lunes, 16 de mayo de 2011

MUCHCAHA OJOS DE PAPEL (Y CORAZÓN DE TIZA)


MUCHCAHA OJOS DE PAPEL (Y CORAZÓN DE TIZA)

“El ambiente de la docencia es una mierda.” 
 La Srta. Nora

Sobre la docencia existen una serie de falsos supuestos: que es un apostolado, que las maestras trabajan “sólo” cuatro horas al día, que la niñez ha levantado en su pecho un templo de amor a Sarmiento (mentira, los pibes lo odian porque piensan que es el hijo de puta que “inventó” la escuela), etc., etc. Pero el más falso de todos es aquel que concibe a las educadoras como sutiles y generosas muchachas con ojos de papel y corazones de tiza, recién fugadas de una canción del Flaco Spinetta.
Nada más alejado de la realidad. En general las maestras son (somos, bah) unas yeguas. Nos sacamos el cuero a tiras y dentro de la bolsita donde transportamos el rotafolio y la masa viajera (hablo como jardinera, obviamente), escondemos un serruchito para usar con alguna compañera que no nos termina de caer en gracia (aclaro que yo soy yegua pero no tanto, si alguna vez usé el serruchito lo hice en estricta defensa propia).
Somos, además, una fauna variada y rica. Y sería una lástima que continuáramos en el imaginario popular como una masa uniforme de abejitas laboriosas. He aquí, continuando con mi catálogo de horrores, lo que he dado en llamar “Tipología Docente”.

LA CHUPAMEDIAS DE LA DIRECTORA: TE ACUSO CON MI MAMÁ (BAH, CON LA DIRE)

Ejemplar temido y temible, la chupamedias es casi un apéndice baboso de la directiva en cuestión: va para donde va la superiora, reptando como un extraterrestre cónico y rugoso escapado de alguna pesadilla de Lovecraft. Es la que, cuando la “Dire” pide “A”, ofrece además “B, C, D, E y F”, siempre ampulosamente y dejando bien claro que ella es la única que colabora con la Institución y que las otras maestras son unas vagas y unas maldispuestas. Tiene las paredes de la Sala llenas de porquerías, que para ella el “ser docente” pasa por pegar en los sacrosantos muros de la escuela láminas con animales de granja y florcitas pedorras hechas en cartulina.
La chupamedias recaba todo tipo de información entre sus pares. Información que, inevitablemente, termina en poder de la Directora. Sabe cuáles son las flaquezas y miserias de sus compañeras, y utiliza este saber en su propio beneficio (y, obviamente, en perjuicio de las otras). No importa cuán amistosamente se te acerque esta maestrita que, en realidad, debería laburar en la SIDE: tarde o temprano te va a cagar.

LA CLEPTÓMANA: ¿NADIE VIO LA VOLIGOMA QUE DEJÉ ACÁ?

Si te faltan témperas, masa, cartulinas, tijeras o plastilina que vos, estás segura, tenías, no hay ninguna duda: por tu Sala pasó la cleptómana.  Esta maestrita, suele ser agradable y hacendosa, pero tiene una compulsión que no puede manejar: llevarse lo que no es de ella.  Recorre cada rincón de la escuela echando mano a lo que necesita y a lo que no, sin importarle si el objeto de su deseo tiene dueño.
“Esta mina es una chorra”, piensa una, que tiene las bolas por el piso después de tanto hurto y no está para andar haciendo sutiles diferencias entre delincuencia y trastorno del control de impulsos.

LA PARACAIDISTA: EN TRES AÑOS ME RECIBO Y CONSIGO LABURO ENSEGUIDA

No le gustan los pibes y no le gusta educar. Está tan desubicada en la escuela como un chupete en el orificio anal. Buscó una carrera que fuera corta y no demasiado difícil y se recibió de maestra.
Los chicos la ponen nerviosa. Las madres la ponen nerviosa. Las compañeras la ponen nerviosa. Ella quisiera estar paseando por Avenida Santa Fe, “de pantalones anchos y de vincha, de camisa bordada color té”, pero está ahí, rodeada de pendejos maleducados y con un programa de estudios que no sabe cómo abordar.
Debo confesar que, a las que hicimos la carrera a conciencia, esta minita que vive la enseñanza como un mal karma, nos saca un poco de quicio.
Conocí a una de estas paracaidistas de la docencia que se llevó, sin duda, todas las palmas:
-¿Y vos, por qué sos maestra?
-Porque mi novio se ratoneaba con el guardapolvo.
Ah, bueno.

LA VÍBORA: LA VIBORITA SE VA CORRIENDO A VIBORATÁ PARA VER  A SU MAMÁ

La víbora es eso: una víbora. Es muy venenosa y se caracteriza por poseer un par de colmillos largos y huecos en la parte delantera de la mandíbula superior. Estos colmillos se retraen contra el paladar cuando la boca está cerrada y, cuando ésta se abre se ponen rápidamente en posición para atacar a la presa e inyectar un veneno mortal que ataca la sangre y los tejidos. Más detalles en “Wikipedia”.

