VIAGRA
GO HOME
"Leave
Me Alone!"
Yo, que
me cansé de leer acerca de las proezas sexuales de la chica Cosmo y
me agoté de escuchar a cuanto gato pulula en TV confesando que alcanza el Nirvana cada
vez que le tocan la uña del dedo gordo del pie, supuse durante mucho tiempo que
sólo había en el mundo dos mujeres capaces de inventar una “Gran O” de
aquellas: Meg Ryan y vuestra servidora. Pero parece que no. Parece que hay
féminas que han fingido orgasmos una y otra vez a lo largo de sus insulsas
vidas, están repodridas de los requerimientos eróticos de sus partenaires y
quieren estrangular al monstruo libidinoso que concibió el puto Viagra. Esta
afirmación, aclaro, no es de mi cosecha. Lo leí en una edición dominguera del
diario “Clarín”, en una esclarecedora nota firmada por Gisele
Sousa Dias intitulada "Enemigas del Viagra". Se los
juro.
Ustedes
se preguntarán cómo no me da vergüenza. Cómo no me da vergüenza confesar
públicamente que entre mis habilidades se encuentra la de fraguar un orgasmo
merecedor del Oscar a los Mejores Efectos Especiales y
cómo no me da vergüenza seguir leyendo ese pasquín inmundo que tiene la culpa
de la sensación de inseguridad, la sensación de inflación,
la sensación de corrupción y todas las otras sensaciones que
nos aquejan a los sufridos argentinos. Porque al lado de “Clarín”, Sandro
es un poroto. Poca humildad demuestra el Gitano al jactarse de
poseer un mundo de sensaciones. “Clarín” tiene un
universo de sensaciones y no anda haciendo tanta alharaca.
Para que
dejen de preguntarse cosas que aluden a mi persona, hete aquí las razones por
las cuales no me pongo colorada a causa de las situaciones indignas que
mencioné con anterioridad. Siempre quise ser actriz, así que fingir me
regocija, aún cuando mi público sea limitado: puedo inventar orgasmos,
desmayos, euforias, crisis de nervios, crisis de llanto, crisis de identidad… Bah,
las crisis que me pidan mis fans o las que exijan las
circunstancias en las cuales me encuentro inmersa. Y a “Clarín” lo
sigo leyendo por una cuestión de tradición. Además, tiene los mejores chistes.
Y la página de Alejandro Borensztein es impagable. Lo que se hereda no
se roba, como diría mi abuela.
Pero
volvamos al tema que nos ocupa: las matronas disgustadas con el Viagra. Parece
que con el fastidioso arribo de la menopausia, muchas mujeres gritan “¡Acá
planto bandera!” y se niegan rotundamente a seguir complaciendo
sexualmente a los degenerados con los cuales tuvieron la desgracia de
enredarse. Los señores, que a esta altura del partido están mustios como una
lechuga con quince días de heladera, no las molestan con requerimientos
eróticos, así que la pareja se complemente perfectamente y funciona de
maravillas. Entonces aparece el Viagra. Y las tipas se quieren
matar.
Las
excusas que tienen las mujeres para repudiar a la portentosa pastillita azul
son variadas. La más común es el riesgo que sufre el masculino de quedarse seco
a causa de un ataque cardíaco. Sostienen, además, que ya están grandes para
andar haciendo payasadas en la cama y que les es ofensivo que para excitarse con
ellas el macho deba echar mano a un truco tan barato como la ingesta
de un medicamento milagroso. Pero hay un motivo mucho más oscuro para
que las femeninas de más de 50 se nieguen a que sus maridos consuman Viagra: temen
que, con los nuevos aires que refrescan sus mástiles, los señores adornen sus
testas con cuernos variopintos. Una mujer con un marido que no funciona o
funciona a media máquina, está segura de que el susodicho no va a serle infiel.
Una mujer con un marido cuyas partes han sido resucitadas, no. Las partes
resucitadas claman por nuevas sensaciones. Y es más fácil
encontrarlas en un telo del Once que en la redacción del diario “Clarín”.
Es bueno
destacar que, según los expertos, el rechazo al Viagra y el
deseo que el macho se deje de joder, no son comunes a todas las
mujeres que pasan los 50, a pesar de que con el tiempo el deseo sexual puede
caer en picada debido a los cambios hormonales y al hartazgo. Este desgano
amatorio aparece en señoras que han tenido matrimonios largos y una vida
erótica monótona y pobre. Damas que, lejos de la voracidad de Moria Casán y
compañía, prefieren tener con sus esposos una relación más amistosa que
incendiaria ya que, durante su vida en común, el tipo demostró una torpeza
abrumadora aún para encender un triste fósforo.
Yo no
puedo hablar ni a favor ni en contra del Viagra, simplemente
porque no lo conozco. Ya sé que estarán mascullando en este preciso momentico:
que soy más jactanciosa que Sandro y su mundo
sensacional. Pero, adicta al sincericidio como soy, no voy
a andar engañando a mis lectores para dar cátedra acerca de un tema que me es
ajeno. Si quieren puedo hablar largo y tendido sobre medicamentos
psiquiátricos. Pero sospecho que no será tan interesante.
Como
supondrán, carísimos leedores, ya hay hombres quejándose por la aparición de
este grupete que se opone al sildenafil. Ellos creen que para
la consumación del acto amatorio basta con revivir a las lechugas mustias.
Déjenme decirles que están meando fuera del tarro de una manera harto
lastimosa. Las mujeres, menopáusicas o no, necesitamos algo más que una
pastillita milagrosa para tener ganas de. A ver si se avivan
de una vez por todas y empiezan a hacer buena letra.
Encender un fósforo no puede ser tan difícil.
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