viernes, 30 de julio de 2010

DEXTER IS DELICIOUS

  DEXTER IS DELICIOUS

"Otro bonito día en Miami: cadáveres mutilados y posibilidad de chubascos por la tarde."  

Hace un tiempo, mi sobrino veinteañero (a cuya crianza contribuí con la cuota de sangre necesaria para hacerlo un hombre de bien y le presenté tipos tan imprescindibles como Freddy Krueger, Jason Vorhees y Norman Bates) me preguntó:
-Tía, ¿viste “Dexter”?
-No, no. Todavía no la vi. ¿Está buena?
-¡Está muy buena!
Mi hermana, que no vio "Pet Sematary" ni siquiera una sóla vez, intervino en nuestra conversación sentenciando:
-¡Es un asco!

Debido a que tradicionalmente mi hermana y yo no coincidimos en una sola y mísera cosa, fue su veredicto negativo el que me empujó a internarme en el oscuro mundo de Dexter. Y caí irremediablemente a sus pies, porque Michael C. Hall es precioso y porque antecedentes enclitofilia yo ya tenía: durante un tiempo estuve enamorada de Patrick Bateman, que era bastante más dañino.


El personaje de Dexter Morgan fue creado por Jeff Lindsay, quien publicó su novela Darkly Dreaming Dexter en el año 2004. Lindsay escribió también Dearly Devoted Dexter (2005), Dexter in the Dark (2007) y Dexter by Design (2009). Se espera que en el 2011 publique su última novela, Dexter is Delicious. Dexter es un médico forense especializado en el análisis de salpicaduras de sangre. Trabaja en el departamento de Policía de Miami. Es un hermano solícito, un novio convincente, un padrastro encantador y un buen compañero de trabajo, discreto y agradable. Todas las mañanas reparte donnas entre sus colegas. Algunos lo consideran un freak cuya vida gira alrededor de las manchas de sangre. Pero Dexter guarda un secreto de los grosos: es un asesino en serie.

"Halloween, el único día del año en que todos llevan una máscara menos yo. La gente encuentra divertido disfrazarse de monstruo. Yo, yo me paso la vida fingiendo que no lo soy. Amigo, hermano, novio... todos son parte de mi colección de disfraces. Habrá gente que me considerará un fraude; yo prefiero considerarme un maestro del disfraz."


Cuando tenía tres años, Dexter y su hermano Brian presenciaron el cruel asesinato de su madre, Laura Moser. Laura tenía problemas con las drogas y era informante de Harry Morgan, el policía que decide adoptar a Dexter después de la tragedia. Cuando en la preadolescencia el chico comienza a poner de manifiesto su inclinación al asesinato, Harry lo instruye con una serie de reglas con el fin de encauzar sus instintos homicidas y evitar que lo atrapen. Dexter llama a esas reglas “El Código de Harry”. Dexter Morgan asesina, sí. Irrefrenablemente. Pero responde a una suerte de ética: sólo asesina a quien se lo merece. ¿Héroe? ¿Antihéroe? Psicópata dominado por un “pasajero oscuro” que lo impulsa a matar. Por favor, que nadie me venga con consideraciones morales. Ligas de Padres, Gentes Decentes y Gentes que no tienen nada interesante que hacer con su vida han pataleado porque “Dexter” nos lleva a empatizar con un asesino. Cierto, empatizamos con Dexter Morgan. Pero no por su pulsión asesina sino por ese sentimiento de “no encajar” tan característico del personaje. Hay algunas personas que "no encajamos". Y tratar de "encajar" resulta más de una vez un esfuerzo agotador y desagradable. Algunos, aquellos que hacen gala de ciertos pruritos morales, se esfuerzan día a día por ser políticamente correctos y, además, "encajan", pensarán como mi hermana que "Dexter" es un asco. Otros, como yo (que veo una gota de sangre en vivo y en directo y me caigo redonda pero que soy fan incondicional de las despanzurradas ficticias) lo amarán.  

“De alguna manera es tranquilizante saber que no soy el único en fingir ser normal.”

