miércoles, 15 de enero de 2020

MAGICAL MAESTRO


 MAGICAL MAESTRO

“En animación puedes hacer cualquier cosa.” 
 Tex Avery  

Cuando mi hijo tenía tres o cuatro años, mi consorte y yo vivíamos en casas separadas. Esta situación un tanto irregular me permitió malcriar al chico de manera escandalosa. En nuestro hogar no había horarios definidos: se comía cuando se tenía hambre, se dormía cuando se tenía sueño y siempre estábamos de jarana. Pasábamos muchas horas del día (y de la noche) hipnotizados frente a las entrañables pantallas de “Cartoon Network” y “Nickelodeon”. De esa época data nuestra pasión compartida por el pavote de Johnny Bravo, el wallaby Rocko y su modernísima vida, el primer Dexter del que tuvimos noticias (el del laboratorio) y el simpático Doug Narinas, blanquito él pero con condiscípulos misteriosamente azules y verdes. Este entusiasmo por las caricaturas derivaba en pintorescas conversaciones que han quedado registradas en mi bitácora de madre primeriza fascinada con su crío:
-Ma, juguemos a la Vaca y el Pollito.
-Bueno, yo soy la Vaca y vos el Pollito.
-¡No, vos no podés ser la Vaca porque no tenés las tetas en la panza! (Cabe acotar aquí que el concepto que mi hijo tiene de mi persona fue variando con los años y ahora está convencido de que el papel de la Vaca me viene como anillo al dedo).
A pesar de que amábamos los dibujitos modernos, había algo no tan nuevito que nos subyugaba y nos enloquecía: “El show de Tex Avery”. “Cartoon Network” lo tenía programado los sábados a la medianoche. El show constaba de tres o cuatro caricaturas que llevaban el inconfundible y maravilloso sello de Avery, un talentosísimo artista. Su impecable trabajo me había embelesado en la niñez y poder compartirlo con mi hijo fue una experiencia inolvidable.
Tex Avery nació en Texas el 26 de febrero de 1908. Fue animador, dibujante y director y produjo dibujos animados durante la edad de oro de Hollywood. Avery eliminó el realismo y la moralidad en las caricaturas, en contraposición con el trabajo de Disney. Consideraba que  en animación se podía hacer “cualquier cosa” y alentaba a los creadores para desarrollar en los dibujos animados escenas que no podían lograrse en películas de acción real. El artista comenzó su carrera en los años ’30, en los estudios de Walter Lanzt , ocupándose de “Oswald the Lucky Rabbit” (“Oswald, el conejo afortunado”), personaje creado por Walt Disney y Charles Mintz entre 1927 y 1928. Disney y Mintz perdieron los derechos sobre el conejo suertudo, quien terminó recalando en los estudios del padre de “Woody Woodpecker” (“El pájaro loco”). Mientras trabajaba allí, Avery tuvo un accidente de lo más bizarro: un clip metálico voló hacia su ojo izquierdo, inutilizándolo. Muchos relacionan el genio creativo de Tex con esta contingencia, sosteniendo que la falta de percepción de profundidad fue lo que le dio su mirada única en lo que animación se refiere y su estilo tan particular a la hora de dirigir.
En 1935 Tex Avery se mudó a los estudios de Leon Schlesinger. Allí le fue asignado un staff de animadores y se le permitió desplegar todo su talento y desarrollar sus propias creaciones. Tex y sus acólitos iniciaron su aventura animada en un bungalow de cinco habitaciones en la Warner Bros, conocido como “Terraza Termita”, denominación que respondía a la pobre higiene del lugar y a la proliferación de insectos con la que tenían que lidiar quienes trabajaban allí. Debido al éxito de Avery, quien se ocupó originariamente de la versión en blanco y negro de los “Looney Toones”, el apodo se extendió a las instalaciones centrales de los estudios Schlesinger/Warners. El primer corto de Tex, “Golddiggers of '49” (1936), lanzó al estrellato al cerdito Porky, creado por Friz Freleng y rediseñado más tarde por por Bob Clampett.
