YENDO
DE LA CAMA AL LIVING (Y OTRA VEZ A LA CAMA)
“Ya sufriste cosas mejores que ésta.”
"Un
ángel para tu soledad",
Patricio
Rey y sus Redonditos de Ricota
Generalmente, la gente dice que está deprimida cuando se siente apesadumbrada, desconsolada, desmotivada, nostálgica y sobreexigida. Yo me siento todo eso a la vez, así que debo estar deprimidísima. Tal como postula Sylvia Plath en uno de sus prodigiosos poemas, soy vertical pero preferiría ser horizontal. Preferiría ser horizontal y tener debajo mi precioso cuerpecito un lindo colchón y, como sostén de mi cabecita elucubradora, una feliz almohada de plumas de ganso. Vivir un ininterrumpido romance con el lecho, gozando del control remoto de la TV y de unos cuantos libros selectamente elegidos. Porque estoy deprimida, pero tampoco es para tanto.
Mi idilio con el catre suele ser obstaculizado por mi intempestiva progenitora, quien no comprende mis escarceos amorosos con las sábanas.
-¿Otra
vez estás acostada?
-Estoy
cansada, ma. Además estoy mirando la tele.
-No
te podés pasar toda la vida mirando la tele.
-¿Ah,
no? Qué cagada.
-Yo
no sé qué te pasa. Tenés que poner voluntad (para la gente que
no está deprimida, todo pasa por la voluntad). Salir.
Vos antes salías.
-Antes.
Pero ahora no tengo ganas.
-Vos
antes escribías, ibas a lugares, participabas en concursos…
-Mamá, todavía escribo. Pero no pienso ir a un lugar donde me vea obligada a sobarle el lomo a un tipo que no es mejor que yo. Ni pienso participar de un concurso donde juzgue mi trabajo alguien que no es mejor que yo. Ni pienso ir a un taller dictado por una gansa que no es mejor que yo.
-Mamá, todavía escribo. Pero no pienso ir a un lugar donde me vea obligada a sobarle el lomo a un tipo que no es mejor que yo. Ni pienso participar de un concurso donde juzgue mi trabajo alguien que no es mejor que yo. Ni pienso ir a un taller dictado por una gansa que no es mejor que yo.
-Al
final, sos una soberbia.
-Ya
sé. Todos los escorpianos somos soberbios. Mirá Maradona. Además, ¿qué querés?
¿Qué me meta en la movida literaria de Avellaneda? Avellaneda
es un asco: abren un Centro Cultural y le ponen el nombre de
un funcionario político en ejercicio. Y el tipo ni siquiera tiene el buen gusto
de morirse antes de la inauguración.
-………………………………………………………………………..
-Además, está lleno de viejas cacatúas que no saben un carajo y a las que se les rinde pleitesía como si fueran… no sé. Como si fueran Alejandra.
-………………………………………………………………………..
-Además, está lleno de viejas cacatúas que no saben un carajo y a las que se les rinde pleitesía como si fueran… no sé. Como si fueran Alejandra.
-Y
dale con Alejandra.
-Yo
no sé quién les hizo creer a esas viejas de mierda que escriben bien.
Avellaneda es un asco.
-El
mundo no se acaba en Avellaneda.
-Ya
sé. Pero los otros lugares quedan muy lejos.
Mi pequeño retoño tampoco entiende mi sempiterno tête à tête con el colchón.
-¿Otra vez estás en la cama?
-Sí. Estoy
cansada.
-Si
estás cansada no mirés televisión.
-¿Sabés
qué pasa, nene? Estoy cansada del cuerpo no de la
mente, ¿enténdés?
-Yo no sé por qué estás cansada del cuerpo si no hacés un carajo.
-¡Claro! ¡Las camas se hacen solas, los platos se lavan solos, la ropa se plancha sola! Mirá, haceme un favor. Si me llama alguien por teléfono, decile que me morí. Pero que no me velan, ni me entierran, ni nada. A ver si todavía aparece un desubicado con un ramo de flores.
-Yo no sé por qué estás cansada del cuerpo si no hacés un carajo.
-¡Claro! ¡Las camas se hacen solas, los platos se lavan solos, la ropa se plancha sola! Mirá, haceme un favor. Si me llama alguien por teléfono, decile que me morí. Pero que no me velan, ni me entierran, ni nada. A ver si todavía aparece un desubicado con un ramo de flores.
-¿No
te vas a levantar?
-No.
Andá a comer de la abuela.
Mi benemérito esposo es otro… ¿cómo decirlo? Hincha pelotas. No puede verme de decúbito dorsal sin intentar sacarme del tálamo por todos los medios habidos y por haber.
-¿Te
acostaste otra vez?
-Sí. Estoy
un poco cansada.
-¡Estás
cansada porque tenés anemia! ¡Por eso estás cansada! La doctora te dijo que
comieras churrasco. Y vos no le hiciste caso. ¿Cuándo tenías que ir de la
doctora?
-Esa doctora no sabe un carajo. Que coma ella churrasco. A mí la carne me hace mal. Ya tendría que haber ido a verla, pero no fui porque yo tenía anotado cuando me tocaba en un papel. Y el papel lo perdí, ¿te acordás?
-Esa doctora no sabe un carajo. Que coma ella churrasco. A mí la carne me hace mal. Ya tendría que haber ido a verla, pero no fui porque yo tenía anotado cuando me tocaba en un papel. Y el papel lo perdí, ¿te acordás?
-Y
los análisis ni siquiera te los hiciste…
-No,
me dio fiaca. Levantarme tan temprano para que me pinchen.
-¿Y
qué pensás hacer?
-Nada
pienso hacer. Nada.
-¿Por
qué no te levantás y salís un poco? Andá a ver a tus amigas.
-No
tengo amigas.
-Sí
que tenés amigas.
-Bueno,
tengo, pero trabajan todo el día, viven muy lejos o están más deprimidas que
yo.
-Ok.
No vayas a ver a nadie. Pero levantate. Aunque sea para comer.
-Está bien.
-Está bien.
Llegado a este punto, suele suceder algo trágico: me levanto, mi marido me obliga a comer un churrasco y a los diez minutos estoy en el baño vomitando. Porque a mí la carne me hace mal. Yo tengo que comer sushi, sándwiches de miga o pulpo a la gallega. Carne, no. ¿Es tan difícil de entender?
Estar deprimida es deprimente, valga la redundancia. Gracias a Dios, aún en los momentos más lúgubres conservo mi talante belicoso y mi veta creativa.
Espero que esta luctuosa temporada llegue pronto a su fin. Mientras tanto seguiré con mi escandalosa rutina: cama, “Dexter”, cama, puteada a los Kirchner, cama, Stieg Larsson, cama, “Supernatural”, cama, piquete contra el churrasco, cama, etc.
Creo que ahora me toca cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario