tengo nada.
Ellos tienen algo contra mí.
Por lo que pude leer por ahí (ya saben que lo mío es leer y escribir huevadas) los Testigos consideran que yo soy una descerebrada. Y que he sido seducida por Satanás de la forma más inmunda. La verdad que esta última afirmación me da un poco de rabia: si sabía que estaba destinada a entregarle el rosquete a Satanás hubiera pedido algo a cambio. Qué se yo. Un revolcón con Di Caprio o unas tetas más orondas. Pero soy tan pavota que se lo entregué gratis. Al final los Testigos tienen razón: tengo el mismo entendimiento que un paramecio.
Un pío Testigo (que no representará a todos los Testigos, imagino) anda diciendo: “Hay cosas que el demonio ha creado para atrapar a jóvenes y mentes descerebradas, cosas que los apartan del camino de la Salvación. Sexo, drogas, TV… y muy en especial, la música.” Yo no sé si los Testigos más recalcitrantes nacen de un rabanito. Porque se ve que sexo no tienen. Eso cosa de Mandinga. Ya se lo que me dirán ustedes. Que antes del acto los tipos miran al cielo y recitan misericordiosamente: “No es por vicio, ni por fornicio. Es para dar un hijo a tu servicio.” Ah.
Qué se yo. Para mí el sexo lo inventó Dios.
A las drogas no las voy a defender. Aunque algunos Testigos me tilden de descerebrada, venero demasiado mis neuronas como para ponerlas en riesgo. Así que la droga conmigo no va. Pero a la TV, sí. A la TV la defiendo. Y obviamente, a la música también. Porque será cosa del Diablo, pero vivir sin música sería vivir en el mismísimo Infierno. Valga la paradoja.
Este dislocado Testigo, tal como la amable señora que me tuvo dos horas escuchando huevadas (porque cuando yo digo que aguanto, aguanto), sostiene que los rockeros no son humanos: son engendros demoníacos que deben ser borrados de la faz de la Tierra. Lucen como nosotros pero no son como nosotros: “Son escoria bastarda que no merece compasión alguna.” Afirma que hay que eliminarlos de cualquier modo. Total, matar a un asesino (y los rockeros son asesinos de almas) no es malo. Al contrario. “Es un servicio prestado a la Comunidad” (che, ¿este Testigo no será Dexter?).
El Testigo en cuestión culpa un poco a la Iglesia Católica por la proliferación del rock. Ya sabemos que la Iglesia Católica es como el diario Clarín: tiene la culpa de todo. Y propone una apoteósica fogata donde deberán arder los discos de los Ramones, las figuritas de Kiss(cuando era mozalbeta yo juntaba figuritas de Kiss) y los calzones de Axl Rose (permítanme sacárselos, todo lo hago por celo divino).
Hasta acá, el delirio cristiano es tan pavote como esa idea peregrina que tiene esta gente de que, cuando Dios se deshaga justamente de los indeseables como yo, retozará en un mundo ideal donde los leones comerán de sus manos y no existirán los hincha pelotas de los curas. Pero a partir de aquí, el Testigo desquiciado comienza a mentir de forma harto descarada: “Conjuntos de ‘rock’ como Judas Priest (Sacerdote Judas, claro signo de irreverencia religiosa) extorsionaron por medio de llamadas telefónicas, cartas, amenazas y visitas sorpresa a dos descuidados seguidores de este grupo americano, a los cuales les exigieron que se quitaran la vida” (aclaro que este párrafo estaba escrito de manera bastante engorrosa y yo lo retoqué un poco para que se entienda). La realidad de todo este asunto dista bastante de la versión descabellada que el Testigo enloquecido da de la misma: el 23 de  diciembre de 1985, Raymond Belknap y James Vance, dos jóvenes de Reno (Nevada), se suicidaron. A los padres, gentes con muy poca autocrítica, se les metió en la cabeza que era culpa de Judas Priest. Se basaron en un supuesto mensaje subliminal que estaba camuflado en una de sus canciones. Pero nadie habló de llamadas telefónicas, cartas o visitas inesperadas de Ian Hill a la casa de los desprevenidos jóvenes. De todos modos, la justicia desestimó las acusaciones de los padres de Belknap y Vance. Y Rob Halford comentó sabiamente que, de meter mensajes subliminales en sus canciones, no pedirían a sus seguidores que se suicidasen sino que comprasen sus discos.