 

Thomas de Quincey periodista, crítico y escritor británico del Romanticismo, publicó en 1827 el ensayo “El asesinato considerado como una de las bellas artes” basándose en la premisa de que el arte es amoral. La idea de la amoralidad del arte es recurrente en el Romanticismo y aparece deliciosamente perfilada en el prólogo de la obra “El retrato de Dorian Gray”, de Oscar Wilde (1890). Según Thomas de Quincey, teniendo en consideración que el arte es amoral la idea del “arte de matar” no es descabellada. Un asesinato puede ser sórdido, mundano, desprolijo, o puede ser interesante y estéticamente atractivo. De Quincey no se opone a la captura, el juicio y el castigo del asesino, pero sostiene que, cuando las exigencias de la moral fueron satisfechas, el experto puede considerar los grados de brutalidad o sutileza inherentes al delito. Sugiere que el homicidio, más allá de sus consecuencias éticas, debe ser juzgado como una obra de arte que no ha dejado de pulirse desde los tiempos de Caín, el primer asesino del cual se tienen noticias. Ya lo dijo Chesterton: “El criminal es el artista; el detective, el crítico”. Dexter es un artista en lo suyo. Definitivamente.

"Con un porcentaje de crímenes resueltos de un 20%, Miami es la ciudad perfecta para desarrollar mi arte."


Dentro de mis rarezas se destaca una bastante curiosa: soy una leedora de consecuente de prólogos. Especialmente de prólogos de Stephen King. Cada vez que el maestro agradece la constancia del Lector Constante (valga la redundancia) se me pianta un lagrimón. Porque para lo único que soy constante es para leerlo a él. En el prólogo de “El umbral de la noche” (“Night Shift”, 1976) King habla sobre el terror y sobre la fascinación que lo terrorífico ejerce sobre los seres humanos. Compara esa atracción con una compulsión que casi todos tenemos: la de aminorar la marcha cuando hay un accidente en la ruta para “mirar”. “Lo cierto es -y la mayoría de nosotros lo sabemos, en el fondo- que muy pocos podemos dejar de echar una mirada nerviosa, por la noche, a los restos que jalonan la autopista, rodeados por coches patrulla y balizas. Los ciudadanos maduros cogen el periódico, por la mañana, y buscan inmediatamente las notas necrológicas, para saber a quiénes han sobrevivido. Todos experimentamos una breve fascinación nerviosa cuando nos enteramos de que ha muerto un Dan Blocker, o un Freddy Prinze, o una Janis Joplin. (…) No hace falta explayarse sobre lo que es obvio: la vida está poblada de horrores pequeños y grandes, pero como los pequeños son los que entendemos, son también los que nos sacuden con toda la fuerza de la mortalidad. Nuestro interés por estos horrores de bolsillo es innegable, pero también lo es nuestra repulsa. El uno y la otra se combinan de manera inquietante, y el producto de esta combinación parece ser la culpa… una culpa quizá no muy distinta de la que acompañaba habitualmente el despertar sexual.” Stephen King (una vez más) tiene razón: muy pocos podemos dejar de echar una mirada de soslayo al rostro de la Muerte, cualquiera sean los rasgos con los cuales se presente. Y con cada capítulo de "Dexter" lo volvemos a hacer una y otra vez.

“Ninguno de nosotros es quien parecemos ser por fuera, pero debemos mantener las apariencias para sobrevivir."


En sus primeras apariciones (que datan de 1939) Batman era un personaje sumamente oscuro que mataba a sus antagonistas y sentía poco remordimiento con respecto a sus asesinatos. Frank Miller, guionista y dibujante de Marvel Comics , lo describió como “una especie de fuerza anárquica, encargada de imponer el orden y la justicia por su propia cuenta”. Como Dexter. En algún momento se su historia (y respondiendo seguramente a algún pataleo catequista) Batman se convirtió en lo que es hoy: un encapuchado que trabaja al divino botón, ya que los delincuentes de Gotham City entran y salen del Arkham Asylum como Pancho por su casa. Hay otro punto de coincidencia entre Batman y Dexter: ambos presenciaron los asesinatos de sus progenitores. Batman el de sus padres (doctor Thomas Wayne y su esposa Martha) y Dexter el de su madre (Laura Moser). Eso, sin ninguna duda, enloquece a cualquiera. Bob Kane, el creador del Hombre Murciélago lo resumió así: “No hay nada más traumático que ver cómo tus padres mueren delante de tus ojos.” Batman mutó. Esperemos que a nuestro asesino favorito no se le ocurra regenerarse.

"¿Soy una buena persona haciendo cosas malas... o una mala persona haciendo cosas buenas?" 
 

 Pensarán ustedes que todo lo antedicho es demasiado divague para una simple serie de televisión. Y tendrán razón. Dejemos en paz (relativa paz) a Dexter y hablemos un poco de Michael C. Hall, el bombonazo que le presta su cuerpo al traumatizado asesino en serie. Michael, de 39 años, comenzó su carrera en Brodway. Fue el maestro de ceremonias en una exótica versión de Cabaret y de Billy Flynn en el musical Chicago (mi favorito, ¡hubiera muerto -¿matado?- por verlo!). Desde el 2001 al 2005, fue el adorable y estructurado David Fisher en la serie de HBO Six Feet Under. Este año ganó los premios Golden Globe y Screen Actors Guild por su trabajo en “Dexter”.Michael C. Hall está casado desde el 2008 con Jennifer Carpenter, en la ficción Deborah Morgan, la hermana de Dexter. Hacen una preciosa pareja.
El 13 de enero de 2010, Michael anunció en su página web oficial que estaba siguiendo un tratamiento contra un cáncer linfático maligno, llamado enfermedad de Hodgkin. Unos días después se lo pudo ver en la entrega de los premios Screen Actors Guild. Lucía un gorro para cubrir la calvicie provocada por el tratamiento y, sin perder su maravillosa sonrisa, contó que se estaba recuperando y que se alegraba de tener una excusa para lucir un bonito accesorio en su cabeza. El 25 de abril 2010, Jennifer Carpenter, anunció que su marido estaba completamente repuesto de su enfermedad y que en breve comenzaría a filmar la quinta temporada de “Dexter”.

"No existen secretos en la vida… Sólo verdades escondidas que viven debajo de la superficie."



Harto sabido es que soy una TV adicta incurable. Aunque les cueste creerlo, es parte de mi encanto. También se sabe que cuando me encapricho con algo -con alguien- soy insoportable. Adoro a Dexter. 

“Todos esconden quiénes son por lo menos parte del tiempo. A veces entierras una parte tuya tan profundo... que necesitas que te recuerden que está allí. Y algunas veces, sólo quieres olvidarte de quién eres. ¿Y yo? No soy hombre, ni bestia. Soy algo completamente nuevo. Con mis propias reglas. Soy Dexter."


viernes, 23 de julio de 2010

EL WINCHESTER QUE FALTABA


EL WINCHESTER QUE FALTABA

“La belleza no hace feliz al que la posee, sino a quien puede amarla y adorarla.” Hermann Hesse

A la mierda. Si puse uno pongo al otro y sanseacabó. Una no puede concebir al Gordo sin el Flaco, ni a Abbott sin Costello ni a Tom sin Jerry. Hay cosas que vienen de a dos. Cosos, digo.
Jensen Ackles nació el 1 de marzo de 1978, en Texas, igual que su hermanito en la ficción, Jared Padalecki. No sé, yo creo que en Texas debe haber algo en al agua. De otro modo no se explica esta proliferación de machos apetecibles (sí, ya sé, dos no es una proliferación, pero ya saben que a mí me encanta exagerar). Este agraciado niño iba a ser médico pero terminó siendo actor. Comenzó su carrera en 1996, interpretando pequeños papeles en series como Seventh heaven, Mr. Rhodes, Sweet Valley High y Cybill. Intervino en varios capítulos de Dawson's Creek y, más tarde, tuvo un rol de cierta importancia en Dark Angel. Anduvo por Smallville y, gracias a la Providencia, consiguió un papel protagónico en Supernatural: Jensen es Dean Winchester, cazador de criaturas malvadas y bonito a más no poder.
Jensen Ackles formó parte del elenco de algunas películas. La única que vi fue My Bloody Valentine (2009), una remake del film ochentoso homónimo. La película abunda en ojos arrancados, mandíbulas desencajadas y cabezas escindidas. Cómo me gustan esas cosas.
Jensen se casó en mayo de este año con Danneel Harris. Y tiene planificado visitar Argentina en el 2011, para asistir a la convención de Supernatural, Rising Con. ¿Qué tal me ven en una convención de Supernatural?
Bien saben ustedes que, contra mi voluntad, he sido contaminada por la lujuria de algunas señoritas de sospechoso pedigree y ahora me consagro a la evaluación vergonzosa de traseros masculinos. Yo no era así. Juro que no era así. Yo siempre fui una señora decente. Pero derrapé. Difícil no derrapar frente a tantas redondeces y abundancias como ofrecen las malditas series de televisión a las cuales soy fastidiosamente adicta. Lo único que tengo para decir a mi favor es que abandoné por completo los programas de chimentos. Me tenían harta.
Si puse uno, pongo al otro.
He aquí, para todas las señoras y señoritas ávidas de cuerpecitos portentosos, el Winchester que faltaba.

De nada.







jueves, 15 de julio de 2010

LA CAJA BOBA Y LA DAMA BOBA: DOS A QUERERSE


LA CAJA BOBA Y LA DAMA BOBA: DOS A QUERERSE

“No nos une el amor sino el espanto…” 
Jorge Luis Borges

Si uno quiere sacar chapa de inteligente, intelectual o/y superado, seguramente soltará, como al descuido, una frasecita que he escuchado miles de veces: “Yo no miro televisión”. Y, si reconoce que mira televisión,  el sabio en cuestión aclarará que sólo se sienta frente a la “caja boba” para deleitarse con “Canal A”, “Films & Arts”, o alguno de esos canales que subyugan a la gente con mucho seso.
Sospecho que no soy ni inteligente, ni intelectual, ni superada, porque yo  miro televisión.  Y no miro ópera y ballet, precisamente. Me castigo lindo con chismes, personajes bizarros y películas “comerciales” de toda laya (nunca entendí del todo el concepto de “comercial” ni en cine, ni en literatura, ni en música: pagué mi entrada de rigor para ver “Gladiator”, de  Ridley Scott, pero también pagué para ver Constans”, de Krzysztof Zanussi).
En fin, mi romance con la TV  se remonta a tiempos remotos, cuando no podía dormir sin mi dosis diaria de “Pantera Rosa”. Y se fue afianzando con el paso de los años, “Wonder Woman” y novelas de Thalía de por medio (me gusta Thalía, canta para el traste pero es simpática; por el contrario, aborrezco a Shakira y, cuando me da la locura mística y suelto alguna oración hereje, la termino invariablemente con un deseo bastante prosaico: “…y que Shakira se quede muda. Amén”).

“INTRUSOS”, “PONELE LA FIRMA”, “BENDITA TV” Y LOS REPORTAJES DE ANABELLA: ¿A  QUIÉN LE ROBARON EL CONCHERO?

Me gustan los chismes. Me fascinan los chismes. Cuando iba al secundario, lo que más disfrutaba era la “letra chica” de los libros de historia de Ibáñez, llamadas a pie de página bastante intrascendentes pero no por eso menos jugosas: uno podía enterarse, gracias a estos parrafitos, de que la Reina Virgen  (Isabel I de Inglaterra) se había bañado sólo dos veces en su vida y de que a Carlos II de Austria le supuraban los ojos cuando estaba al aire libre.
Menos históricos pero más divertidos, son los dimes y diretes de la “farándula” local. Así que soy asidua espectadora de todos los programas que se encargan de sacar al sol los trapitos de los gatos, gatitos y tigres de Bengala que pululan en la bendita TV, lo que deviene en que mis temas de conversación sean, muchas veces, altamente pedorros.
-Qué turra la Marengo, echarle en cara a Wanda el asunto del video. (Sabrán ustedes, si su coeficiente intelectual es tan bajo como el mío, que Wanda Nara saltó a la fama por un video casero, donde se la veía entusiastamente prendida –con la boca- de un miembro masculino).
-¿Por qué? Si esa pendeja es una atorranta. (A mi marido le gusta la Marengo).
- Claro, la Marengo es una Carmelita Descalza.
-…
-Además, lo que le pasó a Wanda le puede pasar a cualquiera.
-¿Te estás atajando por si aparece algún video tuyo?
-¡Qué estúpido que sos! Es “normal” que una pareja se filme en los momentos íntimos, ¿no? Y, si el tipo resulta un hijo de puta, a lo mejor, cuando cortás, te sube los videos a Internet.
-¿De dónde sacaste que es “normal” filmarse teniendo sexo?
-Qué se yo, son juegos. A mí me parece algo “normal”.
-Vos estás loca: eso de “normal” no tiene nada (a esta altura empiezo a sospechar que me casé con Ned Flanders).
-Haceme el favor: andá a leer a la Rampolla (en mi biblioteca hay un libro de la Rampolla que, obviamente, sólo leí yo).
-Yo leí en una revista la biografía de la Rampolla y me parece que esa mina tiene mucha teoría y poca práctica.
-Tarado, ¡no era la biografía lo que tenías que leer!

