MAGICAL
MAESTRO
“En
animación puedes hacer cualquier cosa.”
Tex
Avery
Cuando
mi hijo tenía tres o cuatro años, mi consorte y yo vivíamos en casas separadas.
Esta situación un tanto irregular me permitió malcriar al chico de manera
escandalosa. En nuestro hogar no había horarios definidos: se comía cuando se
tenía hambre, se dormía cuando se tenía sueño y siempre estábamos de jarana.
Pasábamos muchas horas del día (y de la noche) hipnotizados frente a las
entrañables pantallas de “Cartoon Network” y “Nickelodeon”. De
esa época data nuestra pasión compartida por el pavote de Johnny Bravo, el
wallaby Rocko y su modernísima vida, el primer Dexter del
que tuvimos noticias (el del laboratorio) y el simpático Doug Narinas, blanquito
él pero con condiscípulos misteriosamente azules y verdes. Este entusiasmo por
las caricaturas derivaba en pintorescas conversaciones que han quedado
registradas en mi bitácora de madre primeriza fascinada con su crío:
-Ma,
juguemos a la Vaca y el Pollito.
-Bueno,
yo soy la Vaca y vos el Pollito.
-¡No,
vos no podés ser la Vaca porque no tenés las tetas en la
panza! (Cabe acotar aquí que el concepto que mi hijo tiene de mi persona fue
variando con los años y ahora está convencido de que el papel de la Vaca me
viene como anillo al dedo).
A
pesar de que amábamos los dibujitos modernos, había algo no
tan nuevito que nos subyugaba y nos enloquecía: “El show de Tex Avery”. “Cartoon
Network” lo tenía programado los sábados a la medianoche. El show
constaba de tres o cuatro caricaturas que llevaban el inconfundible y
maravilloso sello de Avery, un talentosísimo artista. Su impecable
trabajo me había embelesado en la niñez y poder compartirlo con mi hijo fue una
experiencia inolvidable.
Tex
Avery nació en Texas el 26 de febrero de 1908. Fue animador, dibujante y
director y produjo dibujos animados durante la edad de oro de
Hollywood. Avery eliminó el realismo y la moralidad en las caricaturas, en
contraposición con el trabajo de Disney. Consideraba que en animación se
podía hacer “cualquier cosa” y alentaba a los creadores para
desarrollar en los dibujos animados escenas que no podían lograrse en películas
de acción real. El artista comenzó su carrera en los años ’30, en los
estudios de Walter Lanzt , ocupándose de “Oswald the Lucky Rabbit”
(“Oswald, el conejo afortunado”), personaje creado por Walt Disney y
Charles Mintz entre 1927 y 1928. Disney y Mintz perdieron los derechos sobre el
conejo suertudo, quien terminó recalando en los estudios del padre de “Woody
Woodpecker” (“El pájaro loco”). Mientras trabajaba allí, Avery tuvo un
accidente de lo más bizarro: un clip metálico voló hacia su ojo izquierdo,
inutilizándolo. Muchos relacionan el genio creativo de Tex con esta
contingencia, sosteniendo que la falta de percepción de profundidad fue lo que
le dio su mirada única en lo que animación se refiere y su estilo tan
particular a la hora de dirigir.
En
1935 Tex Avery se mudó a los estudios de Leon Schlesinger. Allí le fue asignado
un staff de animadores y se le permitió desplegar todo su talento y desarrollar
sus propias creaciones. Tex y sus acólitos iniciaron su aventura animada en un
bungalow de cinco habitaciones en la Warner Bros, conocido
como “Terraza Termita”, denominación que respondía a la pobre
higiene del lugar y a la proliferación de insectos con la que tenían que lidiar
quienes trabajaban allí. Debido al éxito de Avery, quien se ocupó
originariamente de la versión en blanco y negro de los “Looney Toones”, el
apodo se extendió a las instalaciones centrales de los estudios Schlesinger/Warners.
El primer corto de Tex, “Golddiggers of '49” (1936), lanzó al
estrellato al cerdito Porky, creado por Friz Freleng y rediseñado
más tarde por por Bob Clampett.