El Testigo insensato sigue faltando a la verdad, aunque de manera bastante más bochornosa: “Otro grupo de ‘psicópatas’ instrumentados es Kiss (Beso). Han hecho gala públicamente de su deplorable actitud satánica en infinidad de ocasiones. Lo que no saben sus descerebrados ‘fans’ es que no son humanos. Aquello que el público cree que es maquillaje facial no es más que su piel real. Lo sé porque llevo años investigando este tema, y viejos libros de la tradición judeo-cristiana describen a ‘demonios de cuero y de piel negra y blanca’, tales a esta panda de degenerados.” Ustedes creerán que el que escribió esto está jodiendo, que todo es un gran chascarrillo y que yo pierdo mi precioso tiempo analizando los dichos de un conspicuo bromista. Pero yo les digo que no es así. Porque la Testigo que estuvo dos horas machacándome con la faena musical de Belcebú me dijo lo mismo. Tal cual. Me dijo que los integrantes de Kiss eran demonios, que no estaban maquillados y que tenían como pérfida misión corromper a sus incautos seguidores. Cómo explican estos Testigos las fotos de los integrantes de Kiss con la cara lavada no sé.
Ignoro si será por el maquillaje, pero los grupos fundamentalistas suelen atacar a Kiss con especial virulencia. Este loco, loco Testigo dice que Gene Simmons bebe sangre y viola niñas en los orfanatos (no sé cómo se mete en los orfanatos), que Ace Stanley (que debe ser una cruza entre Ace Frehley y Paul Stanley) mató a su pobre abuela y que Peter Criss se anduvo haciendo el loco por ahí (en honor a la verdad, esto último puede ser cierto).
Como era de suponerse, porque estos Testigos de novedosos no tienen nada, el próximo grupo en caer en desgracia con las huestes celestiales es W.A.S.P. Grupo al que también le tienen una particular ojeriza los siervos de Dios. Según el Testigo el nombre del grupo en cuestión tiene dos significados impíos: We Are Sexual Perverts (Somos pervertidos sexuales) y We Are Satan´s Prayers (Somos oradores de Satán). “Cantan canciones con títulos tan explícitos como Fuck Like a Beast (Fornica como una bestia) o The Headless children (Los niños decapitados). W.A.S.P. es el demonio en esencia pura. A estas canciones tontas y groseras hay que añadir su deplorable actitud así como sus conciertos, al cual sólo deben acudir animales lobotomizados y rameras heroinómanas, conciertos en los cuales el grupo lanza carne putrefacta al público, así como gusanos, preservativos rellenos de heces humanas… y por si fuera poco, su líder, ese sinvergüenza llamado Blackie Lawles, tiene la desfachatez de sodomizar a un maniquí vestido de monja.” Esto de sodomizar al maniquí disfrazado de monja me hizo acordar a una canción de Joaquín Sabina que, aunque el Testigo no lo diga, es otro degenerado. La canción en cuestión es “Ocupen su localidad” y dice, entre otras cosillas non sanctas: “El joven Marqués de Sade actuará a continuación sodomizando a una monja del Sagrado Corazón”. Una chanchada.
Yo nunca fui a un concierto de W.A.S.P., será porque no soy una ramera heroinómana o porque vivo en Avellaneda, no sé (aunque alguna vez los tipos anduvieron cerca de casa). Así que no sé que catzo hacen. Lo único que sé es que deben tener las pelotas por el suelo con ese asunto del significado del nombre de la banda. Tal es así que, cierta vez, ante la pregunta de un periodista que quería saber qué corno quería decir W.A.S.P., Blackie Lawless respondió (seguramente con cara de fastidio): We Ain't Sure, Pal (No estamos seguros, amigo).
