27 DE OCTUBRE: DÍA DE MUERTOS PARA LAS MASCOTAS
"Hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida".
Anatole France
La tradición de homenajear a las mascotas no tiene un origen único, ya que muchas culturas han venerado a los animales y han creído en una conexión espiritual entre ellos y los seres humanos. Hasta hace poco tiempo no existía un día específico para honrar a los animales amados que han partido, pero en el año 2019 una empresa de servicios funerarios para mascotas postuló al 27 de octubre como el día en el cual se rindiera homenaje a las mascotas fallecidas, convirtiendo la fecha en una suerte de Día de Muertos para animales domésticos.
En México, el Día de Muertos es en la visión indígena “el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor”, tal com o explica el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal. Aún sin ser oficial, hay muchas personas que inician los festejos del Día de Muertos el 27 de octubre agregando en un altar donde colocan los retratos de sus seres queridos las fotos de sus mascotas, esperando que durante la noche las almas de perros, gatos y otros animales domésticos los visiten. El altar se conserva hasta el 3 de noviembre.
El altar con ofrendas a las mascotas debe incluir fotografías, agua, alimento, juguetes, velas, flores, premios o snacks, papel picado, copal e incienso, pan de muerto y calaveras de azúcar. Las velas y las tradicionales cempasúchil, flores que llenan de color esta celebración llamadas también damasquinas, están destinadas a alumbrar el camino de los animales a su antiguo hogar. El copal, conocido por los mexicas y aztecas como copalquáhuitl (árbol de copal) y su resina llamada copalli (incienso) se utilizan para limpiar el hogar de malos espíritus. El pan de muerto simboliza el alimento para el alma de los difuntos.
Vale destacar que el xoloitzcuintle (también llamado xoloitzcuintli, xoloescuincle o, simplemente, xolo), es venerado en México desde la época prehispánica por ser el guardián de los espíritus de los fallecidos y por guiar a las almas a través del Mictlán, la ciudad de los muertos. Según la leyenda, si el xoloescuincle es de color negro total no puede llevar a las almas del otro lado del río dentro del Mictlán, ya que su color significa que ya se ha sumergido en el río muchas veces, guiando a diferentes personas. Si el xolo es blanco o muy clarito tampoco puede cruzar el río porque su color delata su juventud e inexperiencia. Por esto, para guiar a las almas, los xoloitzcuintles deben ser marrones o grises.
Kukur Tihar, el festival de Nepal que honra a los perros
El 27 de octubre no es el único día en el que se venera a los animales. Kukur Tihar es un festival hindú anual originario de Nepal que se celebra el segundo día del festival de Tihar (alrededor de octubre o noviembre). Ese día, llamado Kukur Tihar, está dedicado a la adoración de los perros con el fin de complacer a Yama, el dios de la muerte, ya que estos nobles animales son considerados sus mensajeros. Los perros están decorados con tilaka, marca de color usada en la frente y otras partes del cuerpo, y llevan guirnaldas de flores alrededor de sus cuellos. Los adoradores les ofrecen varios alimentos, entre ellos carne, leche, huevos y comida para perros. Se considera un pecado que alguien actúe de manera irrespetuosa con un perro en este día.
En la mitología hindú, Yama tiene dos perros, Shyama y Sharvara, que guardan la puerta del infierno. Los hindúes nepaleses creen que al adorar a los perros se comienza a a ver la muerte de manera positiva, porque uno de estos animales los seguirá en su viaje final. Esperan que los perros los protejan de la tortura en el infierno.
Hasta aquí, amables lectores, todo lo que tenía para contarles acerca del 27 de octubre. Me despido de ustedes con un bellísimo poema de Pablo Neruda:
"UN PERRO HA MUERTO
Mi
perro ha muerto.
Lo enterré en el jardín
junto a una vieja máquina oxidada.
Allí, no más abajo,
ni más arriba,
se juntará conmigo alguna vez.
Ahora él ya se fue con su pelaje,
su mala educación, su nariz fría.
Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo, sí, creo en un cielo
donde yo no entraré, pero él me espera
ondulando su cola de abanico
para que yo al llegar tenga amistades.
Ay no diré la tristeza en la tierra
de no tenerlo más por compañero
que para mí jamás fue un servidor.
Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
que conservaba su soberanía,
la amistad de una estrella independiente
sin más intimidad que la precisa,
sin exageraciones:
no se trepaba sobre mi vestuario
llenándome de pelos o de sarna,
no se frotaba contra mi rodilla
como otros perros obsesos sexuales.
No, mi perro me miraba dándome la atención necesaria
la atención necesaria
para hacer comprender a un vanidoso
que siendo perro él,
con esos ojos, más puros que los míos,
perdía el tiempo, pero me miraba
con la mirada que me reservó
toda su dulce, su peluda vida,
su silenciosa vida,
cerca de mí, sin molestarme nunca,
y sin pedirme nada.
Ay cuántas veces quise tener cola
andando junto a él por las orillas del mar,
en el Invierno de Isla Negra,
en la gran soledad: arriba el aire
traspasando de pájaros glaciales
y mi perro brincando, hirsuto,
lleno de voltaje marino en movimiento:
mi perro vagabundo y olfatorio
enarbolando su cola dorada
frente a frente al Océano y su espuma
alegre, alegre, alegre
como los perros saben ser felices,
sin nada más,
con el absolutismo de la naturaleza descarada.
No hay adiós a mi perro que se ha muerto.
Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.
Ya se fue y lo enterré, y eso era todo."
Buenas tardes.
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