Avery
realizó cortos donde brillaron Daffy Duck (Pato Lucas) y Bugs
Bunny. La famosa muletilla del conejo en cuestión, “¿What's
up, Doc.?” (“¿Qué hay de nuevo, viejo?”), fue un aporte del genio,
quien la usaba constantemente en su adolescencia. En los estudios Schnesinger, Tex
Avery pudo poner en práctica su novedoso concepto de animar las bocas de
animales filmados para simular que éstos hablaban, técnica que utilizó en los
primeros tres cortos de la serie “Speaking of Animals”. A finales de
1941, debido al desacuerdo acerca de un chiste con ribetes sexuales que Avery
pretendía incluir al final de una película de Bugs Bunny, el
creador abandonó a Schnesinger.
En
el ’42, Avery desarrolló al máximo su creatividad en la Metro Goldwin
Mayer (MGM),bajo la supervisión de Fred Quimby. Hizo maravillas impensadas
con la animación, echó mano a un humor ácido y algunas veces de contenido
sexual en sus repetidos guiños al público adulto y alteró la realidad de sus
criaturas, dándole a sus películas un tono surrealista que conquistó a los
espectadores. En la MGM, Avery creó al famoso perro Droopy, a
la atractiva corista pelirroja que protagonizó sus películas más audaces (la
primera fue “Red Hot Riding Hood”, "La tórrida Caperucita
Roja", en 1943) y al libidinoso lobo cuyos ojos se desorbitaban
al ver a la chica. Estos cortos rompieron con los cuentos de hadas rosados y de
final feliz y los transformaron en fábulas enloquecidas en las cuales la
pelirroja sexy encarnaba a Caperucita Roja o a Cenicienta, heroínas
que despertaban las imparables fantasías voluptuosas del Lobo Feroz. “Red
Hot Riding Hood” presenta a una Caperucita crecida
que trabaja en un club nocturno y a un Lobo Feroz que fuma
cigarrillos extra largos y está enardecido con la preciosa mujercita. Ante
semejante bomba erótica, el cuerpo paralizado del Lobo levita
en el aire. La censura de la época vio en este movimiento una expresión
notoriamente fálica, teoría que Avery avaló años más tarde. La Abuelita es
una anciana resentida y celosa que no soporta que el Lobo se
beba los vientos por Caperucita. Una genialidad que acabó con
la pacatería que sobreabundaba en las caricaturas de la época.
Tex
Avery también dio vida a la loca ardilla Screwball “Screwy”, al
gato de “Bad Luck Blackie”, al perrro cantante de ópera de “Magical
Maestro”, al patito de “Lucky Ducky”, al minino de “Ventriloquist
cat” y al canario gigante de “King-Size Canary”. E
imaginó fascinantes casas, automóviles y artefactos del futuro.
Tex
volvió por un breve tiempo a los estudios de Walter Lanz en 1954. Allí trabajo
con “Chilly Willy”, el tiernísimo pingüino, entre cuyos
antagonistas se encontraba “Wally Walrus” (“Morsa Wally”), mi
favorito. Más tarde se dedicó a la publicidad, donde también se destacó por su
creatividad.
A
partir de los años '60 y '70, Tex Avery se volvió cada vez más reservado. Se
negó a asistir a los diversos festivales que giraban alrededor de su obra,
incluyendo el merecido homenaje realizado por el Museo de Arte Moderno de
Nueva York. Su último trabajo fue para Hanna-Barbera, escribiendo
los chistes de caricaturas como el “Koala Kwick”.
El
martes 26 de agosto de 1980, Avery murió en los estudios de Hanna-Barbera. Tenía
72 años y padecía cáncer de pulmón. Fue enterrado en el parque memorial Forest
Lawn en las colinas de Hollywood.
Tex
Avery fue un genio entre los genios. Su increíble trabajo fue
homenajeado por creadores de la talla de Robert Zemeckis, quien se inspiró en
su corista pelirroja para dar vida a la explosiva Jessica Rabbit, la
bomba sexy de “Who Framed Roger Rabbit’” (“¿Quién engañó a Roger
Rabbit”, 1988). Ocupa un lugar preponderante en mi universo de
artistas amados y, gracias a quien corresponda, no encontré a ningún Testigo de
Jehová ni a ningún evangelista exasperados que condenaran sus caricaturas y
prometieran un espantoso Infierno a quienes nos regocijamos con ellas (y eso
que en el trabajo de Tex los santurrones tienen mucha tela para cortar).
Para
culminar este opúsculo, que también pretende ser un humilde homenaje al
maestro, echo mano a aquella frasecita del cerdito Porky que tantas veces
escuchamos en nuestra añorada infancia: "¡¡Eso es to... eso es
to... e-eeeso es todo amigos!!"
Por
ahora.
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