Como si todo esto fuera poco, el Testigo exaltado tiene más acusaciones que hacer a W.A.S.P.: “Al parecer, el grupo, una vez que han terminado el concierto, se reúnen en el camerino. Allí empiezan a masturbarse unos a los otros, y eyaculan en un recipiente semejante a una barrica de madera. Llevan años haciéndolo, y lo peor de todo es que no vacían el cubo (…) …llevan a algún fan al camerino, y una vez allí, es sometido a diversas vejaciones sexuales… (…) … obligan a punta de pistola a sus víctimas a beberse parte de los fluidos, o peor todavía, meter la cabeza dentro de la barrica…” Ya sé, el Testigo escribe para el culo. Pero qué quieren que haga.
Debo reconocer que la Testigo que me atosigó con la palabra de Dios no dio detalles tan puercos de lo que hacen los rockeros. Englobó todo dentro de una misteriosa palabra: “Iniquidad”. Que no la inventaron los Testigos, aunque parezca que sí.
Las acusaciones siguen. Ya conocen ustedes la infinita huevada de los mensajes subliminales. Parece que los grupos de rock, además de instarlos a adorar a Satanás, instruyen a sus lobotomizados partidarios acerca de cómo asesinar y deshacerse discretamente de los cuerpos de sus víctimas. Y también fornican entre ellos. Y se ponen unos a otros veneno para ratas en las bebidas (pero no se mueren, clara muestra de que andan culo y calzón con Satanás). Ni siquiera Los Beatles se salvan de la pérfida lengua del Testigo: “Los Beatles obligaban a sus seguidores a inyectarse drogas con un bolígrafo” (¿¿¿¿¿?????).
El Testigo deja de acusar para pasar a hacer una confesión. Parece que tiene un hijo llamado Daniel al que tuvo que cagar a palos duro y parejo para que dejara de poner en peligro su ánima impecable escuchando rock and roll. Pobre pibe.
Ustedes pensarán que lo más probable es que este Testigo sea un Testigo Falso. Y seguro que tienen razón. Pero doy fe de que algunos Testigos Verdaderos dicen cosas así de descabelladas. Yo los escuché. Además, en mi búsqueda de la verdad me topé con otro Testigo que pregunta: “¿Robert Smith o Jesús? ¿Marylin Manson o Jesús? ¿Black Sabbath o Jesús? ¿Van Halen o Jesús?” Yo no sé por qué el mundo de los Testigos hay que elegir entre Jesús y Charly García. Si trabajan en diferentes rubros. Este Testigo no es como el otro, no ataca a la sacrosantísima Iglesia Católica, sino que se basa en ciertos dichos de Joseph Ratzinger (que es medio nazi, Dios me perdone) para sustentar su idea de que el rock es nocivo. Según Ratzinger, el rock and roll es la "expresión de pasiones elementales", mientras el pop "es un culto de la banalidad". Eso sí, del Diablo no dice nada.
Que resulte clarísimo para estas generaciones y las venideras: intolerante no soy. Que cada uno crea en lo que quiera. En Mahoma, en Jesús, en Krishsna o en Ringo Starr. Todo bien. Pero déjense de joder con el asunto del Diablo. Es arcaico, lastimoso y poco serio.
Para mí, el mundo ideal no es uno en el cual los leones comen de mi mano y los elefantes me llevan a dar la vuelta del perro. Para mí es un mundo donde el creer en algo no implica defenestrar otra cosa. Donde nadie trata de convencerme de que tiene la verdad porque, ¿cómo estar seguro de que uno es el dueño de la verdad sin pecar de soberbio? (este no convencerme implica también, como comprenderán, no tocarme el timbre un sábado a las 9 de la mañana para atosigarme con buenas nuevas). Donde ninguna Iglesia interviene en la vida privada de las personas y si me quiero casar con un potus, me caso. Total, si el susodicho es un vegetal en el catre, la que se jode soy yo
Este opúsculo puede resultar irritante para algunos espíritus sensibles. Sepan perdonar si le he faltado el respeto a alguien con esta diatriba insustancial. También mi almita se siente afrentada cuando ponen en duda las buenas intenciones de Lennon y McCartney. Y, además,  tengo una propensión malsana a decir cosas enojosas.


Porque Sheena será una punk rocker, pero yo soy una maleducada. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario