domingo, 27 de enero de 2013

VIAGRA GO HOME



VIAGRA GO HOME

"Leave Me Alone!"

Yo, que me cansé de leer acerca de las proezas sexuales de la chica Cosmo y me agoté de escuchar a cuanto gato pulula en TV confesando que alcanza el Nirvana cada vez que le tocan la uña del dedo gordo del pie, supuse durante mucho tiempo que sólo había en el mundo dos mujeres capaces de inventar una “Gran O” de aquellas: Meg Ryan y vuestra servidora. Pero parece que no. Parece que hay féminas que han fingido orgasmos una y otra vez a lo largo de sus insulsas vidas, están repodridas de los requerimientos eróticos de sus partenaires y quieren estrangular al monstruo libidinoso que concibió el puto Viagra. Esta afirmación, aclaro, no es de mi cosecha. Lo leí en una edición dominguera del diario “Clarín”, en una esclarecedora nota firmada por Gisele Sousa Dias intitulada "Enemigas del Viagra". Se los juro.
Ustedes se preguntarán cómo no me da vergüenza. Cómo no me da vergüenza confesar públicamente que entre mis habilidades se encuentra la de fraguar un orgasmo merecedor del Oscar a los Mejores Efectos Especiales y cómo no me da vergüenza seguir leyendo ese pasquín inmundo que tiene la culpa de la sensación de inseguridad, la sensación de inflación, la sensación de corrupción y todas las otras sensaciones que nos aquejan a los sufridos argentinos. Porque al lado de “Clarín”, Sandro es un poroto. Poca humildad demuestra el Gitano al jactarse de poseer un mundo de sensaciones. “Clarín” tiene un universo de sensaciones y no anda haciendo tanta alharaca.
Para que dejen de preguntarse cosas que aluden a mi persona, hete aquí las razones por las cuales no me pongo colorada a causa de las situaciones indignas que mencioné con anterioridad. Siempre quise ser actriz, así que fingir me regocija, aún cuando mi público sea limitado: puedo inventar orgasmos, desmayos, euforias, crisis de nervios, crisis de llanto, crisis de identidad… Bah, las crisis que me pidan mis fans o las que exijan las circunstancias en las cuales me encuentro inmersa. Y a “Clarín” lo sigo leyendo por una cuestión de tradición. Además, tiene los mejores chistes. Y la página de Alejandro Borensztein es impagable. Lo que se hereda no se roba, como diría mi abuela.
Pero volvamos al tema que nos ocupa: las matronas disgustadas con el Viagra. Parece que con el fastidioso arribo de la menopausia, muchas mujeres gritan “¡Acá planto bandera!” y se niegan rotundamente a seguir complaciendo sexualmente a los degenerados con los cuales tuvieron la desgracia de enredarse. Los señores, que a esta altura del partido están mustios como una lechuga con quince días de heladera, no las molestan con requerimientos eróticos, así que la pareja se complemente perfectamente y funciona de maravillas. Entonces aparece el Viagra. Y las tipas se quieren matar.
Las excusas que tienen las mujeres para repudiar a la portentosa pastillita azul son variadas. La más común es el riesgo que sufre el masculino de quedarse seco a causa de un ataque cardíaco. Sostienen, además, que ya están grandes para andar haciendo payasadas en la cama y que les es ofensivo que para excitarse con ellas el macho deba echar mano a un truco tan barato como la ingesta de un medicamento milagroso. Pero hay un motivo mucho más oscuro para que las femeninas de más de 50 se nieguen a que sus maridos consuman Viagra: temen que, con los nuevos aires que refrescan sus mástiles, los señores adornen sus testas con cuernos variopintos. Una mujer con un marido que no funciona o funciona a media máquina, está segura de que el susodicho no va a serle infiel. Una mujer con un marido cuyas partes han sido resucitadas, no. Las partes resucitadas claman por nuevas sensaciones. Y es más fácil encontrarlas en un telo del Once que en la redacción del diario “Clarín”.
Es bueno destacar que, según los expertos, el rechazo al Viagra y el deseo que el macho se deje de joder, no son comunes  a todas las mujeres que pasan los 50, a pesar de que con el tiempo el deseo sexual puede caer en picada debido a los cambios hormonales y al hartazgo. Este desgano amatorio aparece en señoras que han tenido matrimonios largos y una vida erótica monótona y pobre. Damas que, lejos de la voracidad de Moria Casán y compañía, prefieren tener con sus esposos una relación más amistosa que incendiaria ya que, durante su vida en común, el tipo demostró una torpeza abrumadora aún para encender un triste fósforo.
Yo no puedo hablar ni a favor ni en contra del Viagra, simplemente porque no lo conozco. Ya sé que estarán mascullando en este preciso momentico: que soy más jactanciosa que Sandro y su mundo sensacional. Pero, adicta al sincericidio como soy, no voy a andar engañando a mis lectores para dar cátedra acerca de un tema que me es ajeno. Si quieren puedo hablar largo y tendido sobre medicamentos psiquiátricos. Pero sospecho que no será tan interesante.
Como supondrán, carísimos leedores, ya hay hombres quejándose por la aparición de este grupete que se opone al sildenafil. Ellos creen que para la consumación del acto amatorio basta con revivir a las lechugas mustias. Déjenme decirles que están meando fuera del tarro de una manera harto lastimosa. Las mujeres, menopáusicas o no, necesitamos algo más que una pastillita milagrosa para tener ganas de. A ver si se avivan de una vez por todas y empiezan a hacer buena letra.

Encender un fósforo no puede ser tan difícil.

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