LAS FRASES DE MAMÁ
“Hubiera criado
chanchos. Por lo menos me los comía.”
Anónimo
Dicen que madre hay una sola y, más de una vez,
he dado gracias al Cielo por esta verdad irrefutable (imagino que mi hijo
también). Pero esa sola y única madre tiene tanto peso en nuestras vidas que,
tarde o temprano, nos encontramos repitiendo esas frases clásicas que
detestamos cuando éramos y niñas y adolescentes y que asoman una y otra vez a
los labios de todas las madres del mundo (o, por lo menos, de todas las madres
latinas).
Hoy les traigo, queridos lectores, una lista de
esas frases que todas las madres repetimos hasta el cansancio (una mención
especial por su creatividad para la autora de la frase que abre este opúsculo
cuyo nombre preferimos mantener en el anonimato porque sí, todavía le tenemos
miedo).
LAS FRASES
DE MAMÁ
*Mientras vivas en esta casa, se hace lo que yo digo.
¿En qué otro lugar que no sea esta
casa podría vivir un infante de 8, 10, 12 años?
*Ahí tenés la puerta.
Indicada en el caso de que algún desorejado tenga el atrevimiento de
cuestionar el statu quo familiar. Mal que nos pese la madre no es una institución democrática.
*Sos igualito/a a tu padre.
Con esta frase acusadora mamá pasa por alto que a nuestro padre lo eligió
ella.
*Tanto
chico muriéndose de hambre en África y vos dejando comida en el plato.
Clásico de clásicos. Todas las madres saben, desde tiempos
inmemoriales, que en África los chicos se mueren de hambre. En el resto del
mundo parece que no.
*Voy a contar hasta tres.
Mamá siempre cuenta hasta tres. Siempre.
*No te tragués el chicle porque se te va a pegar la panza.
De dónde sacó mamá esto, ni idea. Pero esta peligrosidad hace del chicle un artículo preciadísimo para la infancia. Una variación de esta frase
rayana en el realismo mágico es: “No te tragués las
semillas porque te va a salir una plantita en la panza.”
*No me busques que me vas a encontrar.
Todo
tiene un límite en esta vida. Incluso la paciencia de mamá. Para ser sinceros
debemos reconocer que, a pesar de tanta amenaza, nunca la encontramos.
*¿Para eso querías a ese animal? ¿Para no
cuidarlo?
Cierto
es que, de chicos, nos encaprichamos con perros, gatos, conejos, pececitos de
colores y colonias de hormigas. Salvo las hormigas, que se las arreglan
bastante bien solas, los otros bichos necesitan comer y tomar agua
regularmente. Al principio estamos prestos para colmar sus necesidades. Pero
con el tiempo nos aburrimos. Y ahí está mamá, para recordarnos lo abandónicos
que somos con nuestras mascotas.
*Los platos no se lavan solos.
Ni los platos, ni las bombachas. Las camas tampoco se hacen solas. Ya lo
sabemos, mamá, ya lo sabemos.
*¿Querés llorar con motivos?
¡Uf! ¡Temible amenaza! Cuando uno llora porque se le rompió un juguete,
se peleó con alguien o no le compraron un alfajor Capitán del Espacio, y no se calla cuando se lo intima, mamá puede
hacer que ese lagrimeo baladí se convierta en un llanto con motivo. ¿Cómo? Con
un chancletazo, un pellizcón o rompiéndote un poster de Raffaella Carrà que había salido en la TV Guía (que encima te costó un Perú conseguir porque mamá no te
compraba la revista). Mejor dejar de llorar a tiempo.
*Te
lo digo por tu bien.
Por
nuestro bien mamá puede decirnos las cosas más terribles. A medida que vamos
creciendo se ponen más atroces todavía.
*Algo habrás hecho.
¿Te retó la maestra? Algo habrás hecho. ¿Te dejaron sin recreo? Algo habrás hecho. ¿Te insultó el vecino? Algo habrás hecho. ¿Te mordió un perro? Algo habrás hecho.
*Que sea la última vez que…
...cualquier cosa. Que contestás, que dejás la ropa tirada, que llegás
tarde… Nunca es la última vez y mamá lo sabe. Pero esta frase ya se hizo
carne de su carne.
*¡Te lo dije!
Frase odiosa si las hay. Porque es cierta. Mamá nos lo dijo: que las
manchas de birome no salen, que los hamsters si no comen se mueren, que esa amiga nos iba a traicionar, que ese chico
no nos convenía…
*Si te duele es porque se está curando.