“LOS SIMPSON”  Y “FUTURAMA”: QUIERO VIVIR EN AMARILLO

Desconfío de quien afirma que no gusta de los Simpson. Hay que ser muy reventado para no prendarse de la familia amarilla.
Hace unos cuantos años se creía que determinadas fisonomías se correspondían con una marcada inclinación a la delincuencia: esta pseudociencia se llamaba “antropometría” y postulaba que la forma y el tamaño del cráneo y algunos otros huesos humanos permitían dilucidar el carácter de las personas (por ejemplo, los hombres con mandíbula prominente eran asesinos). Estos “estudios” degeneraron en una sarta de incoherencias: un lampiño con dedos largos era carterista; un tipo con nariz grande y ojos pequeños, falsificador; un señor con nariz de boxeador, ladrón (¡Marlon Brando, robame toda!).
La “antropometría” cayó en el olvido, a Dios gracias, pero yo tengo mi mecanismo, bastante bizarro, para reconocer a aquellos que son un peligro latente para la sociedad: si a usted no le gustan los Simpson, es un delincuente en potencia.
Cosa juzgada.

“NICK AT NITE”: CUANDO YO SEA GRANDE QUIERO SER CHIQUITITA

Siempre sostuve que, además de boba, soy una dama nostalgiosa. Por eso me prendo de “Nick at Nite” como una garrapata. Y hasta lloro viendo “Alf”, “Hechizada” y “Mi bella genio” (a los diez años me enamoré de Larry Hagman, me desenamoré cuando lo vi en “Dallas” porque estaba demasiado viejo y, ahora que yo estoy vieja también, me volví a enamorar).
Ante un despelote descomunal, ¿quién no soñó con agitar la naricita o cruzarse de brazos, cerrar los ojos y mover la cabeza para solucionar todo como por arte de magia? La fantasía de ser Samantha Stephens me persigue aún hoy en día: frente a una pila monstruosa de ropa para planchar o un piso que da asco intento menear la nariz, pero no hay caso. Soy bruja, pero no tanto.
Otra joyita de “Nick at Nite” son “Los locos Addams”. Recuerdo que cuando era pequeña solía agarrarme de los pelos con mi hermana porque en un canal de televisión emitían “Los locos Addams” y en otro “Jacinta Pichimahuida”, ambos programas en el mismo horario. Yo quería ver a los locos, y mi hermana, a la boluda de Jacinta.
Ironías de la vida: la que terminó siendo maestra fui yo. Aunque locas estamos las dos.

“FRIENDS”, “THE NANNY” Y “BEVERLY HILLS 90210”: ¿OTRA VEZ SOPA?

Hay series que no puedo dejar de mirar. En mi casa me reprochan esta obsesión, echándome en cara que conozco los diálogos de memoria (cosa que es absolutamente cierta). Sospecho que estos programitas tienen algo de adictivo.
Day after day me instalo cómodamente frente a la “cajita boba” a rememorar las andanzas de los amigos newyorkinos, la Srta. Fine, Brandon y Brenda, y lo disfruto como loca.
-¿Otra vez estás viendo “Friends”?
-Seeeeeeeee.
-¿Cómo te podés reír con un chiste que ya escuchaste 500 veces?
-Me río.
-Qué pedo que tenés.
-¿Sabés lo que no entiendo? Como Brad Pitt pudo cambiar a una mujer fina y hermosa como Jennifer Aniston por la Jolie. Esa mina es absolutamente grasa; le falta el echarpe de mortadela, nomás.
-…
-La Paltrow también era fina y hermosa. ¿Qué le pasó a este tipo para terminar con una mina tan berreta?
-…
-Para mí que le saltó la térmica.
-Algo tendrá la Jolie.
-Tiene más grasa que un paquete de bizcochitos “Don Satur”.
-…
-Encima esa trompa mal operada: es un asco.
-…

“ANIMAL PLANET”: CON ESTO ME REDIMO, ¿O NO?

Soy fanática de “Animal Planet”. Siempre me gustaron los animales, pero cuanto más vieja me pongo, más se va agudizando mi complejo de Brigitte Bardot.
Además, el canal en cuestión no sólo nos provee de encantadoras e inocentes criaturas del reino animal: los hombres más lindos de la TV están en “Animal Planet”.
Me enamoré de Steve Irwin y lloré como loca cuando murió.
Me enamoré de Jeff Corwin.
Me enamoré Austin Stevens.
…Y de los dos presentadores de los “videos divertidos”, el blanco y el negro (para estar a tono con la temática, diré que ante esta dupla, mis ratones alcanzan el tamaño de tiranosaurios rex).
En mi próxima vida quiero ser cocodrilo.

PELICULEJAS VARIAS: DÍAS DE CABLE

Amo el cine. Estoy una obsesionada con el séptimo arte (era el séptimo, ¿no?). Cuando conozco a una mina muy hija de puta, le digo enfermera Ratched (y la mayoría de la gente no sabe de qué mierda estoy hablando).Y no le hago asco a nada: voy de Kurosawa a George Romero sin ninguna culpa.
He obligado a mi consorte a ver todo tipo de películas. Algunas fascinantes. Otras fascinantes para mí y mis gustos escabrosos.
-No me vengas a cambiar de canal que estoy viendo una película.
-¿Qué película?
-“La casa de los 1000 cuerpos”.
-¡Qué nombre raro!
-Seeeeeeeeeee.
-Raquel, esta película es de cuarta.
-Está buena.
-Es un asco.
-Es una película de Rob Zombie. Lo que pasa es que vos no entendés la estética.
-¿Qué estética?
-Nada, dejá. A vos te sacan del “debe” y el “haber” y no entendés nada (soy bastante injusta cuando le digo esto a mi contador sensible, porque a mí me meten en el “debe” y el “haber” y me quiero cortar las venas con la “Cuenta Caja”).

“HARPER’S ISLAND”: WHO WILL BE NEXT?

Sospecho que soy la única persona del cono sur que mira “Harper’s Island”. No importa, a mí me encanta. Chicos lindos y asesinatos bizarros, ¿qué más se puede pedir?
Les confieso que ya sé quién es el asesino: me dediqué a averiguarlo en Internet, porque además de ser una dama boba y nostalgiosa, soy horriblemente ansiosa. Pero guardo el secreto bajo siete llaves, para que ninguno de mis hombres (marido e hijo, que con tanta tele no tengo tiempo para amantes) me diga: “¿Para qué mirás una mierda que ya sabés como termina?”

Lo repito orgullosamente: no soy ni inteligente, ni intelectual, ni superada. Yo sí miro televisión. Me codeo con Jason Priestley y con Zulma Lobato. Sé quién le robó el corpiño y las Barbies a la Ritó y como se llamaba el monito que tenía Ross en la primera temporada de “Friends” (Marcel, para más datos).

¿Me van a condenar por hereje?



domingo, 4 de julio de 2010

SOÑAR NO CUESTA NADA


SOÑAR NO CUESTA NADA

“¿Qué es la vida? Un frenesí. 
¿Qué es la vida? Una ilusión, 
una sombra, una ficción, 
y el mayor bien es pequeño; 
que toda la vida es sueño, 
y los sueños, sueños son.” 
"La vida es sueño",  Pedro Calderón de la Barca
.
Hete aquí, queridas gentes, que estaba yo chocha de la vida en los fornidos brazos de Morfeo, cuando alguien me arrancó brutalmente de mis ensoñaciones. Abrí los ojos e inmediatamente volví a cerrarlos, con la ingenua pretensión de retomar el hilo del sueño donde lo había dejado. Pero fue en vano: el sueño se había perdido. Para siempre.
Suelo abandonar el lecho sin atisbos de malhumor, pero esta vez, dado el tipo de sueño que había tenido y el cruel hecho de que no podía seguir teniéndolo, salí de las sábanas con una cara de culo apoteósica. Necesitando urgentes explicaciones, porque yo estaba dormida y alguien me había despertado, procedí a patotear a mis convivientes (que son, como es de público conocimiento, un viejo antipático y un adolescente maleducado).
-Estaba soñando que salía con Jared Padalecki. ¿Quién fue? ¿Quién fue el idiota que me despertó?
Mi consorte respondió lacónicamente:
-Te despertaste sola.
-¡No, no puede ser! ¿Quién fue el tarado que me despertó?
-Te despertaste sola.
-¡No puede ser! ¡Si yo estaba haciendo fuerza para no despertarme!
A esta altura de la lamentable conversación, intervino mi hijo, que no sería mi hijo si no aportara a cada día su cuotita de veneno.
-Cada día más pedófila estás vos, ¿eh? Además, nunca tuviste chances de salir con un tipo así.
-¡Sí que las tuve! Las desperdicié con tu papá.
Comprendí que seguir discutiendo el asunto con los seres obtusos con los que cohabito, sería una lamentable pérdida de tiempo. Pero mientras reñía con mi esposo porque tuve la feliz idea de comentar que Messi era feo (es feo) y él, la de gritarme que de belleza yo no sabía un carajo porque en el ’86 me gustaba Mickey Rourke, seguí cavilando acerca del affaire Padalecki. Mientras contendía con mi consorte por el polvo, los ácaros, la mugre y todo lo demás, seguí mascullando los pormenores del affaire Padalecki. Y cada vez me daba más bronca haberme despertado.
Analítica como soy cuando se me da la gana, concluí en que el affaire Padalecki podría tener varias y disímiles interpretaciones, según los diversos criterios que se usaran para examinar el asunto. Las gentes interpretan el mismo sueño de manera distinta. Veamos:

1) Freud:
 Es de público conocimiento todas las interpretaciones freudianas de los sueños giran alrededor de la sexualidad. Hombres y mujeres soñamos sexo todo el tiempo. Hay momentos en que esta elucidación psicoanalítica se cae de madura: por ejemplo, cuando soñamos con bananas. Otros casos, como cuando soñamos con ranas o con osos de peluche, son mucho más misteriosos.
En esta situación puntual, considerando que en el sueño a desentrañar yo salía con Jared Padalecki, debo excusar a Freud y a sus interpretaciones por considerarlas innecesarias. Es obvio que soñé con sexo. Pueden ahorrarse el análisis.

2) Brujos, chamanes y toda esa lacra: Estas gentes arcanas dirán, sin ninguna duda, que el mío es un sueño de transición. Un sueño de transición implica una evolución o una metamorfosis. No sé, espero que no me pase como a Gregorio Samsa. Yo asumo que transitaré de soñar boludeces a soñar otras boludeces, pero tendré la madurez de no contárselas a nadie, evitando, de esa manera, ser el hazmerreír del barrio.

3) Revistas femeninas: Las revistas femeninas analizarán el sueño así, muy por arriba, y me enchufaran dos o tres decanatos, un Venus en Escorpio y un Marte en Sagitario, como eje del asunto. Parece que Venus está que arde, y Marte ni te cuento. Darán algunas vueltas más por el espacio sólo para decirme que, detrás del affaire Padalecki, se esconde mi urgente necesidad de comunicación con los seres que me rodean. Ok., ok., me comunico para el traste con la gente que me rodea, pero eso no explica por qué en el sueño cabalgaba tan felizmente con un señor que no era mi marido. Y, para colmo, con un señor tan joven.

4) Quinieleros y afines:
 Estos sujetos adictos a la timba, analizarán el sueño de forma concienzuda, para soltar sólo un escueto “Jugale al 27”. Son gentes no sirven de mucho, salvo que el 27 salga a la cabeza.

5) Yo: Yo soy la soñadora, señores. Yo soy la que le sacó los pantalones a Padalecki. Así que tengo tanto derecho a analizar como Freud, los brujos y chamanes, la revista “Mía” y la quinielera de la esquina.
Yo le encontré al affaire Padalecki cuatro o cinco explicaciones posibles, a saber:

1-Ver seis capítulos de “Supernatural” por día me está haciendo mal.

2-Estoy necesitada de atención afectiva y erótica, pero la posibilidad de conseguirla me parece tan, pero tan remota, que le puse a esa necesidad la cara de un hombre con el que jamás, jamás, podría tener nada.

3-Estoy harta de mi marido y me urge empezar ya los trámites para cambiarlo por un modelo más joven.

4-Mi vida es tan pero tan espantosa que sueño cosas lindas como compensación.

5- Estoy caliente con Jared Padalecki.

Como podrán comprobar, gratos lectores, yo soy una de esas mujeres que hacen una tormenta en un vaso de agua. Un sueño que podría haber pasado sin pena ni gloria se convirtió en una serie de elucubraciones, enunciados, observaciones y análisis. Después de tanto zarandeo mental me quedó más o menos clarito por qué soñé que salía con Jared Padalecki.

Ahora quiero saber quién fue el imbécil que me despertó.