LA BURRA: CHE, ¿ES CIERTO QUE HABÍA UN PINTOR AL QUE LE FALTABA LA OREJA?

Una maestra burra, para el imaginario popular, sería algo así como un helado caliente. Algo inconcebible. Pero este ejemplar existe. Y es más común de lo que se podría esperar.
La burra no sabe escribir, lee para el culo y está convencida de que Río de Janeiro es la capital de Brasil. Carece de ese bagaje de conocimientos variopintos que se engloban bajo la presuntuosa denominación de “cultura general”. Supo que existió Van Gogh cuando vio la publicidad de chocolates “Tokke” y de que existió Dostoievski, todavía no se enteró.
-Raquel, ¿“hielo” va con hache o sin hache?
-Todas las palabras que empiezan con el diptongo “ie” llevan hache.
-¿Qué mierda es un diptongo?
-Nada, dejá. Después te explico.

LA FIESTERA: CHICOS, ADIVINEN CÓMO SE LLAMABA EL FLACO CON EL QUE SALÍ AYER

La fiestera puede ser separada o soltera. Pasó los 35, pero sigue yendo a bolichear como si fuera una adolescente con las hormonas revolucionadas y el acné fuera de control. Llega a la escuela el lunes (y el martes, y el miércoles, y el jueves…) a las 8 de la mañana con cara de poco sueño y mucha joda y unas ojeras por el piso. Cambia de macho como de calzones y siempre está recibiendo en su celular “mensajitos” de algún pretendiente.
Lo que cada uno haga con su vida privada es asunto pura y exclusivamente suyo, pensarán ustedes y, por supuesto, tendrán razón. Pero la fiestera no puede dejar de involucrar a los niñitos en su “living la vida loca”.
-A ver, chicos, adivinen cómo se llama el novio de la Seño.
-Chicos, la Seño tiene un novio nuevo, porque el de la semana pasada resultó que era casado.
-¡Miren qué lindo lo que me regaló mi novio!
Porque, eso sí, para ella todos son “novios”.
Los pibitos tienen en la cabeza un quilombo de aquellos, porque el “novio” de la Seño, que es una omnipresencia en la Sala, cada quince días muda de nombre.

LA VAGA: TRABAJÁS, TE CANSÁS, ¿QUÉ GANÁS?

La vaga no nació para ser maestra. Ni maestra ni ninguna otra cosa que implique un mínimo esfuerzo. Ella quiere tomar té, hojear catálogos de cosméticos y tener su precioso culo todo el día apoyado sobre una superficie cómoda.
Los alumnos de la vaga la adoran: juegan todo el día en los rincones sin que nadie los joda.
-Hay que dejarlos jugar, son chiquitos –dice justificándose esta adalid de la haraganería. Y sigue tomando té y encargando productos de Avon.

LA CONCHETA: ESTOS NEGRITOS  ME TIENEN HARTA

La concheta se recibió de maestra en el Instituto San Algo, pensando en ejercer en un colegio privado, pero consiguió ubicación en un Jardín Municipal. Había soñado con un alumnado ideal compuesto en su totalidad de bellos niñitos rubios y con hoyuelos en las mejillas, y se encontró, de pronto, rodeada de morochitos con las caras sucias y los mocos colgando, a quienes detesta.
Si los chicos la quieren abrazar, la concheta se los saca de encima poniendo cara de asco. Y cuando llega el 11 de setiembre y recibe los humildes regalos que sus alumnos pudieron hacerle (figuritas de yeso mal pintadas o remeras de La Salada), los mira con desprecio y  ni siquiera espera llegar a su casa para tirarlos a la basura.
-Yo no sé para qué me gasto con estos negritos. Dentro de diez años, me los encuentro por la calle y me asaltan.

LA  ARTISTA DESUBICADA: CON EL ARTE SE COME, SE CURA Y SE EDUCA

La artista desubicada aparece en la Sala con una reproducción de “The Starry Night” y se frustra cuando sus alumnos, que tienen 3 años, se interesan más por Barney el Dinosaurio que por Van Gogh. Le tiene alergia a todos los poemitas y cuentitos anónimos, tan taquilleros en el Jardín, y, no entiende por qué el cocodrilo que “come coco, muy tranquilo, poco a poco” tiene más prensa que los lagartos llorones de Lorca. Después de intentar, sin éxito, que los pibes hagan algo creativo o novedoso, se conforma con embadurnarles las manitos con témpera y hacer que sellen una hoja, para obtener las clásicas palomitas de colores. Eso sí, ella irá un poco más lejos que el resto de las maestras y escribirá en cada “trabajito”, con letra sumamente prolija: “Imagina a toda la gente viviendo la vida en paz” (Ya sé lo que se están preguntando, si esta boluda soy yo; sí, soy yo).

Seguramente me estoy olvidando de algún especimen. Pero con estos, alcanza y sobra. Así que ya saben, ni ojos de papel ni corazones de tiza. Ni segundas mamás ni abejitas laboriosas. Mujeres igual que todas. 

Unas yeguas, bah.

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