La lógica médica de mamá es bastante dudosa. Si te duele, te duele.
*Si estás enfermo/a para ir a la escuela, estás enfermo/a para
salir con tus amigos.
Más de la lógica médica de mamá. Esta vez, bastante más aceptable.
*Esto me va a doler más a mí que a vos.
¿En serio?
*Si no te lo comés ahora, te lo comés a la noche y
si no, mañana a la mañana.
Nunca entendí la compulsión de los adultos por hacerles comer a los
chicos cosas que no les gustan. Yo detesto la polenta. Y ni hablar del
mondongo. Que me obligaran a comer esas cosas sería cuasi una tortura. Pero mamá quiere que comamos eso. Y lo quiere ya.
*¿Quién
te creés que soy? ¿Tu sirvienta?
Otro
clásico de clásicos. La frase que mamá esgrime frente a nuestro caos, mientras
junta medias sucias y papeles de caramelos del piso.
*Cuando yo era chiquita…
Cuando mamá era chiquita era un dechado
de perfección, como decía la tía soltera. No contestaba, no rezongaba porque
no le gustaba la comida, no decía esperá cuando
la mandaban a buscar un sifón, no peleaba con sus hermanos, no lloraba porque
no le compraban algo (y eso que ella usaba la ropa usada de las primas ricas y
acostaba a su única uniquísima muñeca
en un cajoncito de madera de los que traían dulce de membrillo). Se lavaba la bombacha y se hacía la
cama. Sabía todas las tablas, incluso la del 7, que es la más jodida. Cuando
era chiquita mamá era un tesoro.
*Deberías aprender de Fulanito/a
Fulanito/a puede ser un
hermano, un primo, un amigo, un vecino. No interesa. Lo que interesa es que nos
quede bien claro que dejamos mucho que
desear (Horas de terapia nos va a costar esta frasecita. Horas.)
*¿Tus amigos no tienen casa?
Frase que mamá suelta en la cúspide de su hartazgo, cuando nuestros
amigos ya desayunaron, almorzaron y merendaron en casa, y ya va siendo hora de
la cena.
*Si todos tus amigos se tiran de un
puente, ¿vos también te tirás?
Clásico
de clásicos. Inútil es tratar de hacerle entender a una madre que todos lo
hacen (lo que sea) y que si nosotros
no lo hacemos nuestra
sensación de pertenencia a un grupo se verá afectada. Ante esta frase, lo mejor
es mascullar un “No” o, simplemente, bajar la cabeza. El atrevido que vaya por el “Sí” tendrá que soportar las
consecuencias.
*Vos te creés que yo nací ayer.
Es
muy, muy difícil engañar a mamá. Ella sabe.
Sabe todo. Intentar venderle un buzón es un insulto a la
inteligencia.
*Cuando vos fuiste, yo fui y vine dos veces.
Ya
les dije que mamá sabe. No insistan.
*Estas no son horas de llamar a una casa decente.
Las casas decentes tienen horarios. Y se supone
que la nuestra es una casa decente. Que el teléfono suene después de las 10 de la noche
es un sacrilegio.
*Ya vas a venir cuando necesites algo.
Y, sí. ¿Dónde vamos a ir cuando
necesitemos cualquier cosa en la vida? ¡A la casa de mamá! Cuando tengamos
ganas de comer algo rico. Cuando haya que hacer un dobladillo. Cuando nos falten cinco para el peso. Cuando nos separemos.
*Esto no es un hotel.
Claro que no. En los hoteles se pueden dejar las camas sin hacer y las
toallas tiradas en el baño. Eso es parte de su encanto. Esta frase, por supuesto,
está dirigida a adolescentes que comen y duermen en casa, y el resto del día andan
vagando por ahí sin tener en cuenta que tienen una Madre. La variación de mi abuela (la Madre de todas las
Madres) era: “Esto no es una fonda”.
*Pero, ¿qué hice yo para merecer esto?
Frase de reminiscencias almodovarianas que no puede faltar en el
repertorio de una madre que se precie. ¿Por qué si mamá fue siempre dulce,
buena, hacendosa, limpita, parió a unos forajidos cómo nosotros? ¿Qué culpa
está purgando? ¡Pobre mujer!
*Todo lo que me sacrifiqué por vos, ¿y me lo pagás así?
