domingo, 1 de julio de 2012

HISTORIAS DE TAXIS


HISTORIAS DE TAXIS

“Fantasmas y fantoches, a troche y moche.”
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Entre tantos libros que vale la pena leer hay uno, "Buenos Aires es Leyenda", de Guillermo Barrantes y Víctor Coviello, que recomiendo calurosamente. En realidad, hay tres: Barrantes y Coviello escribieron también “Buenos Aires es Leyenda 2” y “Buenos Aires es Leyenda 3”, y ninguno de los volúmenes tiene desperdicio. Hablan de los mitos urbanos que ha generado nuestra misteriosa y bella ciudad. Algunos muy populares. Otros, no tanto. Pero todos interesantísimos. Para la investigación de cada uno de estos mitos, los autores recurrieron a testimonios personales, archivos históricos y documentos policiales. Y consiguieron un resultado ameno y casi siempre atrapante.
De todas las historias que Guillermo Barrantes y Víctor Coviello abordan es sus libros, la que más me sedujo fue, sin duda, “El último taxi”. Vaya uno a saber por qué. Cierto es que mi abuelo era taxista, pero no creo que mi rancio abolengo haya tenido que ver con este favoritismo.
Según cuentan Barrantes y Coviello, existe en el barrio de Chacarita un mito que habla de un taxi cuyo conductor sólo recoge a personas que salen del conocido cementerio. Se dice que quien suba a este sospechoso vehículo, será convertido en cadáver y dejado nuevamente en el camposanto para su descanso eterno. Los floristas de la zona aseguran haberlo visto: cuentan que su conductor es un hombre delgado y pálido, que pasa lentamente por la puerta de la necrópolis. Parece que el taxi es cuestión es un auto bastante viejo y su patente, como no podría ser de otro modo, reza RIP 666.
Se supone que el origen de esta leyenda urbana se remonta al hallazgo de una muchacha muerta sobre la tumba de su madre. Parece que, según conjeturaron los vecinos de Chacarita, la chica había ido a presentarle sus respetos a su difunta madre y, ya fuera del cementerio, se subió al temido RIP 666. Iba pensando en su madre y no prestaba demasiada atención a su entorno, pero de pronto comenzó a sentir muchísimo frío. En ese momento, notó, además, que el taxista era un individuo pálido, de aspecto cadavérico. Y al verse reflejada en el espejo retrovisor, comprobó con horror que era el mismo aspecto que tenía ella. El taxi volvió al cementerio, y allí la dejó, porque ya estaba muerta.
La historia resulta increíble, pero, así y todo, mucha gente que visita a sus muertos en el Cementerio de la Chacarita, no tomaría jamás un taxi en la puerta de dicho camposanto. Más vale prevenir que curar. Incluso hay testigos (entrevistados por los autores del libro) que aseguran haber subido al taxi mortal y haber escapado de su maldición por los pelos. Uno de ellos comentó que, cuando iba en el taxi, vio la imagen de su padre muerto andando en bicicleta al lado del automóvil, cosa que lo sacó del sopor en el que había empezado a caer y le permitió tirarse del taxi y cambiar una muerte segura por un buen golpe. Contó también que veía constantemente al taxi fantasma pasar frente a él lentamente, con los ojos del macabro conductor clavados en su persona. Créase o no, Guillermo Barrantes y Víctor Coviello, aseguran que, una semana después de ofrecer su testimonio para el libro, este testigo estaba… ¿cómo decirlo? ...six feet under.
Los mitos sobre taxis son muchos y muy variados. Podemos encontrar leyendas famosas, como la del taxista de estrellas de Hollywood, Thomas L. Hommer, quien aseguró que el 15 de octubre de 1959 subió a su taxi el actor Errol Flynn (solía llevarlo a los estudios de grabación), pero que, a mitad del viaje, el galán desapareció misteriosamente del asiento trasero. Más tarde, el taxista se enteraría de que Errol Flynn había muerto el día anterior, el 14 de octubre de 1959.
Otro mito, también proveniente de los Estados Unidos, más precisamente de Chicago, es el que gira alrededor del mafioso Jossepe, asesinado mientras viajaba en un taxi. Esta leyenda que se remonta a los tiempos de Al Capone, cuenta que el taxi en cuestión (llamado cariñosamente Betty Fly) fue poseído por el alma de la víctima. El dueño del auto aseguraba escuchar, mientras viajaba solo, las risotadas del mafioso. Y una vez, según confesó, se topó con el rostro del muerto reflejado en el espejo retrovisor.
En ambas leyendas, los extraños sucesos son vividos por choferes. En cambio, en nuestro mito del Cementerio de la Chacarita, la víctima es el pasajero. La nuestra es una historia que posee las mismas características que la del taxi fantasma de Londres. Y todo parece indicar que el mito del taxi mortal de la Chacarita es una mutación del inglés, muchísimo más antiguo.