Avery realizó cortos donde brillaron Daffy Duck (Pato Lucas) y Bugs Bunny. La famosa muletilla del conejo en cuestión, “¿What's up, Doc.?” (“¿Qué hay de nuevo, viejo?”), fue un aporte del genio, quien la usaba constantemente en su adolescencia. En los estudios Schnesinger, Tex Avery pudo poner en práctica su novedoso concepto de animar las bocas de animales filmados para simular que éstos hablaban, técnica que utilizó en los primeros tres cortos de la serie “Speaking of Animals”. A finales de 1941, debido al desacuerdo acerca de un chiste con ribetes sexuales que Avery pretendía incluir al final de una película de Bugs Bunny, el creador abandonó a Schnesinger.
En el ’42, Avery desarrolló al máximo su creatividad en la Metro Goldwin Mayer (MGM),bajo la supervisión de Fred Quimby. Hizo maravillas impensadas con la animación, echó mano a un humor ácido y algunas veces de contenido sexual en sus repetidos guiños al público adulto y alteró la realidad de sus criaturas, dándole a sus películas un tono surrealista que conquistó a los espectadores. En la MGM, Avery creó al famoso perro Droopy, a la atractiva corista pelirroja que protagonizó sus películas más audaces (la primera fue “Red Hot Riding Hood”, "La tórrida Caperucita Roja", en 1943) y al libidinoso lobo cuyos ojos se desorbitaban al ver a la chica. Estos cortos rompieron con los cuentos de hadas rosados y de final feliz y los transformaron en fábulas enloquecidas en las cuales la pelirroja sexy encarnaba a Caperucita Roja o a Cenicienta, heroínas que despertaban las imparables fantasías voluptuosas del Lobo Feroz. “Red Hot Riding Hood” presenta a una Caperucita crecida que trabaja en un club nocturno y a un Lobo Feroz que fuma cigarrillos extra largos y está enardecido con la preciosa mujercita. Ante semejante bomba erótica, el cuerpo paralizado del Lobo levita en el aire. La censura de la época vio en este movimiento una expresión notoriamente fálica, teoría que Avery avaló años más tarde. La Abuelita es una anciana resentida y celosa que no soporta que el Lobo se beba los vientos por Caperucita. Una genialidad que acabó con la pacatería que sobreabundaba en las caricaturas de la época.
Tex Avery también dio vida a la loca ardilla Screwball “Screwy”, al gato de “Bad Luck Blackie”, al perrro cantante de ópera de “Magical Maestro”, al patito de “Lucky Ducky”, al minino de “Ventriloquist cat” y al canario gigante de “King-Size Canary”. E imaginó fascinantes casas, automóviles y artefactos del futuro.
Tex volvió por un breve tiempo a los estudios de Walter Lanz en 1954. Allí trabajo con “Chilly Willy”, el tiernísimo pingüino, entre cuyos antagonistas se encontraba “Wally Walrus” (“Morsa Wally”), mi favorito. Más tarde se dedicó a la publicidad, donde también se destacó por su creatividad.
A partir de los años '60 y '70, Tex Avery se volvió cada vez más reservado. Se negó a asistir a los diversos festivales que giraban alrededor de su obra, incluyendo el merecido homenaje realizado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Su último trabajo fue para Hanna-Barbera, escribiendo los chistes de caricaturas como el “Koala Kwick”.
El martes 26 de agosto de 1980, Avery murió en los estudios de Hanna-Barbera. Tenía 72 años y padecía cáncer de pulmón. Fue enterrado en el parque memorial Forest Lawn en las colinas de Hollywood.
Tex Avery fue un genio entre los genios. Su increíble trabajo fue homenajeado por creadores de la talla de Robert Zemeckis, quien se inspiró en su corista pelirroja para dar vida a la explosiva Jessica Rabbit, la bomba sexy de “Who Framed Roger Rabbit’” (“¿Quién engañó a Roger Rabbit”, 1988). Ocupa un lugar preponderante en mi universo de artistas amados y, gracias a quien corresponda, no encontré a ningún Testigo de Jehová ni a ningún evangelista exasperados que condenaran sus caricaturas y prometieran un espantoso Infierno a quienes nos regocijamos con ellas (y eso que en el trabajo de Tex los santurrones tienen mucha tela para cortar).
Para culminar este opúsculo, que también pretende ser un humilde homenaje al maestro, echo mano a aquella frasecita del cerdito Porky que tantas veces escuchamos en nuestra añorada infancia: "¡¡Eso es to... eso es to... e-eeeso es todo amigos!!"

Por ahora.



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