El altruismo de mamá es mucho, pero nunca es tanto como para no
echarnos en cara las penurias físicas y psicológicas que atravesó por nuestra
culpa. 20 kilos de sobrepeso. 48 horas de trabajo de parto. 3 años sin dormir. 3
años intentando que aprendamos las tablas de multiplicar. Es mucho.
*Al fin te acordás de que tenés madre.
La culpa. Esa emoción tan atroz que mamá explota tanto y tan bien.
Créanme cuando les digo que esta es la frase que más he escuchado en mi vida. Mi madre la pronuncia con tono
enojado y/o lastimoso por lo menos una vez al día.
*Cuando tengas
hijos, te vas a acordar de mí.
Como
diría mamá, verdad grande como una casa.
* Porque soy tu madre y punto.
Sí, cuando mamá se va quedando sin argumentos o sin paciencia, saca a
relucir esta máxima que zanja cualquier discusión. De nada vale que
insistamos. El punto es un punto final.
Y CUANDO EMPEZAMOS A SALIR…
*Si te vas a tomar una gaseosa, que la destapen delante tuyo.
Para mamá cualquier botella destapada fuera de nuestro campo de visión será
adulterada con drogas varias.
*Yo acá, asustada, preocupada. ¿Tanto
te cuesta llamar por teléfono?
Y no, la verdad es que no cuesta nada. Antes era más complicado y podíamos
poner como excusa la escasez de cospeles.
Una versión moderna de esta máxima es: “¿Para
qué tenés teléfono si nunca contestás?”
PEQUEÑOS DIÁLOGOS QUE TODOS
TUVIMOS ALGUNA VEZ CON MAMÁ
- Mamá, ¿qué hay de comer?
-¡Comida!
Por supuesto, mamá, todavía no comemos piedras o papel.
-Mamaaaaaá, ¿dónde está mi remera roja?
- En su lugar.
- No, no está, no la encuentro.
-¡Si voy yo y la encuentro ya vas a ver!
Y mamá va, y la encuentra. ¿Cómo hace? Ni idea. Porque la
remera no estaba en su lugar. ¿O
buscamos mal?
- Pero a Fulanita/o lo dejan ir.
-Pero Fulanita/a no es
mi hijo/a
A mamá no
le importa cuán permisivos son los padres de nuestros amigos, vecinos o
conocidos. Ella decide dónde vamos y dónde no vamos basándose en criterios
muchas veces de los más estrambóticos. Recuerdo que allá por finales de 1982 y
principios de 1983 todas mis condiscípulas festejaron sus soñados Cumpleaños de 15. Mi madre, la reina de las arbitrariedades, decidió
que iba a un cumpleaños sí y a un cumpleaños no. El permiso se alternaba con el
no permiso porque sí, porque a ella se le daba la gana.
Cada mamá
tiene, además de estas frases hechas, algunas de su exclusiva creación. La mía,
por ejemplo, ante mis ínfulas de niña rica (que no era) solía preguntarme: “¿Quién te creés que sos? ¿La hija de Mitre?”.
En ese entonces lo único que yo sabía de Mitre era que así se llamaba una
calle, por lo que no entendía mucho esta amonestación materna. Con los años lo
comprendí. Como tantas otras cosas.
Hasta
aquí, amables lectores, este grato recuerdo de las frases que nuestras madres
solían repetir y que, sí, extrañamos un poco (y a veces repetimos casi
inconscientemente). Me despido de ustedes con una cita del poeta William Ross
Wallace: “La mano que mece la cuna rige al mundo.”
Buenas noches.
falta un comentario de una mamá yoooo jajaja cuando mis hijos no me prestan atención les digo¨pero porqué no habré sido caballo estaría por ahí relinchando libre en los campos, y enseguida digo ¨¨ay nooo mejor no, porque seguro sería uno de esos caballos que tiran los carros y nadie les da bola lo mismo¨todos nos reímos y aprovecho y digo...ME ESCUCHAN jiji
ResponderEliminarJajajajjajaja. Me encantó! Todas las mamis tenemos una frase de cosecha propia. Abrazo y gracias por pasar!
EliminarLeyendo casi llegué a creer que mi mama tuvo otra hija más! No ouedo creer todas las frases calcadas de mi madre, seria la época? Y te agrego otra frase: cría cuervos y te arrancarán los ojos! El nivel de inseguridad que aún tengo no hace falta que te lo explique...
ResponderEliminarMe faltó esa, jajajjaa. Abrazo y gracias por leer!
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