La leyenda británica dice que las brumosas calles de Londres son recorridas por un auto típico de principios del siglo XX, que se desvía en ciertos pasajes y callejones en los que desaparece sin dejar rastro. Un taxi que nadie puede alcanzar. O casi nadie. Porque, los pocos que lo consiguen, suben y jamás se bajan. Al menos en este mundo.
Existe otro mito que probablemente tenga que ver con el surgimiento de la leyenda del taxi mortal. Esta leyenda urbana es conocida como “El solitario” y relata las peripecias de un conductor que encuentra a alguien haciendo dedo en la ruta. Lo recoge con su auto y, entre ambos, nace una charla cordial. El autoestopista termina hablando de la soledad y de lo triste que es vagar sin compañía por el mundo de los vivos. El conductor mira perplejo a su acompañante después de esta última frase, pero es demasiado tarde: de repente, éste toma el volante y el conductor pierde el control de su auto. “Ven conmigo”, son las últimas palabras que escucha la víctima. En este relato, como en el mito de Chacarita, se captura a un vivo para llevarlo al mundo de los muertos. Podemos decir que la historia del taxi maldito de Chacarita parece ser el resultado de la combinación de un mito universal, el del taxi fantasma, con el excelente caldo de cultivo para las historias fantásticas que ofrece un cementerio. Imagino que Stephen King se habrá inspirado en estas leyendas urbanas que no conocen fronteras para crear su magnífica novela “Riding the Bullet” (Montado en la bala), en la cual un muchacho se ve obligado a hacer autostop para llegar al hospital a ver a su madre, víctima de un derrame cerebral. El chico termina en el coche de un difunto que lo obliga a elegir entre su vida y la de su madre enferma.
Otro barrio de Buenos Aires donde se pueden encontrar mitos urbanos relacionados con taxis es Parque Chas. El particular trazado de las calles del barrio hace que sea terreno propicio para las historias de transeúntes, colectivos y taxis perdidos. El mito del taxi perdido comienza haciendo hincapié en que casi no se ven taxis en el corazón de Parque Chas, ya que la mayoría de ellos evita el intrincado barrio. Pero no habría historia sin un audaz conductor que se atreviera a desafiar el laberinto. El valiente conductor hace su aparición y, como es de esperarse, se pierde. Luego de ir y venir, desorientado, durante algunas horas, desemboca en la calle Berlín. Toma por esta calle, girando a la derecha, y se topa con una plaza. Entonces siente una frenada y un golpe en la parte trasera de su vehículo: otro taxi, también perdido, lo embiste desde atrás. El taxista opta por no bajarse de su auto y ponerse a discutir con el otro conductor, pero ve por su espejo retrovisor que éste si se baja, pero se detiene luego de dar unos pasos. Decide continuar su marcha, sin desviarse, por la calle Berlín. Continúa y continúa hasta que, de repente, delante de él, desde la calle lateral que está por cruzar, aparece otro taxi y toma por Berlín. Clava los frenos para no tocarlo, pero no puede evitar el contacto. La trompa de su taxi da contra el baúl del otro coche. Dos choques en un rato parece demasiado. Se baja del auto y da unos pasos hacia el otro taxi. Pero se para en seco: el auto que ha embestido tiene el mismo número de patente que el suyo. Entonces mira a su alrededor y comprende: ahí está la misma plaza que había visto al tomar aquella calle. Había regresado al mismo lugar por el cual había ingresado a la calle Berlín. Pero no se trataba de un retorno físico solamente, pues había llegado al lugar en el mismo momento que él tomaba la calle. Justo a tiempo para chocarse a sí mismo. La fábula del eterno retorno del taxi perdido tiene su basamento en que Berlín es una calle circular, una serpiente que se muerde la cola.
Estas historia tiene una variante: hay quienes dicen que el taxi nunca escapó de Parque Chas y aún hoy uno puede cruzárselo, manejado por un conductor que murió hace ya mucho tiempo. De un taxi manejado por un muerto a un taxi manejado por la Muerte hay poca distancia lingüística, distancia que el de boca en boca puede salvar sin ningún inconveniente. ¿Estarán relacionados este costado del mito del taxi de Parque Chas con la leyenda del taxi cercano al cementerio de Chacarita?
Personalmente, lo peor que podría pasarme al subir a un taxi sería que Ricardo Arjona fuera el conductor y se pusiera a cantar. Y lo mejor, que el taxi fuera el Taxi-Mambo de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Pero yo no viajo en taxi. Viajo en remis.

Por las dudas.

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